Dos días después, Madison esperaba en el vestíbulo de su edificio a que el chofer de Simón Barton pasara por ella.
Su imagen en el espejo la hizo bufar.
Su cabello castaño, que le llegaba a la cintura había sido cortado y pintado con unos reflejos dorados para parecerse más al estilo de su hermana. La ropa le quedaba apretada y el sostén con relleno que cargaba no ayudaba a que se sintiera mejor.
Su hermana era más delgada y se había operado el busto aumentando un par de tallas.
―Perdóname, Maddy, tienes razón, no puedo pedirte que sacrifiques tu vida por la mía, romperé con Roy hoy mismo y me casaré con Barton. También necesito deshacerme del bebé, no podré engañar a Simón diciendo que es suyo cuando no tendremos sexo.
¡Por Dios! ¿Su hermana era capaz de terminar con su embarazo para casarse con ese hombre? ¿Por dinero? Pensó Madison asustada, no había pensado en su futuro sobrino o sobrina.
―¡Está bien! lo haré, me casaré con Barton ―gritó Madison caminando de un lado a otro de la sala ―solo asegúrame que no habrá sexo, que es temporal para mantener contenta a su abuela.
―Te lo aseguro, la señora está muy enferma y solo quiere verlo casado, me pagó tanto dinero porque el asunto es muy confidencial y no quiere una esposa que lo desplume en el divorcio cuando la vieja estire la pata.
Madison se frotó la frente le dolía terriblemente la cabeza.
―Ahora, dime, ¿cómo hiciste para firmar un contrato a mí nombre?
―Solicité una licencia de conducir y un pasaporte a tu nombre, como tenemos las mismas huellas y apariencia me los dieron.
―¿Por qué Margaret? Y no me mientas, porque si descubro que has asumido mi identidad para algún otro tipo de fraude, yo misma te meteré a la cárcel, así que esta es tu última oportunidad de confesar.
―No, no, Maddy, te lo juro, solo lo hice porque me pedían una titulación universitaria completa, pensé que podría casarme con él y divorciarme en unos meses y nada pasaría. Nunca me imaginé que Roy estuviese viviendo en Houston, que me encontraría con él una fiesta y acabaríamos en la cama.
«Esa es Margaret, por supuesto que pensó que nada pasaría» se dijo Madison a sí misma con ironía.
«Así como sabía que cuando me hablara de aborto yo aceptaría reemplazarla»
El teléfono de última tecnología que estaba en su bolso comenzó a sonar. Abrió su cartera y rebuscó entre todas las cosas que su hermana había metido allí.
Un momento después lo encontró.
―¿Diga?
―Señorita Fulton, le habla Max, su guardaespaldas personal, estaremos llegando por usted en tres minutos.
―Estoy en el vestíbulo de mi edificio esperando con el equipaje listo.
Exactamente tres minutos después una monstruosa camionera negra entró al estacionamiento del edificio y dos hombres con aspecto de gorilas descendieron.
«¡Vaya! Parecen que enviaron por mí a los hombres de negro» se dijo al ver la apariencia de los guardaespaldas.
―Señorita Fulton ―dijo uno de ellos acercándose mientras el otro tomaba sus maletas para llevarlas al vehículo ―Soy Max, por favor, acompáñeme.
―Hola, Max, puedes llamarme Madison.
―No sería correcto, señorita Fulton ―respondió el guardaespaldas abriéndole la puerta de la camioneta.
Con mucho nerviosismo Madison subió al vehículo y se encontró que no había nadie dentro.
―¿Mi prometido no vino? ―preguntó Madison extrañada.
Marga le había dicho que él personalmente pasaría a recogerla, al parecer Simón Barton no cumplía sus promesas.
―La espera en Houston, pero envió su avión a buscarla.
A pesar del desplante Barton, Madison disfrutó el vuelo, estaba impresionada por el lujo del avión, nunca creyó poder viajar de esa manera. La azafata le ofreció una bebida y algo para picar que no quiso probar por los nervios. El vuelo fue corto, al llegar otra camioneta le estaba esperando.
Se preguntó a donde la llevarían.
De nuevo subió a la camioneta y esa vez se llevó la sorpresa de su vida al encontrarse frente a frente con su futuro esposo.
