—¿Ava, podemos hablar? —Pregunta mi padre a través de la puerta de mi habitación, luego de haber discutido hace un par de noches, cuando vacíe todo mi contenido estomacal sobre el idiota de Christian Ruiz.
—¡Adelante! —Le indico, aunque para ser sincera, no quiero ni verlo, pero seguir enfadada con él, solo hará que me nazcan raíces en esta casa de por vida. Entra, y empieza a caminar por la habitación sin decir una sola palabra. Se acerca a mi escritorio, y observa mi libro de dibujo. —¿Aún pintas? —Pregunta tranquilo y sereno. —¡No! —Respondo tajante, y él abre el libro, lo levanta y me muestra el dibujo de mi hermano junto a sus dos Chloe. —Sé que la extrañas, es un lindo dibujo. —Dice, y lo miro extrañada, la verdad si está siento tan amable conmigo es porque algo quiere, ya que él jamás es así. —¿Qué pasa papá?, dime de una vez a que viniste. —¿Acaso no puedo venir a hacer las pases con mi hija? —¡Si, claro!, ¿cómo si eso te importara? —Me levanto de la cama y tomo el libro de sus manos para guardarlo en una de mis gavetas. —Tu actitud amable habría funcionado en el pasado, cuando era una niña tonta que lo único que deseaba era tu atención, padre. Pero ahora, después de esperar por años algo que nunca llegó, estoy segura de que algo quieres. —¿Cómo puedes decir eso, Ava?, soy tu padre, y si a veces soy duro contigo, es porque te quiero, y quiero lo mejor para ti. —Me siento en la cama y me cruzo de brazos. —¡Hay por favor, papá!, ve al grano, sí. —¡Está bien!, ¡está bien!, hoy vienen los Ruiz, los invité a cenar, así que espero que te comportes, en especial con Christian. —Ya decía yo, papá. —¿Lo harás? —¿Tengo otra opción? —¡Esa es mi hija! —Dice, como si yo hubiera accedido voluntariamente y sale de mi habitación. Ni siquiera disimula que ya consiguió lo que quería. No entiendo ni siquiera porque se toma tantas molestias si al final siempre puede terminar obligándome. Llamo a mi hermano, pero Rosa contesta en su lugar, parece que está muy ocupado intentando organizar su vida, entre la empresa y la pequeña Chloe. No niego que me decepciona no poder hablar con él, pero ya debe ser difícil de por sí, aceptar lo qué pasó, como para tener que lidiar conmigo y los líos de mi padre. —Señorita, hora de merendar —Llega Flor muy emocionada con una bandeja en las manos. —Lo siento, pero no tengo hambre. —Señorita Ava, debería comer algo, últimamente a duras penas y prueba la comida, no es sano que no se alimente bien. —¿Y qué puedo hacer?, si incluso tragar se me dificulta, Flor. —Ay señorita, si sigue así, yo misma llamaré al doctor para que venga a verla. —No es necesario, yo estoy bien. —¡Si, claro! —Dice y sale de mi habitación, cerrando la puerta. Decido darme un baño, pues siento que necesito despejarme; mientras tomo algunas toallas del armario, mi teléfono suena, es Rita, pero no tengo ganas de hablar con nadie, además de mi hermano. Siento que él es el único que puede entender como me siento. Aunque para ser sincera, aunque quiera hablar con él, no puedo hacerlo, sería como ahondar en la herida. «Como quisiera poder devolver el tiempo, y evitar que Chloe muriera». Me meto en la bañera, y por un momento cierro los ojos, y caigo en cuenta en que hoy es uno de esos días, en que no sé que quiero, no sé que tengo, no sé que siento, no sé que hacer… No sé cuánto tiempo pasa, pero mi ánimo está igual que mis dedos por estar tanto tiempo en el agua, “arrugados”. Veo la hora y no sé exactamente cuánto tiempo tengo para arreglarme antes de