Capítulo 45
Su odio hacia Diego había llegado a un punto sin retorno.

Este maldito idiota había arruinado su plan, ¡le odiaba a muerte!

¡De repente!

Con un estruendo, el vaso de agua que Pablo tenía en la mano cayó al suelo.

—Presidenta, me equivoqué, se lo ruego, deme otra oportunidad, ¡me equivoqué de verdad!

El vaso de agua se rompió al mismo tiempo que Pablo caía de rodillas y pedía clemencia a Elisa.

Los ejecutivos se quedaron estupefactos, seguidos de una tormenta de ira.

—Pablo, ¿así que tú eres el criminal?

—¡Hijo de puta, y confiábamos tanto en ti antes, eres un puto traidor!

—Pablo, eres espantoso, ¿cómo puedes envenenar a la presidenta? ¡Vete al infierno!

Pablo cayó de rodillas sin dejar de reverenciar: —Presidenta, no quise hacerlo, alguien... alguien quien me obligó.

Una vez más, el público quedó conmocionado.

Diego dijo con voz fría: —¿Quién te ha obligado?

Pablo levantó los ojos y miró a Alberto, con ganas de hablar.

El rostro de este último, ya de por sí sombrío, se tornó directame
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