Después de ese día vergonzoso en la oficina de Gerald, no quería pensar más en el contrato que me ofreció. Las clases me esperaban, estábamos al final de los exámenes y yo confiaba en que su hijo, el pequeño Carlos, aprobaría todas las materias para poder quedarme con él un año más. Tenía muchas ganas de seguir enseñando a todos estos pequeños. Pero algo dentro de mí surgió, una duda, un desánimo natural. Si aceptara el contrato de este hombre no podría seguir haciendo lo que amo. Sin pensar más en ese sufrimiento llegué al salón de clases, todos los niños me esperaban con una sonrisa en la cara. Lo mejor de la mañana, ver esas caritas sonrientes y aunque algunos estaban nerviosos, siempre me ocupé de esos pequeños inconvenientes. —Buenos días. —Buenos días, maestra Mili —respondieron todos a coro. —¿Están listos para las pruebas de hoy? —les pregunte dejando mi bolsa en una gaveta y sacando de otra la carpeta con las pruebas. El silencio se hizo presente... solo un rostro sobr
El tiempo de clase terminó y todos entregaron sus exámenes. Carlos se acercó y me entrego la suya, pensé en calificarlo de inmediato hasta que hablo.—Profe, se me pasó una pregunta porque no la sabía exactamente.Lo corregí como calificación máxima, no perjudicaría sus calificaciones perfectas por una pregunta dudosa.—No te preocupes —le entregué el examen —nota máxima, felicidades.El pequeño sonrió y salió del aula agradeciéndome y con una gran sonrisa.Durante el resto del día recibí mensajes de Gerald invitándome a cenar y algunas llamadas que no conteste.¿Qué le pasaría a él? Ese hombre nunca fue así y se está comportando de manera demasiado extraña para tener reuniones importantes a las que asistir.Decidí no darle más atención, estaba cansada, los tacones me estaban matando y quería tirarme en la cama. Además, tenía una charla pendiente con mi padre sobre el «cortejo» con Gerald, todavía no creía que hubiera cambiado y estaba segura de que no había cambiado.Aun así, quería
—No vas a salir así, ¿verdad?—Si —respondí de inmediato con una sonrisa pícara, si él iba a perturbar mi día, perturbaría el suyo y podría tomarlo como venganza por todos los malos momentos que me había hecho pasar.El siguió viéndome, parecía que me quería echar una sábana encima y me dispuse a sentarme en uno de los sofás, pero para mi desgracia, mi madre golpeó la mesa.—¡La cena estaba servida! —gritó mientras servía el último plato y Gerald fue el primero en levantarse.Mi padre y yo nos miramos perplejos por unos segundos, el hombre que gastaba grandes cantidades de dinero en platillos exóticos se levantaba rápidamente para ir a comer un platillo común y se veía mucho más emocionado que en un restaurante cinco estrellas.Ambos nos levantamos tras él y lo seguimos hasta la cocina, claro, mientras mi padre veía bien el camino, yo en cambio estaba viendo su redondo y firme trasero, ese pantalón negro lo resaltaba como Dios manda.Después de todo, nadie mencionó que no podías mirar
—Recuerdo lo que pasó el día que tomamos esta foto.Dejé escapar un suspiro de molestia. Sabía que sucedió, pero aún quería escucharlo de su boca, solo para no tener que hablar.—¿Qué paso ese día? —pregunté, desparramada sobre la cama como una estrella de mar.—Ese día tuve un juego y ganamos, Erika me dijo que me amaba y estuvimos juntos por primera vez, nos acompañaste en la foto para celebrar mi victoria.—Maldita sea, no conocía ese —pensé mientras me frotaba el estómago, sentí una especie de náuseas y estaba bastante seguro de que palidecí.—¿Estas bien?Dejó la foto en su lugar y fue directo hacia mí, maldije de mil maneras, no lo quería cerca de mí y tampoco quería saber más de Erika y él. Me bastó saber que guardaba la peor foto de mi vida sin saberlo y que ahora solo quería quemarla, era lo que más deseaba en este momento.—Te vez muy pálida —su mano llego a mi mejilla —¡Mili, estas fría! Debemos ir al hospital, te ves muy mal.—Estoy bien…—Te vez muy mal —note en su rostro
