—La residencia no es lo mismo sin ti.
Mi vida no era lo mismo desde que me estaba quedando en el club. Echaba de menos muchas cosas, hablar con Sheila algunas noches no era lo mismo a estar con Noah cotilleando de cualquier cosa, pero tampoco estaba tan mal.
—Yo también te echo de menos.
—¿Seguro? —bromeó y me dio un codazo un las costillas—. Porque desde que estás con ese chico solo hablas de él.
—¡No hablo sólo de él! Solo te cuento lo que pasa.
Se echó a reír y seguimos caminando a la facultad. Para mi, hablar de Diego se había vuelto algo sencillo si lo hacía con Noah porque ella sabía todo de mi, hasta el hecho de que a mi me gustaba un poco sin necesidad de decirlo. Y no es que Diego me gustara un mundo ni nada parecido, me lo pasaba bien con él en el sexo y era un hombre al que no te podías resistir, además, para las pocas horas que compartíamos había descubierto que era algo más relajado de lo que parecía y hasta a veces sabía sonreír. Sonreír le hacía ser más guapo todavía.
—Pues no sabes lo que te pierdes por haberte ido. Hace dos noches la parejita de chicas que viven a un par de habitaciones empezaron a discutir a lo bestia. Creo que el vigilante tuvo que subir a ver qué pasaba. —paró y con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta azul me miró—. ¿Qué tal en casa de tu padre?
—Bien —mentí—. Entretenido a veces.
—¿Crees que se pondrá sentimental cuando te vuelvas a ir?
Estuve a punto de reírme.
—No —respondí sin dudar—. Mi padre está bien solo, siempre lo ha estado.
—¿Y tú? ¿Estarás bien?
—Sabes que yo siempre he estado sola, bueno y contigo. Estará todo bien.
Noah y yo habíamos tenido muchas conversaciones nocturnas sobre temas personales: sobre el divorcio desastroso de sus padres y lo mucho que se odian o sobre el abandono de mi madre y estar tan alejada de mi padre. Pero estamos bien, las dos lo estamos.
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Horas más tarde y de vuelta al club cuando llegué, había miembros de la banda acomodando sus motos y me encontré a mi padre a pie de escaleras, todo estaba acelerado.
—¿Qué está pasando? —dudé.
Mi padre me miró.
—Hay que salir a resolver unos asuntos.
No me sorprendía.
—Ah. Ten cuidado.
Sonrió.
—Yo no voy.
—¿No eres el líder?
Me miró y lo supe: Diego iba como líder. No quise preocuparme mucho, pero un poco si lo hice y me sentí algo tonta porque ese no era mi papel. Diego me estaba vigilando a mi y seguramente en realidad no le importara yo mucho más allá del sexo. Y aún sabiéndolo, pasé por su habitación.
Estaba encorvado sobre su cama metiendo ropa en una bolsa deportiva. Odiaba que la gente entrara en su habitación sin permiso así que me quedé en el marco.
—Ya me han dicho que te vas —dije.
—Y yo te he dicho que no entres en mi cuarto.
—No he entrado, estoy en el límite, prácticamente en el pasillo.
Ni me miró, cerró su bolsa y lo vi caminar hasta un mueble del que sacó un arma. Podría haber estado más sorprendida sino me hubiera criado con ello.
—El jefe no viene —dijo.
—Pero vas tú que es lo mismo.
Entonces me miró y a mi me pasó lo que siempre me pasaba cuando él me miraba: que el cuerpo me temblaba.
—No sabes de lo que hablas.
—Claro que lo sé. Mi padre confía en ti, te ha confiado a mi y te confía el club y la banda que es lo único que quiere. —Me crucé de brazos sin dejar de admirarlo, ¿pero qué me pasaba?—. ¿Vas a estar mucho tiempo fuera?
—¿Importa?
A mi sí.
—Ten cuidado.
Se colgó la bolsa al hombro y me pasó por el lado como si nada, sin despedirse o algo así. Simplemente se fue.
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Diego y muchos miembros de la banda estuvieron fuera tres días. Y estaba sorprendida porque yo jamás me había sentado con mi padre a tomarnos una cerveza relajados o lo que fuera porque él siempre estaba ocupado, mi padre siempre tenía algo que hacer o para él era más fácil sentarse a hablar con los chicos del club antes que conmigo. Pero esos días era mi padre, para mi. Antes de mi estancia en el club cada vez que mi padre y yo nos veíamos era una situación rara, pero ese día me gustó.
—Me gusta ver que estás bien aquí —dijo con la quinta cerveza de la noche en la mano.
—No está tan mal. Entiendo que sois una familia —dije y él me miró, pero no quería tener una charla sentimental del desastre que éramos como padre e hija—. ¿Y esto es lo que hacéis todas las noches? ¿Venir aquí al bar a beber y a mirar a esas mujeres?
Eché un vistazo atrás, dónde una mujer bailaba alrededor de una barra de stripptease contoneándose en sujetador y una micro falda. Mi padre se rió al ver mi cara.
—Lo que hacemos es jodido, todos aquí necesitan un momento del día para relajarse.
