Parecía más un club de stripptease con esas mujeres bailando y los miembros de la banda babeando por sus culos que un simple bar. Ignorando lo que pasaba a mis espaldas yo me aplasté contra la barra y pedí una cerveza.
—Eres la hija del jefe, ¿verdad? —me preguntó la camarera.
Me hizo recordar a Noah con su físico: pelo rubio y corto y unas gafas de pasta negras y gruesas que le hacían los ojos más grandes. Aunque Noah era más bajita que ella y en realidad no era rubia, se había teñido el pelo el año anterior.
—¿También es tu jefe?
—Es el jefe de todo —dijo ella sin más y deslizó una cerveza por la barra hasta un hombre.
—Gracias Sheila —canturreó él.
—¡De nada!
Parecía que todo el mundo se conocía y que todos eran familia, menos yo. Me sentía una intrusa. Echaba de menos a Noah y nuestras noches de estudio, las salidas a las fiestas de fraternidad y hasta la incómoda cama de la residencia.
—¿Trabajas toda la noche? —le pregunté.
Sheila me miró a través de sus gafas y se las subió por la nariz.
—Hasta las cuatro, pero como si no lo hiciera, ¿nos tomamos una cerveza juntas? —yo asentí y en seguida estaba inclinada sobre la barra cotilleando conmigo—. ¿Te vas a quedar mucho por el club?
—No lo sé, espero que no. ¿Tú llevas mucho trabajando aquí?
Las dos bebimos y así empezó mi primera mejor noche en el club. Sheila me gustó al momento, era una chica de mi edad y era súper agradable tener a alguien allí con quién hablar y quejarme. Me señaló a las espaldas, a un grupo de la banda formado por cuatro chicos entre los que estaba Diego, la mirada se me clavó en él.
—El rubio —me dijo Sheila y yo cambié mi mirada de hombre—. Es mi novio, vivimos en un apartamento en la ciudad pero pasamos tanto tiempo aquí que a veces me parece que pasaré el resto de mi vida en este club. Se llama Ben pero es mío, eh —bromeó.
Era un chico grande, aunque no tanto como Diego, creo que nadie era tan nada a como lo era Diego.
—No te preocupes, no es mi tipo.
—Uh —siseó y sonrió—. ¿Y cuál es tu tipo?
—Que no tengan novia, eso para empezar.
Y de repente lo soltó como si nada.
—¿Y qué hay de Diego? Está muy bueno.
—Lo está —dije y nos reímos.
Pasamos horas allí, casi ni trabajó por estar hablando y bebiendo conmigo y terminó sentada en un taburete a mi lado pasada de cervezas.
Para las cuatro de la mañana todo estaba en auge y recuerdo que entre el bullicio vi unas manos sobre sus hombros. Era Ben, se enzarzaron en besarse así que me levanté del taburete y con todo dándome unas pocas vueltas y salí a la calle y llegué al club. De todas formas era tarde y pensé que dormir no me iría mal. Eso si hubiera llegado a tocar la cama.
Llegué a mi habitación y me quité el vestido y las zapatillas. Yo no tenía cerrojo aunque le dije a mi padre que quería uno, así que cuando Diego abrió la puerta yo estaba en ropa interior y envalentonada por el alcohol. Sus ojos parecían más oscuros al mirarme y un calor abrasador me recorrió de pies a cabeza.
—¿Has venido a comprobar que no me hayan secuestrado en los cinco pasos que hay del bar aquí?
Dejó de recorrerme el cuerpo la mirada.
—O que no te hayas desmayado, con lo que has bebido me sorprende que te da la lengua para tanta palabrería.
—Te sorprendería lo que soy capaz de hacer con la lengua.
Mi parte más valiente estaba ahí, dispuesta a descubrir si lo que Sheila me había contado que se rumoreaba de Diego era verdad. ¿De verdad me destrozaría en la cama? ¡Por Dios! ¿Pero cuánto llevaba yo sin sexo?
Esa noche lo vi beber, quizás no tanto como yo porque se le veía más cuerdo, pero olía a marihuana y puede que eso lo relajara porque no me miraba como si fuera el incordio que le parecía siempre.
—¿Qué intentas, niñata?
—Vestirme si te vas o terminar de quitarme la ropa si te decides a entrar.
Dio un paso dentro de la habitación y cerró la puerta tras de sí. Mi vida ya estaba siendo una locura y no pasaría nada por cometer otra más. Una locura de lo más placentera. Todo en Diego era grande, hasta sus ganas de dominarme. Su piel era cálida y la tinta que lo adornaba contrastaba con mi piel pálida y sudorosa. Ahí, revolcados en mi pequeña cama individual, parecía ser el único momento en el que Diego y yo nos entendíamos.
