—Desde hace una semana, trabajo como dependienta, y es terrible, la administradora se cree mi dueña, solo le falta decirme que le limpie el trasero —Le cuento a Rita, quien parece más distraída de lo normal. —¿Rita, siquiera me estás escuchando? —¿Eh?, ¿qué?… ¡Ay, perdóname!, es que no puedo creer que mi padre me quiera enviar a Londres a estudiar. —Si, yo tampoco lo creo, pero quizás si hablas con él, lo reconsidere y… —No, ni hablar, él me consiguió un cupo en una de las mejores universidades de Inglaterra para estudiar la especialidad. Yo tuve mi oportunidad aquí, pero ya vez que no soy tan inteligente como tú, así que él fallar y no pasar a Harvard fue una decepción para él, ahora lo mínimo que puedo hacer es irme. —Quien lo diría… —¿Qué? —Que tú siempre me has incitado a que viva mi vida, cómo se me dé la gana, y resulta que terminaste siendo igual o más obediente que mi “yo” del pasado. —Tal vez porque es hora de que madure, tú aún sigues siendo joven, bonita,
Para cuándo llegué a casa, Fabio y los dos grandulones me esperaban afuera. —Señorita Ava, por fin apareció, ¿dónde se había metido? —Pregunta Fabio, bastante preocupado. —¿Dónde me metí yo?, más bien dónde estaban ustedes? —El auto se había quedado sin gasolina, un error mío. —Dice con vergüenza. —Los dos chicos me ayudaron a empujarlo hasta la gasolinería más cercana. —¿Y no pudieron tomarse la molestia de avisarme? —La verdad es que no creí que saliera tan rápido, ni que a nosotros nos llevara mucho tiempo, pero se presentaron una serie de imprevistos con los que no contábamos. —A ver... ¡Ilústrame! —Le digo y me cruzo de brazos. —Después de llenar el tanque, no encontraba mi cartera y ninguno de los jóvenes aquí presente tenía dinero en efectivo, y el datáfono de la estación de gasolina, estaba dañado, así que tuvimos que buscarla por todo el auto, y luego camino a la tienda, uno de los neumáticos se pinchó, así que tuvimos que cambiarlo, y después, tuvimos que d
—Jeremy, espera, no puedo irme así como así, la tienda, los clientes. —Le digo mientras me lleva de la mano. —Tienes razón, (se detiene y suelta mi mano) ¿te parece si vamos mañana entonces? —Está bien, pero, ¿y si vamos mejor hoy cuando termine mi turno? —Es que la verdad quería llevarte al pabellón oncológico de la clínica del Norte. —Escuchar el nombre de la clínica donde murió Chloe, me eriza la piel. —Y para cuando salgas ya el horario de visitas habrá terminado. —Continúa explicando. —¿T-tú trabajas allí? —Sí, soy residente de segundo año de ginecología, y aunque este tipo de pacientes no son mi especialidad, me he encariñado mucho con ellos. —Trago saliva, y empiezo a ponerme un poco nerviosa. —Creo que yo paso, no quiero ir allí. —Digo tajante y observo la decepción en su rostro. —Entro nuevamente a la tienda, y él me sigue. —¡Lo siento!, no tuve en cuenta si deseabas o no estar en un lugar con enfermos, por suerte me detuviste de llevarte y p
—Es increíble como pudiste despedir a mis guardaespaldas, y como quieres que Cecilia pague por todos los daños de la tienda, cuando yo soy la única responsable. —Le reclamo a mi padre al llegar a casa —Ava, no nos digamos mentiras. A ti Cecilia te cae muy mal, por siempre estar acusándote y ser una gilipollas contigo todo el tiempo. Y a tus guardaespaldas, ni siquiera les sabes el nombre... —¿Qué?, No, eso no es así... —¿Ah, no?, Entonces, ilústrame, dime del nombre de esos chicos por los que tanto estás peleando. —Me quedo pensando sin emular palabra alguna, y me lleno de rabia al saber que tiene razón. —Vez... además deberías agradecerme, siempre te has quejado de tener... ¿Cómo es que les dices?... ah, sí... gorilas pegados a ti como sanguijuelas. —Lo miro con rabia. —Ya estaba acostumbrada a ellos, además necesitan el trabajo, y seguramente no demoraras en colocarme guardaespaldas nuevos que me tengan perfectamente vigilada. —En eso te equivocas, ya no habrán más g
