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UN NUEVO CORAZÓN

Hace un mes que salí del hospital, las molestias siguen, pero intento no pensar en ello, muy juiciosa, tomo mi medicación, y en lo posible he intentado hacerle saber a Damián que estoy bien, pues mi padre me ha puesto un guardaespaldas las 24 horas del día, dice él que para cuidarme, pero sé que también quiere asegurarse de que no me reúna con mi hermano. 

—Señorita Ava, su padre llamó, me pidió que le dijera que esta noche irán a una cena en honor al gobernador del estado de Arizona. —Me dice Flor, a quien miro con frustración. 

—¿Otra cena?, ¡estoy harta!, cenas, fiestas, catas, cierres de campaña, galas, partidos de golf, visitas al hipódromo, ¡etcétera!, ¡etcétera!, ¡etcétera!. ¿Hasta cuándo piensa seguirme obligando a asistir a sus estúpidos eventos?, hasta he llegado al punto de servir como intérprete para algunos de sus viejos amigos, que no hablan ciertos idiomas. ¿Qué soy?, ¿su hija o su secretaria? —Digo arrojando el libro que estaba leyendo, y que había dejado sobre la mesa en el jardín. —Mi enojo se refleja en mi cuerpo que cada día me pasa factura, aunque me esfuerzo a diario por hacer parecer que todo está bien. 

—Señorita, la entiendo, pero debe calmarse, no le hace bien. 

—Es que no puedo, ni siquiera entiendo a mi padre, Flor. Te juro que a veces creo que quiere matarme.

—¡Oh, mi Dios!, ¿cómo puede decir algo así? —Pregunta Flor muy sorprendida.

—¿Y qué más puedo decir?, si hasta hace poco más de un mes, no quería mi compañía en los eventos porque le daba miedo que me pudiera desmayar y lo hiciera pasar vergüenza, y desde que se enteró de que mi salud ha empeorado, no quiere ir a ningún evento sin mí. No sé tú, Flor, pero yo conozco a mi padre, y siento que algo está tramando. —Flor baja la mirada ante mis palabras, parece nerviosa, e incómoda. 

—Pero qué cosas dice señorita… —Arroja una leve sonrisa con nerviosismo, que me hace dudar de ella. 

—¿Qué pasa Flor?, ¿acaso tú sabes algo que no me has dicho? 

—¿Yo?, ¡no!, ¿cómo se le ocurre?… ¡Ay!, pero mire que hora es, ¡ya es tardísimo!, debo ir a preparar el almuerzo. —Intenta irse, pero la detengo.

—¡Alto ahí! —Intento calmarme y no agitarme tanto para seguir hablando. —Tú sabes algo, ¡dime ya!, ¿qué es? 

—Es que señorita, Ava, yo no me quiero meter en problemas con su señor padre, ya ve lo que me pasó la última vez, ¡me despidió!

—Eso fue hace mucho, así que dime.

—Solamente si me promete que no le dirá ni reclamará nada. De lo contrario no le diré. —Me dice muy decidida, y traza una línea con sus dedos sobre su boca, simulando cerrarla. 

—Está bien, no le diré nada. 

—Prométalo... 

—Lo prometo. ¡Ya!, ¿contenta?, ahora dime. 

—Es que su papá quiere casarla lo más pronto posible, es por eso que la obliga a ir a todos los eventos, para conseguirle un pretendiente rápido.

—¿Qué?, ¿pero no se supone que mi matrimonio con Christian Ruiz, era un hecho? 

—Es que como se ha visto muy enferma en estos últimos meses, y el señor Ruiz se fue al exterior, él quiere encontrar a alguien por si sucede algo malo, o eso fue lo que escuché cuando hablaba con su secretario Jhon. 

—Más bien, necesita encontrar con quien emparentar para obtener los beneficios que desea, antes de que yo muera. —Estoy tan enojada, que aunque quiera controlarme, no puedo. Me levanto abruptamente, para ir a mi habitación, pues no me siento nada bien.

—Señorita, ¿a dónde va?, me prometió que no le diría nada… —Me sigue Flor, preocupada

—Y no lo haré, al final nada cambiaría, mi hermano tenía razón en decir que Michael Roberts es el peor padre del mundo. —Empiezo a subir las escaleras, pero apenas voy por el cuarto escalón, cuando siento como me desvanezco y caigo, no pierdo la conciencia en ningún momento, así que puedo sentir los gritos de Flor, y el dolor qué hay en cada parte de mi cuerpo, especialmente en mi hombro derecho. 

Mientras me llevan al hospital, estuve despierta, pero mi mente divagaba sin rumbo, pues empecé a ver, ¿hojas azules?, no sé si era un sueño, pero se veían tan reales, flotando sobre mí, tenían forma de corazón, y por alguna razón desconocida, vino a mi mente el nombre de la planta, a la que podían pertenecer “Begonia pavonina”, así se llamaba y no dejaba de repetirlo en mi cabeza. De pronto siento un leve pinchazo en mi brazo, y mis párpados empezaban a pesar…

—¡BEGONIAS PAVONINAS! 