Era muy guapo con ese color dorado de piel, el pelo castaño claro y los ojos de color verde esmeralda, Madison lo miró boquiabierta.
Él ignoró su mirada.
―Madison, espero que hayas tenido un buen vuelo ―dijo él a modo de saludo.
Madison casi sintió como la temperatura bajó unos grados cuando él habló. «Que frío es» pensó para sí misma, aunque después reflexionó que quizás fuera mejor de esa manera,
―Sí, muchas gracias, señor Barton.
―Simón, mi abuela, no creerá que eres mi prometida si me llamas señor Barton ―replicó él con frialdad.
―Sí, tienes razón, Simon.
―No es Simon, es Simón, acentuando la O. Aunque aquí en los Estados Unidos me llamen así, de la manera que tú lo haces, pero cuando estemos en México quiero que me digas Simón, a mi abuela le gustará eso.
―¿Iremos a México? ¿Tu abuela no vive en los Estados Unidos? ―preguntó Madison.
Mentalmente repasó sus conversaciones con Marga y no recordó que le hubiese dicho algo sobre ir a ese país.
―¿Acaso te tomaste la molestia de leer el expediente que te entregaron?
«No, no tuve tiempo de leerlo, tuve muchas cosas que hacer en día y medio para estar hoy aquí» pensó Madison.
―Lo lamento, he estado ocupada, pero te prometo que hoy mismo lo leeré.
Simón la miró molesto.
―Nos casaremos en Xicoténcatl, Madison, que es el pueblo donde vive mi abuela, lo haremos en su iglesia.
―Zicot... ¿Dónde? ―preguntó ella mirándolo como si le hubiesen salido dos cabezas.
―Xicoténcatl, en el estado Tamaulipas, México, me parece muy irresponsable de tu parte que no hayas leído todas las instrucciones que te envió mi asistente.
«Realmente este hombre es insoportable, gracias, Marga por obligarme a casar con un hombre tan horrible» pensó Madison enviándole dagas con los ojos
―¿En una iglesia católica? ¿Para eso no hay que bautizarse? ―preguntó ella para no darle la mala contesta que tenía en la punta de la lengua.
―Sí, y hacer la primera comunión y confirmarse, pero no te preocupes, ya arreglé con el padre de la iglesia sobre tu falta de documentos.
―El dinero lo compra todo ―respondió ella con ironía.
―¿Eso es algo que leíste por allí o lo descubriste cuando firmaste el contrato para ser mi esposa? ―dijo él con sarcasmo.
―Ni me insultes, ni me juzgues, no sabes las razones que tengo para hacer lo que hice.
―Ahórrate la historia triste, en verdad no me interesa.
Madison bufó de rabia, en su mente comenzó a contar para no darle en la cara el tortazo que se merecía por imbécil. Sus manos se abrían y cerraban con rabia, tratando de controlar las ganas que tenía de pegarle.
Iba por ochenta y siete cuando él miró sus manos y preguntó:
―¿Dónde está tu anillo de compromiso?
―En mi bolso, tenía miedo de perderlo ―respondió Madison abriendo su bolso y comenzando a buscar la cajita de terciopelo que Marga le entregó.
―Solo es un anillo ―replicó él encogiéndose de hombros.
«Que cuesta como tres años de mi salario como maestra»
Madison se apresuró a sacar el anillo de la caja y se lo puso con un poco de esfuerzo. Los dedos de Marga eran un poco más delgados que los suyos.
―¿Has ganado peso en estas tres últimas semanas? ―preguntó Simón con la ceja levantada.
Madison apretó los dientes. ¿La estaba llamando gorda?
―Es probable que los nervios me hicieran comer un poco más.
―¿No estarás embarazada?
―¡No! Claro que no ―replicó Madison mirándolo con una mezcla de asombro y rabia.
―Te haremos una prueba y si estás embarazada el contrato se romperá, Madison y deberás devolver el dinero.
―¡Te dije que no lo estoy! ―gritó la joven con rabia.
Simón la miró con la ceja levantada en un gesto claramente despectivo.
―Deberás aprender a controlar tus emociones, Madison, no me gustan esos arranques pasionales. Una de las cosas que influyó en que fueras seleccionada, es que pedí una persona fría, con control emocional, al parecer los psicólogos cometieron un error en ese aspecto ―declaró Simón con dureza.
