Cuando llegaron a la casa de Simón las ganas que tenía Madison de matarlo no habían menguado ni un ápice. De camino él la llevó a la clínica de un amigo para que le hicieran una prueba de embarazo en sangre.
Tuvo que apretar los dientes mientras le extraían un tubo de sus venas y sonreír al médico cuando Simón la presentó como su prometida.
Media hora después le entregaron los resultados, como bien sabía Madison la prueba salió negativa.
―Te dije que saldría negativa
―No iba a seguir perdiendo mi tiempo y dinero si me estabas engañando ―respondió Simón con su acostumbrada frialdad y un leve encogimiento de hombros.
«Sí, te estoy engañando, pero tú ni te imaginas cómo» pensó ella con un poco de malicia.
―Después del almuerzo tienes cita con una compradora personal que contraté para ti, necesitarás un guardarropa nuevo, incluyendo un traje de novia.
―Tengo un guardarropa nuevo, y un traje de novia...
―Si es como el vestido que traes puesto, te diré que le falta una o dos talla más grande para que no se te vea apretado, además necesitas ropa no tan reveladora para cuando vayamos a visitar a mi abuela.
La furia la recorrió
―¿Dos tallas? Soy una mujer sana con un cuerpo sano, no necesito meterme en dos tallas menos de ropa ―se defendió Madison.
―Tu cuerpo está bien, no te estoy pidiendo que te metas en dos tallas menos, al contrario compra tu ropa un poco más grande. Mira, no tengo tiempo ni paciencia para discutir esas cosas contigo, Harás lo que diga la compradora y punto.
«Maldito, dictador, tempano de hielo, métete el punto donde no te dé el sol» pensó Maddy tragándose la rabia.
―¿Tu abuela pondrá objeciones a cómo vista? ―preguntó molesta.
«¿Acaso no estaba al borde de la muerte» pensó para sí misma.
―No, pero el objeto de este matrimonio es complacerla y estoy seguro de que será más feliz si te ajustas a lo que ella imagina que debe ser mi mujer. Además, mientras estemos casados, deberás asistir conmigo a todos los eventos sociales a los que yo asista.
―¿Es necesario?
―Sí, para dar una apariencia de normalidad.
Simón estaba a punto de perder la cabeza, ¿acaso esta mujer iba a cuestionar todas sus órdenes?
Las camionetas donde viajaban entraron en un camino privado, las rejas se cerraron detrás de la comitiva. Frente a ellos estaba la mansión más imponente que Madison había visto en su vida.
Simón se bajó primero para darle la mano y ayudarla a salir del vehículo, a la chica le sorprendió su caballerosidad, en la clínica también lo había hecho, pero había gente a su alrededor por lo que pensó que era una pose.
En ese momento estaban solos a excepción de algunos guardaespaldas.
De repente, una manada de gatos comenzó a salir de todas partes del jardín y corrieron hacia ellos.
―¡Oh, Dios! ¿Todos estos gatos son tuyos?
―Sí, respondió él con una sonrisa.
Madison estaba asombrada, era la primera sonrisa que le veía y se veía mucho más guapo así. Su rabia se evaporó al instante.
Simón se inclinó y estuvo un buen rato acariciando a los gatos.
―Una vez hice que los automóviles se detuvieran porque vi un gatito en la carretera, me bajé y lo tomé en mis manos y en ese momento comenzaron a salir gatitos de todos los matorrales de la vía. Eran nueve en total, mis guardaespaldas buscaron a la madre y la encontraron mas adelante muerta. Así que me dije que no podía dejarlos allí y los traje a casa, después de la primera camada, contraté un veterinario para que los esterilizara.
―Fue un bonito gesto. ¿No has pensado en darlos en adopción? ―preguntó ella con suavidad.
―No, si te molestan deberás acostumbrarte a ellos ―dijo Simón con un tono gélido que no aceptaba replicas.
―No, amo a los gatos, lo decía porque son muchos y sé lo travieso que pueden ser.
―Aquí están bien, tienen una casa para ellos detrás de la casa principal, comida y cariño de los trabajadores, si alguien no le gustan los gatos no trabaja aquí.
