Aren, la mira sin entender qué le sucede, y mostrando cierta resistencia a ceder en sus costumbres, como si fuera un niño pequeño. Gil recuerda lo que le pidiera Oto, por eso suaviza su manera de hablar y se decide a enseñarlo.—Cárgame, pero no así, por favor —sonríe al ver cómo la mira intrigado, y se le olvida la molestia al ver la inocencia en sus ojos. — Ven aquí, coloca tu mano derecha en mis piernas, y la izquierda en mi espalda y cárgame, yo me sujetaré de tu cuello.—¿Así mi Luna? Pregunta sonriente y feliz Aren, de poder cargar de nuevo a su Luna. También le gusta más esta manera, porque puede ver el rostro de su Luna. Que en ese momento está muy ruborizada por estar en sus brazos y con él mirándola embobado—Sí, ¿ves que es más hermoso? Te ganaste un beso —y lo besa en la mejilla, notando como Aren se sonroja, al igual que ella —es…, es más bonito. Bájame ahora. Aren no quiere hacerlo y como ella lo besó hace lo mismo, dándole un cariñoso beso en la mejilla como hiciera
Todos se reunieron temprano en el bosque, justo fuera del castillo. Se han transformado en humanos. Aren se ha convertido en un joven casi de la misma edad que Gil, dando la apariencia de que son dos hermanos junto a sus padres. Aunque se comporta como siempre, algo en él es diferente. La forma en que mira y sonríe a Gil ha cambiado. Además, se mueve con seguridad y a veces avanza antes que los demás, para luego quedarse atrás como si cuidara de todos, dando a entender que es un verdadero Alfa que cuida de su manada. Permanece constantemente atento a su Luna, ayudándola y protegiéndola para que no le caiga nieve, incluso ha traído una capa para cubrirla. La toma en sus brazos cuando la ve hundirse en la nieve. Serafín y Nara lo miran asombrados, mientras que Gil se siente feliz de que Aren la trate de esa manera. Le sonríe ampliamente y, como le enseñó la noche anterior como debía cargarla él lo hace cuando la toma en sus brazos, ella feliz le acaricia el rostro, satisfecha de que
—Hija, los lobos somos muy posesivos. Si no te marca con su olor, Aren y Oto tendrían que luchar con otros jóvenes por ti. Eres muy hermosa y una loba Alfa que atraerá a todos los lobos Alfas de la manada que querrán marcarte, mejor así, como una pareja casada joven. Gil intenta expresar su descontento, pero se encuentra con una negativa tajante de parte de su padre que no le gusta para nada que ella le esté discutiendo delante de todos su autoridad. —Pero...—¡No hay peros, será así como lo dije, hija! Deja de hacer eso, nunca antes me has faltado de esa manera Gil, ¿es que acaso dejaste de confiar en la sabiduría de tu padre? Gil se calla con los ojos llenos de lágrimas frustrada, preguntándose, ¿por qué todo en su vida tiene que ser tan complicado? Nara, al darse cuenta de la frustración de Gil, se acerca en un intento de calmarla. Escuchando como baja la cabeza ante su padre y susurra.—Disculpa papá…—Hija, eso no significa que Aren no tenga que esforzarse por conquistarte. N
Cambia el tema el Alfa Aren, porque está escuchando el corazón muy acelerado de su Luna y teme que le vaya a pasar algo. —Sí, me gusta mucho. Es hermoso. Gracias, lo usaré siempre. Responde Gil, tomándolo para observarlo, mientras le sonríe a Aren encantadoramente, haciendo que sea ahora su corazón el que salte acelerado.—Era de mamá, siempre lo traía con ella—le cuenta con nostalgia mientras lo ve en el cuello de su Luna.—¡Pues no puedo usarlo Aren, los enemigos de tu manada se darán cuenta enseguida de que era de ella y sabrán que soy tu Luna! Exclama Gil y hace ademán de quitarlo. Haciendo que Aren sin darse cuenta comience de a poco a brillar sintiendo que con ese gesto, su Luna lo está rechazando. Ese collar es la muestra de que es la Luna legítima de la manada, su mitad, su alma gemela y solo ella después de su madre tiene derecho a llevarlo. Serafín al verlo se acerca rápidamente.—Eso es cierto Aren. Gil, ahora no lo quites, escóndelo dentro de tu ropa, después lo guarda
Serafín se detiene, y lo observa en silencio un momento recordando que ha decidido ser su Antiguo y Maestro, se acerca al Alfa Aren. —Sí, se puede, ustedes son muy poderosos, su padre lo hacía mucho para pasar encubierto. No sé por qué no se los enseñó cuando eran niños. —Disculpe señor Serafín, a lo mejor lo hizo, pero lo olvidamos por la maldición —aclara Aren. —¿Puede por favor enseñarme? —Alfa Aren, permíteme compartirte una verdad trascendental —comienza Serafín con serenidad—. El Arconte Mayor que reside en tu interior posee una fuerza sin igual. Es capaz de manifestar tus deseos más profundos con solo un pensamiento. Aren escucha atentamente, su mirada reflejando curiosidad y asombro ante esta revelación. Serafín con sabiduría en sus palabras, explica cómo el Arconte Mayor que habita en él es el más poderoso de las tres entidades presentes en su ser.—Este poderoso Arconte es el guardián supremo de tu ser y está íntimamente conectado contigo y con el destino de la manada.
