“A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.”dijo el gran escritor, poeta, político e historiador, Alphonse de Lamartine. Y no se equivocó, viendo el dolor y el suplicio que vive mi hermano día con día desde que murió Chloe, lo confirmo. Su corazón se fue junto con el de ella, en ese ataúd. Y tal vez el dolor que yo siento jamás se compare con el de él, pero aun así, el vacío y la tristeza que tengo es enorme.
—¿Ava, por qué tardas tanto?, ¿acaso crees que tengo todo el tiempo del mundo?, el doctor nos espera. —Grita mi padre, desde el primer piso, muy ofuscado. —¡No iré! —Digo al salir de mi habitación mientras lo veo desde el pasillo que conduce a las escaleras, en la segunda planta. —¿Pero qué dices?, ¿acaso crees que te mandas sola?. No creas que me hace mucha gracia estar de niñero, pero luego de que sufriste un colapso frente a todos en la inauguración del museo Saint Thomas, debo llevarte. «Obviamente, debí deducir que querría llevarme para quedar como el abnegado padre, preocupado por su hija». —Pues no es necesario que lo hagas papá, no necesito un médico, estoy bien. Ahora, si me disculpas, debo ir a ver a mi hermano. —Digo, mientras bajo las escaleras y me encuentro con él, al final de ellas. —¡No, no irás!. —Me responde, mientras se aleja para ir al minibar de la sala por una copa, pero antes le arroja una mirada a uno de sus guardaespaldas que custodia la puerta. Intento salir, pero el enorme gorila, no me deja. —Papá, por favor, ¿puedes decirle al grandote que me deje salir? —¿Por qué lo haría?, yo mismo le di la orden de que por ningún motivo salieras de esta casa. —Mi hermano está sufriendo, acaba de perder a su esposa. Es justo que esté con él. —Ya estuviste con ese malagradecido, además la muerte de esa chica ya pasó y no hay nada que puedan hacer para cambiarlo. —¿Cómo puedes hablar así, padre?, es de la esposa de tu hijo, de quien hablas. Además, no he estado con él como debería, tú te has encargado de eso, ¿o acaso no recuerdas que me mandaste a buscar con tus hombres al cementerio, como si fuera una delincuente? —¡Ay!, ¡ya!, ¡ya!… últimamente estás muy agresiva. Y no vuelvas a decir que ese malagradecido es mi hijo, no quiero ni que lo nombres en esta casa. Todo lo que ha pasado es consecuencia de sus actos y los de esa chica, yo les advertí que no debían estar juntos y ella misma terminó por buscarse su suerte. —¿Cómo puedes decir eso papá?, ¿acaso no te duele que Damián esté sufriendo?, y yo, yo también sufro, Chloe era mi amiga. —Empiezo a llorar, porque no puedo evitarlo, y mi padre, en vez de entenderme y consolarme, hace una expresión de desagrado. —¡Ayyy, que fastidio!, ¡No llores!, ¿sabes qué?, si no quieres ir al doctor, está bien, ya estás lo suficientemente grandecita como para obligarte, pero lo de no salir de esta casa, no está en discusión. Aquí te quedas. —Deja la copa sobre una mesa y sale de la casa. Subo furiosa, y veo mil maneras de escaparme, pero nada funciona, mi padre deja la casa rodeada por sus gorilas y ni siquiera Flor puede salir al supermercado. —Como desearía vivir aún en el Penthouse. —Le digo a Flor. —¿Por qué lo dice señorita? —Porque así armaría un escándalo tan grande, que todos los del edificio se darían cuenta, y vendrían a ayudarme. —¡Ay señorita!, está claro que usted ha crecido en edad, pero sigue siendo una niña. —¿Qué quieres decir Flor? —Le pregunto y ella sale de mi habitación con cara de tragedia, lo que es normal, pues ella era alguien que apreciaba mucho a Chloe, y también está muy afectada. Me tiro a la