Madison tuvo que darle muchas explicaciones a su madre para calmarla, sin embargo, Meredith Fulton no se quedó tranquila.
―Mañana a primera hora, Marga y yo tomaremos un avión a Houston para que hablemos de ese matrimonio tan apresurado y en caso de que sigas empeñada en casarte con ese hombre en dos, días te acompañaremos en tu boda. No sé cómo pensaste en casarte sin decírnoslo.
―Está bien, mamá, avísame la hora de llegada de tu vuelo para pedirle a Simón que te vayan a buscar. ―respondió Maddie.
«Ya nos veremos cara a cara, Marga» pensó aún con rabia.
Por culpa de su hermana estaba metida en un matrimonio de conveniencia con un hombre que no amaba, y que estaba segura de que nunca amaría porque Simón era el hombre más frío del planeta. Y lo peor de todo era que tenía que darle un hijo.
Adiós a su sueño de conocer a un hombre amable y divertido del que se enamoraría, y con el que tendría la boda de sus sueños en la casa familiar. Le dolía tener que mentirle a su madre, pero estaba segura de que Meredith nunca aceptaría esa boda.
Esa noche no pudo dormir de la preocupación, Marga le había dicho que le diera un hijo a Simón como si eso fuera algo sin importancia. ¡Por Dios! Estaban hablando de concebir un bebé en un laboratorio, su bebé, a quien estaría condenando a ser el hijo del hombre de hielo.
No sabía cómo podía salir de ese lío, escapar de lo que rápidamente se estaba convirtiendo en una pesadilla.
Al despertar revisó el teléfono, su madre le había escrito que su vuelo llegaría sobre las once y treinta minutos de la mañana.
Era muy temprano cuando bajó a desayunar, estaba ojerosa y de mal humor.
―Mi madre y mi hermana llegan en unas horas, ayer hablé con ellas y quieren asistir a la boda. ¿Hay algún problema?
―Ninguno, siempre y cuando no les reveles nuestro acuerdo, a los ojos de todos nos casamos porque queremos, no puedes hablar de la existencia del contrato.
―Por supuesto que no lo haré, mi madre no me permitiría.
Simón asintió sin darle mayor importancia a las palabras de Madison.
―Iremos al aeropuerto a recibir a tu familia, después las llevaremos a almorzar, aprovecha la mañana de comprar para que puedas dedicarle tiempo a tu madre. Lo que falte por comprar, le dirás a la compradora que se ocupe de eso.
Después de dar las ordenes Simón se disponía a salir del comedor sin decir una palabra más.
―Sería muy difícil decir, por favor, y gracias ―murmuró Madison molesta.
―Me gustaría que fueras un poco más complaciente y menos problemática ―replicó él mirándola con molestia.
―Y a mí que fueras más educado y menos mandón, pero al parecer ninguno de los dos obtendrá lo que quiere ―replicó ella echando su silla hacia atrás para levantarse y marcharse del comedor.
Simón se la quedó mirando, ella sabía desde un inicio en lo que se estaba metiendo, así que no tenía derecho a quejarse y, más aún, cuando él había sido sumamente generoso en términos monetarios.
Tendría que hablar con ella para aclarar como serían las cosas en su matrimonio. No le gustaba su actitud, le estaba pagando para que fuera una esposa dócil y complaciente, no una contestona y molesta.
***
―Es una pena que Marga no haya podido venir, Maddie, pero se sentía muy mal, Roy la llevó al médico muy temprano, al parecer algo de la cena de anoche le sentó mal y pasó la noche vomitando ―dijo su madre apenas bajó del avión.
«Por supuesto que no iba a venir la muy cobarde, más tonta yo que pensé que lo haría» pensó Maddie molesta.
―¿No será el embarazo? ―preguntó Madison.
―¡Maddie! Tu hermana no está embarazada, hace poco la acompañé a su control médico y todo está normal.
«¡Maldita mentirosa! Ella sabía que yo aceptaría cualquier cosa con tal de que no abortara. Me manipuló como quiso y como una tonta caí en la trampa» pensó Maddie
―Ella me dijo que estaba embarazada.
