Nunca había sido fan aférrima de mi familia. Cuando mi madre nos abandonó por irse con su amante, mi padre se volcó al completo en su vida de bandas y el mundo ilegal y fue como si me quedara sola. Él estaba siempre ocupado, manteniéndome al margen, y yo estaba pasando por una adolescencia difícil. Nos distanciamos tanto que cuando decidí irme de casa por la universidad sentí que nos quité un peso de encima. De vez en cuando me llamaba o yo a él, y el tema de vernos era raro porque casi nunca teníamos algo de qué hablar.
Ese día yo estaba estudiando cuando él me llamó.
—Ven al club.
—¿Qué club? El único que me interesa ahora es uno de estudio.
Lo escuché resoplar. Mi padre era el jefe de una banda, me había hablado de que tenían un club en la ciudad dónde hacían sus trabajos y esas cosas pero realmente nunca le presté tanta atención. Él me quería lejos de todo y yo lo prefería así.
—Te quiero aquí en menos de una hora —sentenció.
Desde hacía muchos años que me hablaba así, como si fuera mi jefe también. ¿Se le olvidaba que era su hija?
—¿Vas enserio? Estoy ocupada con mis últimos trabajos de la universidad. Te recuerdo que me gradúo en pocos meses.
—Joder, no seas cabezota y ven aquí, es importante.
—No. Además, es como una hora de viaje.
—Te pareces a tu madre. —Eso era algo que me decía mucho y me molestaba. Yo no era como mi madre, yo no había dejado a mi hija de lado ni por otra familia ni por el trabajo.
Al final le colgué, tiré el teléfono sobre mi cama y me puse los audífonos para seguir con el ordenador. Pude estar un par de minutos metida en mi propia cabeza para cuando la música paró por otra llamada. Resoplando lo acepté.
—¿Qué quieres, papá? De verdad que estoy súper liada.
—Quiero que vengas y no me hagas ir a por ti.
Yo jamás había ido al club, ¿qué pintaba allí? ¡Ni siquiera vivía en la misma ciudad! Pero supuse que si quería que fuera era por algo importante o lo suficiente como para no poder decírmelo por teléfono o esperar.
—Nunca has querido que pase por allí.
—Ahora es diferente, debes venir.
—¿Debo? —reté.
—Nora —me advirtió empezando a cabrearse—. Te paso la dirección.
Me colgó como si me forzara a ir solo por el echo de que me llegó un mensaje con la dirección de su estúpido club. Estaba en mitad de una carretera desierta saliendo de la ciudad, el GPS se volvió un poco loco para llegar. Parecía ser un edificio de pocas plantas abandonado si no fuera por las motos aparcadas fuera y la luz que salía por algunas ventanas. Además, de que había un bar justo al lado a pocos pasos y algunos hombres que había fuera se quedaron mirándome dentro del coche ¿Era allí? Empecé a dudar y no quise salir del coche pero mi padre salió por la puerta metálica del edificio de ladrillo y me hizo un gesto.
—Qué bien que me hayas hecho caso —dijo.
Resoplé.
—Contra antes te escuche antes podré volver a mi vida normal. ¿Qué quieres, papá?
Me miró con sus ojos oscuros como los míos. Mi padre siempre me pareció intimidante, desde que era pequeña lo había visto como un gigante para mi.
—Ven conmigo, es importante. ¿Has llegado bien?
—Sí, de maravilla —musité y devolví la vista a ese grupo de hombres que me miraban desde la esquina del bar—. ¿Esto es un club?
—Aquí hacemos todo lo necesario.
Atravesé tras él la puerta metálica y el olor a marihuana fue tan fuerte que tosí un poco. Había un clima muy de machos, todo era industrial y poco decorado aunque supuse que que faltaran cuadros y adornos era lo de menos cuando se dedicaban a hacer cosas ilegales.
—¿No hay nadie? —curioseé.
No se escuchaba ni un alma y eso me ponía los pelos de punta.
—Estarán en el bar —dijo sin más y me llevó por un lado de las escaleras hasta su despacho—. Siéntate.
Odiaba que me ordenaran cosas, pero lo hice porque ya quería volver a la residencia.
—¿Qué pasa? ¿No podías decírmelo por teléfono? Es tarde y estaba estudiando.
—Hemos estado teniendo problemas últimamente, se ha creado una nueva banda en el sur de la ciudad y parece que no tienen muy claro como funcionan las cosas.
—Y a mi no me interesan estos temas.
—Y no quiero que te interesen pero últimamente estoy muy liado y yo no puedo protegerte tanto como me gustaría.