«Señor, dame la fortaleza para llegar a divorciada y no a viuda, porque estoy que lo mato»
Cuando llegaron a la casa de Simón las ganas que tenía Madison de matarlo no habían menguado ni un ápice. De camino él la llevó a la clínica de un amigo para que le hicieran una prueba de embarazo en sangre.Tuvo que apretar los dientes mientras le extraían un tubo de sus venas y sonreír al médico cuando Simón la presentó como su prometida.Media hora después le entregaron los resultados, como bien sabía Madison la prueba salió negativa.―Te dije que saldría negativa―No iba a seguir perdiendo mi tiempo y dinero si me estabas engañando ―respondió Simón con su acostumbrada frialdad y un leve encogimiento de hombros.«Sí, te estoy engañando, pero tú ni te imaginas cómo» pensó ella con un poco de malicia.―Después del almuerzo tienes cita con una compradora personal que contraté para ti, necesitarás un guardarropa nuevo, incluyendo un traje de novia.―Tengo un guardarropa nuevo, y un traje de novia...―Si es como el vestido que traes puesto, te diré que le falta una o dos talla más grand
Madison tuvo que darle muchas explicaciones a su madre para calmarla, sin embargo, Meredith Fulton no se quedó tranquila.―Mañana a primera hora, Marga y yo tomaremos un avión a Houston para que hablemos de ese matrimonio tan apresurado y en caso de que sigas empeñada en casarte con ese hombre en dos, días te acompañaremos en tu boda. No sé cómo pensaste en casarte sin decírnoslo.―Está bien, mamá, avísame la hora de llegada de tu vuelo para pedirle a Simón que te vayan a buscar. ―respondió Maddie.«Ya nos veremos cara a cara, Marga» pensó aún con rabia.Por culpa de su hermana estaba metida en un matrimonio de conveniencia con un hombre que no amaba, y que estaba segura de que nunca amaría porque Simón era el hombre más frío del planeta. Y lo peor de todo era que tenía que darle un hijo.Adiós a su sueño de conocer a un hombre amable y divertido del que se enamoraría, y con el que tendría la boda de sus sueños en la casa familiar. Le dolía tener que mentirle a su madre, pero estaba s
Las pocas horas que faltaban para la boda pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Madison no podía dejar de pensar que iba camino al matadero, y encima de eso su madre no paraba de hablar.Optó por encerrarse en el baño para tener un poco de paz porque lo único que quería era llorar y si lo hacía se le dañaría el maquillaje.―Maddy, cariño, ¿estás bien? ―. Su madre tocó la puerta.―Sí, mamá no te preocupes ―respondió la joven saliendo del baño ―. Solo necesitaba un momento de soledad.―Ya es la hora de salir. ¿Estás segura de que en realidad quieres esta boda? ¿No hay un motivo oculto? Porque me estuve preguntando de donde salió el dinero para el pago de la hipoteca y para las remodelaciones; y ahora me pregunto si salió de Simón y si le pagas casándote con él.―No, mamá, es cierto que Simón me ayudó con parte del dinero, pero hice un préstamo en el banco. Lo pagaré con mi trabajo.―¿Y seguirás trabajando para pagar el préstamo? Porque después de conocer a su abuela no creo que Simón qu
Madison dejó de mecerse al ritmo de la música y su cuerpo se puso rígido al instante.―¿En qué momento dije que me acostaría contigo? ―. La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera contenerla.Simón separó su cuerpo del de ella y la miró a la cara con el ceño fruncido, su pregunta lo había desconcertado.―¿Estás hablando en serio, Madison? En la entrevista que te hice antes de firmar el contrato.―Sí, lo sé ―. Trató ella de corregirse reanudando el baile, solo que ahora se miraban a la cara ―solo que pensé que las opciones para tener un bebé por otros medios seguirían abiertas. ―Y siguen abiertas, Madison, nunca te obligaría a acostarte conmigo si no lo deseas, no soy esa clase de hombre.―Luces molesto, tu abuela se dará cuenta de que algo anda mal ―murmuró ella bajando la cara a su pecho.―Estoy molesto porque no me gustan las mujeres volubles y porque no me gustan que jueguen conmigo, Madison. Igual hubiese firmado si me hubieses dicho esto desde el principio. En fin, mi