—¿Estás bien? —Pregunta mi padre, a quien solo reconozco por su voz, pues no puedo divisar su rostro. 

—¿D-donde estoy? 

—Tuviste una crisis, y caíste por las escaleras, por suerte no fue desde una altura considerable; sin embargo, tu hombro derecho, sufrió una leve fractura. ¿Qué es Begoña, pavona? 

—¿Qué? 

—O algo así gritaste, cuando despertaste… 

—No se dé que me hablas papá —Le digo esta vez muy enojada, al recordar lo que Flor me contó, pero de pronto recuerdo a Damián. —No le avises por favor a mi hermano, no quiero que se preocupe.

—No lo iba a hacer de todas formas, ese insensato no tiene nada que hacer aquí, desde la última vez que estuviste aquí, pedí que retiraran su número de tus contactos de emergencia. 

Escuchar a mi padre hablar así de Damián, no es algo que me agrade, pero por ahora es mejor así, suficientes preocupaciones tiene él, como para darle una más. 

Duré una semana hospitalizada, luego fui dada de alta y con pocas probabilidades de vida si no se conseguía un corazón compatible lo más pronto posible. Las recomendaciones fueron tomar la medicación y permanecer en reposo. Al estar en casa todo el día, incluso deseé que mi padre me obligara a ir a sus eventos, pues mi única compañía era Flor y mis dibujos, ya que hasta mi teléfono celular, fue decomisado, pues la idea era estar cien por ciento tranquila, solo me dejó usar mi laptop para presentar el examen de admisión al posgrado, aunque ni yo sabía para qué lo hacía, si mis días de vida prácticamente estaban contados. 

No sabía que hacer, ni como sentirme, me colocaba a diario a pensar en lo injusta que era la vida, si una persona enferma como yo iba a morir de todas maneras en cualquier momento, ¿por qué no llevarme a mí desde un principio y dejar a Chloe con vida, que caso tiene alargar mi sufrimiento, y arrebatarle los sueños a alguien que si merecía vivir?, definitivamente el destino, la vida o lo que sea que fuera responsable, ¡era una m****a!

Con el pasar de los días, mi cuerpo ya no era mi amigo, odiaba sentirme todo el tiempo mal, ni siquiera podía ir sola al baño, porque en cualquier momento y lugar, perdía la conciencia, o hacer grandes esfuerzos me provocaban mareos y aturdimientos, lo que venía acompañando de náuseas y taquicardia. 

Mi vida era un maldito infierno. Habían días en que despertaba y alguna de mis extremidades se tornaba de color verde o morado, y las noches en que me acostaba, siempre lo hacía con la zozobra de que quizás no despertaría al día siguiente. 

—Papá, si no es mucho pedir quisiera salir solo un rato a dar un paseo en algún lugar fuera de estas paredes, siento que me volveré loca. 

—No lo creo, Ava. No es bueno que salgas así, no te ves nada bien.

—¡Oh¡, ¿en serio? —Le respondo con sarcasmo

—No discutiré esto contigo Ava Roberts, si estás tan aburrida, puedes usar tu teléfono.

—¡Oh, gracias padre!, por ser tan considerado con tu hija moribunda que tratas como si fuera una adolescente de 13 años. 

—Ava, ¿sabes?, últimamente la enfermedad te ha puesto demasiado irritada, deberías intentar calmarte. —Dice y sale de su estudio dejándome allí, pidiéndole a mis pies, fuerza para llegar por lo menos a la sala de estar. 

Un par de horas después, antes de que mi padre saliera de casa, me entrega mi teléfono, al abrirlo, veo muchos mensajes, llamadas y fotos de Damián y la bebé.

—Mi hermosa sobrina, te pareces tanto a tu madre. —Empiezo a llorar —Quizás pronto le dé un abrazo de tu parte, pues espero reunirme con ella muy pronto. —Digo mirando la foto y a la par intentando responderle los mensajes a mi hermano para que no se preocupe. 

También hay un par de mensajes de Rita, avisándome que pasé el examen de admisión al posgrado, siendo el primer lugar. 

Lo que me causa mucha gracia, pues en este momento eso no me sirve de nada. 

También hay un par de mensajes del pregrado de ciencias políticas, pues hace mucho no asisto a las clases virtuales, parece que este semestre perecerá, y a tan poco de terminarlo, pues es el último, pero que lo termine o no, tampoco me sirve de nada, pues en mi lápida no colocarán ninguno de los títulos que no ejercí.

A veces el dolor es tan insoportable que pensar en que por lo menos veré a Chloe en el más allá, me hace desear que mi final llegue pronto para acabar con esta tortura, pero luego recuerdo el dolor tan grande que sería para mi hermano, que después de verlo querer morir por perder a Chloe, no sé si podría soportarlo y ruego a Dios porque ocurra un milagro. 