Me puso a cuatro sobre la cama, su cuerpo imponente detrás de mi me hacía sentir diminuta y extremadamente excitada. Sentía sus manos tocarme y el roce de sus dedos delinear el tatuaje que tenía en la espalda baja. Pensé que preguntaría o diría algo, pero me azotó el culo y me siguió follando con fuerza. Era el sexo que a mi me gustaba: duro, salvaje, necesitado.
Gemí, Diego me azotó más fuerte.
—No vas a ser tan niñata al final.
Me alejé de él, desnuda y arrodillada en la cama pasé mis uñas por sus hombros. También estaba sudado, le brillaban los tatuajes y los músculos y creo que el efecto de lo que consumimos se nos pasó una hora atrás.
—No lo era desde el principio.
Se apartó unos mechones oscuros que le caían por la frente y volvió a empujarme a la cama.
—No respondas cosas que no he preguntado.
—¿Ahora me quieres con la boca cerrada? —inquirí.
Se me tumbó encima, el calor de su cuerpo era electrizante y mis pezones le rozaron la piel con ganas de cortarle. Su mano, grande y llena de tinta se abarcó en mis mejillas obligándome a mirarlo y su dedo me recorrió los labios, abrí la boca y chupé.
Sus fuertes embestidas me dejaron las piernas temblando, lo oí gruñir y antes de correrse salió de mi y me dio la vuelta para echármelo todo en la espalda baja y el culo. Todavía estaba respirando agitada revolcada en las sábanas desastrosas de la cama cuando Diego se levantó y empezó a vestirse.
—Ni una palabra de esto a nadie —zanjó.
Resoplé. El sexo había sido increíble pero volvía a ser un arrogante.
—Lo mismo digo.
Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia sexual que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre.—Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó.Estuve a punto de ponerme a la defensiva.—Sí, me vino bien.—Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen.Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi.—Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar.—Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí.>—Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar.—Lo sé. Cuando resuelva todo este jaleo dejaré la presidencia del club.—¿Qué? —dudé con la mandíbula en el suelo—. Pero si a ti te encanta esta vida.Para mi padre el club lo era todo. Qui
—La residencia no es lo mismo sin ti.Mi vida no era lo mismo desde que me estaba quedando en el club. Echaba de menos muchas cosas, hablar con Sheila algunas noches no era lo mismo a estar con Noah cotilleando de cualquier cosa, pero tampoco estaba tan mal.—Yo también te echo de menos.—¿Seguro? —bromeó y me dio un codazo un las costillas—. Porque desde que estás con ese chico solo hablas de él.—¡No hablo sólo de él! Solo te cuento lo que pasa.Se echó a reír y seguimos caminando a la facultad. Para mi, hablar de Diego se había vuelto algo sencillo si lo hacía con Noah porque ella sabía todo de mi, hasta el hecho de que a mi me gustaba un poco sin necesidad de decirlo. Y no es que Diego me gustara un mundo ni nada parecido, me lo pasaba bien con él en el sexo y era un hombre al que no te podías resistir, además, para las pocas horas que compartíamos había descubierto que era algo más relajado de lo que parecía y hasta a veces sabía sonreír. Sonreír le hacía ser más guapo todavía.—
Culpa de que a mi me gustara era suya. No podía aparecer a mi alrededor con esa arrogancia que más que irritarme ya me parecía atractiva, con el pelo revuelto y todos los tatuajes de su cuerpo dibujándose en su piel sobre tantos músculos, con sus ojos oscuros que por la noche parecían relajarse sin tantos problemas.—Vienes con un humor de mierda por lo que veo.Se encogió de hombros y se encendió un cigarro ahí a mi lado mientras se adueñaba de una cerveza.—Espérame en tu habitación —repitió.Fruncí el ceño pero quizás era más tonta de lo que pensaba porque le hice caso. Tenía ganas de retomar nuestras noches de sexo desenfrenado. Le esperé unos quince minutos antes de que abriera la puerta de mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos enzarzados en mi cama. Diego siempre fue dominante, me manejaba como le iba en gana y esa noche no fue diferente.—Date la vuelta —me ordenó.Y lo hice, me puse de rodillas en la cama y me empujó la espalda hasta que el pecho se me apla