cama, viendo el blanco techo sobre mí, y los recuerdos empiezan a llegar, así que lloro hasta que me quedo dormida, pensando en que hace una semana que Chloe murió y mi padre ni siquiera me deja pasar mi duelo en paz junto a mi hermano y mi sobrina. Cuando despierto, ya es hora de almorzar, pero últimamente la comida no es mi mejor amiga. Como todos los días, llamo a casa de mi hermano para intentar hablar con él, pero Rosa me dice que otra vez está borracho, echado a la pena, no quiere comer, ni bañarse, ni siquiera ha querido ver a su hija. Mi dolor se hace más grande, al ver lo que él sufre, y yo ni siquiera puedo estar cerca, aunque también me enoja que se desquite con la bebé, ella que culpa tiene de haber nacido el mismo día en que murió su madre. Tocan mi puerta… —¡Adelante! —Es Flor. —Señorita, la comida está servida. Por favor baje. —No tengo hambre Flor. Lo siento, pero no comeré. —Eso no es una opción señorita, su padre la está esperando para que almuercen juntos, y le mandó a decir que no demore, que necesita hablar con usted. —¡Genial!, ¿ahora que querrá el señor expresidente y gobernador del estado de New York? Bajo a regañadientes al comedor y mi padre no deja de hablar por teléfono muy animado… Me siento de mala gana, pero él ni siquiera me presta atención. La comida ya está servida, así que intento no desperdiciar la deliciosa comida de Flor, por lo que me meto un bocado, que por más que mastico, no puedo tragar. A mi mente vienen los recuerdos de cuando Chloe era mi niñera, y amaba la comida de Flor, incluso cuando se casó con Damián, le pedía a Flor que le preparara algo de comer y se lo enviara conmigo. — Las lágrimas otra vez se hacen presentes en mi rostro, y siento como el bocado que está en mi boca, de alguna manera no puede ser tragado. —¡Uhg!, ¿otra vez llorando? —Pregunta mi padre con desagrado. —La chica murió, ya no puedes hacer nada, Ava. Así es el mundo, personas a diario mueren, y otras como nosotros seguimos con vida, encargados de que el mundo siga avanzando. —Dice y toma un sorbo de vino, y yo miró con desaprobación, pensando en que eso es justo lo que él hizo con mi madre. —A veces eres tan cruel, padre. —¿Cruel por decir la verdad?, ¡No lo creo!, pero allá tú si quieres seguir desgastándote con una situación irremediable. ¿Aún quieres ir a ver a tu hermano? —Su pregunta me toma por sorpresa. —Si, ¿por qué? —Porque hoy podrás ir… —¿De veras? —Si, pero solo si me prometes que seguirás igual de aplicada en tus estudios. —¡Claro!, ¡si!, ¡por supuesto! —Y que me acompañaras a una cata de vinos esta noche… —P-pero, dijiste que podía visitar a mi hermano. —Y lo harás, podrás ir por una par de horas y deberás estar de regreso para acompañarme a la cata. —Pero padre, no entiendo por qué quieres que vaya contigo. —Eres muy buena con los vinos, y el maridaje, además eres una chica muy inteligente, la gente siempre se queda impresionado con tu inteligencia, tal y como lo hacían antes con el insensato de tu hermano. Es fácil crear nuevas relaciones con los nuevos políticos y distintas personalidades más jóvenes cuando estás tú. Te llevaría más seguido a mis eventos, pero la verdad no quiero que te la pases desmayándote como la vez pasada. —Entonces una razón más para no ir. —Digo con tristeza, por las palabras de mi padre. —Irás, si te resistes, te llevaré por las malas, pero entonces te perderás la oportunidad de ir a consolar a Damián. Es mejor que lo hagas por las buenas. Tu decisión. —Quisiera gritarle un par de cosas en este momento a Michael, pero mi pecho