Me reí. ¿Mi padre me había protegido? Si casi ni nos veíamos.
—No necesito que me protejas, nunca lo he necesitado.
—Pues ahora sí —soltó y se cruzó de brazos—. Te han amenazado.
—¿Qué dices? —me volví a reír pero lo vi tan serio...—. ¿De qué hablas?
—Ha sido esta nueva banda, así que vas a estar vigilada hasta que lo resuelva. —Yo estaba pasmada pero él levantó el teléfono por cable que tenía sobre la mesa y llamó a alguien—. Diego, ven a mi despacho, ella ya está aquí.
No me creía que todo aquello fuera enserio.
—Pensaba que me mantenías fuera de toda esto esto —conseguí decir—. No es justo.
—Ya deberías saber que la vida no es justa, Nora. Esto es lo que hay.
—No, no es lo que hay, es lo que tú has escogido.
—También escogí tenerte y protegerte y eso es lo que hago.
Y de repente toda mi vida corriente y sencilla se había trastocado.
La puerta se abrió y allí estaba él: Diego.
Su presencia imponente llenó la habitación con una energía intensa, como si trajera consigo la fuerza de un mundo al que yo no pertenecía. Era grande, casi como mi padre, podía distinguir la montaña de músculos que era bajo esa chaqueta de cuero y cuando dejé de imaginármelo sin camiseta me di cuenta de la maraña de tinta oscura que se extendía por su cuello perdiéndose bajo la ropa y volvía a asomarse por sus manos hasta curbirle los dedos.
Sus ojos, oscuros y penetrantes, se pasearon con respeto desde mi padre hasta mi, aunque estaba serio y rígido no pude evitar notar cierta tensión porque seguramente eso de cuidarme tampoco era su alegría.
—Ella es Nora, mi hija —me presentó mi padre y se levantó de su silla para palmearle el hombro a ese chico—. Y este es Diego, él te estará vigilando hasta que las cosas se resuelvan.
Estuve por decir que no necesitaba protección, pero yo no tenía ni idea de como funcionaba ese mundo en realidad y si él se sentía mejor con ello... Simplemente resoplé y me pasé las manos por la cara intentando organizar todo en mi mente.
—¿Puedo irme ya?
—Sí, a recoger tus cosas, te vas a quedar en una de las habitaciones del club.
Ahí sí me reí.
—Ya, ni de coña.
—¿Quieres que te asalten en la residencia? —me soltó y me sorprendió.
—¿Me estás chantajeando con el miedo de algo que es por tu culpa? —me levanté y me hundí en mi chaqueta de cuero, me la había comprado mi padre creo que para hacerme sentir más de su estilo—. ¿Tu sabes el lío que tengo allí? Si me quieres vigilar te las tienes que apañar porque yo no me muevo de la residencia. Tampoco es que esté a tiro de piedra mi Universidad.
Ni de broma. Me gustaba la residencia, había conseguido una habitación para mi sola y la verdad que vivir en el club de la banda no me dejaba tampoco muy segura. Además, tampoco me lo estaba tomando tan enserio.
—No seas así —me soltó.
—¿Así como?
—Ya sabes como.
—Si, ya, como mi madre. Me largo.
Les pasé por el lado, mi hombro golpeó el brazo de Diego y estaba tan enfadada que quería ir tirando cosas a mi paso, por si fuera poco había un revuelo de personas en la calle que entraban y salían y miraban mi coche.
De camino a la residencia el teléfono me empezó a vibrar, pensé que sería mi padre pero en un STOP revisé que era Noah, mi mejor amiga, lo dejé correr. Ella estaba un par de habitaciones alejada de la mia así que en cuando llegué al campus pasé por su habitación.
—¡Dios! —me saltó encima y me toco la cara—. ¿Pero estás loca? Pensé que te había pasado algo.
—¿A mi?
—¡Sí, idiota! ¿Qué has hecho en tu cuarto? Encima te vas y te dejas la puerta abierta.
Dudosa, me acompañó hasta mi habitación, Noah había cerrado la puerta pero cuando la abrí el enfado que llevaba se convirtió en algo de miedo. Todo estaba revuelto y me faltaba el ordenador.
—¿Dónde has ido? —insistió.
—A casa de mi padre —mentí—. Me voy a quedar uan temporada con él.
Quería mucho a Noah, lo sabía todo de mi pero no le conté de la charla de esa noche con mi padre ni de las amenazas. Conocí a Noah el primer año de universidad y teníamos un montón de planes para cuando termináramos los estudios, y para esos planes necesitaba tener una vida estable y sencilla.
