Todos se quedan mirando a Serafín que se pone de pie y se pasea por la estancia. Trata de recordar con lujo de detalles lo que sucedió desde el momento que pisaron la tierra de los humanos y reencarnaron en hombres lobos. Suelta un suspiro y se gira para ellos que lo observan expectantes. El aire de la ventisca arrecia, haciendo que el sonido del viento al pasar por el castillo, produzca sonidos como de lamentos. Gil inconscientemente aprieta a Aren, que pasa un brazo por sus hombros.—No tengas miedo, mi Luna. Este castillo es muy seguro, solo es el aire.—Da miedo Aren.—Sussss … Los manda a callar Enril que al parecer es el que más interés tiene en lo que va a exponer Serafín, que ahora le parece todo un maestro por la actitud que ha adoptado. Se acaricia la barba blanca sin dejar de caminar de un lado a otro hasta que se detiene de frente a ellos e inicia.—Los Arcontes hijos, somos seres celestiales. Somos los enviados por los dioses a cuidar, vengar o juzgar las injusticias
Claro que puedes, porque el Arconte Mayor de Aren ya se hizo presente, no necesitas de la presencia de Aren, solo que su Arconte saliera. A partir de ahora como él apareció y llamó al tuyo, ya te liberó. Puedes convertirte cada vez que lo necesites, no necesitas de tu hermano, solo que apareciera su Arconte y ya lo hizo. Pero si el Arconte de Aren vuelve a dejar de salir, el tuyo también. Solo tendrás completo poder sobre tu Arconte como yo, si Aren muere. —¡Vaya, cómo estamos aprendiendo! —exclama Aren. — ¿Y por qué el consejo no los mató a ustedes que los consideraban Arcanos menores? —Ja, ja, ja… Ríe Serafín ante la inocencia del Alfa Aren, sabe el motivo pero le recuerda a alguien que solía ser como él, su padre. Por eso los sigue educando. Los que dominan el consejo, no tienen los suficientes poderes para acabar con nosotros los Arcontes menores como nos pusieron. Nos dejaron tranquilos, porque ellos podían gobernar esta gran ciudad y manada de licántropos. Debido a que le pusi
Todos los presentes giran la cabeza hacia Gil y Aren, quienes están enfrascados en un tenso enfrentamiento. De repente, con una brutalidad sorprendente, Aren se inclina y toma a Gil por las piernas, cargándola sobre su hombro sin mostrar esfuerzo alguno. A pesar de las protestas airadas de Gil, quien golpea desesperadamente la espalda de Aren, este se la lleva consigo con determinación. Enril dirige una mirada hacia los padres de Gil, encogiéndose de hombros en señal de resignación, indicándoles con gestos que lo sigan. Nara suspira profundamente y sigue a Serafín, cuyos ojos se desvían constantemente hacia la puerta por donde desaparecieron el Alfa Aren y su Luna Gil. —Es aquí—, murmura Serafín con voz firme. —Se quedarán aquí esta noche. No se preocupen, Aren es como un niño. Al final, hará todo lo que su Luna desee. —¿Estás seguro de que no la obligará a nada?— cuestiona Serafín, luchando por contener el impulso de ir en busca de su hija. —Gil acaba de cumplir la mayoría de edad
Decidida a superar esta brecha y encontrar una conexión más profunda con el Alfa Aren, que es su mitad decretada por la diosa Luna. Gil se promete a sí misma aprender y adaptarse a sus costumbres, a medida que navegaran juntos en su viaje hacia la comprensión mutua y el amor verdadero. —Entiendo, pero ¿por qué me cargó y me trajo a la fuerza como si fuera un animal en lugar de pedírmelo amablemente? Yo habría venido, no quiero dejarlos solos. Me preocupa que papá le haga algo. —¿En serio, mi Luna? — responde Oto con sorpresa en su voz. —Sí, Oto. Así que no lo hagan más. No me carguen como si fuera un saco. No es agradable. —Lo prometemos, mi Luna. Obligaremos a Aren a aprender de nuestro Arconte, aunque sea reacio. Después de la maldición, nunca quiso estudiar, a pesar de los intentos de Enril por obligarlo. Lo único que lograba era que se refugiara en la cueva durante años. Vivimos como lobos, él no se relacionó con ningún humano y gruñía a aquellos de la manada que se acercaban.