comienza a doler. Tal vez debería calmarme, al final, si mi padre quiere que vaya a un lugar, ni que me enferme, me salvará de no hacerlo. —Está bien padre, ¿a qué horas debo estar lista? —A las 8:00 pm, ni un minuto más, ni uno menos. Ahora come, no dejes que se enfríe tu comida. —Dice con la serenidad que le da conseguir siempre lo que quiere. —Discúlpame padre, pero ya se me quitó el hambre. —Me levanto, pero él me mira con una dura expresión. —¡Siéntate! —Dice arrastrando cada letra con molestia, y no me queda más que sentarme nuevamente, y aunque no vuelvo a tocar la comida, me quedo hasta que él termina, y se retira. Apenas mi padre se va a su despacho, aprovecho para pedirle al chofer que me lleve a la casa de mi hermano. Cuando llego, me preparo para encontrarme con el peor escenario posible. Pues sé, que mi hermano no está nada bien; sin embargo, debo ser fuerte por él, y buscar la manera de ayudarlo. Fabio abre la puerta del coche para permitirme salir. —Señorita Ava, ¿está bien? —Pregunta Fabio con un poco de vergüenza. —Si, ¿por qué lo dices? —Es que no se veía tan pálida cuando subió al auto. —No te preocupes, no es nada. —No parece muy tranquilo con mi respuesta, pero deja de insistir y se retira al auto. —Señorita, recuerde que volveré por usted en dos horas. —Dice con la ventanilla baja, y cuando yo asiento, se va. Me tomo mi tiempo, antes de tocar la puerta, pues debo saber qué decir y cómo actuar para que Damián no se sienta peor de lo que ya debe sentirse. Me abre el señor Ethan, quien medio me saluda porque está hablando por teléfono, y con una seña me indica que todos están arriba. Subo, y mientras subo, veo que mi hermano acompañado de Rosa, entra a la habitación de la bebé. Los sigo, y Linda lo invita a pasar sin hacer ruido, pues la bebe duerme plácidamente. —Hasta que por fin te dignaste —Le digo, refiriéndome a que por fin vino a ver a su hija. —¿Estás bien? —Me pregunta con su voz un poco disfoníca, imagino por el elevado consumo de alcohol a diario. —Igual que tú, yo también perdí a alguien muy especial para mí, ¿recuerdas?, pero a diferencia tuya, intento seguir adelante por mi sobrina —Le digo, y aunque no quería sonar tan grosera, no podía evitar estar enojada con él, porque sentía que se había dado por vencido, antes de luchar. De la nada, el llanto de la bebé llama nuestra atención y mi hermano, se acerca a ella para cargarla, y por primera vez desde la muerte de Chloe, su rostro parecía volver a tener color. Sus ojos tenían un brillo de ternura, y verlo acunar a su hija, me hizo sentir que Chloe estaba junto a ellos, imaginarlos a los tres fue un lindo momento que no quería olvidar. Luego de enterarme de que Chloe deseaba que la niña se llamara Rachel como mi madre, me entró un poco de nostalgia, y aunque al final, Damián decidió que se llamaría Chloe como el amor de su vida, no dejaba de suponer para mí un momento emotivo. Para cuando regresé a casa, me encerré en mi habitación, y empecé a dibujar, aún tenía vivido en mi mente la imagen de mi hermano junto a sus dos Chloe, así que sin dudarlo me pasé el resto de la tarde plasmando en el papel el retrato de los tres. Para cuando termine, ya era de noche y ver la imagen y saber que jamás pasaría, hizo que mi corazón doliera y me echara a llorar desconsolada nuevamente al recordar que Chloe ya no estaría con nosotros. Por un momento quise tomar el dibujo y romperlo en mil pedazos, y lo habría hecho, de no ser por Flor que tocaba a mi puerta, para recordarme que en media hora debía estar lista para ir