que llegue el gran prospecto de marido, junto a su familia, pues mi padre ni siquiera eso me informó. No pongo mucho esmero en arreglarme, la verdad, simplemente quiero que pase el tiempo rápido, para que así como lleguen se vayan. Bajo y justo en ese momento están entrando por la puerta todos los Ruiz, quienes apenas me ven, lo hacen con desaprobación, pues juraría que mis tenis blancos, mis jeans desgastados y mi suéter de rayas, no les hacen gracia. —¡Buenas, buenas! —Digo de lejos Mi padre apenas me ve, no duda en acercarse. —¿Se puede saber por qué estás vestida así? —Me pregunta entre dientes. —No dijiste como tenía que vestirme. —¿Tenía que hacerlo?, ¡sentido común, Ava, sentido común! —Si hubiera usado mi sentido común, no habría bajado ni aunque me desheredarás, así que agradece que no lo usé. —Le respondo y abre los ojos de par en par por mi repuesta. Es que ni yo, algunos meses atrás, creería que le hubiera hablado así a mi padre, pero en este momento de mi vida nada me importa. Al final de qué sirvió complacer en todo a mi padre, si nunca, ni siquiera un abrazo he recibido de su parte. Hecho una furia, muy contra su voluntad, decide disimular, restándole importancia a mi atuendo y a mi actitud. Nos dirigimos a la mesa, y no duda en hacer que Christian se siente a mi lado, lo que es un disgusto para ambos. Empiezan a hablar del único que tema que hace que mi padre sonría genuinamente, "política", y yo, sin poder evitarlo, bostezo como 10 veces, de lo aburrida que estoy. —Pensé que siendo hija de Michael y con la educación que has recibido a lo largo de tu vida, serías más educada, pero ni siquiera te sabes comportar a la mesa. —Dice Christian, con aires de suficiencia, y en tono bajo, para que solamente yo lo escuche. —Pues no pienses, ya ves que no te sirve de mucho. —¡Wao!, ahora entiendo por qué tu padre desea casarte con insistencia. —¿Ah, si?, y según tú, ¿por qué? —Es obvio, para deshacerse del problema que tú supones. Lo que no entiendo es porque te vende como una chica dulce, tímida, y sumisa, si eres todo lo contrario. —¿Sabes qué?, ¿por qué mejor no te callas, o es que acaso quieres que te vomite otra vez? —Esta vez levanto la voz, y todos se me quedan viendo. —¡AVA! —Me regaña mi padre —¿Qué?, ¿acaso no vez lo que intenta este imbécil? —Pero, ¿cómo te atreves niña? —Responde la señora Ruiz, muy ofendida. —Ava Roberts, discúlpate ahora mismo. —¡No lo haré! —Ava, tranquila, solo jugaba —Interviene Christian con su cara de sínico. —Ava, te lo advierto, o te disculpas ahora o... —Ni siquiera dejo que mi padre termine de hablar, pues estoy tan cansada de tanto drama, que me levanto y salgo hacia el jardín, necesito algo de aire fresco porque mi pecho duele otra vez. La idea era calmarme, pero de la frustración empiezo a llorar... —¡Maldita sea!, me siento tan sola, ¡carajo!, ¿por qué todos parecen estar en mi contra?, como extraño a Chloe, si ella estuviera viva, mi hermano no me evitaría y sabría cómo animarme. —¿Quién es Chloe? —Pregunta alguien, me giro y es Christian. Al verlo reaccionó bastante mal, resoplando de forma brusca. —¡Que te importa! —¡Hey!, calma, solamente quería saber cómo estabas. —¡Ja!, mira tú, viniste a darte cuenta si no me habías irritado lo suficiente allá adentro para terminar el trabajo. —Me cruzo de brazos, y muestro una expresión desafiante, pero él, en cambio, se acerca cada vez más y me mira con cierta vacilación. —No es así, la verdad es que lamento si me he comportado como un