...

Pasan un par de meses más, en los que ni yo sé cómo logro mantenerme en pie, pero de sí algo estoy segura es de que no me queda mucho tiempo, ya los medicamentos ni siquiera me quitan el dolor, y todo el tiempo siento que me falta el aire, la mayor parte del tiempo, permanezco acostada en mi habitación, y mis piernas han comenzado a tener pequeñas úlceras por la posición. 

—¡Ava!, ¡Ava!, ¡hay un corazón!… —Entra mi padre abruptamente a mi habitación —Vamos hija, debemos actuar rápido, me acaban de llamar de la clínica, hubo un accidente, una persona murió, y cargaba su tarjeta de donante de órganos, en este momento lo están traslado al hospital, aún tienes una oportunidad de vivir. —juro que por primera vez sentí sinceridad en sus palabras. 

—¿Es así? —Dibuje una leve sonrisa, al pensar en que no dejaría a mi hermano, aunque no me hacía gracia saber que una persona tenía que morir para que yo tuviera una oportunidad de vida —Entonces hay que ir. Pero, ¿cómo sabes que es compatible conmigo? —Le pregunto mientras me ayuda a levantarme.

—La verdad moví algunos contactos, y realizaron exámenes a todos los posibles donantes de la ciudad, y también hice que estuvieras al inicio de la lista, pues nadie en la lista lo necesita en este momento tanto como tú… 

—¡Ya veo! —Digo un poco aturdida por toda la información y empiezo a perder el conocimiento, lo último que escucho es a mi padre llamando a Flor. 

...

Empiezo a despertar, siento que me muevo, veo todo sobre mí dar vueltas, escucho el sonido de una ambulancia, varias voces se hacen presentes…

—Hombre de 26 años, accidente de tránsito, donante de órganos. —Dice alguien, intento levantar la cabeza, y al hacerlo me doy cuenta de que voy en una camilla, los tubos de una máscara de oxígeno hacen que me dé cuenta de que la tengo puesta, y con escasa visibilidad puedo ver a alguien que va a mi lado, también sobre una camilla, trae la ropa rota y ensangrentada, y su piel está completamente pálida, es un hombre, lo adelantan y puedo ver su rostro, es un muchacho muy guapo, parece dormido, o esa es la impresión que me da, de la nada todo se torna oscuro, parece que todos se han ido, pero no entiendo como, si hace tan solo un momento estaban a mi lado. 

—¡Ava!, ¡Ava! —Escucho que me llaman, pero por más que busco no veo a nadie, de pronto empiezo a imaginar unos ojos marrones, que están bajo un cabello castaño perfectamente peinado, y sobre una nariz perfectamente esculpida y unos labios delgados que se abren para dejar salir mi nombre nuevamente con una voz ronca que me eriza…

—¿Quién eres?, ¿por qué me llamas? —Pregunto al joven que aunque había detallado cada una de las partes de su rostro, no podía divisar un todo de ellas, así que no tenía claro cómo se veía, lo que sí pude observar detenidamente era que tenía un traje azul de lino, hecho a medida, perfectamente encajado, con el cual me da la espalda, empieza a caminar, y se pierde en la oscuridad sin dar respuesta a mi pregunta.

De pronto un dolor extremadamente se hace presente en mi pecho, es como si hubiera fuego dentro de mi cuerpo, como si me estuviera quemando por dentro… 

En ese instante todo parece nebuloso, cierro mis ojos y cuando los abro, estaba nuevamente en una habitación de hospital. Observo todo con detenimiento, Flor es quien me acompaña, sentada en una silla, medio dormida. 

—Parece que estaba soñando, pero fue tan real…

Intento levantarme, y el mismo dolor que sentí en mi sueño me ataca…

—¡AHHH!, ¡RAYOS!, ¡ME DUELE!… —Mis gritos levantan inmediatamente a Flor, y ponen en aviso a una enfermera que se encontraba afuera. 

—La paciente despertó —Grita la enfermera, y se aleja. 

—Señorita, ¿está bien?, no se levante…

—Flor, me duele mucho, ¿qué ha pasado?, siento que todo mi cuerpo arde por dentro. —Flor parece confundida, asustada y a la vez aliviada, no puede vocalizar palabra alguna, hasta que llegan varios médicos, que empiezan a revisarme, observan mis ojos, mis oídos, mi boca. 

—La paciente está consciente. —Le dice uno a los demás, y en sus rostros se dibuja una expresión de alivio. 

—¿Qué pasa? —Pregunto y me doy cuenta de como la mayoría observa con atención mi cuerpo, intento verme, y no había notado que estaba completamente vendada. —¿Por qué estoy vendada?, ¿qué ha pasado?, ¿por qué me siento tan extraña y adolorida?, ¿qué me han hecho doctor? 

—Le hemos puesto un nuevo corazón. 

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