con mi padre a la cata de vinos. Como pude, intenté cubrir mis ojeras y mis ojos hinchados con maquillaje, para luego ponerme uno de los tantos vestidos de cóctel junto a unos tacones que combinarán, y peinar un poco mi cabello suelto, para bajar al encuentro con mi padre, quien no dejaba de hablar por teléfono. Para cuando estuvimos en el lugar, el cual era una enorme casa de campo, nos entregaron un par de fichas de cata de vinos, pues la idea era puntuarlos. Según mi padre, este evento lo realizaba la familia Ruiz, grandes amigos, que querían incursionar en el negocio de los vinos para retirarse de la política. Lo que no entendía era porque mi padre estaba tan interesado en que conociera a uno de sus hijos. —Ava, cariño, te presento a Christian, Christian Ruiz, el hijo mayor del Congresista Rampsy Ruiz. —Dice mi padre muy animado, mientras me presenta a un chico bastante guapo, debo decir, el cual solicita mi mano para besarla, a la par que se presenta. —Es un placer conocerla, mi estimada señorita. —Acto que en el pasado me habría causado gracia, si no fuera porque no estaba de ánimo para nada más, que beber todo el vino que pudiera —¿Qué es esto?, ¿el siglo dieciocho? —Respondo con sarcasmo, cosa que no le hace mucha gracia a mi padre, quien está acompañado de los padres de Christian y de George Brown, antiguo suegro de mi hermano. —No, es un chico educado, Ava. Tal vez deberías aprender de él. —Dice mi padre, algo ofuscado. —¿Por qué no van y dan un paseo por el lugar?, así Christian te sirve de guía, y podrán conocerse mejor. —Yo, encantado —Dice el tal Christian. —Ok. —Respondí derrotada, porque para ser sincera no me gusta llevarle la contraria a papá, además después de los últimos acontecimientos, aprendí que jamás sabes hasta cuando las personas estarán a tu lado. No vale la pena perder el tiempo discutiendo. Mientras caminamos, Christian empieza a describirme el lugar, y a hablarme acerca de la trayectoria política de su familia, que no me interesa en lo más mínimo; sin embargo, a medida que él hablaba, atravesábamos cada una de las mesas de degustación, donde se exhibían alrededor de 15 vinos, y cada uno tuve la oportunidad de verlo, olerlo y probarlo, varios de los sommeliers parecían encantados con mis comentarios, y yo no dudaba en charlar con ellos para repetir un trago. —Ava, ¿estás bien? —Me preguntaba Christian, a quien ya veía doble y algo borroso. —Si… (hip) —Empecé a hipar, y eso me causó mucha gracia, haciendo que me diera un ataque de risa, así que empecé a reír como desquiciada. —Ava, no estás bien, creo que deberíamos ir con tu padre. —Christian me toma del brazo, pero enseguida me safo de su agarre. —¡Suéltame!, ya te dije que estoy bien, ¿quién te crees que eres para tocarme? —Empiezo a caminar en dirección contraría, pero entonces empiezo a sentirme agitada, como si el aire me faltara, intento seguir caminando, pero me ataca una tos seca, que hace que mi pecho duela. Siento que alguien me agarra, y por un momento todo se torna oscuro, pero como puedo intento recomponerme. —Necesito agua. —Digo, y Christian, quien es el que me tiene agarrada, me lleva hacia la cocina. Sin dudarlo, me tumbo sobre el piso de la cocina, esperando a que el techo deje de dar vueltas sobre mi cabeza. —Toma. —Dice Christian, entregándome un vaso de agua. Me ayuda a levantarme, y me bebo el agua de un solo sorbo, lo que me provoca una sensación de llenura y ganas de vomitar, pero a toda costa, intento no hacerlo. —¿Cómo te sientes, estás mejor? —Me pregunta, y yo solo pienso en “No vomites, No vomites, Ava, no vomites” algo un poco inútil, porque entre más lo pensaba, más ganas me daban, y sin poder seguir controlándolo, simplemente vomité hasta el pastel de mi último cumpleaños sobre el traje inmolado del educado Christian quien dejó de serlo. —¿Pero qué m****a?, que asco, eres asquerosa, ¿cómo pudiste vomitarme? —Pues la verdad, sí, es asqueroso, pero de haber sabido que me sentiría mucho mejor después sacarlo todo, hace mucho lo habría hecho. —¿Qué dices?, definitivamente tu padre está loco si cree que me casaré con una enferma y ebria como tú… —Disculpa, ¿casarme contigo?, ¿de dónde sacas esa loca idea?. Si, tal vez estoy enferma, y quizás hoy me pasé de copas, pero no estoy tan loca como para convertirme en tu esposa. Justo en ese momento entra mi padre, quien al escucharme, se disculpa con el imbécil de Ruiz, y me saca a rastras para llevarme a casa. Durante todo el trayecto no hizo más que hablar de lo avergonzado que estaba de mí, y de cómo tenía que disculparme con Christian, por haberlo vomitado, y haberle hablado de esa manera, pues él sería el esposo perfecto. Para cuando llegué a casa, me sentía aún mal, pero mi padre no había terminado con la retahíla. —Quiero que sepas que a menos que arregles las cosas con Christian, no saldrás de esta casa. Hoy me has decepcionado Ava, no puedo creer que me esforzara tanto en darte la mejor educación para que destruyeras la oportunidad de tu vida. —¿Oportunidad?, ¿de qué oportunidad hablas padre?, ¿de querer casarme con ese idiota que me presentaste hoy? —¿Acaso crees que una chica enferma como tú, puede darse el lujo de rechazar a alguien como Christian? —¿Disculpa? —Respira, y pasa una de sus manos por su cabeza. —Ava, cariño, este matrimonio te aseguraría un futuro próspero, además no serías rechazada por tu enfermedad, ya Christian sabe y acordamos en que te tratará bien. —Resoplo frustrada y lo único que hago es subir como puedo a mi habitación. —¡No he terminado de hablar Ava Roberts! —Grita, pero sigo caminando, con la sensación de que en cualquier momento mi cuerpo colapsará. —¡No saldrás de esta casa, te lo prohíbo! —Es lo último que escucho, y cierro mi habitación. Un rato después está Flor tocando mi puerta. —¡Pase! —Le digo mientras sigo echada en mi cama llorando hasta más no poder. —Señorita, por favor cálmese, no es sano que llore de esa manera. —Es que no puedo hacer más, Flor. No puedo hacer más que llorar para sacarme esto que tengo atascado dentro de mí. Es como si mi padre quisiera acabar con mi vida, me prohíbe que llore por Chloe, que me afecte su partida, que consuele a mi hermano, que vaya a verlo a él y a su nieta, porque es su nieta, ahora desea que me case con alguien horrible, es como si estuviera en una cárcel Flor, eso ha hecho de mi vida, mi cárcel…—¿Ava, podemos hablar? —Pregunta mi padre a través de la puerta de mi habitación, luego de haber discutido hace un par de noches, cuando vacíe todo mi contenido estomacal sobre el idiota de Christian Ruiz. —¡Adelante! —Le indico, aunque para ser sincera, no quiero ni verlo, pero seguir enfadada con él, solo hará que me nazcan raíces en esta casa de por vida. Entra, y empieza a caminar por la habitación sin decir una sola palabra. Se acerca a mi escritorio, y observa mi libro de dibujo. —¿Aún pintas? —Pregunta tranquilo y sereno. —¡No! —Respondo tajante, y él abre el libro, lo levanta y me muestra el dibujo de mi hermano junto a sus dos Chloe. —Sé que la extrañas, es un lindo dibujo. —Dice, y lo miro extrañada, la verdad si está siento tan amable conmigo es porque algo quiere, ya que él jamás es así. —¿Qué pasa papá?, dime de una vez a que viniste. —¿Acaso no puedo venir a hacer las pases con mi hija? —¡Si, claro!, ¿cómo si eso te importara? —Me levanto de la cam
