17. OTO, HABLA.

—Ya, veo que todavía no han hablado —dice Enril de pronto y cambia de tema para no decirle. — ¿Cómo te sientes?

—Mejor, aunque me duele mucho todo mi cuerpo —respondió Gil aún un poco temerosa y sin poder creer que ese extraño en verdad fuera hermano de su lobo.

Enril dejó de observarla ante la mirada roja que le dedicó Oto, y se puso a sacar de la cesta todo lo que había llevado y acomodarlo en la mesa que existía en una esquina ante la mirada de Gil, que no se movía de su lugar sentada en la cama, detrás de Oto, que ronroneaba al sentir como ella no dejaba de pasar su mano por detrás de una de sus orejas cosa que le gustaba mucho.

—Te traje unos calmantes y esa sopa —habló Enril mostrando lo que decía. — Debes comerla ahora, es mejor si te la tomas caliente. No vayas a salir de aquí, come y duerme todo lo que puedas para que sanes más rápido. Y no te preocupes, estoy seguro de que tu lobo Oto, no dejará que nadie se acerque a ti, ni te haga nada.

—¿Dónde estamos?

Preguntó Gil
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