Hoy es un día poco agradable y desastroso, uno de mis alumnos está de luto y desea que vaya al funeral de su madre.
Nunca me han gustado los funerales y aun así le dije que sí.
Gerald Green es su padre, un hombre rico, el más rico en todo el país. Las mujeres pasan por sus manos como los billetes que gana, nunca le falto la atención de una mujer, ni aun después de casarse con la que era su esposa.
Tal parece que era una mujer muy hermosa de rosadas mejillas y ojos claros, le dio como regalo a su único hijo varón y heredero de toda su fortuna. Es un niño muy humilde y muy bien formado en educación. Me contaba de vez en cuando los problemas que tenía con su padre por la ausencia de su madre y la cantidad de mujeres con las que ha estado tras su perdida.
Parece que le duele cada día mas y en casa, sabe perfectamente que quien manda es su padre. Su nana, es la única que cuida de el cuando Gerald llega de muy mal humor y busca a quien lastimar.
Es un hombre cruel al no ver que su hijo sufre igual que él, sin tener en quien confiar.
Deje de los pensamientos para más tarde debido a la interrupción de una voz aguda y dulce.
Se trataba de Carlos Green, el hijo del hombre al que odio por todo lo que ha hecho sufrir a quienes lo quieren.
—Profesora Mili ¿Esta bien mi tarea? —comento el pequeño con las mejillas ruborizadas.
—¿Yo? Si estoy bien, ¿Ocurre algo? —le digo sin percatarme de su pregunta anterior.
—Que si mi tarea se encuentra correcta profesora —repite nuevamente sin ninguna molestia.
Reviso cada pequeña parte de su proyecto y noto pequeños errores, nada importantes como para ser de gravedad, pero de igual modo se los hago saber.
Le entrego de vuelta el pequeño cuaderno color azul claro con su dibujo favorito de un cohete y este acaba por sonreír para seguido despedirse, teniendo como meta cumplir sus actividades restantes.
¿Y yo? Vuelvo a mi mundo, recordando aquel día, sí.
Mi corazón se volvió trizas al conocer la madre de este pequeño en ese día lluvioso.
—¡Hola! Me llamo Mili, soy la maestra de tu pequeño, tú debes ser su madre ¿No?
Recuerdo con perfección sus profundos ojos claros, que aun siéndolos, sentía su dolor, la desesperación, pero ¿de qué exactamente? Tenía mucho dinero, al hombre más atractivo del planeta y un hijo de él.
Tenía al rey agarrado por los huevos.
—Hola —respondió tranquila aun cuando el frio que soplaba podía helar la sangre —es un gusto conocerte, me llamo Erika Green —una risilla nerviosa salió de su boca, tan leve como un suspiro, un susurro o al mismo nivel de un soplido hacia una taza de café caliente —sí, soy la madre de este angelito.
Mis labios formaron una sonrisa y entonces pensé: es la mujer más tierna que eh conocido.
—Nos estaremos viendo en las reuniones, son más divertidas de lo que parecen —puse una mano en mi boca para tapar la sonrisa que tanto me avergonzaba —¿quieres que te lleve a algún sitio? Mi auto se encuentra cerca y-.
Me vi interrumpida por un freno abrupto proveniente de un Lamborghini rojo. Se veía finamente pulido y muy bien cuidado, brillaba como cual tetera de porcelana y, detrás de aquellas puertas se encontraba el… Gerald Green, el hombre más rico del país con las mejores marcas de autos, ropa cara, perfumes deliciosos que llegaban a la lejanía en que me encontraba, suficiente dinero como para mantener a todo un país y estaba allí, buscando a su querida esposa que esperaba junto con su pequeño hijo.
Fue la única y penúltima vez que lo vi sonreír de tal modo que, hasta yo, Mili Watson logré conmoverme de él.
—¡Adiós! —se despidió tierna y su pequeño igual mientras Gerald me arrojaba una incómoda mirada de odio y repulsión.
¿Le hice algo? Me preguntaba a mí misma mientras me dirigía al auto ya después de responder a sus despedidas.
Ya dentro del auto tomé un cigarrillo y me dispuse a fumarlo, el frio que corría no dejaba a mi cerebro pensar claramente. Luego de prendido me dispuse a comenzar mi viaje, una tina caliente me esperaba y la deliciosa comida china que había pedido antes de salir del colegio aguardaba por mi estómago, al fin me dispondría a descansar y no pensar más en ese odioso pero sexy y prohibido hombre.
