Aren mira a Gil sin gustarle que no la pueda llamar como debe. Le gusta mucho y esperó muchos años para decirle mi Luna. Y ahora ella quiere evitar que lo haga. Oto también está igual, está feliz porque al fin después de tan larga espera puedan al fin decir mi Luna. —Aren, Oto, no se pongan así, mi novia significa lo mismo, es como decir mi Luna, pero en el lenguaje de los humanos.—Me gusta, ¡mi novia! —al fin comprenden.—Ji, ji, ji…, todavía no me has pedido ser tu novia. No me lo puedes decir —le aclara Gil pero se ruboriza al escucharlo. —¿Tengo que pedírtelo, mi novia? —pregunta realmente asombrado. —Dijiste que es mi Luna en lengua de los humanos. Y a ti te envió la madre luna, no tuve que pedirte que lo fueras. ¡Eres mi alma gemela destinada a mí, soy un Alfa, por tanto tu eres mi Luna! Eso es el lazo de mitades hecho por la madre Luna, nosotros no intervenimos en sus decisiones, tu eres mi Luna, por tanto en el lenguaje humano eres mi novia. No tengo que pedirte nada, porq
El día es muy tenebroso, la nieve cae sin parar. El bosque está lleno de su blancura y no deja ver a un paso de distancia. Hay un extraño silencio como si una gran amenaza se cerniera sobre todos los habitantes del lugar y hubiesen decidido esconderse. Una pareja de lobos avanza con dificultad por entre la tempestad, desafiando a la naturaleza. Son los padres de crianza de Gil, han dejado hace mucho tratando de escapar de quienes los perseguían la vieja camioneta desapareciendo debajo de ramas y nieve, luego has estado avanzando lentamente pero sin defenderse rumbo a las grandes montañas heladas.—Ya no puedo más Serafín —dice Nara deteniéndose para tomar aire. —Estoy congelada, necesito un respiro. —Falta poco Nara, está allí —dice Serafín señalando a lo lejos. — Aquella montaña que ves. Nos refugiaremos en la cueva que conocemos. Si nos detenemos nos van a atrapar, no han perdido nuestra huella, los puedo sentir. Vamos, un poco más y estaremos a salvo con el Alfa.—Nieva tan fuer
Oto corre por entre la nieve a todo lo que le dan sus patas. Trató de convertirse en Arconte y teletransportarse, algo que le fue imposible. Al fin llega a la habitación, para encontrarse a su hermano Enril convertido en Arconte y a Gil levitando en un círculo de energía que proyectaba Enril.—¿Qué es lo que pasa Enril? ¿Qué le haces a mi Luna?—Al fin llegas Aren, rápido conviértete en Arconte —le dice Enril mirándolo aliviado y sigue explicando. — Vine a ver qué pasaba porque sentía una energía muy extraña, y me encontré a Gil así a la vez. Creo que la hija de la madre luna, quiere anular a la humana en ellas.—¡No podemos permitir eso! Gritan al mismo tiempo Aren y Oto. Tocan a Gil que los mira con sus ojos dorados , convirtiéndose en un gigante Arconte Mayor al instante. Tan grande que se dobla para no destruir todo, su hermano al verlo le dice.—¡Reduce tu tamaño Aren, o destruirás el castillo! —¿Cómo?—Solamente piensa en tener tu tamaño de humano. Te lo enseñé la otra vez,
Aren se quedó mirando el hermoso cabello dorado de su Luna, sintiendo una inmensa felicidad al escucharla decir de que se lo dejara así. Gil no sabía la felicidad que le estaba dando en ese momento a su mitad. Pues al aceptar mantener el color de su Arconte era como estarlo aceptando en su entidad superior y eso era algo que el Arconte Mayor valoraba mucho. No obstante le preguntó.—¿En serio te gusta? —y sonríe feliz al ver que su Luna le gusta su color de Arconte. —Creo que puedo devolverte el color del tuyo.—Sí, nunca me gustó mi cabello blanco, no por el color —aclara. — Si no, porque todos los humanos me miraban raro, así que como dijimos qué me ibas a dejar vivir aquí contigo, nadie sospechará, ni corremos el riesgo de que alguien me reconozca de antes. ¿No crees? ¿Y los ojos azules por qué?—Creo que eso es culpa tuya, mi Luna —explica volviendo a sentirse apenado de que ella pudiera dominarlo con sus deseos. — Sentí tu deseo de tenerlos de ese color y te lo concedí. ¿No te g
