Nunca había sido fan aférrima de mi familia. Cuando mi madre nos abandonó por irse con su amante, mi padre se volcó al completo en su vida de bandas y el mundo ilegal y fue como si me quedara sola. Él estaba siempre ocupado, manteniéndome al margen, y yo estaba pasando por una adolescencia difícil. Nos distanciamos tanto que cuando decidí irme de casa por la universidad sentí que nos quité un peso de encima. De vez en cuando me llamaba o yo a él, y el tema de vernos era raro porque casi nunca teníamos algo de qué hablar.Ese día yo estaba estudiando cuando él me llamó.—Ven al club.—¿Qué club? El único que me interesa ahora es uno de estudio.Lo escuché resoplar. Mi padre era el jefe de una banda, me había hablado de que tenían un club en la ciudad dónde hacían sus trabajos y esas cosas pero realmente nunca le presté tanta atención. Él me quería lejos de todo y yo lo prefería así.—Te quiero aquí en menos de una hora —sentenció.Desde hacía muchos años que me hablaba así, como si fue
Mi nueva habitación temporal estaba en la tercera planta del club, era un cuarto sencillo con una cama individual y un baño propio. Al parecer en el club vivían miembros de la banda, en su mayoría los que no habían encontrado una pareja estable o los que no querían alejarse tanto de su estilo de vida.Si bien seguíamos teniendo nuestra casa en la que yo nací y me crié, mi padre ya casi no pasaba por allí, él daba su vida por y para la banda y me enseñó su habitación en el primer piso del club.Esa primera noche descubrí lo difícil que sería la convivencia. La música que salía del bar empezó a sonar atronadora, eso y las risas de las mujeres era un ir y venir muy incómodo, por suerte me dormí antes de escuchar gemidos. Por la mañana, me calcé unos vaqueros y una sudadera y en el espejo del pequeño baño privado me hice mi coleta. Siempre me habían dicho que el pelo oscuro que tenía resaltaba mucho más mi palidez, que entre eso y mis ojos grandes y castaños parecía sacada de una película
Parecía más un club de stripptease con esas mujeres bailando y los miembros de la banda babeando por sus culos que un simple bar. Ignorando lo que pasaba a mis espaldas yo me aplasté contra la barra y pedí una cerveza.—Eres la hija del jefe, ¿verdad? —me preguntó la camarera.Me hizo recordar a Noah con su físico: pelo rubio y corto y unas gafas de pasta negras y gruesas que le hacían los ojos más grandes. Aunque Noah era más bajita que ella y en realidad no era rubia, se había teñido el pelo el año anterior.—¿También es tu jefe?—Es el jefe de todo —dijo ella sin más y deslizó una cerveza por la barra hasta un hombre.—Gracias Sheila —canturreó él.—¡De nada!Parecía que todo el mundo se conocía y que todos eran familia, menos yo. Me sentía una intrusa. Echaba de menos a Noah y nuestras noches de estudio, las salidas a las fiestas de fraternidad y hasta la incómoda cama de la residencia.—¿Trabajas toda la noche? —le pregunté.Sheila me miró a través de sus gafas y se las subió por
Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia sexual que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre.—Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó.Estuve a punto de ponerme a la defensiva.—Sí, me vino bien.—Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen.Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi.—Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar.—Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí.>—Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar.—Lo sé. Cuando resuelva todo este jaleo dejaré la presidencia del club.—¿Qué? —dudé con la mandíbula en el suelo—. Pero si a ti te encanta esta vida.Para mi padre el club lo era todo. Qui