—¿Tu también? —sugerí y levantó las cejas, me hizo reír—. ¡Venga! Eres joven todavía, ¿ninguna mujer por ahí... una novia?
Negó.
—No tengo tiempo para eso.
—Lo tendrás pronto. No te veo liado si estás aquí sentado conmigo así que Diego está haciendo bien lo que sea que hace.
Me señaló y casi me derrama la cerveza, ¿cuántas llevábamos? La vista se me fue a las cervezas vacías y me hubiera reído porque era increíble estar así con mi padre, pero un estruendo de motos se escuchó sobre la música del bar y los gritos y fue como si a mi padre le mejorara la noche. Me levanté con él.
—¿Qué es eso? —dudé.
—Han vuelto —sonó orgulloso, como lo está un padre de sus hijos. Me pregunté si hablaba así de mi también.
Adrián, el más pequeño de la banda empujó la puerta de metal del bar.
—¡Jefe! ¡Han vuelto!
Mi padre golpeó la barra, Sheila y otra chica nos miraron.
—Una ronda para todos, se lo merecen estos chicos.
Y de repente yo sola me revolví en lo que no debía pasar: tener muchas ganas de ver a Diego. ¿Era estúpida?
Miré hacia la puerta y los vi entrar, todos super felices armando escándalo y echándose como locos en la barra para coger su alcohol. Entendí que yo ya no pintaba nada allí porque ¿qué hacía yo rodeada de hombres que empezaron a hablar de negocios, drogas y sexo? Bebí otro trago largo para terminarme la cerveza cuanto antes.
—Espérame en tu habitación.
Culpa de que a mi me gustara era suya. No podía aparecer a mi alrededor con esa arrogancia que más que irritarme ya me parecía atractiva, con el pelo revuelto y todos los tatuajes de su cuerpo dibujándose en su piel sobre tantos músculos, con sus ojos oscuros que por la noche parecían relajarse sin tantos problemas.—Vienes con un humor de mierda por lo que veo.Se encogió de hombros y se encendió un cigarro ahí a mi lado mientras se adueñaba de una cerveza.—Espérame en tu habitación —repitió.Fruncí el ceño pero quizás era más tonta de lo que pensaba porque le hice caso. Tenía ganas de retomar nuestras noches de sexo desenfrenado. Le esperé unos quince minutos antes de que abriera la puerta de mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos enzarzados en mi cama. Diego siempre fue dominante, me manejaba como le iba en gana y esa noche no fue diferente.—Date la vuelta —me ordenó.Y lo hice, me puse de rodillas en la cama y me empujó la espalda hasta que el pecho se me apla
—¿Cuál es tu puto problema? Solo me das dolores de cabeza. No tenía intención de discutir allí. Al mirar alrededor todo parecía normal pero ya no me sentía segura. Sin pensarlo mucho deslicé mis manos por su brazo hasta acoger su mano entre las mías y hacer el intento de arrastrarlo fuera. —Tenemos que irnos. Vámonos. —¿Qué coño te pasa? —siguió gruñendo. A pesar de su mal genio, sentí como su mano se aferró a las mías. —Vámonos —repetí, aunque tan bajo que igual me leyó los labios. No empujó a nadie para salir porque la gente se apartaba ante su presencia, lo entendía porque Diego era aterrador cuando quería. Consiguió sacarnos a la calle en pocos segundos y me di cuenta de que hacía más fresco del que pensaba, o podía ser el miedo. Había dejado su coche ahí en mitad de la carretera como si nada y no dudé en montarme —Dime qué está pasando —me exigió tras el volante. Abrí la boca pero vi a los dos chicos salir de la fraternidad. Definitivamente era algo contra mi. Diego miró
No llegamos a más porque no podía mover ni el brazo del dolor. Diego cogió pronto el sueño, se durmió ocupando gran parte de la cama y a mi me costó un poco más. Todavía era pura adrenalina y sentimientos, y que la cama era una mierda.Cuando me desperté por la mañana Diego estaba sentado a pies de la cama, fumando, la habitación olería más a hierba tras nuestra estancia pero eso sería lo de menos porque el suelo y parte de la colcha estaban llenos de sangre.—Tenemos que irnos —dijo.Le había escuchado pero me arrastré por la cama a su lado.—¿Cómo te encuentras?—¿Y tú?Cuando me miró, la intensidad de sus ojos me robó el aire y solo pude asentir. ¿Asentir? Yo estaba bien, sí, pero hacía tan solo horas estaba muerta de miedo.—Bien, supongo.Levantó el brazo bueno y sus dedos me tocaron la cara bajo los ojos quitándome rastros de maquillaje. Era raro que me tocara así, tan delicado, ¿es que me quería volver loca?—Estás hecha un desastre.—Tu también, y apestas a marihuana.No había