capullo. —¿Disculpa? —Chloe, era tu cuñada, ¿cierto? —No me cambies el tema, ¿por qué te disculpas conmigo? —Parece que te afecta hablar de ella, se nota que la querías mucho. —Eso no es de tu incumbencia, pero sí, era alguien muy importante para mí. —No puedo evitar que se me forme un nudo en la garganta y se me agüen los ojos cada vez que hablo de Chloe, Christian suspira y me arroja una leve sonrisa, que me hace sentir nerviosa. —Lamento todo, pero simplemente quería espantarte. —¿Espantarme? —Si, la verdad no me quiero casar, y por lo que me has dicho tú tampoco. —Y no era más fácil que lo dijeras, en vez de hacerme quedar como la mala del cuento. —Lo siento, pero es que no es tan fácil, mis padres con esto del matrimonio no están teniendo en cuenta lo que yo quiero. —Te entiendo perfectamente, es como vivir en una cárcel. —Para mí no es tanto así, pero si hay ciertos temas en los que ellos quieren decidir sobre mi vida a como de lugar. Sin embargo, no estoy acostumbrado a ceder tan fácilmente. —¡Mmmm!, entonces, ¿qué harás? —Me iré, diré que tú me rechazaste y lo usaré como excusa para no tener que casarme contigo. —Eres un imbécil, ¿acaso crees que soy tu ave de presa? —Jajajajaja —Se ríe, pero apenas ve que yo agarro mi pecho, y busco asiento, intenta auxiliarme. —¿Estás bien, Ava?, que sepas que solamente era una broma. —Estoy bien. —¿Por qué no vas al médico?, deberías hacerte revisar, no es normal que te den estos episodios. —Lo es en una persona como yo. —Me mira con incertidumbre. —Enferma, ¿lo recuerdas? —Bien, me disculpo por eso, vale, pero no estoy acostumbrado a que me vomiten... —Si, me imagino, pero a lo que si estás acostumbrado es a ser un capullo de primera. —Lo observo con ironía, y él chasquea la lengua, y arroja una leve sonrisa. —¡Bien!, me lo merezco. Ahora, ¿será qué podemos hablar tranquilamente? —Pues yo no tengo nada que hablar contigo, pero si viniste hasta acá, imagino que es por qué tienes que decirme algo, así que te escucho. —Me mira, por un momento, sin decir palabra alguna. —El matrimonio se aplaza. —No lo creo, yo jamás acepté casarme contigo. —Yo tampoco, pero no es algo que tú y yo podamos rechazar en este momento, así que he aplazado el compromiso lo más que pueda, con la excusa de ir a estudiar un posgrado al exterior. —Coloca una de sus manos en el oído. —Creo que estoy sordo, por qué aún no he escuchado un "gracias" —¡Pufff!, ¿por qué debería agradecerte?, al final tú eres el más interesado en no casarte con una enferma como yo. —Suspira irritado y me voy hacia mi habitación, dejándolo allí. Un par de horas después, mi padre me informa lo que ya sabía por boca de Christian; luego de eso, recibo un par de mensajes de Linda, preguntándome cómo van las cosas, y de Rita, informándome que ya fue publicada la fecha para presentar el examen de ingreso al posgrado, que será en un par de meses. ... Durante varias semanas, me he centrado en estudiar, y eso lo he usado como excusa para visitar un par de veces a mi hermano, que parece llevar una vida bastante ajetreada y sin nada de descanso, entre la pequeña Chloe y la empresa, lo que me preocupa, por qué por más que él intenta disimular, yo sé que lo hace para no tener que pensar en la ausencia de Chloe, ya que yo hago lo mismo aferrándome a los libros. —A veces pienso que alguno de los dos colapsará, con el ritmo de vida que estamos llevando. —Le digo a mi hermano, quien no deja de hacerle caras graciosas a mini Chloe, como él le dice de cariño. —¿Qué?, ¿por