—¿Cuál es tu puto problema? Solo me das dolores de cabeza. No tenía intención de discutir allí. Al mirar alrededor todo parecía normal pero ya no me sentía segura. Sin pensarlo mucho deslicé mis manos por su brazo hasta acoger su mano entre las mías y hacer el intento de arrastrarlo fuera. —Tenemos que irnos. Vámonos. —¿Qué coño te pasa? —siguió gruñendo. A pesar de su mal genio, sentí como su mano se aferró a las mías. —Vámonos —repetí, aunque tan bajo que igual me leyó los labios. No empujó a nadie para salir porque la gente se apartaba ante su presencia, lo entendía porque Diego era aterrador cuando quería. Consiguió sacarnos a la calle en pocos segundos y me di cuenta de que hacía más fresco del que pensaba, o podía ser el miedo. Había dejado su coche ahí en mitad de la carretera como si nada y no dudé en montarme —Dime qué está pasando —me exigió tras el volante. Abrí la boca pero vi a los dos chicos salir de la fraternidad. Definitivamente era algo contra mi. Diego miró
No llegamos a más porque no podía mover ni el brazo del dolor. Diego cogió pronto el sueño, se durmió ocupando gran parte de la cama y a mi me costó un poco más. Todavía era pura adrenalina y sentimientos, y que la cama era una mierda.Cuando me desperté por la mañana Diego estaba sentado a pies de la cama, fumando, la habitación olería más a hierba tras nuestra estancia pero eso sería lo de menos porque el suelo y parte de la colcha estaban llenos de sangre.—Tenemos que irnos —dijo.Le había escuchado pero me arrastré por la cama a su lado.—¿Cómo te encuentras?—¿Y tú?Cuando me miró, la intensidad de sus ojos me robó el aire y solo pude asentir. ¿Asentir? Yo estaba bien, sí, pero hacía tan solo horas estaba muerta de miedo.—Bien, supongo.Levantó el brazo bueno y sus dedos me tocaron la cara bajo los ojos quitándome rastros de maquillaje. Era raro que me tocara así, tan delicado, ¿es que me quería volver loca?—Estás hecha un desastre.—Tu también, y apestas a marihuana.No había
Empecé a ir a la universidad con un tipo que se llamaba Rory y al parecer mi padre le había advertido bien porque ni me hablaba en el camino, luego se quedaba rondando el campus hasta que me tocaba salir y volvíamos al club. De todas formas el haberme cambiado de niñero cambió muchas más cosas. Diego ya casi ni me miraba por los pasillos del club y durante noches que fui a buscarlo a su habitación no sé si no quiso abrirme o no estaba; más tarde me di cuenta de que estaba en el bar bebiendo y un ligero sentimiento de celos me invadió cuando lo vi en unos de los asientos del fondo del bar rodeado de esas strippers que siempre estaban contoneándose por allí.Auquello, que estuviera controlada mucho más, que no podía centrarme en mis examenes...—Tienes una cara de mierda —me dijo Sheila tras la barra y me plantó una copa delante—. Ya me he enterado de todo lo que pasó.Acepté la copa.—Está todo muy tenso —comenté.—¿Entre tu padre y tú? —me preguntó y yo me encogí de hombros—. ¿O lo di
Terminé los exámenes pero no estaba aliviada del todo pese a poder decir que ya había terminado la Universidad. Entonces estar encerrada en el club era una tortura porque no tenía nada que hacer y tampoco quería pasarme por el bar así que me pasé la noche balanceando los pies en un taburete de la cocina mientras navegaba por Internet. —¿Qué haces aquí? Estuve por no responder. Estaba enfadada con él y odiaba que por su culpa pudiera entender a mi madre y sus motivos para abandonarnos. Le estaba odiando por hacerme querer desaparecer también. —Nada —musité a desgana mientras añadía cosas a una cesta online. —Deja esa actitud conmigo. —¿Qué actitud? —Nora —me advirtió y me cerró el ordenador de un manotazo—. Todo lo que hago es por tu bien. Diego no te conviene. Me reí, ¿cómo podía asumir cosas así? —Si hicieras cosas por mi bien esto ya estaría más que solucionado y habría vuelto a mi vida corriente. Y ¿de verdad quieres hablar de Diego? Porque has pasado de querer darle las ri
Por la mañana estuve muy tentada a pasar por la habitación de Diego pero no había ni un alma en el club y solo encontré a Rory. —¿Y el resto? Da miedo el club tan vacío. —En una reunión —dijo sin más. Ir a la universidad ya no era una necesidad pero decidí seguir yendo por estar con Noah. Nos pasamos horas encerradas en la residencia hablando de cualquier tontería. Incluso de nuestros planes tras la universidad. Todavía quedaba más de un mes para graduarnos y esperaba que mi vida estuviera libre de amenazas para entonces. —Si —accedí—, deberíamos ir mirando apartamentos. Se nos hizo tarde, tanto que se hizo de noche y Diego me llamó. Pero, ¿Diego? ¿Desde cuándo el me llamaba? —Uh... ¿Es ese bombón? —canturreó Noah. Me reí y asentí deslizando el dedo por la pantalla. —¿Hola? —dudé, porque sí, era raro que me llamara. —Tienes que volver al club. Ya. Su voz me preocupó y asumí que tenía razón. No podía tampoco dejar a Rory todo el día en el coche esperando por mi. —Umm... Vale