Por la mañana me pegué una buena ducha rememorando el sexo nocturno con la bestia sexual que era Diego. Me vi a mi misma tocándome bajo el agua de la ducha al recordarlo. Pero el día seguía y me aporrearon la puerta de la habitación: era mi padre.
—Ya me han dicho que te pasaste por el bar anoche —comentó.
Estuve a punto de ponerme a la defensiva.
—Sí, me vino bien.
—Te harás a estar aquí. Estos chicos no son lo que parecen.
Mi padre tampoco lo era, se notaba que allí todos eran una familia, que mi padre los conocía tremendamente bien, incluso puede que mejor que a mi.
—Ya... ¿Quieres algo? Iba a ponerme a estudiar.
—Simplemente ver como estabas, no hemos hablado mucho desde que estás aquí.
<< Ni desde nunca —quise decir >>
—Prefiero que te ocupes del tema importante, ya tendremos tiempo de hablar.
—Lo sé. Cuando resuelva todo este jaleo dejaré la presidencia del club.
—¿Qué? —dudé con la mandíbula en el suelo—. Pero si a ti te encanta esta vida.
Para mi padre el club lo era todo. Quizás en mis años adolescentes me hubiera ido mejor tenerlo más presente, pero ya no valía de nada y todo aquello era lo que le quedaba.
—Me hago viejo, Nora. Y no quiero meterme en más mierdas de estas, me quitaré de cargas.
¿Había sido aquello un golpe de realidad para él? ¿Para ver el peligro que era?
—No tienes que hacerlo si no quieres.
—Está decidido, solo quería que lo supieras.
—¿Y qué harás con tu vida? Solo sabes estar aquí.
Se encogió de hombros, su chaqueta de cuero crujió.
—Me dedicaré a las cuentas del bar y esas cosas, nada jodido. Además, ya tengo sucesor así que...
No tenía que preguntar para saber quién era.
—Diego —asumí y él asintió—. ¿Lo sabe él? ¿Sabe el club de esto?
Frunció los labios en una especie de sonrisa macarra.
—Lo comunicaré más adelante, nadie lo sabe por ahora así que guárdalo.
Asentí, aunque realmente nada de aquello me incumbía a mi. El club no era mi vida y solo estaba pasando una temporada por algo que se resolvería tarde o temprano.
Cuando mi padre me dejó sola estudié un rato con Noah al teléfono hasta que salí a dar una vuelta por el club. Me encontré a Sheila en la cocina.
—¡Hola! Te perdí de vista anoche —dijo.
—Ya, creo que se te debió ir la noche con tu novio —bromeé.
Tenía el pelo rubio algo revuelto y estaba en pijama, la sentí mirarme mientras me preparaba un café.
—¿Me pones uno? Tengo que trabajar esta noche y he dormido fatal, ya sé por qué nos fuimos de aquí.
Preparé dos cafés y me senté a su lado hablando de cualquier cosa, de mis estudios y de mi estadía allí. Necesitaba despejarme de tanto estudio y Sheila parecía ser la única de las andadas que podía distraerme un poco. Enseguida supe que cuando se marchara echaría de menos por hablar con alguien.
—¿Echas de menos tu vida antes de este lio? —me preguntó.
—Sí —no lo dudé—. Me gusta todo el rollo este de que los chicos sean una familia y todo eso... pero no es mi vida.
—Eso decía yo. Estaba estudiando psicología cuando conocí a Ben hace un par de años y aquí me quedé. Cuando quieras darte cuenta nos echarás de menos a todos.
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Esa noche todavía estaba enzarzada en estudiar cuando volvió a retumbar la música y unos gemidos por el pasillo. No podía concentrarme y aunque vivir en la residencia no era muy diferente, yo lo sentía como otro mundo distinto.
