Madison Fulton acababa de despedir al último de sus estudiantes del segundo grado de primaria cuando vio que su hermana gemela, Margaret, la saludaba sentada detrás del volante de un convertible descapotable rojo, que se veía nuevo, lujoso, pero sobre todo muy caro.
Un gemido escapó de su garganta antes de echar a caminar hacia el coche.
No sabía dónde tenía metida la cabeza su hermana, pero el coche era un mal presagio. Su familia estaba en un grave aprieto económico y a Marga no se le ocurría otra cosa que comprarse un coche, uno de lujo que evidentemente no se podía permitir y que acabaría pagando ella como siempre.
Esa vez no la ayudaría, no podía con más gastos.
―Imagino que vendrás a decirme que te sacaste la lotería, Marga ―dijo Madison posando sus ojos azules en los de su hermana para después mirar el coche.
―Algo mucho mejor, firmé un contrato de trabajo maravilloso y tengo el dinero para pagar la hipoteca de la casa y terminar de arreglar el destrozo que dejó el incendio ―dijo Marga aplaudiendo con entusiasmo.
Hacía unos meses que la antigua mansión de su familia materna, y que había sido heredada por su mamá fue convertida en una posada, Tres noches después, la zona de las habitaciones fue devorada por un incendio provocado por un corto circuito. Su madre había hipotecado la casa para hacer la remodelación y poner en funcionamiento la posada, para generar más ingresos, pero el fuego y el seguro terminaron con su sueño.
No podían pagar una hipoteca tan alta y estaban a punto de perder su hogar.
―¡Oh, Marga! Me alegro tanto, no solo por lo de la casa de mamá, sino también por ti, siempre soñaste con ser modelo de alta costura y ahora verás tu sueño convertido en realidad.
Su madre había obligado a su hermana a estudiar una carrera, pero ella estaba empeñada en ser modelo por lo que solo hizo una carrera corta de dos años.
Desde entonces, Marga se había concentrado de hacer pequeños trabajos en el mundo del modelaje, sin poder ascender dentro de la industria de la moda.
Su hermana arrancó el coche.
―Hoy fue tu último día de clases, ¿cierto? ¿ya comenzaste las vacaciones de verano?
―En teoría sí, porque aún debo entregar algunos informes.
―Mamá me comentó que no ibas a ir a la casa este verano ―dijo Marga mirando la calle por donde conducía.
―Es cierto, aunque no le dije nada, trabajaré este verano en un campamento, necesitaba el dinero para buscar un apartamento más grande, iba a traer a mamá a vivir conmigo, pero gracias a ti ya no será necesario ―respondió Madison.
―A mamá se le rompería el corazón si tuviera que dejar su casa.
―Es verdad, pero no veía otra opción. Me alegra mucho que la buena suerte te haya sonreído y que nuestra madre conserve su amado hogar.
Marga solo asintió con la cabeza. Madison observó que su hermana se dirigía al edificio donde ella vivía y pensó que pasarían una agradable tarde con su hermana.
―¿Cuándo comienza tu trabajo? ―preguntó Madison ante el inusual silencio de su hermana.
―En cinco días ―informó Marga sin decir nada más.
Madison la miró extrañada, su hermana tenía un apartamento en Houston, sin embargo, estaba en Austin manejando un coche de lujo. Era mucha distancia para ir y venir conduciendo, además, ¿dónde estaba la alegría de Marga por haber logrado el trabajo de su sueño?
Algo olía muy raro.
―Marga, ¿hay algo que quieras contarme?
―¿Te parece bien que hablemos cuando lleguemos a tu casa?
A Madison se le desplomó el corazón, Marga tenía por costumbre meterse en líos y era ella la que siempre tenía que solucionarlos.
Por su parte, Margaret sintió los ojos de su gemela puestos sobre ella y se removió incómoda. Agradeció que estaban llegando a los edificios donde vivía Madison.
Una vez que la puerta del apartamento se cerró, Madison se giró hacia su hermana.
―¿Y bien, ahora en que lío te metiste? ―preguntó con los brazos en jarra.
―¿Por qué crees que me metí en un lío? ―cuestionó Marga de mal humor.
―Porque te conozco más que a nadie en este mundo, Marga, ahora cuéntame del trabajo ese.
―¿Sabes quién es Simón Barton?
―Sí, es el chico mexicano que se volvió millonario cuando descubrió petróleo en las tierras que su padre le dejó a modo de burla en su testamento.
―Ese mismo, solo que ya no es un chico, ahora es un hombre muy guapo.
Madison la miró fijamente, sabía que no había forma más rápida de hacer hablar a Marga que esa.
―Bueno, el hecho es que él necesita presentarle una esposa a su abuela y yo firmé un contrato con él comprometiéndome a casarme con Simón a cambio de una gran suma de dinero.
―¡Oh, Marga! ¿Cómo has podido hacer semejante estupidez?
―Mamá necesita el dinero para no perder la casa y yo bueno, pensé que era una buena oportunidad, pero ahora solo faltan cinco días para la boda y no quiero hacerlo, Maddy ―rogó angustiada Marga usando su diminutivo para generar más empatía.