«Al menos ama a los animales» pensó la chica inclinándose a acariciarlos.
Simón vio como el vestido subió por los muslos de Madison cuando ella se inclinó para tocar a sus mascotas, tenía unas bonitas piernas y un trasero muy agradable de ver, sintió un ramalazo de deseo en su masculinidad. Miró hacia los lados y vio que sus hombres le habían dado la espalda para no mirar. Frunció el ceño con un poco de molestia, por algún motivo no le gustaba que la vieran.
―¿No te has dado cuenta de que le estás enseñando las bragas a todos o no te importaba hacerlo?
Madison se enderezó de inmediato y dirigió miradas furtivas en todas direcciones, nadie estaba mirando así que lo fulminó con la mirada y con toda la dignidad que pudo caminó hacia la casa.
Almorzaron juntos y él le hablo de como eran las bodas en su pueblo y que podía esperar.
Esa noche, Madison llegó tarde a la casa, estuvo toda la tarde y parte de la noche de compras. Los pies la estaban matando y estaba muy cansada, por lo que se dio un baño y tomó el expediente con las instrucciones. Lo primero que leyó fue la información personal de Simón y de su abuela. Después una serie de instrucciones de como debía comportarse y los detalles de la boda y de último encontró una copia del contrato.
Casi se traga la lengua cuando llegó sus obligaciones.
―¿Qué estoy obligada a darle un hijo? ―se dijo a sí misma.
Las manos le temblaban y el corazón amenazaba con salírsele del pecho cuando tomó el aparato y marcó el número de su hermana.
El teléfono repicó muchas veces hasta que se cortó la llamada. Volvió a llamar con idéntico resultado, le hizo unas diez llamadas y Marga nunca le contestó.
Tendría que llamar a su madre.
―Hola, cariño ―dijo su mamá, se escuchaba música y ruido de fondo.
―Hola, mamá, ¿por casualidad sabes algo de Marga? La llamo y no me contesta.
―Sí, está conmigo, vinimos a cenar con Roy y sus padres, han planificado la boda para dentro de seis semanas.
―Pásamela, por favor, quiero felicitarla.
―Primero quiero darte las gracias por el dinero para la hipoteca y la remodelación de la casa, hace un rato que Marga me habló de la transferencia que habías hecho y pensaba llamarte al terminar la cena para agradecerte.
―Yo... eres mi mamá. Te amo ―fue lo único que pudo decir.
Cuando Margaret se puso al teléfono el ruido había disminuido un poco.
―Hola, Maddy.
―Nunca me dijiste que el contrato estipulaba que tendría un hijo con Simón y eso sí que no lo haré, Margaret, estaba dispuesta a hacer esto por ti, pero no me acostaré con el señor témpano de hielo y menos le daré un hijo.
―No tienes que acostarte con él, pueden hacer una inseminación artificial o en vitro, él dejó abierta las opciones.
Margaret no le dijo que si tomaba las dos últimas opciones él seguiría con su amante.
―¡No! Margaret, esto es demasiado, no tendré un hijo con Simón, eso me uniría completamente a él. Así que busca la manera de deshacer este contrato porque yo renuncio.
―No puedes hacerlo, Madison ―dijo Marga con seriedad ―recuerda que el contrato está a tu nombre, tú estás allí, no yo, tengo los suficientes testigos que dirán que yo estuve con Roy el día de hoy. ¿O no te diste cuenta de que al presentarte allí asumiste que eras tú y no yo quien firmó?
―Pero, el dinero entró en tu cuenta no en la mía.
―Abrí una cuenta con tu nombre, Maddie, según el banco tú recibiste el dinero y tú lo gastaste.
―Pero...
No pudo terminar de hablar, de pronto se escuchó el grito emocionado de su hermana:
―¡Mamá! Maddy se casa en dos días.