Me levanté del suelo y me estiré, dispuesta a bajar a la cocina a por cualquier cosa que me hiciera dormir: un vaso de leche o alguna de las tantas pastillas que había descubierto en un cajón. Empecé a bajar escaleras cuando lo escuché a la altura del segundo piso: su voz grave retumbó entre los pasillos y sobre el ruido y me sobresaltó.
—¿Qué estás haciendo?
Iba con su chándal negro y tan misteriosos a como Diego siempre parecía.
—No puedo dormir, ni estudiar —dije sin más.
—¿Quieres relajarte? —con ese tono de preguntarlo sus palabras eran mucho más que una insinuación curiosa. Eran un riesgo placentero.
Vi como empujaba su puerta, invitándome, y el sutil gesto de cabeza llamándome a entrar con él. Y lo hice. ¿Quién no lo hubiera hecho? Diego era todo lo que me excitaba.
—No te obsesiones con esto —se burló.
Me hizo reír mientras pasaba dentro de su habitación. Colé mis dedos en el elástico de sus pantalones y lo arrastré dentro conmigo.
—Lo mismo digo.
Y así fue como empezamos con aquello: casi todas las noches nos acostábamos, era como si no hubiera mucho más que hacer estando allí y era como si Diego y yo solo llegáramos a entendernos a través del sexo. No hablábamos mucho, era solo sexo. Nuestro secretito nocturno.
Me desnudaba, le desnudaba y pasábamos por toda la habitación incluso contra la pared. Su mano se enredaba en mi pelo y me follaba tan fuerte que tenía que hacer fuerza contra la pared para no chocarme con cada envestida.
—Joder —jadeé.
Me azotó el culo con la otra mano y sentí el calor de su aliento golpearme el cuello.
—Niñata y mal hablada.
Giré el cuello lo suficiente como para que mis labios rozaran los suyos y le miré. Vi sus ojos más negros de lo normal y como los mechones de pelo le caían revueltos por la frente.
—Y te encanta follarme —añadí.
Acaricié sus labios con mi lengua y volvimos lo animal, a que me follara como quisiera y a disfrutarlo. Al terminar yo me quedé desnuda y enredada en las sábanas de mi cama y Diego recogió su ropa del suelo. Admirarlo mientras se vestía también me gustaba. Me gustaba ver sus tatuajes, sus músculos tapados por la tinta y sus abdominales perfectos... ¡Qué Dios!
—Me vas a desgastar de tanto mirar —soltó.
—Eres muy guapo —admití sin problema. Lo era, Diego era posiblemente el hombre más atractivo que jamás había visto—. Lo digo enserio.
—Lo sé.
Resoplé.
—Guapo y egocéntrico, tú también lo tienes todo.
Se terminó de vestir y cogió un rotulador del escritorio tan pequeño en el que no podía estudiar y me lo tiró. Diego tenía una faceta juguetona y divertida que lo hacía ver más humano. A mi me gustaba.
—Te dejo para que sigas siendo una empollona.
Le tiré el rotulador de vuelta aunque él lo cogió al vuelo. Y se fue.
Si bien Diego y yo no hablábamos de nosotros o de cosas importantes, por no decir que no hablábamos de nada, me gustaba pasar tiempo con él y quizás, solo quizás, él me gustaba un poco. Todo ese aura de misterio, de hombre...