Aren, la mira sin entender qué le sucede, y mostrando cierta resistencia a ceder en sus costumbres, como si fuera un niño pequeño. Gil recuerda lo que le pidiera Oto, por eso suaviza su manera de hablar y se decide a enseñarlo.—Cárgame, pero no así, por favor —sonríe al ver cómo la mira intrigado, y se le olvida la molestia al ver la inocencia en sus ojos. — Ven aquí, coloca tu mano derecha en mis piernas, y la izquierda en mi espalda y cárgame, yo me sujetaré de tu cuello.—¿Así mi Luna? Pregunta sonriente y feliz Aren, de poder cargar de nuevo a su Luna. También le gusta más esta manera, porque puede ver el rostro de su Luna. Que en ese momento está muy ruborizada por estar en sus brazos y con él mirándola embobado—Sí, ¿ves que es más hermoso? Te ganaste un beso —y lo besa en la mejilla, notando como Aren se sonroja, al igual que ella —es…, es más bonito. Bájame ahora. Aren no quiere hacerlo y como ella lo besó hace lo mismo, dándole un cariñoso beso en la mejilla como hiciera
Todos se reunieron temprano en el bosque, justo fuera del castillo. Se han transformado en humanos. Aren se ha convertido en un joven casi de la misma edad que Gil, dando la apariencia de que son dos hermanos junto a sus padres. Aunque se comporta como siempre, algo en él es diferente. La forma en que mira y sonríe a Gil ha cambiado. Además, se mueve con seguridad y a veces avanza antes que los demás, para luego quedarse atrás como si cuidara de todos, dando a entender que es un verdadero Alfa que cuida de su manada. Permanece constantemente atento a su Luna, ayudándola y protegiéndola para que no le caiga nieve, incluso ha traído una capa para cubrirla. La toma en sus brazos cuando la ve hundirse en la nieve. Serafín y Nara lo miran asombrados, mientras que Gil se siente feliz de que Aren la trate de esa manera. Le sonríe ampliamente y, como le enseñó la noche anterior como debía cargarla él lo hace cuando la toma en sus brazos, ella feliz le acaricia el rostro, satisfecha de que
—Hija, los lobos somos muy posesivos. Si no te marca con su olor, Aren y Oto tendrían que luchar con otros jóvenes por ti. Eres muy hermosa y una loba Alfa que atraerá a todos los lobos Alfas de la manada que querrán marcarte, mejor así, como una pareja casada joven. Gil intenta expresar su descontento, pero se encuentra con una negativa tajante de parte de su padre que no le gusta para nada que ella le esté discutiendo delante de todos su autoridad. —Pero...—¡No hay peros, será así como lo dije, hija! Deja de hacer eso, nunca antes me has faltado de esa manera Gil, ¿es que acaso dejaste de confiar en la sabiduría de tu padre? Gil se calla con los ojos llenos de lágrimas frustrada, preguntándose, ¿por qué todo en su vida tiene que ser tan complicado? Nara, al darse cuenta de la frustración de Gil, se acerca en un intento de calmarla. Escuchando como baja la cabeza ante su padre y susurra.—Disculpa papá…—Hija, eso no significa que Aren no tenga que esforzarse por conquistarte. N
Cambia el tema el Alfa Aren, porque está escuchando el corazón muy acelerado de su Luna y teme que le vaya a pasar algo. —Sí, me gusta mucho. Es hermoso. Gracias, lo usaré siempre. Responde Gil, tomándolo para observarlo, mientras le sonríe a Aren encantadoramente, haciendo que sea ahora su corazón el que salte acelerado.—Era de mamá, siempre lo traía con ella—le cuenta con nostalgia mientras lo ve en el cuello de su Luna.—¡Pues no puedo usarlo Aren, los enemigos de tu manada se darán cuenta enseguida de que era de ella y sabrán que soy tu Luna! Exclama Gil y hace ademán de quitarlo. Haciendo que Aren sin darse cuenta comience de a poco a brillar sintiendo que con ese gesto, su Luna lo está rechazando. Ese collar es la muestra de que es la Luna legítima de la manada, su mitad, su alma gemela y solo ella después de su madre tiene derecho a llevarlo. Serafín al verlo se acerca rápidamente.—Eso es cierto Aren. Gil, ahora no lo quites, escóndelo dentro de tu ropa, después lo guarda