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Capítulo 4. Madison se da cuenta de la trampa en la que cayó.

Cuando llegaron a la casa de Simón las ganas que tenía Madison de matarlo no habían menguado ni un ápice. De camino él la llevó a la clínica de un amigo para que le hicieran una prueba de embarazo en sangre.

Tuvo que apretar los dientes mientras le extraían un tubo de sus venas y sonreír al médico cuando Simón la presentó como su prometida.

Media hora después le entregaron los resultados, como bien sabía Madison la prueba salió negativa.

―Te dije que saldría negativa

―No iba a seguir perdiendo mi tiempo y dinero si me estabas engañando ―respondió Simón con su acostumbrada frialdad y un leve encogimiento de hombros.

«Sí, te estoy engañando, pero tú ni te imaginas cómo» pensó ella con un poco de malicia.

―Después del almuerzo tienes cita con una compradora personal que contraté para ti, necesitarás un guardarropa nuevo, incluyendo un traje de novia.

―Tengo un guardarropa nuevo, y un traje de novia...

―Si es como el vestido que traes puesto, te diré que le falta una o dos talla más grande para que no se te vea apretado, además necesitas ropa no tan reveladora para cuando vayamos a visitar a mi abuela.

La furia la recorrió

―¿Dos tallas? Soy una mujer sana con un cuerpo sano, no necesito meterme en dos tallas menos de ropa ―se defendió Madison.

―Tu cuerpo está bien, no te estoy pidiendo que te metas en dos tallas menos, al contrario compra tu ropa un poco más grande. Mira, no tengo tiempo ni paciencia para discutir esas cosas contigo, Harás lo que diga la compradora y punto.

«Maldito, dictador, tempano de hielo, métete el punto donde no te dé el sol» pensó Maddy tragándose la rabia.

―¿Tu abuela pondrá objeciones a cómo vista? ―preguntó molesta.

«¿Acaso no estaba al borde de la muerte» pensó para sí misma.

―No, pero el objeto de este matrimonio es complacerla y estoy seguro de que será más feliz si te ajustas a lo que ella imagina que debe ser mi mujer. Además, mientras estemos casados, deberás asistir conmigo a todos los eventos sociales a los que yo asista.

―¿Es necesario?

―Sí, para dar una apariencia de normalidad.

Simón estaba a punto de perder la cabeza, ¿acaso esta mujer iba a cuestionar todas sus órdenes?

Las camionetas donde viajaban entraron en un camino privado, las rejas se cerraron detrás de la comitiva. Frente a ellos estaba la mansión más imponente que Madison había visto en su vida.

Simón se bajó primero para darle la mano y ayudarla a salir del vehículo, a la chica le sorprendió su caballerosidad, en la clínica también lo había hecho, pero había gente a su alrededor por lo que pensó que era una pose.

En ese momento estaban solos a excepción de algunos guardaespaldas.

De repente, una manada de gatos comenzó a salir de todas partes del jardín y corrieron hacia ellos.

―¡Oh, Dios! ¿Todos estos gatos son tuyos?

―Sí, respondió él con una sonrisa.

Madison estaba asombrada, era la primera sonrisa que le veía y se veía mucho más guapo así. Su rabia se evaporó al instante.

Simón se inclinó y estuvo un buen rato acariciando a los gatos.

―Una vez hice que los automóviles se detuvieran porque vi un gatito en la carretera, me bajé y lo tomé en mis manos y en ese momento comenzaron a salir gatitos de todos los matorrales de la vía. Eran nueve en total, mis guardaespaldas buscaron a la madre y la encontraron mas adelante muerta. Así que me dije que no podía dejarlos allí y los traje a casa, después de la primera camada, contraté un veterinario para que los esterilizara.

―Fue un bonito gesto. ¿No has pensado en darlos en adopción? ―preguntó ella con suavidad.

―No, si te molestan deberás acostumbrarte a ellos ―dijo Simón con un tono gélido que no aceptaba replicas.

―No, amo a los gatos, lo decía porque son muchos y sé lo travieso que pueden ser.