—¿Por qué? —siguió preguntando pero me empezó a ayudar a recoger algunas cosas.
—Debe de haberle entrado depresión, lleva mucho tiempo solo.
—Tu padre debería echarse una novia.
—Dejaré que caiga esa conversación.
Doblé algo de ropa y la guardé en la maleta que llevaba mucho tiempo debajo de mi cama, olía a cerrado pero era lo que tenía. Noah me guardó los libros de clase y todos mis apuntes esparcidos en la mochila de clase y cargadas como pudimos bajamos a mi coche. Volví a subir solo por comprobar que no me faltara nada más: creía que no.
Rehice el paseo en coche hasta el club, llegué casi pasadas las doce de la noche y me di cuenta de que todo seguía muy vivo: había más motos y mujeres con poca ropa para el frío que hacía. Me volvieron a ver salir del coche y golpeé la puerta metálica del club.
—¿Y tú quién eres? —me preguntó el chico que me abrió y parecía ser casi menor de edad.
—Estoy buscando a Roy, es mi padre.
Pareció sorprendido y casi me pidió perdón por hablarme brusco. Gritó y mi padre apareció por el pasillo junto a las escaleras.
—¿Y bien?
Resoplé, odié darle la razón.
—Me han revuelto la habitación en la residencia y se han llevado mi ordenador.
Mi nueva habitación temporal estaba en la tercera planta del club, era un cuarto sencillo con una cama individual y un baño propio. Al parecer en el club vivían miembros de la banda, en su mayoría los que no habían encontrado una pareja estable o los que no querían alejarse tanto de su estilo de vida.Si bien seguíamos teniendo nuestra casa en la que yo nací y me crié, mi padre ya casi no pasaba por allí, él daba su vida por y para la banda y me enseñó su habitación en el primer piso del club.Esa primera noche descubrí lo difícil que sería la convivencia. La música que salía del bar empezó a sonar atronadora, eso y las risas de las mujeres era un ir y venir muy incómodo, por suerte me dormí antes de escuchar gemidos. Por la mañana, me calcé unos vaqueros y una sudadera y en el espejo del pequeño baño privado me hice mi coleta. Siempre me habían dicho que el pelo oscuro que tenía resaltaba mucho más mi palidez, que entre eso y mis ojos grandes y castaños parecía sacada de una película
Parecía más un club de stripptease con esas mujeres bailando y los miembros de la banda babeando por sus culos que un simple bar. Ignorando lo que pasaba a mis espaldas yo me aplasté contra la barra y pedí una cerveza.—Eres la hija del jefe, ¿verdad? —me preguntó la camarera.Me hizo recordar a Noah con su físico: pelo rubio y corto y unas gafas de pasta negras y gruesas que le hacían los ojos más grandes. Aunque Noah era más bajita que ella y en realidad no era rubia, se había teñido el pelo el año anterior.—¿También es tu jefe?—Es el jefe de todo —dijo ella sin más y deslizó una cerveza por la barra hasta un hombre.—Gracias Sheila —canturreó él.—¡De nada!Parecía que todo el mundo se conocía y que todos eran familia, menos yo. Me sentía una intrusa. Echaba de menos a Noah y nuestras noches de estudio, las salidas a las fiestas de fraternidad y hasta la incómoda cama de la residencia.—¿Trabajas toda la noche? —le pregunté.Sheila me miró a través de sus gafas y se las subió por
Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia sexual que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre.—Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó.Estuve a punto de ponerme a la defensiva.—Sí, me vino bien.—Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen.Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi.—Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar.—Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí.>—Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar.—Lo sé. Cuando resuelva todo este jaleo dejaré la presidencia del club.—¿Qué? —dudé con la mandíbula en el suelo—. Pero si a ti te encanta esta vida.Para mi padre el club lo era todo. Qui
—La residencia no es lo mismo sin ti.Mi vida no era lo mismo desde que me estaba quedando en el club. Echaba de menos muchas cosas, hablar con Sheila algunas noches no era lo mismo a estar con Noah cotilleando de cualquier cosa, pero tampoco estaba tan mal.—Yo también te echo de menos.—¿Seguro? —bromeó y me dio un codazo un las costillas—. Porque desde que estás con ese chico solo hablas de él.—¡No hablo sólo de él! Solo te cuento lo que pasa.Se echó a reír y seguimos caminando a la facultad. Para mi, hablar de Diego se había vuelto algo sencillo si lo hacía con Noah porque ella sabía todo de mi, hasta el hecho de que a mi me gustaba un poco sin necesidad de decirlo. Y no es que Diego me gustara un mundo ni nada parecido, me lo pasaba bien con él en el sexo y era un hombre al que no te podías resistir, además, para las pocas horas que compartíamos había descubierto que era algo más relajado de lo que parecía y hasta a veces sabía sonreír. Sonreír le hacía ser más guapo todavía.—
