Capítulo 62. Confesiones y apoyo.

El amanecer se filtró por las ventanas de la habitación, iluminando suavemente el espacio con tonos dorados. Después de una noche inquieta, finalmente había logrado conciliar el sueño en las horas de la madrugada.

Los acontecimientos recientes seguían rondando su mente, pero decidió que no podía permitirse hundirse en la incertidumbre.

Se levantó lentamente, y se fue a duchar, luego se vistió con un sencillo vestido azul, y caminó al cuarto de su hija, quien ya estaba despierta y vestida.

—Hola princesa —la saludó con un ágil movimiento de sus manos, para luego abrazarla.

La niña la besó y luego le preguntó.

—¿Nos vamos a ir de esta casa? Ya no quiero a papá —expresó gesticulando sus manos con firmeza.

Amelia sintió que se le encogía el corazón al ver la tristeza y determinación en los ojos de su hija. Se arrodilló frente a ella, tomando sus pequeñas manos entre las suyas.

—Mi amor, entiendo que estés molesta y confundida —respondió Amelia con suavidad en lenguaje de señas—. Pero no
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