qué lo dices? —Por nada, hermano. Creo que ya debo irme, debo acompañar a papá a una cena de negocios. —Menciono cabizbaja —¿Ava, todo bien? —Si, ¿por qué no habría de estarlo? —No lo sé, últimamente siento que mi padre acapara todo tu tiempo, si bien es cierto que casi no nos vemos, cada que podemos hablar, cuando no mencionas la universidad, hablas de los compromisos con Michael, me preocupa que sea demasiado para ti. —Para nada, yo estoy muy bien. Siempre he sido fuerte y lo sabes, ni siquiera mi problema cardíaco me ha detenido, así que no te preocupes, más bien sigue cuidando a nuestra bebé. —Sí, tienes razón. —Dice y por un momento se detiene a ver a la bebé muy detenidamente. —Tiene los ojos de su madre. —Comenta y por un momento cierra los ojos, quizás imaginando a su esposa, o tal vez evitando llorar frente a la bebé. No lo sé, pero la escena era demasiado para mí. —Hermano, ya debo irme. —Me levanto y le doy un beso a mini Chloe y luego a él. —Los amo, que no se les olvide. —Él asiente y simula una leve sonrisa en sus labios, tan falsa, sin abrir los ojos en ningún momento. —Salgo y apenas atravieso la puerta de la habitación, las lágrimas ruedan sin parar por mis mejillas. Me detengo por un momento, respiro, limpio mis lágrimas, y bajo las escaleras para salir de la casa que está llena de fotos de Chloe en cada rincón. Cuando salgo de allí, mi cuerpo pesa, y siento que recupero el aire que allá adentro me hacía falta. Empiezo a caminar por un rato, siento que lo necesito, pero New York, a las 3 de la tarde, no tiene el aire más puro, y mi cabeza empieza a doler, todo parece dar vueltas, y un cosquilleo en brazo izquierdo empieza a perturbarme, cómo puedo llegó a una parada, dónde intento detener un taxi, pero es inútil, de repente todo se torna oscuro, y para cuando reacciono, estoy en la habitación de un hospital, observando a mi padre que habla con el médico de turno. —¿P-papá, qué ha pasado? —Nada, tuviste un desmayo en pleno centro de la ciudad, lo que no entiendo, porque hasta donde me dijiste irías a estudiar con Rita, que vive en Brooklyn. —Es que, es que… yo… ammm… —¿Ava, podrías decirme cuantas veces te has desmayado en los últimos meses? —Interviene el doctor, lo que agradezco, aunque es lógico que mi padre deduce que estaba donde Damián. —No lo sé, un par de veces. —¿Pero, si has tenido la sensación de que podrías colapsar en cualquier momento? —Sí... —¿Has sentido dolor en el pecho con frecuencia? —A veces, si… —¿Cosquilleo en tus brazos? —Si… —¿Fuertes dolores de cabeza? —Eso creo… —¿Tu respiración se torna pesada y tienes dificultad para inhalar? —De vez en cuando… —¡Ya veo!, ¿estás tomando tu medicamento? —Si, sin falta. —Pues bien, entonces te haré unos estudios, y lo más seguro por la sintomatología que refieres, aumente la dosis de los medicamentos nuevamente. —¿Qué?, ¿pero por qué? —Ava, tu corazón ha sido bastante benévolo con tu cuerpo, a pesar de la afección que padeces, ha resistido bastante, pese a que siempre supiste que en algún punto podría ya no ser suficiente para tu organismo. —Lo miró con algo de duda, por qué entiendo lo que dice, pero no captó, cuál es el punto al que quiere llegar. —Siempre fui claro contigo, y con tu familia, en algún momento lo ideal sería que te sometieras a un trasplante de corazón, y creo que ese momento cada vez está más cerca. —Espere, es que, eso no puede ser, yo me he sentido bien… —¿Es así?, ¿entonces lo que me dijiste hace un momento era mentira? —No, ósea, pero, no