Por mucho que Aren y Oto se esfuerzan para ver la nube negra que señala Gil, no distinguen nada. En cambio, sienten una fuerza poderosa que quiere obligarlos a convertirse en Arcontes. Trata de convertirse en humano y tampoco puede ni comunicarse con su hermano.—¡Corre Aren, Oto! Gritaba Gil desesperada al ver que ellos no se movían y tiraba con todas sus fuerzas por la cabeza de su lobo que parecía que estaba petrificado.—Aren, es quien nos puso la maldición. La está reactivando —dijo Oto que luchaba por moverse a la par de su humano.—¿Qué dijiste Oto? —preguntó Gil que lo escuchó en su cabeza—, ¿esa cosa es quien les hizo esto? —Si Gil, tienes que huir. ¡Corre, no debe descubrir quién eres o te matará! No nos hará nada, nosotros le interesamos mucho, debes irte si te destruye a ti acabará con nosotros, vete mi Luna, por favor. Le rogaba Oto al sentir la determinación de ella de no abandonarlos. Por su parte Gil veía como la horripilante nube negra se comenzaba a convertir
Gil se queda en espera que Aren responda. El Alfa la mira fijamente viendo que espera por una respuesta anhelante. Comienza a caminar hacía ella, que le sonríe y sale de atrás de sus padres a su encuentro. Confía en él y en su lobo. ¡Ellos serían incapaces de hacerle eso! Aren avanza despacio sonriente hacia su Luna, un aura dorada lo envuelve y una plateada a Gil, van a enlazar sus almas si se unen y sus padres lo saben, aunque ellos no. Caminan mirándose a los ojos con una enorme sonrisa de felicidad, el Alfa abre los brazos en una clara invitación de llamado y aceptación a su Luna, que extiende los suyos para abrazarlo también, aceptándolo. Serafín y Nara se miran entre ellos sin poder creer lo que ven. ¿Cómo es posible que sea de esa manera? ¿Cómo salvar a Gil si ella lo ha aceptado hasta ese extremo? No saben que hacer por un instante, diciendo lo mismo en sus mentes. Son parejas destinadas, mitades y se necesitan para estar completos. Se han encontrado, reconocido y aceptad
Todos se quedan mirando a Serafín que se pone de pie y se pasea por la estancia. Trata de recordar con lujo de detalles lo que sucedió desde el momento que pisaron la tierra de los humanos y reencarnaron en hombres lobos. Suelta un suspiro y se gira para ellos que lo observan expectantes. El aire de la ventisca arrecia, haciendo que el sonido del viento al pasar por el castillo, produzca sonidos como de lamentos. Gil inconscientemente aprieta a Aren, que pasa un brazo por sus hombros.—No tengas miedo, mi Luna. Este castillo es muy seguro, solo es el aire.—Da miedo Aren.—Sussss … Los manda a callar Enril que al parecer es el que más interés tiene en lo que va a exponer Serafín, que ahora le parece todo un maestro por la actitud que ha adoptado. Se acaricia la barba blanca sin dejar de caminar de un lado a otro hasta que se detiene de frente a ellos e inicia.—Los Arcontes hijos, somos seres celestiales. Somos los enviados por los dioses a cuidar, vengar o juzgar las injusticias
Claro que puedes, porque el Arconte Mayor de Aren ya se hizo presente, no necesitas de la presencia de Aren, solo que su Arconte saliera. A partir de ahora como él apareció y llamó al tuyo, ya te liberó. Puedes convertirte cada vez que lo necesites, no necesitas de tu hermano, solo que apareciera su Arconte y ya lo hizo. Pero si el Arconte de Aren vuelve a dejar de salir, el tuyo también. Solo tendrás completo poder sobre tu Arconte como yo, si Aren muere. —¡Vaya, cómo estamos aprendiendo! —exclama Aren. — ¿Y por qué el consejo no los mató a ustedes que los consideraban Arcanos menores? —Ja, ja, ja… Ríe Serafín ante la inocencia del Alfa Aren, sabe el motivo pero le recuerda a alguien que solía ser como él, su padre. Por eso los sigue educando. Los que dominan el consejo, no tienen los suficientes poderes para acabar con nosotros los Arcontes menores como nos pusieron. Nos dejaron tranquilos, porque ellos podían gobernar esta gran ciudad y manada de licántropos. Debido a que le pusi