Hace un mes que salí del hospital, las molestias siguen, pero intento no pensar en ello, muy juiciosa, tomo mi medicación, y en lo posible he intentado hacerle saber a Damián que estoy bien, pues mi padre me ha puesto un guardaespaldas las 24 horas del día, dice él que para cuidarme, pero sé que también quiere asegurarse de que no me reúna con mi hermano. —Señorita Ava, su padre llamó, me pidió que le dijera que esta noche irán a una cena en honor al gobernador del estado de Arizona. —Me dice Flor, a quien miro con frustración. —¿Otra cena?, ¡estoy harta!, cenas, fiestas, catas, cierres de campaña, galas, partidos de golf, visitas al hipódromo, ¡etcétera!, ¡etcétera!, ¡etcétera!. ¿Hasta cuándo piensa seguirme obligando a asistir a sus estúpidos eventos?, hasta he llegado al punto de servir como intérprete para algunos de sus viejos amigos, que no hablan ciertos idiomas. ¿Qué soy?, ¿su hija o su secretaria? —Digo arrojando el libro que estaba leyendo, y que había dejado sobre l
—¿Un corazón nuevo?, ¿el trasplante ya fue hecho? —Hace 3 días, señorita, solo que desde que salió de la cirugía no había despertado —Comenta Flor. —¿3 d-días? —El dolor se intensifica nuevamente, y empiezo a quejarme. —Por favor no sé esfuerce en seguir hablando, hasta esta mañana retiramos el respirador, es normal sentir dolor, inmediatamente ordeno que le administren los medicamentos para ayudar a controlar el dolor. —Me explica uno de los doctores, intento levantar mi mano para rascar mi nariz, pero me siento tan débil que a duras penas y alcanzo a verla, observo muchos tubos que salen de mi pecho... —¿P-por qué hay tantos tubos?, ¿l-la c-ciru-gía salió bien? —Si, no se preocupe, los tubos en su pecho son para drenar el líquido que se encuentra alrededor de los pulmones y del corazón. —¡Mmm!, en-entiendo. —Digo ya muy cansada por el esfuerzo que me ha supuesto hablar. —Permanecerá una semana internada, para ver cómo evoluciona, ya que duró 3 días dormida inexpli
—¡Joder!, mi cabeza me está matando. —Digo apenas me levanto y Rita sale de mi baño. —¿Y qué esperabas?, es verdad que bebes como camionero, pero aún te falta la resistencia de uno. —¿En qué momento entraste?, ¿y por qué sales de mi baño? —Flor dijo que podía usarlo. —Señala el baño. —Y no tengo mucho que entré, yo también me acabo de despertar. —Me levanto corriendo por las ganas incontrolables que me dan de vomitar. Entro al baño y cierro la puerta. —¡Guag-Guag!… —Vomito todo lo que tengo en el estómago, lo que es repugnante, pero hace que me sienta mejor al instante. Lavo mis dientes, y al salir del baño, Rita me espera con los brazos cruzados. —Después de una noche de tragos, siempre es mejor afuera que adentro, ¡eh!. —Comenta en tono de burla. —Ja Ja Ja. —¿Qué?, te alabo que por lo menos en tu primera borrachera tuviste un buen aguante, aunque no puedo decir lo mismo de la resaca. —Para que lo sepas no es mi primera borrachera, la verdad ya lo había hecho ante