sé, la mayoría de los síntomas me han dado otras veces. —Si, pero no tan seguido, y el cosquilleo en los brazos es un signo de alarma, puedes sufrir en cualquier momento un infarto, tu corazón podría detenerse. —¿Qué acaba de decir, doctor? —Pregunta Damián, quien está parado en la puerta, y mi padre, al percatarse de su presencia, se tensa. —¿Qué haces aquí? —Le pregunta mi padre. —Sigo siendo uno de los contactos de emergencia de mi hermana. —Valiente contacto, llegando como siempre tarde. —Le dice y puedo ver la expresión de dolor dibujándose nuevamente en el rostro de Damián, pues asumo que recordó que no pudo llegar a tiempo cuando Chloe tuvo el accidente. —Papá, puedes por favor, solo calmarte. —Estoy de acuerdo con la paciente, no es sano que ella se estrese en este momento. —Me apoya el doctor. —Entonces, doctor, dígame, ¿qué hay que hacer para que mi hermana esté bien? —Como le decía a ella hace un momento, por ahora, aumentaré la dosis de los medicamentos, le haré unos estudios, y cuando obtenga los resultados, decidiremos si es hora de un trasplante. —Entiendo doctor. —Muy bien, entonces me retiro con su permiso, para ordenar los exámenes de Ava. El doctor sale, y mi padre detrás de él, porque lógicamente le incomoda la presencia de Damián. —Lamentó que mi padre se comporte así. —Le digo a mi hermano, quien le resta importancia. —No te preocupes, lo que importa ahora es que tú estés bien. —Por favor, Damián, no nos digamos mentiras, desde hace años estoy en la lista de donantes y las pocas veces que he sido elegida, nunca hubo compatibilidad. Sé perfectamente que esperar a un donante, de esa lista, me puede llevar otros 7 años. —Ava, no puedes hablar así… —Veo la mirada llena de miedo de mi hermano, y eso me rompe el corazón. —¿Por qué me miras así?, soy realista, pero siempre he creído en los milagros, no te preocupes, no me daré por vencida. Te aseguro que todo estará bien, así que no pongas esa cara, mejor sé optimista. —¡Ja!, ¿Milagros?, ¿optimista?, Ava, eso no existe, tú tienes razón, así que debemos buscar la manera de encontrarte un corazón. —Jajaja, (simulo una carcajada), hablas como si un corazón humano lo vendieran en cualquier parte. Ya te dije, tranquilo, además aún hay que esperar los estudios, sin un trasplante he vivido los últimos 22 años, casi 23, así que quien te asegura que no viviré otras dos décadas más. —Él me mira con nostalgia. —Tal vez tú, estés pesimista por todo lo que ha sucedido, pero yo soy optimista ante la situación. —Le digo, fingiendo una tranquilidad que no existe, pues en este momento lo único que no deseo es que mi hermano sufra más.Hace un mes que salí del hospital, las molestias siguen, pero intento no pensar en ello, muy juiciosa, tomo mi medicación, y en lo posible he intentado hacerle saber a Damián que estoy bien, pues mi padre me ha puesto un guardaespaldas las 24 horas del día, dice él que para cuidarme, pero sé que también quiere asegurarse de que no me reúna con mi hermano. —Señorita Ava, su padre llamó, me pidió que le dijera que esta noche irán a una cena en honor al gobernador del estado de Arizona. —Me dice Flor, a quien miro con frustración. —¿Otra cena?, ¡estoy harta!, cenas, fiestas, catas, cierres de campaña, galas, partidos de golf, visitas al hipódromo, ¡etcétera!, ¡etcétera!, ¡etcétera!. ¿Hasta cuándo piensa seguirme obligando a asistir a sus estúpidos eventos?, hasta he llegado al punto de servir como intérprete para algunos de sus viejos amigos, que no hablan ciertos idiomas. ¿Qué soy?, ¿su hija o su secretaria? —Digo arrojando el libro que estaba leyendo, y que había dejado sobre l