—¿De qué hablas?, no estoy entendiendo. —Suspira frustrado. —Tú solo desapareces, y nunca puedo localizarte, quisiera buscarte, pero precisamente me da miedo asustarte. Yo solo quiero pasar tiempo contigo, por qué tú me haces sentir que mi vida no es un completo asco, ¿acaso es eso tan malo? —Le pregunto. —Ese es el punto Ava, no puedes aferrarte a mí de esta manera. Tú y yo no somos una pareja, y aunque lo fuéramos, no puedes depender sentimentalmente de alguien. No quiero entrar en este juego de ser tu vía de escape. En tu vida tú debes ser la única persona de la cual dependas. —Lo observo bastante sorprendida por sus palabras, que las he sentido como un golpe directo a la cara, en un intento por disimular, me aparto de él, y entonces quiero irme, pero él se me adelanta dejándome allí, como la más tonta de todas. Reacciono, y lo sigo. —Te la pasas salvando a todo el mundo —Le digo y se detiene. —Tus pacientes, los que no son tus pacientes, niños, incluso a mí, me hiciste p
De regreso a casa, Fabio sube todos mis paquetes, y Flor me recibe con la noticia de que mi hermano llamó para informar que mañana se irá, y que su vuelo sale al medio día, lo que me toma desprevenida. Si bien, es cierto que yo sabía que se iría mañana, también es cierto que hasta ahora siento que es una realidad su partida, y eso me hace sentir triste, y a la vez culpable, porque durante meses me encerré en mi misma y dejé pasar tiempo valioso que pude compartir con él y la pequeña Chloe. —Yo también estoy muy triste. —Dice Flor al verme pensativa y cabizbaja. —Siento que no he podido estar tanto con el señor Damián como quisiera, acompañándolo en el dolor por la partida de mi querida Chloe. —¡Lo sé, Flor, lo sé!, yo también me siento igual, siento que desperdicié tiempo valioso que pude aprovechar para estar con él y con mi sobrina, a pesar de las órdenes de mi padre, pero ya no se puede llorar sobre la leche derramada, porque no puedo cambiar nada, lo único que nos queda es d
—Estoy esperando Ava, ¿qué haces aquí? —Pregunta Rita muy seria. —Yo vine, porque, porque… —¿Por qué, qué?, —Porque conozco al dueño, ¿y tú?, ¿por qué dices que tienes derecho? —Lo conoces, ¿en serio? —Parece enojada y se cruza de brazos. —¿Acaso tú y Jeremy…? —Es lo primero que viene a mi mente, pero ella me detiene para evitar que diga alguna tontería. —¿Qué?, ¿Jim y yo?, no, él es mi primo. —¿Jim? —Sí, Jim, así le decimos de cariño, o bueno, le decíamos. —Baja la mirada y parece triste. —¿Mmm? —¿Recuerdas los favores que me pedía mi tía a diario? —La miro sin entender. —Era venir aquí, y recoger las cosas de Jim, empacarlas y donarlas a caridad. Pero tú, ¿cómo lo conoces?, ¿no se supone que nunca pudiste llegar a la cita? —Espera, ¿qué?, no entiendo nada, ¿cita?, ¿tu primo?, ¿acaso él es el chico del que me hablaste esa vez?, ¿a quién querías que conociera en una cita a ciegas? —Sí. —¡Wao!, el mundo sí que es pequeño. —Sí, pero supongo que lo m
Mi teléfono suena, es Flor. —Seco mis lágrimas antes de contestar, tomo aire un par de veces, e intento sonar menos abrumada. —¡Hola! —Señorita, la llamo porque aún no ha llegado a casa y creí que podría ir con usted a despedirme del señor Damián, pero viendo la hora, parece que no vendrá. —Sí, no alcanzaré a pasar por la casa, me iré directamente al aeropuerto, pero dile a Fabio que te lleve y nos encontramos allá. —Está bien, allá nos vemos. Luego de colgar, apurada, detengo un taxi, que me lleva tan pronto como puede a través de las calles de New York, que por suerte eran transitables y pude llegar justo a tiempo, antes de que mi hermano subiera a la sala de abordaje. Al llegar, llamé a Flor, quien por suerte ya estaba con Damián, mini Chloe, y Rosa, que también los despedía, y me dio las indicaciones para ir directamente a su encuentro. Al verlo junto a mi hermosa sobrina, quise sacar de mi bolso la hoja que me había entregado Jeremy, y darle la