Madison tuvo que darle muchas explicaciones a su madre para calmarla, sin embargo, Meredith Fulton no se quedó tranquila.―Mañana a primera hora, Marga y yo tomaremos un avión a Houston para que hablemos de ese matrimonio tan apresurado y en caso de que sigas empeñada en casarte con ese hombre en dos, días te acompañaremos en tu boda. No sé cómo pensaste en casarte sin decírnoslo.―Está bien, mamá, avísame la hora de llegada de tu vuelo para pedirle a Simón que te vayan a buscar. ―respondió Maddie.«Ya nos veremos cara a cara, Marga» pensó aún con rabia.Por culpa de su hermana estaba metida en un matrimonio de conveniencia con un hombre que no amaba, y que estaba segura de que nunca amaría porque Simón era el hombre más frío del planeta. Y lo peor de todo era que tenía que darle un hijo.Adiós a su sueño de conocer a un hombre amable y divertido del que se enamoraría, y con el que tendría la boda de sus sueños en la casa familiar. Le dolía tener que mentirle a su madre, pero estaba s
Las pocas horas que faltaban para la boda pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Madison no podía dejar de pensar que iba camino al matadero, y encima de eso su madre no paraba de hablar.Optó por encerrarse en el baño para tener un poco de paz porque lo único que quería era llorar y si lo hacía se le dañaría el maquillaje.―Maddy, cariño, ¿estás bien? ―. Su madre tocó la puerta.―Sí, mamá no te preocupes ―respondió la joven saliendo del baño ―. Solo necesitaba un momento de soledad.―Ya es la hora de salir. ¿Estás segura de que en realidad quieres esta boda? ¿No hay un motivo oculto? Porque me estuve preguntando de donde salió el dinero para el pago de la hipoteca y para las remodelaciones; y ahora me pregunto si salió de Simón y si le pagas casándote con él.―No, mamá, es cierto que Simón me ayudó con parte del dinero, pero hice un préstamo en el banco. Lo pagaré con mi trabajo.―¿Y seguirás trabajando para pagar el préstamo? Porque después de conocer a su abuela no creo que Simón qu
Madison dejó de mecerse al ritmo de la música y su cuerpo se puso rígido al instante.―¿En qué momento dije que me acostaría contigo? ―. La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera contenerla.Simón separó su cuerpo del de ella y la miró a la cara con el ceño fruncido, su pregunta lo había desconcertado.―¿Estás hablando en serio, Madison? En la entrevista que te hice antes de firmar el contrato.―Sí, lo sé ―. Trató ella de corregirse reanudando el baile, solo que ahora se miraban a la cara ―solo que pensé que las opciones para tener un bebé por otros medios seguirían abiertas. ―Y siguen abiertas, Madison, nunca te obligaría a acostarte conmigo si no lo deseas, no soy esa clase de hombre.―Luces molesto, tu abuela se dará cuenta de que algo anda mal ―murmuró ella bajando la cara a su pecho.―Estoy molesto porque no me gustan las mujeres volubles y porque no me gustan que jueguen conmigo, Madison. Igual hubiese firmado si me hubieses dicho esto desde el principio. En fin, mi
Simón se acercó al grupo donde estaba su esposa acompañada de Roberto Fernández, su madre y algunas chicas más.―... En el momento en que puse mi estetoscopio sobre su pecho, la pequeña me preguntó si podía escuchar al hada que habitaba en su corazón ―. Simón casi pudo escuchar el suspiro colectivo que brotó de todos los pechos femeninos ―le dije que escuchaba una pequeña campañilla sonando...―Madison, ―llamó Simón tomándola del brazo para separarla del grupo ―Ven, quiero hacer el sorteo de tu liga a ver si los solteros del lugar encuentran su propia mujer.En un acto reflejo Madison tiró del brazo, Simón la había apretado con excesiva fuerza provocándole dolor. Al mirarlo se dio cuenta de su mirada vidriosa.―¿Estás borracho, Simón? ―preguntó Madison entre asombrada y furiosa, mientras que con su mano se sobaba el brazo.―Por supuesto que no, algunos chupitos del mejor tequila no pueden emborracharme ―gruñó su esposo ―solo que no me gusta tener que recordarte que tu obligación es es