—¿Un corazón nuevo?, ¿el trasplante ya fue hecho? —Hace 3 días, señorita, solo que desde que salió de la cirugía no había despertado —Comenta Flor. —¿3 d-días? —El dolor se intensifica nuevamente, y empiezo a quejarme. —Por favor no sé esfuerce en seguir hablando, hasta esta mañana retiramos el respirador, es normal sentir dolor, inmediatamente ordeno que le administren los medicamentos para ayudar a controlar el dolor. —Me explica uno de los doctores, intento levantar mi mano para rascar mi nariz, pero me siento tan débil que a duras penas y alcanzo a verla, observo muchos tubos que salen de mi pecho... —¿P-por qué hay tantos tubos?, ¿l-la c-ciru-gía salió bien? —Si, no se preocupe, los tubos en su pecho son para drenar el líquido que se encuentra alrededor de los pulmones y del corazón. —¡Mmm!, en-entiendo. —Digo ya muy cansada por el esfuerzo que me ha supuesto hablar. —Permanecerá una semana internada, para ver cómo evoluciona, ya que duró 3 días dormida inexpli
—¡Joder!, mi cabeza me está matando. —Digo apenas me levanto y Rita sale de mi baño. —¿Y qué esperabas?, es verdad que bebes como camionero, pero aún te falta la resistencia de uno. —¿En qué momento entraste?, ¿y por qué sales de mi baño? —Flor dijo que podía usarlo. —Señala el baño. —Y no tengo mucho que entré, yo también me acabo de despertar. —Me levanto corriendo por las ganas incontrolables que me dan de vomitar. Entro al baño y cierro la puerta. —¡Guag-Guag!… —Vomito todo lo que tengo en el estómago, lo que es repugnante, pero hace que me sienta mejor al instante. Lavo mis dientes, y al salir del baño, Rita me espera con los brazos cruzados. —Después de una noche de tragos, siempre es mejor afuera que adentro, ¡eh!. —Comenta en tono de burla. —Ja Ja Ja. —¿Qué?, te alabo que por lo menos en tu primera borrachera tuviste un buen aguante, aunque no puedo decir lo mismo de la resaca. —Para que lo sepas no es mi primera borrachera, la verdad ya lo había hecho ante
—Desde hace una semana, trabajo como dependienta, y es terrible, la administradora se cree mi dueña, solo le falta decirme que le limpie el trasero —Le cuento a Rita, quien parece más distraída de lo normal. —¿Rita, siquiera me estás escuchando? —¿Eh?, ¿qué?… ¡Ay, perdóname!, es que no puedo creer que mi padre me quiera enviar a Londres a estudiar. —Si, yo tampoco lo creo, pero quizás si hablas con él, lo reconsidere y… —No, ni hablar, él me consiguió un cupo en una de las mejores universidades de Inglaterra para estudiar la especialidad. Yo tuve mi oportunidad aquí, pero ya vez que no soy tan inteligente como tú, así que él fallar y no pasar a Harvard fue una decepción para él, ahora lo mínimo que puedo hacer es irme. —Quien lo diría… —¿Qué? —Que tú siempre me has incitado a que viva mi vida, cómo se me dé la gana, y resulta que terminaste siendo igual o más obediente que mi “yo” del pasado. —Tal vez porque es hora de que madure, tú aún sigues siendo joven, bonita,