—La residencia no es lo mismo sin ti.Mi vida no era lo mismo desde que me estaba quedando en el club. Echaba de menos muchas cosas, hablar con Sheila algunas noches no era lo mismo a estar con Noah cotilleando de cualquier cosa, pero tampoco estaba tan mal.—Yo también te echo de menos.—¿Seguro? —bromeó y me dio un codazo un las costillas—. Porque desde que estás con ese chico solo hablas de él.—¡No hablo sólo de él! Solo te cuento lo que pasa.Se echó a reír y seguimos caminando a la facultad. Para mi, hablar de Diego se había vuelto algo sencillo si lo hacía con Noah porque ella sabía todo de mi, hasta el hecho de que a mi me gustaba un poco sin necesidad de decirlo. Y no es que Diego me gustara un mundo ni nada parecido, me lo pasaba bien con él en el sexo y era un hombre al que no te podías resistir, además, para las pocas horas que compartíamos había descubierto que era algo más relajado de lo que parecía y hasta a veces sabía sonreír. Sonreír le hacía ser más guapo todavía.—
Culpa de que a mi me gustara era suya. No podía aparecer a mi alrededor con esa arrogancia que más que irritarme ya me parecía atractiva, con el pelo revuelto y todos los tatuajes de su cuerpo dibujándose en su piel sobre tantos músculos, con sus ojos oscuros que por la noche parecían relajarse sin tantos problemas.—Vienes con un humor de mierda por lo que veo.Se encogió de hombros y se encendió un cigarro ahí a mi lado mientras se adueñaba de una cerveza.—Espérame en tu habitación —repitió.Fruncí el ceño pero quizás era más tonta de lo que pensaba porque le hice caso. Tenía ganas de retomar nuestras noches de sexo desenfrenado. Le esperé unos quince minutos antes de que abriera la puerta de mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos enzarzados en mi cama. Diego siempre fue dominante, me manejaba como le iba en gana y esa noche no fue diferente.—Date la vuelta —me ordenó.Y lo hice, me puse de rodillas en la cama y me empujó la espalda hasta que el pecho se me apla
—¿Cuál es tu puto problema? Solo me das dolores de cabeza. No tenía intención de discutir allí. Al mirar alrededor todo parecía normal pero ya no me sentía segura. Sin pensarlo mucho deslicé mis manos por su brazo hasta acoger su mano entre las mías y hacer el intento de arrastrarlo fuera. —Tenemos que irnos. Vámonos. —¿Qué coño te pasa? —siguió gruñendo. A pesar de su mal genio, sentí como su mano se aferró a las mías. —Vámonos —repetí, aunque tan bajo que igual me leyó los labios. No empujó a nadie para salir porque la gente se apartaba ante su presencia, lo entendía porque Diego era aterrador cuando quería. Consiguió sacarnos a la calle en pocos segundos y me di cuenta de que hacía más fresco del que pensaba, o podía ser el miedo. Había dejado su coche ahí en mitad de la carretera como si nada y no dudé en montarme —Dime qué está pasando —me exigió tras el volante. Abrí la boca pero vi a los dos chicos salir de la fraternidad. Definitivamente era algo contra mi. Diego miró
No llegamos a más porque no podía mover ni el brazo del dolor. Diego cogió pronto el sueño, se durmió ocupando gran parte de la cama y a mi me costó un poco más. Todavía era pura adrenalina y sentimientos, y que la cama era una mierda.Cuando me desperté por la mañana Diego estaba sentado a pies de la cama, fumando, la habitación olería más a hierba tras nuestra estancia pero eso sería lo de menos porque el suelo y parte de la colcha estaban llenos de sangre.—Tenemos que irnos —dijo.Le había escuchado pero me arrastré por la cama a su lado.—¿Cómo te encuentras?—¿Y tú?Cuando me miró, la intensidad de sus ojos me robó el aire y solo pude asentir. ¿Asentir? Yo estaba bien, sí, pero hacía tan solo horas estaba muerta de miedo.—Bien, supongo.Levantó el brazo bueno y sus dedos me tocaron la cara bajo los ojos quitándome rastros de maquillaje. Era raro que me tocara así, tan delicado, ¿es que me quería volver loca?—Estás hecha un desastre.—Tu también, y apestas a marihuana.No había