―No sé por qué lo hizo, quizás creyó estarlo ¿Y tú? ¿Por eso vas a casarte tan rápido con ese hombre?
―No, mamá, no estoy embarazada, lo que pasa es que su abuela es mayor y quiere verlo casado. Para Simón ella es muy importante y él quiere complacerla, además, ¿para qué esperar si estamos seguros de lo que queremos?
―Creo que las prisas por casarse no son buenas, Maddie, pero eres una adulta y siempre has sido equilibrada y responsable, espero que no te arrepientas de esta decisión.
Madison había llegado primero al aeropuerto a recibir a su mamá y Simón a propósito se demoró unos minutos para que ellas tuvieran la oportunidad de hablar un momento a solas.
Una hora más tarde, miraba boquiabierta como Simón conversaba con su suegra de manera cordial y amena.
Hasta le había sonreído a Meredith un par de veces.
Simón se metió a su suegra en el bolsillo con sus atenciones y gestos, inclusive les dejó la casa a ellas solas para que Madison pasara la última noche de soltera junto a su madre.
Al día siguiente pasó por ellas muy temprano para ir juntos al aeropuerto, el viaje a México sería largo.
Con ellos viajó un equipo de estilistas que se ocuparían de arreglar a la novia y a su madre durante las casi ocho horas que duraba el vuelo a Ciudad Victoria.
Cuando abordaron el helicóptero que los llevaría a Xicoténcatl, a Madison solo le faltaba ponerse el vestido, los zapatos y las joyas.
Desde el aire, el pueblo impresionó a Madison, era pequeño y su arquitectura muy tradicional. Cuando el aparato descendió a un lado de la casa de la abuela. Simón se bajó con rapidez para ir a abrazarla.
Madison y su madre se bajaron cuando las aspas del helicóptero de detuvieron para no dañar sus peinados.
Simón se acercó a ellas y las llevó con su abuela que las esperaba en la puerta de su casa.
Doña Lucía se veía fuerte como un roble, no como una persona al borde de la muerte, «una mentira más de Marga» pensó Madison.
―Abuela, ella es Madison mi futura esposa, y su madre Meredith ―dijo Simón en español para después cambiar al inglés ―Madison, Meredith, mi abuela Lucía Rodríguez.
―Es un placer conocerla, señora Rodríguez ―respondió Madison en español.
Simón la miró como si le hubiesen salido dos cabezas, en su expediente decía que ella no hablaba español.
―El gusto es mío, hijita, y que bueno que hables español ―contestó doña Lucía abrazándola.
―Soy maestra de primaria en Austin, muchos de mis alumnos son mexicanos y he aprendido un poco.
En ese momento, Meredith se acercó a saludar a Lucía en un español muy deficiente.
―Como verá mi madre entiende un poco y lo habla menos ―señaló Madison con una sonrisa cómplice.
Lucía examinó a Madison y le gustó lo que vio era una chica bonita y agradable. Aunque era delgada y alta, tenía una contextura sana y no esquelética que parecía ser el tipo de mujer con la que se relacionaba su nieto. También tenía unos bonitos ojos azules que se veían sinceros y un cabello castaño con reflejos dorados.
Su ropa no era extravagante ni ajustada y lo mejor de todo hablaba español.
Sí, le gustaba esa chica, su nieto había escogido bien.
―Tu mamá y tú se alojaran en la casa de al lado, es mi casa o mejor dicho la casa que le construí a mi abuela y que nunca habitó, yo me quedaré en esta para prepararme para la boda. Nos vemos en un par de horas ―informó Simón.
―Tu madre se puede quedar conmigo esta noche ―ofreció Lucía ―es preferible que los novios pasen solos su noche de bodas.
¡Oh, por Dios! Su noche de bodas, era ese día ¿Esperaba Simón que durmiera con él? Marga le había dicho tantas mentiras que no sabía si lo de la inseminación artificial era cierto o no.