Empecé a ir a la universidad con un tipo que se llamaba Rory y al parecer mi padre le había advertido bien porque ni me hablaba en el camino, luego se quedaba rondando el campus hasta que me tocaba salir y volvíamos al club. De todas formas el haberme cambiado de niñero cambió muchas más cosas. Diego ya casi ni me miraba por los pasillos del club y durante noches que fui a buscarlo a su habitación no sé si no quiso abrirme o no estaba; más tarde me di cuenta de que estaba en el bar bebiendo y un ligero sentimiento de celos me invadió cuando lo vi en unos de los asientos del fondo del bar rodeado de esas strippers que siempre estaban contoneándose por allí.Auquello, que estuviera controlada mucho más, que no podía centrarme en mis examenes...—Tienes una cara de mierda —me dijo Sheila tras la barra y me plantó una copa delante—. Ya me he enterado de todo lo que pasó.Acepté la copa.—Está todo muy tenso —comenté.—¿Entre tu padre y tú? —me preguntó y yo me encogí de hombros—. ¿O lo di
Terminé los exámenes pero no estaba aliviada del todo pese a poder decir que ya había terminado la Universidad. Entonces estar encerrada en el club era una tortura porque no tenía nada que hacer y tampoco quería pasarme por el bar así que me pasé la noche balanceando los pies en un taburete de la cocina mientras navegaba por Internet. —¿Qué haces aquí? Estuve por no responder. Estaba enfadada con él y odiaba que por su culpa pudiera entender a mi madre y sus motivos para abandonarnos. Le estaba odiando por hacerme querer desaparecer también. —Nada —musité a desgana mientras añadía cosas a una cesta online. —Deja esa actitud conmigo. —¿Qué actitud? —Nora —me advirtió y me cerró el ordenador de un manotazo—. Todo lo que hago es por tu bien. Diego no te conviene. Me reí, ¿cómo podía asumir cosas así? —Si hicieras cosas por mi bien esto ya estaría más que solucionado y habría vuelto a mi vida corriente. Y ¿de verdad quieres hablar de Diego? Porque has pasado de querer darle las ri
Por la mañana estuve muy tentada a pasar por la habitación de Diego pero no había ni un alma en el club y solo encontré a Rory. —¿Y el resto? Da miedo el club tan vacío. —En una reunión —dijo sin más. Ir a la universidad ya no era una necesidad pero decidí seguir yendo por estar con Noah. Nos pasamos horas encerradas en la residencia hablando de cualquier tontería. Incluso de nuestros planes tras la universidad. Todavía quedaba más de un mes para graduarnos y esperaba que mi vida estuviera libre de amenazas para entonces. —Si —accedí—, deberíamos ir mirando apartamentos. Se nos hizo tarde, tanto que se hizo de noche y Diego me llamó. Pero, ¿Diego? ¿Desde cuándo el me llamaba? —Uh... ¿Es ese bombón? —canturreó Noah. Me reí y asentí deslizando el dedo por la pantalla. —¿Hola? —dudé, porque sí, era raro que me llamara. —Tienes que volver al club. Ya. Su voz me preocupó y asumí que tenía razón. No podía tampoco dejar a Rory todo el día en el coche esperando por mi. —Umm... Vale
DIEGO—¿Has encontrado algo?Estaba tan desesperado que parecía que llevaba sin dormir los tres días que Nora llevaba desaparecida. Ya no podía pensar con claridad y estaba desocupado del resto de cosas de la banda.—No, y Rory no se acuerda de nada.—Joder...No se lo dije pero lo pensé, y es que debió dejar que yo la cuidara.—Esta noche voy a salir —no se lo estaba pidiendo, pero debió creer que sí.—No. Te necesito aquí.Y yo necesitaba encontrarla pero si le decía lo que planeaba lo jodería todo como estaba jodiendo todo últimamente. Pero no le discutí. Se haría de noche en un par de horas y seguía con la cabeza metida en hacer llamadas. No le cogerían el teléfono, no querían hablar, querían lo que era nuestro como yo quería a Nora de vuelta. Joder. Era una niñata, insoportable a veces y me sacaba de mis casillas, y me plantaba cara y no podía tener la boca cerrada... y era guapísima, y valiente e inteligente, y en el fondo me gustara que hubiera alguien capaz de retarme mirándom
Volver al club se sintió como volver a casa de alguna forma u otra. Mi padre no se separó de mi lado mientras uno de los hombres me revisaba el tobillo y cuando me dejó descansando la pierna en una pila de cojines, estuve por fingir que me dolía cualquier otra cosa. ¿Cómo iba a decirle yo lo de mi madre? ¿O es que lo sabía? Por suerte, antes de afrontar eso llamaron a la puerta de mi habitación y Diego se quedó en el marco.—Vete a descansar, papá.A regañadientes nos dejó solos y Diego le relevó sentándose a mi lado en la cama. Su cuerpo era tan pesado que hundió el colchón. No habíamos tenido mucho tiempo de hablar, todo había pasado muy rápido.—¿Estás bien?—Sí, bueno, solo tengo mal el tobillo. ¿Cómo está Rory?—Bien.La habitación se quedó en silencio, como si no supiéramos hablar entre nosotros. Igual teníamos mucho que decir.—¿Te puedo hacer una pregunta? —me lancé y él asintió—. Tú sabes la historia de mi madre, ¿verdad?—Sí.—¿Hace cuánto que mi padre no sabe de ella? Y no