Después de 2 largas horas con una bebida alcoholizada y de pensar muy bien en ejecutar una reunión de padres con el fin de hablar sobre el problema de los alumnos con respecto a su rendimiento en la institución.Me dispuse a soltar la botella y en mi estado de embriaguez, tuve la gran idea de enviar un correo para cada padre, por supuesto diciendo lo mismo para todos.Una vez finalizado comencé el proceso de entrega, todos me fueron respondiendo y confirmando uno a uno su asistencia el día de mañana, hasta que llego Gerald Green, quién con su respuesta de: “Estoy ocupado, pero asistiré a la próxima reunión que forme”. Explotó mi enojo, ya era la cuarta vez que respondía esto y su hijo era el más afectado de la clase, así que tratando de ser cortés tome nuevamente el teclado y redacte un nuevo mensaje para su incompetente respuesta.“Querido señor Green, me complace informarle que su asistencia es OBLIGATORIA. Por lo tanto, agradezco su presencia en el salón de clases para la reunión q
Verónica acabo enloqueciendo, él con cientos de mujeres y yo viendo como los padres de mi amiga se hundían en el dolor tras la pérdida de su pequeña hija.Suicidio… de eso se trataba y así acabo.—No acepto su patético contrato —me negué.—Señorita Watson.—¡No! —le interrumpí. Un fuerte agarre por mi cuello domino el resto de mi cuerpo, el aroma de su perfume se hizo presente, mis piernas se debilitaron y fue entonces cuando entendí que me gustaba sentirme así.Mis pálidas mejillas se sonrojaron, podía sentirlo detrás de mí, fuerte, imponente, posesivo, terco y dominante en todos los sentidos.—No me gusta que me digan que no, señorita Watson —advirtió con voz ronca —así que le recomiendo que acepte escuchar mi oferta.—¿Está acostumbrado a tratar a las damas así? Señor Green —le pregunte intentando zafarme de su agarre —para empezar le recomiendo que no me trate así, soy un maestro, no lo olvide y después de que aprenda a respetarme lo escucharé.Alcancé a sentir como el agarre de s
Escuche atentamente cada cláusula del contrato, revise una a una las incluidas en el físico, pregunte mis dudas y escuche sus respuestas, cambie otras cláusulas distintas a las que dijo.Aparentemente no tenían derecho a ser cambiadas, pero había otras cincuenta que podía cambiar a mi favor.—Me gustaría aclararle algo claro, Sr. Green —dije, cruzando una pierna sobre la otra.—Entre mis primeras veces no entrará mi virginidad, eso lo guardo para alguien especial y no se trata de ti.Una gran carcajada salió de él.—¿Me estás diciendo que tendré que ganármela? —Pregunto con altivez y de mala gana —no encuentro agradable ese término, señorita Watson, sobre todo porque no me gusta limitarme en lo que me pertenece.—¡Yo no te pertenezco! —Antes de que pudiera terminar tomo mi mandíbula con fuerza, lo mire, no dejo de verme, estuvo firme cada segundo y eso me tenía con los nervios —¡detente de una vez por todas! ¿No conoce el respeto? Me irrita jodidamente.—Que boca, señorita —sonrió, al
Necesitaba hablar con ese hombre.Solicité un permiso en la escuela y fui a las instalaciones de su empresa. Miré por todas partes buscándolo como si estuviera loca y solo vi mujeres mirándome de mala gana, hombres extraños mirándome el trasero y sobre todo una chica rubia con un cuerpo perfectamente esculpido por los dioses mirándome de arriba abajo con mucho interés.Me acerque a ella y le pregunte:—Disculpe, ¿sabe usted donde está el Sr. Green?Ella muy amablemente respondió:—El Sr. Green está en una reunión importante.—¿Por casualidad sabe en qué momento está libre?—En media hora debería estar fuera.—Gracias, esperare hasta que salga.Corrí a los asientos más cercanos, esperé la media hora que me había indicado hasta que finalmente se abrieron las puertas de lo que se suponía que era su oficina. Para mi desgracia no vi nada agradable y no podía esperar nada diferente sabiendo de antemano cómo era.Era Gerald sin correa y con el pantalón medio abierto, la camisa medio abierta