Leía se encuentra abrumada por una mezcla de incredulidad, asombro y confusión. La idea de estar conectada a Enril, aquel con quien ha compartido una relación tensa y conflictiva durante tanto tiempo, es difícil de asimilar. Su mente se llena de preguntas sin respuesta mientras lucha por reconciliar esta nueva verdad con las percepciones que ha tenido de Enril en el pasado. Enril, por su parte, se encuentra en un estado similar de incredulidad y sorpresa. Su corazón se ve sacudido por la revelación de que la persona a la que ha odiado y desafiado constantemente es en realidad su alma gemela. Se debate entre la necesidad de aceptar esta conexión profunda y el miedo a abrirse emocionalmente después de tanto resentimiento. La confrontación de esta verdad provoca un torrente de emociones encontradas en ambos. El resentimiento y el rencor pasados se entrelazan con una chispa de curiosidad y la posibilidad de una conexión más profunda. La negación se enfrenta al deseo de explorar la rel
Nara miró a Gil con angustia, notando cómo su brillo dorado se desvanecía lentamente y era reemplazado por una sombra ominosa. Sus ojos se llenaron de determinación mientras se acercaba a su hija y la examinaba detenidamente.—La maldición que afecta a nuestro Alfa está apoderándose de Gil —explicó Serafín con voz firme. —Es una maldición ancestral que se ha transmitido a través de sus link de mitades, mi Alfa. Temía que esto pudiera suceder, pero no esperaba que fuera tan pronto.Serafín sintió un nudo en la garganta mientras observaba a su hija luchando contra las fuerzas malignas que la envolvían. La preocupación se reflejaba en su rostro.—¿Hay algo que podamos hacer, Serafín? —preguntó, desesperada por encontrar una solución.Serafín cerró los ojos por un momento, concentrándose en su sabiduría ancestral. Luego, abrió los ojos y miró a Nara con determinación.—Vamos, Nara. No hay tiempo que perder —dijo Serafín, tomando la mano de Nara con determinación—. Debemos salvar a nuest
Cuando los Arcontes fueron acusados y condenados porque habían desafiado a las fuerzas divinas, su insolencia fue castigada por mandato superior. La diosa Luna, quien ejercía su influencia sobre la naturaleza y la transformación de los Licántropos, recibió la tarea de confinar a los rebeldes en una forma de existencia que les recordara constantemente su desobediencia. Sin embargo, la tarea asignada a la diosa Luna era compleja y desafiante. Los Arcontes eran seres superiores, cuya esencia estaba arraigada en la dualidad de lo divino y lo humano. Su naturaleza trascendía las limitaciones de las criaturas que habitaban el mundo. Por lo tanto, simplemente alojarlos en los seres creados existentes no sería suficiente. La diosa Luna se esforzó por cumplir con el mandato, pero pronto se dio cuenta de que no podía separar completamente el alma del lobo del alma humana e introducir en su lugar a los Arcontes. En vez de anular una de las esencias, se produjo una fusión única y misteriosa cua