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CAPÍTULO 2. LA FUERZA DE UNA MUJER  

Lucila vio al hombre alejarse sin siquiera mirar atrás, ni tomarla en cuenta, era la primera vez en su vida, que no solo había sido objeto de desprecio sino también de indiferencia. Eso causó un sentimiento muy lastimero en ella, aunque quiso evitar las lágrimas acumuladas en su pestaña inferior, estas terminaron desbordándose; aunque muchas veces estas  habían brotado por capricho, para terminar logrando salirse con la suya, esta vez, eran genuinas, producidas por el profundo dolor sentido en el alma al ser desdeñada.

Sin embargo, segundos después pudo controlar ese sentimiento y la rabia se dio paso como un huracán, puso el pie donde había caído el dinero y los restregó entre el pavimento y su zapato mientras su hermoso rostro se deformaba en un gesto de enfado.  Luego se inclinó tomó los billetes los apretó en el puño de su mano arrugándolos más y profirió un juramento aviva voz, salido desde lo más profundo de sus entrañas:

—No descansaré hasta encontrarte. ¡Eso lo juro! Jamás desviarás tu mirada de mi, voy a lograr me observes con adoración y no puedas apartar nunca tus ojos de mi rostro.

Después de ello, abrió su mano, dejando escapar los billetes, para segundos después subirse al auto y marcharse de allí, sin embargo, tenía esa sensación agridulce en su garganta. No podía dejar de visualizar esos ojos verdes ignorándola.

Cuando llegó a su casa, cerró la puerta de la sala lo hizo con más fuerza de lo normal, sus padres sentados en el recibidor la observaron con curiosidad mientras en su interior la chica se lamentaba el haber dejado reflejar su estado de ánimo, aunque luego quiso intentar ocultarlo, esbozando una fingida sonrisa, no pudo engañar a sus progenitores.

El primero en hablar fue su padre.

—mon trésor, ¿Por qué estás enojada? ¿Quién se atrevió a llevarte la contraria? —su padre la llamaba "mi tesoro" en francés, porque él tenía ascendencia francesa por parte de su abuela materna y siempre le había gustado mantener claro su origen, por eso conservaba el vínculo con esa tierra, hablando el idioma y enseñado a sus hijos a hacerlo.

Ante las palabras de su padre más el apodo cariñoso hizo un puchero, mientras los abrazaba y besaba, sin embargo, en su interior se debatía entre contarles lo sucedido o mantenerlo solo para ella, después de todo ella hasta ahora, nunca había dado señales de interés por algún joven, después de este razonamiento decidió no decir nada por el momento.

—Mi auto me dejó accidentada en pleno diluvio, mi teléfono se descargó, nada me ha salido bien. Este día ha sido un completo desastre—. Se quejó sin querer dar ningún otro detalle, cuando se levantaba para escapar, su padre la retuvo.

—Lucila ¿Cómo lograste encender el automóvil? —preguntó su padre y se puso un poco nerviosa.

—Para mi buena suerte, un señor me auxilió —manifestó sin dar ningún detalle.

No podía creer en su mala suerte, por primera vez le gustaba un hombre y este la había tratado despectivamente, moviendo los cimientos de su tranquila vida » Papa,  voy a ducharme, enseguida regreso para conversar un momento con ustedes.

La chica subió a su habitación y entró a ducharse, pero los recuerdos del encuentro la martillaban constantemente, trataba de enviar a los profundos de sus pensamientos ese momento, pero estos eran persistente, robándole la paz; el rostro del hombre la miraba desde su cabeza con un gesto despectivo y su interés por él crecía "¿Dónde vivía? ¿A qué se dedicaba? ¿Tendría novia? ¿Por qué la había tratado de manera indiferente, si ella era un encanto?" se preguntaba sintiéndose frustrada.

Eran muchas las interrogantes surgidas, estas se manifestaban como un devastador torrente, produciéndole demasiada inquietud, aún después de bañarse, seguían incordiándole, tomó su teléfono y marcó a su mejor amiga, Shawna, ambas estudiaban Licenciatura en enfermería práctica.

—Shawna, soy Lucila —expresó cuando le atendió la llamada.

—Amiga lo sé. No olvidé registrarte en la lista de mis contactos —respondió la chica, sin embargo, Lucila percibió preocupación en su tono de voz, no era alegre como acostumbraba. Eso la hizo olvidarse del motivo de su llamada y dirigió su atención a ella.

—¿Qué pasa? ¿Por qué ese tono? —preguntó preocupada Lucila.

—Lo mismo de siempre, discutí con mi madre, quiere obligarme a dejar la universidad, no deja de recriminarme porque estudio, según ella, solo estoy perdiendo mi tiempo, me mandó a buscar un novio para casarme. Quiere hacer una fiesta para presentarme a gitanos romaní y de allí escoger a mi futuro esposo, pero no quiero eso Lucila —respondió su amiga sin dejar de ocultar su tristeza.

—Pero Shawna, nadie puede obligarte a dejar la universidad y menos a casarte si no quieres. Solo oponte y déjale claro a tu mamá cuáles son tus deseos. Estudiar y trabajar cuidando a los enfermos —.expresó la chica sin entender bien porque su amiga se complicaba.

—Lucila, no es tan fácil como lo piensas, soy gitana romaní, he crecido bajo la cultura y leyes gitanas, mi familia tiene aun arraigada esas creencias. Las mujeres somos criadas para quedarnos en casa y dedicarnos al cuidado de nuestro hogar, esposo e hijos —explicó Shawna tratando de explicarle a su amiga la posición en la cual estaba.

—Lo siento, me cuesta entender, estamos en el siglo XXI ¿Cómo van a imponerte las cosas? No estamos en la edad media. No sé, mi cabeza es limitada frente a esto, porque mis padres hasta ahora no me han impuesto nada y me han dejado decidir.

—Si, pero en mi caso es distinto Lucila. Formo parte de una sociedad patriarcal, donde el hombre es quien está afuera y provee a la casa y la mujer se queda dentro de ella. No sabes las fuertes discusiones sostenidas con mi madre, ella no entiende mis deseos de ir tras mis sueños. Quiero ser enfermera para ayudar a los demás, pero eso no significa renunciar a mis raíces.

» No deseo dejar de pertenecer a mi pueblo, amo mi gente, mi cultura, solo difiero en esa posición de impedirnos a las mujeres poder formarnos, ser profesionales para dar más de nosotros, quiero crear un precedente a muchas mujeres de mi comunidad —expresó con vehemencia la chica.

—Te entiendo Shawna, yo quisiera ayudarte, no sé de qué forma pudiera hacerlo, tal vez si me acerco a hablar con tu madre, ella me escuche —la chica se río de su amiga al otro lado de la línea.

—Mi mamá no se lleva bien con los gorger y si vas pensara me has influenciado para oponerme a las tradiciones —se opuso la chica a la intervención de Lucila.

—Yo no soy gorger, yo soy una Moonchild —expresó con inocencia Lucila.

—Lucila, gorger le dice mi pueblo a la gente no gitana —indicó Shawna.

—Entiendo, pero no dejes a nadie truncar tus sueños. Lucha por ellos, demuestra la fortaleza de todas las mujeres seamos gorger, gitanas, occidentales, árabes o de cualquier pueblo, cuando tenemos la oportunidad y queremos hacer algo no hay quien pueda pararnos. Muéstrales tu valía, fuerza, templanza, de la gran capacidad en tu interior. Nunca te des por vencida, siempre debes correr tras tus deseos.

"No deseo que las mujeres tengan más poder sobre los hombres  sino que tengan más poder sobre ellas mismas." Mary Shelley.

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