—No puedes pasarte todas la navidades lloriqueando por un capullo —le dije a Noah.Me miró mal sobre el respaldo del sofá.—Tú tienes una relación perfecta, no vale lo que tú digas.Sí, bueno, horas atrás había discutido un poco con Diego al teléfono y llevaba unas semanas tan liosas que no nos habíamos visto mucho más que un par de veces que él apareció por el apartamento; pero sabía que no le gustaba estar aquí con Noah rondando, quería que estuviéramos solos y en parte yo también.—¿Sabes? Creo que lo que necesitas es un vibrador, te regalaré uno por Navidad.No mucho después golpearon la puerta de casa y resbalé del taburete para abrir. Una parte de mi ya sabía quién era porque era el único que aparecía tan tarde.Abrí la puerta y lo vi con su chaqueta de cuero y los vaqueros, y todos los tatuajes asomándose por su piel.—Hola —murmuré—. No pensé que vendrías, creía que estabas enfadado.Sacudió la cabeza y se apartó el pelo de la frente. Olía marihuana y a su colonia.Hizo un ges
La comida de Navidad fue una de las mejores experiencias de mi vida porque nunca había estado unas Navidades rodeada de tanta gente que se tenía como familia.—Vas a intimidarles de tanto mirar —se rió Sheila a mi lado.Le pegué un trago a mi vaso de agua, tras lo de la noche anterior no podía ni mirar la cerveza.—¿Sabes el coñazo me ha estado dando estos últimos meses desde que la dejó ese tío?Y entonces estaba hablando animadamente con uno de los chicos de la banda y eso que sólo la había perdido de vista un par de minutos.—Y... ¿sabe ya tu padre que te vas a ir con Diego? —preguntó cubriéndose la boca con la cerveza.—Todavía no.No tardé mucho más porque esa misma tarde, cuando dejamos a Noah en el piso, Diego siguió conduciendo a un barrio residencial que no quedaba ni muy lejos del centro de la ciudad ni muy lejos del club. Había atasco por la Navidad pero así tuvimos tiempo de hablar.—Pensaba que hablaríamos antes de que compraras nada.—Te va a gustar.—No digo que no lo h
—¿Y bien? —me insistía Gemma tras la puerta del baño—. Venga que no puedes quedarte a vivir en el baño.—¡Me queda fatal!—Que no, joder, sal ya. ¡Diego! —chilló—. ¡No quiere salir y llegamos tarde!¿Por qué metía a Diego? El vestido me quedaba mal y punto. Por mil vueltas que diera frente al espejo no había forma de que me viera bien.Golpeó la puerta del baño con los nudillos y su voz grave atravesó la madera.—Abre la puerta —me ordenó.Era increíble lo que hacía en mi. Quité el pestillo y entró cerrando la puerta detrás de él. Nuestro baño era grande, gigante me parecía a veces con un amplio espacio en el que ya había dado mil vueltas.—No me gusta para nada, no quiero ir así a la boda.—Nora no me jodas, estás preciosa, eres la mujer más guapa que hay.—El vestido me queda horroroso —repetí—. ¿Es que no me entiendes?A él le quedaba genial el traje, la camisa blanca resaltaba sus tatuajes y sus músculos, y el pantalón le sentaba como un guante. Era la primera vez que lo veía así
—¿Te queda mucho? Nos estamos durmiendo.—Media hora, te lo juro.Reí suavemente.—Bueno... —susurré—. Intentaremos esperarte.Ser padres no era difícil pero sin duda era mucho mejor cuando estábamos juntos.Las pequeñas manos de Leo se aferraron a mi pecho y su cabeza casi ni pesó en mi hombro.Diego llegó en media hora de reloj, sus llaves tintinearon abriendo la puerta y me levanté del sofá con Leo en brazos aunque se revolvió y en cuanto lo dejé en el suelo sus pequeñas piernas corrieron a su padre.—¡Papá! ¡Papá!Lo levantó en volandas, Leo era pequeño pero echado contra el cuerpo de Diego parecía diminuto. Diego era un buen padre, no podría estar formando una familia con alguien que no fuera él porque era perfecto. Diego nos quería, nos protegía. Su mano era más grande que la cabeza de nuestro hijo cuando le acercó para besarle la cabeza.—¿Y tú te vas a quedar ahí? —me dijo.Al acercarme, sus brazos me acogieron a mí también. Traía el frío de la calle pero no me importaba porqu