Madison despertó porque un enano estaba golpeando su cabeza con un martillo, al abrir los ojos el sol que entraba por la ventana la cegó. De inmediato la náusea la invadió por lo que se levantó de la cama y corrió al baño para vaciar el contenido de su estómago.Al mirar hacia abajo se encontró que solo tenía puesta su ropa interior, la hermosa y sexy ropa interior que estaba debajo de su vestido de novia. Un gemido escapó de su garganta y su cabeza se posó en la tapa del inodoro.―TomaAl escuchar la voz de Simón levantó su cabeza con rapidez para encontrárselo en calzoncillos tendiéndole un vaso y dos pastillas.Su aspecto era tan malo como debía ser el suyo.―¿Qué es eso? ―preguntó con desconfianza. ―Una pastilla para la náusea y otra para el dolor de la cabeza.Madison estiró la mano y él puso en la de ella las dos pastillas, se las tomó de inmediato y suspiró de placer al probar la soda de limón que él le había llevado.―¿Qué pasó anoche? ¿Acaso nosotros... dormimos juntos? ― se
Llegaron poco después del mediodía a un hotel de lujo en Playa del Carmen, Simón pidió la suite más lujosa que afortunadamente contaba con dos habitaciones y una increíble vista al mar Caribe. Mientras subían el equipaje, Simón la guio hasta uno de los restaurantes de lujo del lugar para un almuerzo tardío. Durante el almuerzo Simón se dedicó a hablarle de todos los lugares de interés de la Riviera Maya. ―¿Cuál será el primer sitio que visitemos? ―preguntó ella cuando iban saliendo del restaurante. ―Tengo algunos asuntos de trabajo que resolver, puedes irte de compras a la Quinta Avenida o comprar algún traje de baño en el hotel y pasar la tarde en la piscina o en la playa ―anunció él entregándole una tarjeta de crédito con su nombre, cualquier compra que hagas en el hotel la puedes cargar a la habitación. «Hoy es domingo, el día siguiente de nuestra boda, pasó todo el vuelo trabajando, ¿y aún necesita seguir?» pensó Madison, pero se abstuvo de hacer algún comentario, de lo contra
―Madison, abre la puerta ―ordenó Simón golpeando la puerta de la habitación de su esposa.No obtuvo respuesta.Volvió a golpear y nada, frustrado caminó de un lado a otro.A pesar de que salió disparado detrás de ella una vez que Max le pasó una toalla, no logró alcanzarla. Sabía que estaba dentro porque dejó su libro y sombrero en el salón.Fue hasta su habitación y llamó a la recepción.―¿Cómo puedo abrir una puerta que está cerrada por dentro? Al parecer puse el seguro sin darme cuenta.―Puede abrirla con su huella, señor Barton.―Muchas gracias ―dijo cerrando la llamada.Volvió de nuevo a la puerta, puso la huella en el dispositivo que estaba en la pared y la puerta se abrió, asomó la cabeza en la habitación y no vio a nadie.La puerta del baño estaba abierta y se escuchaba la ducha y una canción de Miley Cyrus que decía que ella misma se podía regalar flores.«Que tontería»Como un ladrón se deslizó por la habitación y llegó al aseo, se asomó y la vio a través del cristal de la d
Hacía dos semanas que habían regresado de la luna de miel y Madison estaba a punto de volverse loca.Simón tenía su propia habitación y ordenó que las cosas de su esposa fueran puestas en la habitación que estaba frente a la de él. Era dos veces más grande que su apartamento de Austin tenía un baño inmenso y un armario con tantas cosas que pensó que podía sobrevivir a un apocalipsis zombi si lo llenaba de comida.Los primeros días disfrutó de poder pararse tarde y que le tuvieran listo el desayuno, salir a hacer ejercicio y jugar con los gatos, pero después de unos días en los que vio todas las películas que quería ver y leyó algunos de los libros que tenía pendiente tuvo que confesarse que estaba aburrida a más no poder.Simón salía muy temprano por la mañana y llegaba a la hora de cenar, durante la comida hablaban de cosas sin importancia, después se retiraba a su habitación o al despacho que tenía en la casa y no lo volvía a ver hasta la noche siguiente.Madison comprobó que lo que