Las pocas horas que faltaban para la boda pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Madison no podía dejar de pensar que iba camino al matadero, y encima de eso su madre no paraba de hablar.Optó por encerrarse en el baño para tener un poco de paz porque lo único que quería era llorar y si lo hacía se le dañaría el maquillaje.―Maddy, cariño, ¿estás bien? ―. Su madre tocó la puerta.―Sí, mamá no te preocupes ―respondió la joven saliendo del baño ―. Solo necesitaba un momento de soledad.―Ya es la hora de salir. ¿Estás segura de que en realidad quieres esta boda? ¿No hay un motivo oculto? Porque me estuve preguntando de donde salió el dinero para el pago de la hipoteca y para las remodelaciones; y ahora me pregunto si salió de Simón y si le pagas casándote con él.―No, mamá, es cierto que Simón me ayudó con parte del dinero, pero hice un préstamo en el banco. Lo pagaré con mi trabajo.―¿Y seguirás trabajando para pagar el préstamo? Porque después de conocer a su abuela no creo que Simón qu
Madison dejó de mecerse al ritmo de la música y su cuerpo se puso rígido al instante.―¿En qué momento dije que me acostaría contigo? ―. La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera contenerla.Simón separó su cuerpo del de ella y la miró a la cara con el ceño fruncido, su pregunta lo había desconcertado.―¿Estás hablando en serio, Madison? En la entrevista que te hice antes de firmar el contrato.―Sí, lo sé ―. Trató ella de corregirse reanudando el baile, solo que ahora se miraban a la cara ―solo que pensé que las opciones para tener un bebé por otros medios seguirían abiertas. ―Y siguen abiertas, Madison, nunca te obligaría a acostarte conmigo si no lo deseas, no soy esa clase de hombre.―Luces molesto, tu abuela se dará cuenta de que algo anda mal ―murmuró ella bajando la cara a su pecho.―Estoy molesto porque no me gustan las mujeres volubles y porque no me gustan que jueguen conmigo, Madison. Igual hubiese firmado si me hubieses dicho esto desde el principio. En fin, mi
Simón se acercó al grupo donde estaba su esposa acompañada de Roberto Fernández, su madre y algunas chicas más.―... En el momento en que puse mi estetoscopio sobre su pecho, la pequeña me preguntó si podía escuchar al hada que habitaba en su corazón ―. Simón casi pudo escuchar el suspiro colectivo que brotó de todos los pechos femeninos ―le dije que escuchaba una pequeña campañilla sonando...―Madison, ―llamó Simón tomándola del brazo para separarla del grupo ―Ven, quiero hacer el sorteo de tu liga a ver si los solteros del lugar encuentran su propia mujer.En un acto reflejo Madison tiró del brazo, Simón la había apretado con excesiva fuerza provocándole dolor. Al mirarlo se dio cuenta de su mirada vidriosa.―¿Estás borracho, Simón? ―preguntó Madison entre asombrada y furiosa, mientras que con su mano se sobaba el brazo.―Por supuesto que no, algunos chupitos del mejor tequila no pueden emborracharme ―gruñó su esposo ―solo que no me gusta tener que recordarte que tu obligación es es
Madison despertó porque un enano estaba golpeando su cabeza con un martillo, al abrir los ojos el sol que entraba por la ventana la cegó. De inmediato la náusea la invadió por lo que se levantó de la cama y corrió al baño para vaciar el contenido de su estómago.Al mirar hacia abajo se encontró que solo tenía puesta su ropa interior, la hermosa y sexy ropa interior que estaba debajo de su vestido de novia. Un gemido escapó de su garganta y su cabeza se posó en la tapa del inodoro.―TomaAl escuchar la voz de Simón levantó su cabeza con rapidez para encontrárselo en calzoncillos tendiéndole un vaso y dos pastillas.Su aspecto era tan malo como debía ser el suyo.―¿Qué es eso? ―preguntó con desconfianza. ―Una pastilla para la náusea y otra para el dolor de la cabeza.Madison estiró la mano y él puso en la de ella las dos pastillas, se las tomó de inmediato y suspiró de placer al probar la soda de limón que él le había llevado.―¿Qué pasó anoche? ¿Acaso nosotros... dormimos juntos? ― se