Para cuándo llegué a casa, Fabio y los dos grandulones me esperaban afuera. —Señorita Ava, por fin apareció, ¿dónde se había metido? —Pregunta Fabio, bastante preocupado. —¿Dónde me metí yo?, más bien dónde estaban ustedes? —El auto se había quedado sin gasolina, un error mío. —Dice con vergüenza. —Los dos chicos me ayudaron a empujarlo hasta la gasolinería más cercana. —¿Y no pudieron tomarse la molestia de avisarme? —La verdad es que no creí que saliera tan rápido, ni que a nosotros nos llevara mucho tiempo, pero se presentaron una serie de imprevistos con los que no contábamos. —A ver... ¡Ilústrame! —Le digo y me cruzo de brazos. —Después de llenar el tanque, no encontraba mi cartera y ninguno de los jóvenes aquí presente tenía dinero en efectivo, y el datáfono de la estación de gasolina, estaba dañado, así que tuvimos que buscarla por todo el auto, y luego camino a la tienda, uno de los neumáticos se pinchó, así que tuvimos que cambiarlo, y después, tuvimos que d
—Jeremy, espera, no puedo irme así como así, la tienda, los clientes. —Le digo mientras me lleva de la mano. —Tienes razón, (se detiene y suelta mi mano) ¿te parece si vamos mañana entonces? —Está bien, pero, ¿y si vamos mejor hoy cuando termine mi turno? —Es que la verdad quería llevarte al pabellón oncológico de la clínica del Norte. —Escuchar el nombre de la clínica donde murió Chloe, me eriza la piel. —Y para cuando salgas ya el horario de visitas habrá terminado. —Continúa explicando. —¿T-tú trabajas allí? —Sí, soy residente de segundo año de ginecología, y aunque este tipo de pacientes no son mi especialidad, me he encariñado mucho con ellos. —Trago saliva, y empiezo a ponerme un poco nerviosa. —Creo que yo paso, no quiero ir allí. —Digo tajante y observo la decepción en su rostro. —Entro nuevamente a la tienda, y él me sigue. —¡Lo siento!, no tuve en cuenta si deseabas o no estar en un lugar con enfermos, por suerte me detuviste de llevarte y p
—Es increíble como pudiste despedir a mis guardaespaldas, y como quieres que Cecilia pague por todos los daños de la tienda, cuando yo soy la única responsable. —Le reclamo a mi padre al llegar a casa —Ava, no nos digamos mentiras. A ti Cecilia te cae muy mal, por siempre estar acusándote y ser una gilipollas contigo todo el tiempo. Y a tus guardaespaldas, ni siquiera les sabes el nombre... —¿Qué?, No, eso no es así... —¿Ah, no?, Entonces, ilústrame, dime del nombre de esos chicos por los que tanto estás peleando. —Me quedo pensando sin emular palabra alguna, y me lleno de rabia al saber que tiene razón. —Vez... además deberías agradecerme, siempre te has quejado de tener... ¿Cómo es que les dices?... ah, sí... gorilas pegados a ti como sanguijuelas. —Lo miro con rabia. —Ya estaba acostumbrada a ellos, además necesitan el trabajo, y seguramente no demoraras en colocarme guardaespaldas nuevos que me tengan perfectamente vigilada. —En eso te equivocas, ya no habrán más g
—¿De qué hablas?, no estoy entendiendo. —Suspira frustrado. —Tú solo desapareces, y nunca puedo localizarte, quisiera buscarte, pero precisamente me da miedo asustarte. Yo solo quiero pasar tiempo contigo, por qué tú me haces sentir que mi vida no es un completo asco, ¿acaso es eso tan malo? —Le pregunto. —Ese es el punto Ava, no puedes aferrarte a mí de esta manera. Tú y yo no somos una pareja, y aunque lo fuéramos, no puedes depender sentimentalmente de alguien. No quiero entrar en este juego de ser tu vía de escape. En tu vida tú debes ser la única persona de la cual dependas. —Lo observo bastante sorprendida por sus palabras, que las he sentido como un golpe directo a la cara, en un intento por disimular, me aparto de él, y entonces quiero irme, pero él se me adelanta dejándome allí, como la más tonta de todas. Reacciono, y lo sigo. —Te la pasas salvando a todo el mundo —Le digo y se detiene. —Tus pacientes, los que no son tus pacientes, niños, incluso a mí, me hiciste p