—Desde hace una semana, trabajo como dependienta, y es terrible, la administradora se cree mi dueña, solo le falta decirme que le limpie el trasero —Le cuento a Rita, quien parece más distraída de lo normal. —¿Rita, siquiera me estás escuchando? —¿Eh?, ¿qué?… ¡Ay, perdóname!, es que no puedo creer que mi padre me quiera enviar a Londres a estudiar. —Si, yo tampoco lo creo, pero quizás si hablas con él, lo reconsidere y… —No, ni hablar, él me consiguió un cupo en una de las mejores universidades de Inglaterra para estudiar la especialidad. Yo tuve mi oportunidad aquí, pero ya vez que no soy tan inteligente como tú, así que él fallar y no pasar a Harvard fue una decepción para él, ahora lo mínimo que puedo hacer es irme. —Quien lo diría… —¿Qué? —Que tú siempre me has incitado a que viva mi vida, cómo se me dé la gana, y resulta que terminaste siendo igual o más obediente que mi “yo” del pasado. —Tal vez porque es hora de que madure, tú aún sigues siendo joven, bonita,
Para cuándo llegué a casa, Fabio y los dos grandulones me esperaban afuera. —Señorita Ava, por fin apareció, ¿dónde se había metido? —Pregunta Fabio, bastante preocupado. —¿Dónde me metí yo?, más bien dónde estaban ustedes? —El auto se había quedado sin gasolina, un error mío. —Dice con vergüenza. —Los dos chicos me ayudaron a empujarlo hasta la gasolinería más cercana. —¿Y no pudieron tomarse la molestia de avisarme? —La verdad es que no creí que saliera tan rápido, ni que a nosotros nos llevara mucho tiempo, pero se presentaron una serie de imprevistos con los que no contábamos. —A ver... ¡Ilústrame! —Le digo y me cruzo de brazos. —Después de llenar el tanque, no encontraba mi cartera y ninguno de los jóvenes aquí presente tenía dinero en efectivo, y el datáfono de la estación de gasolina, estaba dañado, así que tuvimos que buscarla por todo el auto, y luego camino a la tienda, uno de los neumáticos se pinchó, así que tuvimos que cambiarlo, y después, tuvimos que d
—Jeremy, espera, no puedo irme así como así, la tienda, los clientes. —Le digo mientras me lleva de la mano. —Tienes razón, (se detiene y suelta mi mano) ¿te parece si vamos mañana entonces? —Está bien, pero, ¿y si vamos mejor hoy cuando termine mi turno? —Es que la verdad quería llevarte al pabellón oncológico de la clínica del Norte. —Escuchar el nombre de la clínica donde murió Chloe, me eriza la piel. —Y para cuando salgas ya el horario de visitas habrá terminado. —Continúa explicando. —¿T-tú trabajas allí? —Sí, soy residente de segundo año de ginecología, y aunque este tipo de pacientes no son mi especialidad, me he encariñado mucho con ellos. —Trago saliva, y empiezo a ponerme un poco nerviosa. —Creo que yo paso, no quiero ir allí. —Digo tajante y observo la decepción en su rostro. —Entro nuevamente a la tienda, y él me sigue. —¡Lo siento!, no tuve en cuenta si deseabas o no estar en un lugar con enfermos, por suerte me detuviste de llevarte y p
—Es increíble como pudiste despedir a mis guardaespaldas, y como quieres que Cecilia pague por todos los daños de la tienda, cuando yo soy la única responsable. —Le reclamo a mi padre al llegar a casa —Ava, no nos digamos mentiras. A ti Cecilia te cae muy mal, por siempre estar acusándote y ser una gilipollas contigo todo el tiempo. Y a tus guardaespaldas, ni siquiera les sabes el nombre... —¿Qué?, No, eso no es así... —¿Ah, no?, Entonces, ilústrame, dime del nombre de esos chicos por los que tanto estás peleando. —Me quedo pensando sin emular palabra alguna, y me lleno de rabia al saber que tiene razón. —Vez... además deberías agradecerme, siempre te has quejado de tener... ¿Cómo es que les dices?... ah, sí... gorilas pegados a ti como sanguijuelas. —Lo miro con rabia. —Ya estaba acostumbrada a ellos, además necesitan el trabajo, y seguramente no demoraras en colocarme guardaespaldas nuevos que me tengan perfectamente vigilada. —En eso te equivocas, ya no habrán más g