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Capítulo 5. ¿Y la abuela no estaba al borde de la muerte?

Madison tuvo que darle muchas explicaciones a su madre para calmarla, sin embargo, Meredith Fulton no se quedó tranquila.

―Mañana a primera hora, Marga y yo tomaremos un avión a Houston para que hablemos de ese matrimonio tan apresurado y en caso de que sigas empeñada en casarte con ese hombre en dos, días te acompañaremos en tu boda. No sé cómo pensaste en casarte sin decírnoslo.

―Está bien, mamá, avísame la hora de llegada de tu vuelo para pedirle a Simón que te vayan a buscar. ―respondió Maddie.

«Ya nos veremos cara a cara, Marga» pensó aún con rabia.

Por culpa de su hermana estaba metida en un matrimonio de conveniencia con un hombre que no amaba, y que estaba segura de que nunca amaría porque Simón era el hombre más frío del planeta. Y lo peor de todo era que tenía que darle un hijo.

Adiós a su sueño de conocer a un hombre amable y divertido del que se enamoraría, y con el que tendría la boda de sus sueños en la casa familiar. Le dolía tener que mentirle a su madre, pero estaba segura de que Meredith nunca aceptaría esa boda.

Esa noche no pudo dormir de la preocupación, Marga le había dicho que le diera un hijo a Simón como si eso fuera algo sin importancia. ¡Por Dios! Estaban hablando de concebir un bebé en un laboratorio, su bebé, a quien estaría condenando a ser el hijo del hombre de hielo.

No sabía cómo podía salir de ese lío, escapar de lo que rápidamente se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Al despertar revisó el teléfono, su madre le había escrito que su vuelo llegaría sobre las once y treinta minutos de la mañana.

Era muy temprano cuando bajó a desayunar, estaba ojerosa y de mal humor.

―Mi madre y mi hermana llegan en unas horas, ayer hablé con ellas y quieren asistir a la boda. ¿Hay algún problema?

―Ninguno, siempre y cuando no les reveles nuestro acuerdo, a los ojos de todos nos casamos porque queremos, no puedes hablar de la existencia del contrato.

―Por supuesto que no lo haré, mi madre no me permitiría.

Simón asintió sin darle mayor importancia a las palabras de Madison.

―Iremos al aeropuerto a recibir a tu familia, después las llevaremos a almorzar, aprovecha la mañana de comprar para que puedas dedicarle tiempo a tu madre. Lo que falte por comprar, le dirás a la compradora que se ocupe de eso.

Después de dar las ordenes Simón se disponía a salir del comedor sin decir una palabra más.

―Sería muy difícil decir, por favor, y gracias ―murmuró Madison molesta.

―Me gustaría que fueras un poco más complaciente y menos problemática ―replicó él mirándola con molestia.

―Y a mí que fueras más educado y menos mandón, pero al parecer ninguno de los dos obtendrá lo que quiere ―replicó ella echando su silla hacia atrás para levantarse y marcharse del comedor.

Simón se la quedó mirando, ella sabía desde un inicio en lo que se estaba metiendo, así que no tenía derecho a quejarse y, más aún, cuando él había sido sumamente generoso en términos monetarios.

Tendría que hablar con ella para aclarar como serían las cosas en su matrimonio. No le gustaba su actitud, le estaba pagando para que fuera una esposa dócil y complaciente, no una contestona y molesta.

***

 ―Es una pena que Marga no haya podido venir, Maddie, pero se sentía muy mal, Roy la llevó al médico muy temprano, al parecer algo de la cena de anoche le sentó mal y pasó la noche vomitando ―dijo su madre apenas bajó del avión.

«Por supuesto que no iba a venir la muy cobarde, más tonta yo que pensé que lo haría» pensó Maddie molesta.

―¿No será el embarazo? ―preguntó Madison.

―¡Maddie! Tu hermana no está embarazada, hace poco la acompañé a su control médico y todo está normal.

