Capítulo 66. Equivocaciones.

Las palabras de López resonaron en la mente de Alejandro como un eco interminable. Sergio Castillo. El hombre del hombre que había sido el cliente más frecuente de Amelia le provocaba una mezcla de celos y rabia que no podía controlar.

"¿Señor Valente? ¿Sigue ahí?" La voz de López lo sacó de sus pensamientos.

—Sí, sí... gracias por la información, López, —respondió Alejandro secamente antes de colgar.

Se sirvió otro vaso de whisky y lo bebió de un trago, sintiendo cómo el alcohol quemaba su garganta. Su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios

Alejandro sentía que su cabeza iba a explotar. La imagen de Amelia con Sergio Castillo se repetía una y otra vez en su mente, atormentándolo. Sabía que no tenía derecho a juzgarla por su pasado, pero los celos lo estaban consumiendo, hasta el punto de que tenía la sensación de estar enloqueciendo.

"¿Y si realmente se acostó con él? ¿Y si Anaís en verdad es hija de Sergio?", se preguntó, y aunque eso en sí no le molestaba, sino el
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