―Entonces devuelve el dinero, estoy segura de que mamá prefiere perder la casa a que tú seas infeliz.
―No puedo, Maddy, me queda poco más de la deuda de mamá porque pagué mis tarjetas de crédito, compré el coche y mucha ropa, me volví loca al tener tanto dinero y... si no me caso con él iré a la cárcel.
Madison apretó los labios, el día que más temía había llegado, Marga se había metido en un problema que estaba más allá de sus posibilidades de solución.
―Entonces tendrás que casarte con él, no hay otra solución, Marga.
―No puedo, Maddy, mira, hace unos quince días me encontré con Roy por casualidad y me invitó a salir, desde entonces nos hemos visto todos los días y... ayer me pidió matrimonio.
Madison gimió por dentro, Roy era el hijo del hombre más rico de su pueblo y el eterno amor platónico de Marga.
Aunque al parecer ya no era platónico.
―¡Dios mío! Marga, ¿y ahora que vas a hacer? ¿Puede Roy ayudarte para devolver el dinero a Barton?
―¡No! Ni loca le diré del contrato, me dejaría, y ya su papá dio su aprobación para nuestra boda, afortunadamente porque tengo un retraso y creo que estoy embarazada.
―¿Estás loca, Marga? ¡Irás a la cárcel!
―No, no, tienes que ayudarme, Maddy, cásate con Barton en mi lugar.
―¿Qué? ¡No! Ni loca, Margaret, eso sí que no lo haré por ti. Te he sacado de cada lío en el que te has metido, pero esto... ¡Esto es demasiado!
―Pues tendrás que hacerlo, Madison, porque yo firmé el contrato con tu nombre.
Dos días después, Madison esperaba en el vestíbulo de su edificio a que el chofer de Simón Barton pasara por ella.Su imagen en el espejo la hizo bufar.Su cabello castaño, que le llegaba a la cintura había sido cortado y pintado con unos reflejos dorados para parecerse más al estilo de su hermana. La ropa le quedaba apretada y el sostén con relleno que cargaba no ayudaba a que se sintiera mejor.Su hermana era más delgada y se había operado el busto aumentando un par de tallas.―Perdóname, Maddy, tienes razón, no puedo pedirte que sacrifiques tu vida por la mía, romperé con Roy hoy mismo y me casaré con Barton. También necesito deshacerme del bebé, no podré engañar a Simón diciendo que es suyo cuando no tendremos sexo.¡Por Dios! ¿Su hermana era capaz de terminar con su embarazo para casarse con ese hombre? ¿Por dinero? Pensó Madison asustada, no había pensado en su futuro sobrino o sobrina.―¡Está bien! lo haré, me casaré con Barton ―gritó Madison caminando de un lado a otro de la s
Cuando llegaron a la casa de Simón las ganas que tenía Madison de matarlo no habían menguado ni un ápice. De camino él la llevó a la clínica de un amigo para que le hicieran una prueba de embarazo en sangre.Tuvo que apretar los dientes mientras le extraían un tubo de sus venas y sonreír al médico cuando Simón la presentó como su prometida.Media hora después le entregaron los resultados, como bien sabía Madison la prueba salió negativa.―Te dije que saldría negativa―No iba a seguir perdiendo mi tiempo y dinero si me estabas engañando ―respondió Simón con su acostumbrada frialdad y un leve encogimiento de hombros.«Sí, te estoy engañando, pero tú ni te imaginas cómo» pensó ella con un poco de malicia.―Después del almuerzo tienes cita con una compradora personal que contraté para ti, necesitarás un guardarropa nuevo, incluyendo un traje de novia.―Tengo un guardarropa nuevo, y un traje de novia...―Si es como el vestido que traes puesto, te diré que le falta una o dos talla más grand
Madison tuvo que darle muchas explicaciones a su madre para calmarla, sin embargo, Meredith Fulton no se quedó tranquila.―Mañana a primera hora, Marga y yo tomaremos un avión a Houston para que hablemos de ese matrimonio tan apresurado y en caso de que sigas empeñada en casarte con ese hombre en dos, días te acompañaremos en tu boda. No sé cómo pensaste en casarte sin decírnoslo.―Está bien, mamá, avísame la hora de llegada de tu vuelo para pedirle a Simón que te vayan a buscar. ―respondió Maddie.«Ya nos veremos cara a cara, Marga» pensó aún con rabia.Por culpa de su hermana estaba metida en un matrimonio de conveniencia con un hombre que no amaba, y que estaba segura de que nunca amaría porque Simón era el hombre más frío del planeta. Y lo peor de todo era que tenía que darle un hijo.Adiós a su sueño de conocer a un hombre amable y divertido del que se enamoraría, y con el que tendría la boda de sus sueños en la casa familiar. Le dolía tener que mentirle a su madre, pero estaba s