Después de ese día vergonzoso en la oficina de Gerald, no quería pensar más en el contrato que me ofreció. Las clases me esperaban, estábamos al final de los exámenes y yo confiaba en que su hijo, el pequeño Carlos, aprobaría todas las materias para poder quedarme con él un año más. Tenía muchas ganas de seguir enseñando a todos estos pequeños. Pero algo dentro de mí surgió, una duda, un desánimo natural. Si aceptara el contrato de este hombre no podría seguir haciendo lo que amo. Sin pensar más en ese sufrimiento llegué al salón de clases, todos los niños me esperaban con una sonrisa en la cara. Lo mejor de la mañana, ver esas caritas sonrientes y aunque algunos estaban nerviosos, siempre me ocupé de esos pequeños inconvenientes. —Buenos días. —Buenos días, maestra Mili —respondieron todos a coro. —¿Están listos para las pruebas de hoy? —les pregunte dejando mi bolsa en una gaveta y sacando de otra la carpeta con las pruebas. El silencio se hizo presente... solo un rostro sobr
El tiempo de clase terminó y todos entregaron sus exámenes. Carlos se acercó y me entrego la suya, pensé en calificarlo de inmediato hasta que hablo.—Profe, se me pasó una pregunta porque no la sabía exactamente.Lo corregí como calificación máxima, no perjudicaría sus calificaciones perfectas por una pregunta dudosa.—No te preocupes —le entregué el examen —nota máxima, felicidades.El pequeño sonrió y salió del aula agradeciéndome y con una gran sonrisa.Durante el resto del día recibí mensajes de Gerald invitándome a cenar y algunas llamadas que no conteste.¿Qué le pasaría a él? Ese hombre nunca fue así y se está comportando de manera demasiado extraña para tener reuniones importantes a las que asistir.Decidí no darle más atención, estaba cansada, los tacones me estaban matando y quería tirarme en la cama. Además, tenía una charla pendiente con mi padre sobre el «cortejo» con Gerald, todavía no creía que hubiera cambiado y estaba segura de que no había cambiado.Aun así, quería
—No vas a salir así, ¿verdad?—Si —respondí de inmediato con una sonrisa pícara, si él iba a perturbar mi día, perturbaría el suyo y podría tomarlo como venganza por todos los malos momentos que me había hecho pasar.El siguió viéndome, parecía que me quería echar una sábana encima y me dispuse a sentarme en uno de los sofás, pero para mi desgracia, mi madre golpeó la mesa.—¡La cena estaba servida! —gritó mientras servía el último plato y Gerald fue el primero en levantarse.Mi padre y yo nos miramos perplejos por unos segundos, el hombre que gastaba grandes cantidades de dinero en platillos exóticos se levantaba rápidamente para ir a comer un platillo común y se veía mucho más emocionado que en un restaurante cinco estrellas.Ambos nos levantamos tras él y lo seguimos hasta la cocina, claro, mientras mi padre veía bien el camino, yo en cambio estaba viendo su redondo y firme trasero, ese pantalón negro lo resaltaba como Dios manda.Después de todo, nadie mencionó que no podías mirar
—Recuerdo lo que pasó el día que tomamos esta foto.Dejé escapar un suspiro de molestia. Sabía que sucedió, pero aún quería escucharlo de su boca, solo para no tener que hablar.—¿Qué paso ese día? —pregunté, desparramada sobre la cama como una estrella de mar.—Ese día tuve un juego y ganamos, Erika me dijo que me amaba y estuvimos juntos por primera vez, nos acompañaste en la foto para celebrar mi victoria.—Maldita sea, no conocía ese —pensé mientras me frotaba el estómago, sentí una especie de náuseas y estaba bastante seguro de que palidecí.—¿Estas bien?Dejó la foto en su lugar y fue directo hacia mí, maldije de mil maneras, no lo quería cerca de mí y tampoco quería saber más de Erika y él. Me bastó saber que guardaba la peor foto de mi vida sin saberlo y que ahora solo quería quemarla, era lo que más deseaba en este momento.—Te vez muy pálida —su mano llego a mi mejilla —¡Mili, estas fría! Debemos ir al hospital, te ves muy mal.—Estoy bien…—Te vez muy mal —note en su rostro