Capítulo 29. Mal calculado.

El alivio golpeó a Amelia con la fuerza de una ola. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba a Sergio, que le apretó la mano en señal de apoyo.

—Gracias —susurró, su voz quebrada por la emoción, sus palabras eran apenas un eco del profundo agradecimiento que sentía.

Mientras caminaban hacia la salida, una pequeña llama de esperanza comenzó a arder en su pecho. Esta vez, tal vez sí podría recuperar a su hija.

Sergio la guió hacia un auto negro que esperaba estacionado frente a la estación policial. Amelia volvió a darle las gracias, pero Sergio la miró con una seriedad que la reconfortó.

—Amelia, no tienes que agradecerme nada. Estoy aquí porque quiero estarlo, porque creo en ti y es loable todo lo que has hecho por tu hija. No quiero que sientas que te estoy presionando. Quiero que tomes el tiempo que necesites para pensarlo, para considerar lo que realmente quieres. Lo último que quiero es que tomes una decisión de la que luego te arrepientas. Lo que voy a sugerirte es que ve
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