Las pocas horas que faltaban para la boda pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Madison no podía dejar de pensar que iba camino al matadero, y encima de eso su madre no paraba de hablar.Optó por encerrarse en el baño para tener un poco de paz porque lo único que quería era llorar y si lo hacía se le dañaría el maquillaje.―Maddy, cariño, ¿estás bien? ―. Su madre tocó la puerta.―Sí, mamá no te preocupes ―respondió la joven saliendo del baño ―. Solo necesitaba un momento de soledad.―Ya es la hora de salir. ¿Estás segura de que en realidad quieres esta boda? ¿No hay un motivo oculto? Porque me estuve preguntando de donde salió el dinero para el pago de la hipoteca y para las remodelaciones; y ahora me pregunto si salió de Simón y si le pagas casándote con él.―No, mamá, es cierto que Simón me ayudó con parte del dinero, pero hice un préstamo en el banco. Lo pagaré con mi trabajo.―¿Y seguirás trabajando para pagar el préstamo? Porque después de conocer a su abuela no creo que Simón qu
Madison dejó de mecerse al ritmo de la música y su cuerpo se puso rígido al instante.―¿En qué momento dije que me acostaría contigo? ―. La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera contenerla.Simón separó su cuerpo del de ella y la miró a la cara con el ceño fruncido, su pregunta lo había desconcertado.―¿Estás hablando en serio, Madison? En la entrevista que te hice antes de firmar el contrato.―Sí, lo sé ―. Trató ella de corregirse reanudando el baile, solo que ahora se miraban a la cara ―solo que pensé que las opciones para tener un bebé por otros medios seguirían abiertas. ―Y siguen abiertas, Madison, nunca te obligaría a acostarte conmigo si no lo deseas, no soy esa clase de hombre.―Luces molesto, tu abuela se dará cuenta de que algo anda mal ―murmuró ella bajando la cara a su pecho.―Estoy molesto porque no me gustan las mujeres volubles y porque no me gustan que jueguen conmigo, Madison. Igual hubiese firmado si me hubieses dicho esto desde el principio. En fin, mi
Simón se acercó al grupo donde estaba su esposa acompañada de Roberto Fernández, su madre y algunas chicas más.―... En el momento en que puse mi estetoscopio sobre su pecho, la pequeña me preguntó si podía escuchar al hada que habitaba en su corazón ―. Simón casi pudo escuchar el suspiro colectivo que brotó de todos los pechos femeninos ―le dije que escuchaba una pequeña campañilla sonando...―Madison, ―llamó Simón tomándola del brazo para separarla del grupo ―Ven, quiero hacer el sorteo de tu liga a ver si los solteros del lugar encuentran su propia mujer.En un acto reflejo Madison tiró del brazo, Simón la había apretado con excesiva fuerza provocándole dolor. Al mirarlo se dio cuenta de su mirada vidriosa.―¿Estás borracho, Simón? ―preguntó Madison entre asombrada y furiosa, mientras que con su mano se sobaba el brazo.―Por supuesto que no, algunos chupitos del mejor tequila no pueden emborracharme ―gruñó su esposo ―solo que no me gusta tener que recordarte que tu obligación es es
Madison despertó porque un enano estaba golpeando su cabeza con un martillo, al abrir los ojos el sol que entraba por la ventana la cegó. De inmediato la náusea la invadió por lo que se levantó de la cama y corrió al baño para vaciar el contenido de su estómago.Al mirar hacia abajo se encontró que solo tenía puesta su ropa interior, la hermosa y sexy ropa interior que estaba debajo de su vestido de novia. Un gemido escapó de su garganta y su cabeza se posó en la tapa del inodoro.―TomaAl escuchar la voz de Simón levantó su cabeza con rapidez para encontrárselo en calzoncillos tendiéndole un vaso y dos pastillas.Su aspecto era tan malo como debía ser el suyo.―¿Qué es eso? ―preguntó con desconfianza. ―Una pastilla para la náusea y otra para el dolor de la cabeza.Madison estiró la mano y él puso en la de ella las dos pastillas, se las tomó de inmediato y suspiró de placer al probar la soda de limón que él le había llevado.―¿Qué pasó anoche? ¿Acaso nosotros... dormimos juntos? ― se
Llegaron poco después del mediodía a un hotel de lujo en Playa del Carmen, Simón pidió la suite más lujosa que afortunadamente contaba con dos habitaciones y una increíble vista al mar Caribe. Mientras subían el equipaje, Simón la guio hasta uno de los restaurantes de lujo del lugar para un almuerzo tardío. Durante el almuerzo Simón se dedicó a hablarle de todos los lugares de interés de la Riviera Maya. ―¿Cuál será el primer sitio que visitemos? ―preguntó ella cuando iban saliendo del restaurante. ―Tengo algunos asuntos de trabajo que resolver, puedes irte de compras a la Quinta Avenida o comprar algún traje de baño en el hotel y pasar la tarde en la piscina o en la playa ―anunció él entregándole una tarjeta de crédito con su nombre, cualquier compra que hagas en el hotel la puedes cargar a la habitación. «Hoy es domingo, el día siguiente de nuestra boda, pasó todo el vuelo trabajando, ¿y aún necesita seguir?» pensó Madison, pero se abstuvo de hacer algún comentario, de lo contra