«¡Maldita mentirosa! Ella sabía que yo aceptaría cualquier cosa con tal de que no abortara. Me manipuló como quiso y como una tonta caí en la trampa» pensó Maddie

―Ella me dijo que estaba embarazada.

―No sé por qué lo hizo, quizás creyó estarlo ¿Y tú? ¿Por eso vas a casarte tan rápido con ese hombre?

―No, mamá, no estoy embarazada, lo que pasa es que su abuela es mayor y quiere verlo casado. Para Simón ella es muy importante y él quiere complacerla, además, ¿para qué esperar si estamos seguros de lo que queremos?

―Creo que las prisas por casarse no son buenas, Maddie, pero eres una adulta y siempre has sido equilibrada y responsable, espero que no te arrepientas de esta decisión.

Madison había llegado primero al aeropuerto a recibir a su mamá y Simón a propósito se demoró unos minutos para que ellas tuvieran la oportunidad de hablar un momento a solas.

Una hora más tarde, miraba boquiabierta como Simón conversaba con su suegra de manera cordial y amena.

Hasta le había sonreído a Meredith un par de veces.

Simón se metió a su suegra en el bolsillo con sus atenciones y gestos, inclusive les dejó la casa a ellas solas para que Madison pasara la última noche de soltera junto a su madre.

Al día siguiente pasó por ellas muy temprano para ir juntos al aeropuerto, el viaje a México sería largo.

Con ellos viajó un equipo de estilistas que se ocuparían de arreglar a la novia y a su madre durante las casi ocho horas que duraba el vuelo a Ciudad Victoria.

Cuando abordaron el helicóptero que los llevaría a Xicoténcatl, a Madison solo le faltaba ponerse el vestido, los zapatos y las joyas.

Desde el aire, el pueblo impresionó a Madison, era pequeño y su arquitectura muy tradicional. Cuando el aparato descendió a un lado de la casa de la abuela. Simón se bajó con rapidez para ir a abrazarla.

Madison y su madre se bajaron cuando las aspas del helicóptero de detuvieron para no dañar sus peinados.

Simón se acercó a ellas y las llevó con su abuela que las esperaba en la puerta de su casa.

Doña Lucía se veía fuerte como un roble, no como una persona al borde de la muerte, «una mentira más de Marga» pensó Madison.

―Abuela, ella es Madison mi futura esposa, y su madre Meredith ―dijo Simón en español para después cambiar al inglés ―Madison, Meredith, mi abuela Lucía Rodríguez.

―Es un placer conocerla, señora Rodríguez ―respondió Madison en español.

Simón la miró como si le hubiesen salido dos cabezas, en su expediente decía que ella no hablaba español.

―El gusto es mío, hijita, y que bueno que hables español ―contestó doña Lucía abrazándola.

―Soy maestra de primaria en Austin, muchos de mis alumnos son mexicanos y he aprendido un poco.

En ese momento, Meredith se acercó a saludar a Lucía en un español muy deficiente.

―Como verá mi madre entiende un poco y lo habla menos ―señaló Madison con una sonrisa cómplice.

Lucía examinó a Madison y le gustó lo que vio era una chica bonita y agradable. Aunque era delgada y alta, tenía una contextura sana y no esquelética que parecía ser el tipo de mujer con la que se relacionaba su nieto. También tenía unos bonitos ojos azules que se veían sinceros y un cabello castaño con reflejos dorados.

Su ropa no era extravagante ni ajustada y lo mejor de todo hablaba español.

Sí, le gustaba esa chica, su nieto había escogido bien.

―Tu mamá y tú se alojaran en la casa de al lado, es mi casa o mejor dicho la casa que le construí a mi abuela y que nunca habitó, yo me quedaré en esta para prepararme para la boda. Nos vemos en un par de horas ―informó Simón.

―Tu madre se puede quedar conmigo esta noche ―ofreció Lucía ―es preferible que los novios pasen solos su noche de bodas.

¡Oh, por Dios! Su noche de bodas, era ese día ¿Esperaba Simón que durmiera con él? Marga le había dicho tantas mentiras que no sabía si lo de la inseminación artificial era cierto o no.

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