—La residencia no es lo mismo sin ti.Mi vida no era lo mismo desde que me estaba quedando en el club. Echaba de menos muchas cosas, hablar con Sheila algunas noches no era lo mismo a estar con Noah cotilleando de cualquier cosa, pero tampoco estaba tan mal.—Yo también te echo de menos.—¿Seguro? —bromeó y me dio un codazo un las costillas—. Porque desde que estás con ese chico solo hablas de él.—¡No hablo sólo de él! Solo te cuento lo que pasa.Se echó a reír y seguimos caminando a la facultad. Para mi, hablar de Diego se había vuelto algo sencillo si lo hacía con Noah porque ella sabía todo de mi, hasta el hecho de que a mi me gustaba un poco sin necesidad de decirlo. Y no es que Diego me gustara un mundo ni nada parecido, me lo pasaba bien con él en el sexo y era un hombre al que no te podías resistir, además, para las pocas horas que compartíamos había descubierto que era algo más relajado de lo que parecía y hasta a veces sabía sonreír. Sonreír le hacía ser más guapo todavía.—
Culpa de que a mi me gustara era suya. No podía aparecer a mi alrededor con esa arrogancia que más que irritarme ya me parecía atractiva, con el pelo revuelto y todos los tatuajes de su cuerpo dibujándose en su piel sobre tantos músculos, con sus ojos oscuros que por la noche parecían relajarse sin tantos problemas.—Vienes con un humor de mierda por lo que veo.Se encogió de hombros y se encendió un cigarro ahí a mi lado mientras se adueñaba de una cerveza.—Espérame en tu habitación —repitió.Fruncí el ceño pero quizás era más tonta de lo que pensaba porque le hice caso. Tenía ganas de retomar nuestras noches de sexo desenfrenado. Le esperé unos quince minutos antes de que abriera la puerta de mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos enzarzados en mi cama. Diego siempre fue dominante, me manejaba como le iba en gana y esa noche no fue diferente.—Date la vuelta —me ordenó.Y lo hice, me puse de rodillas en la cama y me empujó la espalda hasta que el pecho se me apla
—¿Cuál es tu puto problema? Solo me das dolores de cabeza. No tenía intención de discutir allí. Al mirar alrededor todo parecía normal pero ya no me sentía segura. Sin pensarlo mucho deslicé mis manos por su brazo hasta acoger su mano entre las mías y hacer el intento de arrastrarlo fuera. —Tenemos que irnos. Vámonos. —¿Qué coño te pasa? —siguió gruñendo. A pesar de su mal genio, sentí como su mano se aferró a las mías. —Vámonos —repetí, aunque tan bajo que igual me leyó los labios. No empujó a nadie para salir porque la gente se apartaba ante su presencia, lo entendía porque Diego era aterrador cuando quería. Consiguió sacarnos a la calle en pocos segundos y me di cuenta de que hacía más fresco del que pensaba, o podía ser el miedo. Había dejado su coche ahí en mitad de la carretera como si nada y no dudé en montarme —Dime qué está pasando —me exigió tras el volante. Abrí la boca pero vi a los dos chicos salir de la fraternidad. Definitivamente era algo contra mi. Diego miró
No llegamos a más porque no podía mover ni el brazo del dolor. Diego cogió pronto el sueño, se durmió ocupando gran parte de la cama y a mi me costó un poco más. Todavía era pura adrenalina y sentimientos, y que la cama era una mierda.Cuando me desperté por la mañana Diego estaba sentado a pies de la cama, fumando, la habitación olería más a hierba tras nuestra estancia pero eso sería lo de menos porque el suelo y parte de la colcha estaban llenos de sangre.—Tenemos que irnos —dijo.Le había escuchado pero me arrastré por la cama a su lado.—¿Cómo te encuentras?—¿Y tú?Cuando me miró, la intensidad de sus ojos me robó el aire y solo pude asentir. ¿Asentir? Yo estaba bien, sí, pero hacía tan solo horas estaba muerta de miedo.—Bien, supongo.Levantó el brazo bueno y sus dedos me tocaron la cara bajo los ojos quitándome rastros de maquillaje. Era raro que me tocara así, tan delicado, ¿es que me quería volver loca?—Estás hecha un desastre.—Tu también, y apestas a marihuana.No había