Simón se acercó al grupo donde estaba su esposa acompañada de Roberto Fernández, su madre y algunas chicas más.―... En el momento en que puse mi estetoscopio sobre su pecho, la pequeña me preguntó si podía escuchar al hada que habitaba en su corazón ―. Simón casi pudo escuchar el suspiro colectivo que brotó de todos los pechos femeninos ―le dije que escuchaba una pequeña campañilla sonando...―Madison, ―llamó Simón tomándola del brazo para separarla del grupo ―Ven, quiero hacer el sorteo de tu liga a ver si los solteros del lugar encuentran su propia mujer.En un acto reflejo Madison tiró del brazo, Simón la había apretado con excesiva fuerza provocándole dolor. Al mirarlo se dio cuenta de su mirada vidriosa.―¿Estás borracho, Simón? ―preguntó Madison entre asombrada y furiosa, mientras que con su mano se sobaba el brazo.―Por supuesto que no, algunos chupitos del mejor tequila no pueden emborracharme ―gruñó su esposo ―solo que no me gusta tener que recordarte que tu obligación es es
Madison despertó porque un enano estaba golpeando su cabeza con un martillo, al abrir los ojos el sol que entraba por la ventana la cegó. De inmediato la náusea la invadió por lo que se levantó de la cama y corrió al baño para vaciar el contenido de su estómago.Al mirar hacia abajo se encontró que solo tenía puesta su ropa interior, la hermosa y sexy ropa interior que estaba debajo de su vestido de novia. Un gemido escapó de su garganta y su cabeza se posó en la tapa del inodoro.―TomaAl escuchar la voz de Simón levantó su cabeza con rapidez para encontrárselo en calzoncillos tendiéndole un vaso y dos pastillas.Su aspecto era tan malo como debía ser el suyo.―¿Qué es eso? ―preguntó con desconfianza. ―Una pastilla para la náusea y otra para el dolor de la cabeza.Madison estiró la mano y él puso en la de ella las dos pastillas, se las tomó de inmediato y suspiró de placer al probar la soda de limón que él le había llevado.―¿Qué pasó anoche? ¿Acaso nosotros... dormimos juntos? ― se
Llegaron poco después del mediodía a un hotel de lujo en Playa del Carmen, Simón pidió la suite más lujosa que afortunadamente contaba con dos habitaciones y una increíble vista al mar Caribe. Mientras subían el equipaje, Simón la guio hasta uno de los restaurantes de lujo del lugar para un almuerzo tardío. Durante el almuerzo Simón se dedicó a hablarle de todos los lugares de interés de la Riviera Maya. ―¿Cuál será el primer sitio que visitemos? ―preguntó ella cuando iban saliendo del restaurante. ―Tengo algunos asuntos de trabajo que resolver, puedes irte de compras a la Quinta Avenida o comprar algún traje de baño en el hotel y pasar la tarde en la piscina o en la playa ―anunció él entregándole una tarjeta de crédito con su nombre, cualquier compra que hagas en el hotel la puedes cargar a la habitación. «Hoy es domingo, el día siguiente de nuestra boda, pasó todo el vuelo trabajando, ¿y aún necesita seguir?» pensó Madison, pero se abstuvo de hacer algún comentario, de lo contra
―Madison, abre la puerta ―ordenó Simón golpeando la puerta de la habitación de su esposa.No obtuvo respuesta.Volvió a golpear y nada, frustrado caminó de un lado a otro.A pesar de que salió disparado detrás de ella una vez que Max le pasó una toalla, no logró alcanzarla. Sabía que estaba dentro porque dejó su libro y sombrero en el salón.Fue hasta su habitación y llamó a la recepción.―¿Cómo puedo abrir una puerta que está cerrada por dentro? Al parecer puse el seguro sin darme cuenta.―Puede abrirla con su huella, señor Barton.―Muchas gracias ―dijo cerrando la llamada.Volvió de nuevo a la puerta, puso la huella en el dispositivo que estaba en la pared y la puerta se abrió, asomó la cabeza en la habitación y no vio a nadie.La puerta del baño estaba abierta y se escuchaba la ducha y una canción de Miley Cyrus que decía que ella misma se podía regalar flores.«Que tontería»Como un ladrón se deslizó por la habitación y llegó al aseo, se asomó y la vio a través del cristal de la d