Nunca había sido fan aférrima de mi familia. Cuando mi madre nos abandonó por irse con su amante, mi padre se volcó al completo en su vida de bandas y el mundo ilegal y fue como si me quedara sola. Él estaba siempre ocupado, manteniéndome al margen, y yo estaba pasando por una adolescencia difícil. Nos distanciamos tanto que cuando decidí irme de casa por la universidad sentí que nos quité un peso de encima. De vez en cuando me llamaba o yo a él, y el tema de vernos era raro porque casi nunca teníamos algo de qué hablar.Ese día yo estaba estudiando cuando él me llamó.—Ven al club.—¿Qué club? El único que me interesa ahora es uno de estudio.Lo escuché resoplar. Mi padre era el jefe de una banda, me había hablado de que tenían un club en la ciudad dónde hacían sus trabajos y esas cosas pero realmente nunca le presté tanta atención. Él me quería lejos de todo y yo lo prefería así.—Te quiero aquí en menos de una hora —sentenció.Desde hacía muchos años que me hablaba así, como si fue
Mi nueva habitación temporal estaba en la tercera planta del club, era un cuarto sencillo con una cama individual y un baño propio. Al parecer en el club vivían miembros de la banda, en su mayoría los que no habían encontrado una pareja estable o los que no querían alejarse tanto de su estilo de vida.Si bien seguíamos teniendo nuestra casa en la que yo nací y me crié, mi padre ya casi no pasaba por allí, él daba su vida por y para la banda y me enseñó su habitación en el primer piso del club.Esa primera noche descubrí lo difícil que sería la convivencia. La música que salía del bar empezó a sonar atronadora, eso y las risas de las mujeres era un ir y venir muy incómodo, por suerte me dormí antes de escuchar gemidos. Por la mañana, me calcé unos vaqueros y una sudadera y en el espejo del pequeño baño privado me hice mi coleta. Siempre me habían dicho que el pelo oscuro que tenía resaltaba mucho más mi palidez, que entre eso y mis ojos grandes y castaños parecía sacada de una película
Parecía más un club de stripptease con esas mujeres bailando y los miembros de la banda babeando por sus culos que un simple bar. Ignorando lo que pasaba a mis espaldas yo me aplasté contra la barra y pedí una cerveza.—Eres la hija del jefe, ¿verdad? —me preguntó la camarera.Me hizo recordar a Noah con su físico: pelo rubio y corto y unas gafas de pasta negras y gruesas que le hacían los ojos más grandes. Aunque Noah era más bajita que ella y en realidad no era rubia, se había teñido el pelo el año anterior.—¿También es tu jefe?—Es el jefe de todo —dijo ella sin más y deslizó una cerveza por la barra hasta un hombre.—Gracias Sheila —canturreó él.—¡De nada!Parecía que todo el mundo se conocía y que todos eran familia, menos yo. Me sentía una intrusa. Echaba de menos a Noah y nuestras noches de estudio, las salidas a las fiestas de fraternidad y hasta la incómoda cama de la residencia.—¿Trabajas toda la noche? —le pregunté.Sheila me miró a través de sus gafas y se las subió por
Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia sexual que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre.—Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó.Estuve a punto de ponerme a la defensiva.—Sí, me vino bien.—Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen.Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi.—Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar.—Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí.>—Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar.—Lo sé. Cuando resuelva todo este jaleo dejaré la presidencia del club.—¿Qué? —dudé con la mandíbula en el suelo—. Pero si a ti te encanta esta vida.Para mi padre el club lo era todo. Qui