Ahí estaba sentada en mi cama llorando como tantas veces en la secundaria y por el mismo idiota. Solo estaba de espaldas, ni siquiera me veía la cara y yo tampoco quería que lo hiciera, nunca me gustó que me viera tal como estaba ahora, así que tratar de calmarme era imposible, pero tenía que hacerlo o intentarlo de todos modos. Gerald ignoró esa sombra que vio y se concentró en los sollozos de Mili, no podía pensar con claridad, le partía el corazón escucharla llorar. Esa no era la mujer que lo desafiaba, le plantaba cara, le decía cosas en la cara, mucho menos la que no le tenía miedo en absoluto. —Mili… Su voz es pesada, llena de arrepentimiento, su respiración es entrecortada, está nervioso por el continuo movimiento de su pierna y lo escucho tragar saliva. Todavía no se da cuenta, pero vuelve a decir mi nombre con un poco más de impaciencia, a lo que no respondo. —Mili… ¿quieres contestarme? Por favor, me estoy volviendo loco mientras te escuc
Gerald se llevó una mano a la mejilla, frunciendo el entrecejo y haciendo un gesto de dolor, trató de acercar la otra a mi rostro y pareció pensar en algo que lo detuvo.Estaba enojado, herido y claramente confundido, tragué saliva al verlo sentado junto a mí, con ambas manos en las rodillas mientras dejaba escapar un largo suspiro.No dije una sola palabra, no quería, sentía que en algún momento podría reaccionar como yo, lo sabía y sabía que en ese aspecto éramos muy parecidos.Mis lágrimas comenzaron a caer, no tenían control sobre mis sentimientos y obviamente estaban completamente fuera de control.Siempre fui segura de mi misma y de lo que quería para mí, pero desde que llegó Gerald, nuevamente tuve mis sentimientos en un caos total por breves momentos.Me volvía loca, me hacía querer tenerlo siempre a mi lado, decir que lo amaba y gritarlo a los cuatro vientos, pero nuevamente el odio me devolvía al presente, el rencor y el dolor de ver a Erika en cada frase que salía de su boc
Observe la ignorancia que arrojo a la pregunta que le hice y en la importancia que le daba a quitarme mi primer beso, porque para mí eso era un robo.No tenía mi permiso para tomarlo y no lo tomaría aunque eso significara volver a decir su famoso «No me gusta limitarme en lo que me pertenece».¡Yo no le pertenezco!Y después de pensar en todo lo bueno, lo malo, las experiencias que tuve con él a lo largo de mi vida, decidí que lo mejor era no seguir con ese beso absurdo y solo querido por mí.Suavemente llevé mi mano a sus labios. Una expresión de desconcierto y molestia apareció por parte de Gerald, su ceño estaba fruncido solo de ver mi mano en sus suaves labios que aunque deseaba, aún no eran míos.No todavía.Los acaricié suavemente como tantas veces había hecho con los míos, detallando cada rasgo de ellos, desde su color, textura y forma, hasta lo delicados que serían si dejaran de ser varoniles.Note que sus ojos castaños se posaron en los míos, estaba molesto, muy molesto y tal
Escuché los pasos ligeros de alguien caminando por el pasillo y la voz de mi madre en un tono molesto pero susurrado:«¿Qué haces ahí parado? ¡Ven aquí!"Y después de formar una mini discusión entre mis padres, escuché a mi padre resoplar diciendo: «está bien, cariño». Para luego ir tras ella gruñendo por no dejarlo hacer lo que quería.Una risita salió de mí atrayendo la atención de Gerald, quien también había notado la discusión susurrada por mis padres.Lo vi voltear su mirada hacia la puerta y mientras yo ponía una mano en mi boca para taparla, él tomó la suya al mismo tiempo que soltaba una risita divertida conmigo. Me sorprendió verlo sonreír y notar que sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas por la escena que acababa de suceder.Dejó solo el dedo índice firme como un soldado frente a sus labios como si hiciera el gesto de silencio, luego se volvió hacia mí, se puso el pulgar en la barbilla con el dedo todavía donde estaba y apoyó el codo en la pierna encorvándose ligeramen