Empecé a ir a la universidad con un tipo que se llamaba Rory y al parecer mi padre le había advertido bien porque ni me hablaba en el camino, luego se quedaba rondando el campus hasta que me tocaba salir y volvíamos al club. De todas formas el haberme cambiado de niñero cambió muchas más cosas. Diego ya casi ni me miraba por los pasillos del club y durante noches que fui a buscarlo a su habitación no sé si no quiso abrirme o no estaba; más tarde me di cuenta de que estaba en el bar bebiendo y un ligero sentimiento de celos me invadió cuando lo vi en unos de los asientos del fondo del bar rodeado de esas strippers que siempre estaban contoneándose por allí.Auquello, que estuviera controlada mucho más, que no podía centrarme en mis examenes...—Tienes una cara de mierda —me dijo Sheila tras la barra y me plantó una copa delante—. Ya me he enterado de todo lo que pasó.Acepté la copa.—Está todo muy tenso —comenté.—¿Entre tu padre y tú? —me preguntó y yo me encogí de hombros—. ¿O lo di
Terminé los exámenes pero no estaba aliviada del todo pese a poder decir que ya había terminado la Universidad. Entonces estar encerrada en el club era una tortura porque no tenía nada que hacer y tampoco quería pasarme por el bar así que me pasé la noche balanceando los pies en un taburete de la cocina mientras navegaba por Internet. —¿Qué haces aquí? Estuve por no responder. Estaba enfadada con él y odiaba que por su culpa pudiera entender a mi madre y sus motivos para abandonarnos. Le estaba odiando por hacerme querer desaparecer también. —Nada —musité a desgana mientras añadía cosas a una cesta online. —Deja esa actitud conmigo. —¿Qué actitud? —Nora —me advirtió y me cerró el ordenador de un manotazo—. Todo lo que hago es por tu bien. Diego no te conviene. Me reí, ¿cómo podía asumir cosas así? —Si hicieras cosas por mi bien esto ya estaría más que solucionado y habría vuelto a mi vida corriente. Y ¿de verdad quieres hablar de Diego? Porque has pasado de querer darle las ri
Por la mañana estuve muy tentada a pasar por la habitación de Diego pero no había ni un alma en el club y solo encontré a Rory. —¿Y el resto? Da miedo el club tan vacío. —En una reunión —dijo sin más. Ir a la universidad ya no era una necesidad pero decidí seguir yendo por estar con Noah. Nos pasamos horas encerradas en la residencia hablando de cualquier tontería. Incluso de nuestros planes tras la universidad. Todavía quedaba más de un mes para graduarnos y esperaba que mi vida estuviera libre de amenazas para entonces. —Si —accedí—, deberíamos ir mirando apartamentos. Se nos hizo tarde, tanto que se hizo de noche y Diego me llamó. Pero, ¿Diego? ¿Desde cuándo el me llamaba? —Uh... ¿Es ese bombón? —canturreó Noah. Me reí y asentí deslizando el dedo por la pantalla. —¿Hola? —dudé, porque sí, era raro que me llamara. —Tienes que volver al club. Ya. Su voz me preocupó y asumí que tenía razón. No podía tampoco dejar a Rory todo el día en el coche esperando por mi. —Umm... Vale
DIEGO—¿Has encontrado algo?Estaba tan desesperado que parecía que llevaba sin dormir los tres días que Nora llevaba desaparecida. Ya no podía pensar con claridad y estaba desocupado del resto de cosas de la banda.—No, y Rory no se acuerda de nada.—Joder...No se lo dije pero lo pensé, y es que debió dejar que yo la cuidara.—Esta noche voy a salir —no se lo estaba pidiendo, pero debió creer que sí.—No. Te necesito aquí.Y yo necesitaba encontrarla pero si le decía lo que planeaba lo jodería todo como estaba jodiendo todo últimamente. Pero no le discutí. Se haría de noche en un par de horas y seguía con la cabeza metida en hacer llamadas. No le cogerían el teléfono, no querían hablar, querían lo que era nuestro como yo quería a Nora de vuelta. Joder. Era una niñata, insoportable a veces y me sacaba de mis casillas, y me plantaba cara y no podía tener la boca cerrada... y era guapísima, y valiente e inteligente, y en el fondo me gustara que hubiera alguien capaz de retarme mirándom