Llegaron poco después del mediodía a un hotel de lujo en Playa del Carmen, Simón pidió la suite más lujosa que afortunadamente contaba con dos habitaciones y una increíble vista al mar Caribe. Mientras subían el equipaje, Simón la guio hasta uno de los restaurantes de lujo del lugar para un almuerzo tardío. Durante el almuerzo Simón se dedicó a hablarle de todos los lugares de interés de la Riviera Maya. ―¿Cuál será el primer sitio que visitemos? ―preguntó ella cuando iban saliendo del restaurante. ―Tengo algunos asuntos de trabajo que resolver, puedes irte de compras a la Quinta Avenida o comprar algún traje de baño en el hotel y pasar la tarde en la piscina o en la playa ―anunció él entregándole una tarjeta de crédito con su nombre, cualquier compra que hagas en el hotel la puedes cargar a la habitación. «Hoy es domingo, el día siguiente de nuestra boda, pasó todo el vuelo trabajando, ¿y aún necesita seguir?» pensó Madison, pero se abstuvo de hacer algún comentario, de lo contra
―Madison, abre la puerta ―ordenó Simón golpeando la puerta de la habitación de su esposa.No obtuvo respuesta.Volvió a golpear y nada, frustrado caminó de un lado a otro.A pesar de que salió disparado detrás de ella una vez que Max le pasó una toalla, no logró alcanzarla. Sabía que estaba dentro porque dejó su libro y sombrero en el salón.Fue hasta su habitación y llamó a la recepción.―¿Cómo puedo abrir una puerta que está cerrada por dentro? Al parecer puse el seguro sin darme cuenta.―Puede abrirla con su huella, señor Barton.―Muchas gracias ―dijo cerrando la llamada.Volvió de nuevo a la puerta, puso la huella en el dispositivo que estaba en la pared y la puerta se abrió, asomó la cabeza en la habitación y no vio a nadie.La puerta del baño estaba abierta y se escuchaba la ducha y una canción de Miley Cyrus que decía que ella misma se podía regalar flores.«Que tontería»Como un ladrón se deslizó por la habitación y llegó al aseo, se asomó y la vio a través del cristal de la d
Hacía dos semanas que habían regresado de la luna de miel y Madison estaba a punto de volverse loca.Simón tenía su propia habitación y ordenó que las cosas de su esposa fueran puestas en la habitación que estaba frente a la de él. Era dos veces más grande que su apartamento de Austin tenía un baño inmenso y un armario con tantas cosas que pensó que podía sobrevivir a un apocalipsis zombi si lo llenaba de comida.Los primeros días disfrutó de poder pararse tarde y que le tuvieran listo el desayuno, salir a hacer ejercicio y jugar con los gatos, pero después de unos días en los que vio todas las películas que quería ver y leyó algunos de los libros que tenía pendiente tuvo que confesarse que estaba aburrida a más no poder.Simón salía muy temprano por la mañana y llegaba a la hora de cenar, durante la comida hablaban de cosas sin importancia, después se retiraba a su habitación o al despacho que tenía en la casa y no lo volvía a ver hasta la noche siguiente.Madison comprobó que lo que
―¿Estás hablando en serio, Simón? ―respondió ella levantándose de la cama para mirarlo ―. En las dos semanas que han pasado desde que regresamos de la luna de miel solo hemos compartido la cena. Los sábados trabajas medio día y en la noche partimos a México a ver a tu abuela.―He pasado todas las noches contigo en un intento de que nos conozcamos mejor ―replicó él a la defensiva.―¿Esa es tu idea de conocernos? Me gustó el hombre que vislumbre en México durante la luna de miel, pero desde que llegamos has vuelto a ser el señor témpano de hielo.El apodo logró sacarlo de sus casillas.―¿Qué más quieres, Madison? Te estoy dando una oportunidad única, que es mucho más de lo que mereces. Hicimos un trato por dinero, te casarías conmigo y me darías un hijo, me engañaste diciendo que nuestro matrimonio sería real, pero en cuanto te puse un anillo en el dedo cambiaste de opinión.―¿Más de lo que merezco? ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué debería darme con una piedra en los dientes por te dignaste