Culpa de que a mi me gustara era suya. No podía aparecer a mi alrededor con esa arrogancia que más que irritarme ya me parecía atractiva, con el pelo revuelto y todos los tatuajes de su cuerpo dibujándose en su piel sobre tantos músculos, con sus ojos oscuros que por la noche parecían relajarse sin tantos problemas.—Vienes con un humor de mierda por lo que veo.Se encogió de hombros y se encendió un cigarro ahí a mi lado mientras se adueñaba de una cerveza.—Espérame en tu habitación —repitió.Fruncí el ceño pero quizás era más tonta de lo que pensaba porque le hice caso. Tenía ganas de retomar nuestras noches de sexo desenfrenado. Le esperé unos quince minutos antes de que abriera la puerta de mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos enzarzados en mi cama. Diego siempre fue dominante, me manejaba como le iba en gana y esa noche no fue diferente.—Date la vuelta —me ordenó.Y lo hice, me puse de rodillas en la cama y me empujó la espalda hasta que el pecho se me apla
—¿Cuál es tu puto problema? Solo me das dolores de cabeza. No tenía intención de discutir allí. Al mirar alrededor todo parecía normal pero ya no me sentía segura. Sin pensarlo mucho deslicé mis manos por su brazo hasta acoger su mano entre las mías y hacer el intento de arrastrarlo fuera. —Tenemos que irnos. Vámonos. —¿Qué coño te pasa? —siguió gruñendo. A pesar de su mal genio, sentí como su mano se aferró a las mías. —Vámonos —repetí, aunque tan bajo que igual me leyó los labios. No empujó a nadie para salir porque la gente se apartaba ante su presencia, lo entendía porque Diego era aterrador cuando quería. Consiguió sacarnos a la calle en pocos segundos y me di cuenta de que hacía más fresco del que pensaba, o podía ser el miedo. Había dejado su coche ahí en mitad de la carretera como si nada y no dudé en montarme —Dime qué está pasando —me exigió tras el volante. Abrí la boca pero vi a los dos chicos salir de la fraternidad. Definitivamente era algo contra mi. Diego miró
No llegamos a más porque no podía mover ni el brazo del dolor. Diego cogió pronto el sueño, se durmió ocupando gran parte de la cama y a mi me costó un poco más. Todavía era pura adrenalina y sentimientos, y que la cama era una mierda.Cuando me desperté por la mañana Diego estaba sentado a pies de la cama, fumando, la habitación olería más a hierba tras nuestra estancia pero eso sería lo de menos porque el suelo y parte de la colcha estaban llenos de sangre.—Tenemos que irnos —dijo.Le había escuchado pero me arrastré por la cama a su lado.—¿Cómo te encuentras?—¿Y tú?Cuando me miró, la intensidad de sus ojos me robó el aire y solo pude asentir. ¿Asentir? Yo estaba bien, sí, pero hacía tan solo horas estaba muerta de miedo.—Bien, supongo.Levantó el brazo bueno y sus dedos me tocaron la cara bajo los ojos quitándome rastros de maquillaje. Era raro que me tocara así, tan delicado, ¿es que me quería volver loca?—Estás hecha un desastre.—Tu también, y apestas a marihuana.No había
Empecé a ir a la universidad con un tipo que se llamaba Rory y al parecer mi padre le había advertido bien porque ni me hablaba en el camino, luego se quedaba rondando el campus hasta que me tocaba salir y volvíamos al club. De todas formas el haberme cambiado de niñero cambió muchas más cosas. Diego ya casi ni me miraba por los pasillos del club y durante noches que fui a buscarlo a su habitación no sé si no quiso abrirme o no estaba; más tarde me di cuenta de que estaba en el bar bebiendo y un ligero sentimiento de celos me invadió cuando lo vi en unos de los asientos del fondo del bar rodeado de esas strippers que siempre estaban contoneándose por allí.Auquello, que estuviera controlada mucho más, que no podía centrarme en mis examenes...—Tienes una cara de mierda —me dijo Sheila tras la barra y me plantó una copa delante—. Ya me he enterado de todo lo que pasó.Acepté la copa.—Está todo muy tenso —comenté.—¿Entre tu padre y tú? —me preguntó y yo me encogí de hombros—. ¿O lo di