―Aquí están bien, tienen una casa para ellos detrás de la casa principal, comida y cariño de los trabajadores, si alguien no le gustan los gatos no trabaja aquí.

«Al menos ama a los animales» pensó la chica inclinándose a acariciarlos.

Simón vio como el vestido subió por los muslos de Madison cuando ella se inclinó para tocar a sus mascotas, tenía unas bonitas piernas y un trasero muy agradable de ver, sintió un ramalazo de deseo en su masculinidad. Miró hacia los lados y vio que sus hombres le habían dado la espalda para no mirar. Frunció el ceño con un poco de molestia, por algún motivo no le gustaba que la vieran.

―¿No te has dado cuenta de que le estás enseñando las bragas a todos o no te importaba hacerlo?

Madison se enderezó de inmediato y dirigió miradas furtivas en todas direcciones, nadie estaba mirando así que lo fulminó con la mirada y con toda la dignidad que pudo caminó hacia la casa.

Almorzaron juntos y él le hablo de como eran las bodas en su pueblo y que podía esperar.

Esa noche, Madison llegó tarde a la casa, estuvo toda la tarde y parte de la noche de compras. Los pies la estaban matando y estaba muy cansada, por lo que se dio un baño y tomó el expediente con las instrucciones. Lo primero que leyó fue la información personal de Simón y de su abuela. Después una serie de instrucciones de como debía comportarse y los detalles de la boda y de último encontró una copia del contrato.

Casi se traga la lengua cuando llegó sus obligaciones.

―¿Qué estoy obligada a darle un hijo? ―se dijo a sí misma.

Las manos le temblaban y el corazón amenazaba con salírsele del pecho cuando tomó el aparato y marcó el número de su hermana.

El teléfono repicó muchas veces hasta que se cortó la llamada. Volvió a llamar con idéntico resultado, le hizo unas diez llamadas y Marga nunca le contestó.

Tendría que llamar a su madre.

―Hola, cariño ―dijo su mamá, se escuchaba música y ruido de fondo.

―Hola, mamá, ¿por casualidad sabes algo de Marga? La llamo y no me contesta.

―Sí, está conmigo, vinimos a cenar con Roy y sus padres, han planificado la boda para dentro de seis semanas.

―Pásamela, por favor, quiero felicitarla.

―Primero quiero darte las gracias por el dinero para la hipoteca y la remodelación de la casa, hace un rato que Marga me habló de la transferencia que habías hecho y pensaba llamarte al terminar la cena para agradecerte.

―Yo... eres mi mamá. Te amo ―fue lo único que pudo decir.

Cuando Margaret se puso al teléfono el ruido había disminuido un poco.

―Hola, Maddy.

―Nunca me dijiste que el contrato estipulaba que tendría un hijo con Simón y eso sí que no lo haré, Margaret, estaba dispuesta a hacer esto por ti, pero no me acostaré con el señor témpano de hielo y menos le daré un hijo.

―No tienes que acostarte con él, pueden hacer una inseminación artificial o en vitro, él dejó abierta las opciones.

Margaret no le dijo que si tomaba las dos últimas opciones él seguiría con su amante.

―¡No! Margaret, esto es demasiado, no tendré un hijo con Simón, eso me uniría completamente a él. Así que busca la manera de deshacer este contrato porque yo renuncio.

―No puedes hacerlo, Madison ―dijo Marga con seriedad ―recuerda que el contrato está a tu nombre, tú estás allí, no yo, tengo los suficientes testigos que dirán que yo estuve con Roy el día de hoy. ¿O no te diste cuenta de que al presentarte allí asumiste que eras tú y no yo quien firmó?

―Pero, el dinero entró en tu cuenta no en la mía.

―Abrí una cuenta con tu nombre, Maddie, según el banco tú recibiste el dinero y tú lo gastaste.

―Pero...

No pudo terminar de hablar, de pronto se escuchó el grito emocionado de su hermana:

―¡Mamá! Maddy se casa en dos días.

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