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CAPÍTULO 4. UNA MALDICIÓN

Ante las palabras de Lucila hubo un silencio muy incómodo, su familia no respondió, peor aún, ni siquiera intentaron defenderse, eso causó mucho pesar y decepción en la joven.

—Me llenan de vergüenza ¿Cómo pueden comportarse de esta manera? ¿Cómo pueden tener doble rasero? He vivido toda mi vida engañada, en una burbuja, ¿Dónde perdieron el norte de lo correcto frente a lo incorrecto? Esto me causa demasiada incomodidad,  me hace daño. ¡No entiendo! —Decía tratando de dilucidar lo ocurrido, pero definitivamente eso estaba fuera de su capacidad  de comprensión— ¿Por qué quieren darle la espalda? Si ella está esperando un bebé, de nuestra sangre, su deber es apoyarla, porque esa criatura también forma parte de nuestra familia —manifestó conmovida la chica.

—Lucila, las cosas no son como las estás entendiendo, hay ciertos sucesos, ella estaba en una situación…—decía su padre, las palabras se le trababan por segundos— comprometedora, por eso tu hermano piensa...—Ella no le permitió seguir hablando.

—¡No padre! No estoy de acuerdo. Son tan solo excusas de cobardes cuando no quieren asumir la responsabilidad de sus actos —giró la vista a su hermano y le reclamó—, habla de una vez ¿Por qué te quedas callado? ¿Fuiste lo suficientemente hombre para calentarle la oreja, pero no para responder por tus acciones? —preguntó indignada.

—¡No prejuzgues! —exclamó este enfadado —, no te metas en mis asuntos, si no conoces mis razones, ni manejas la verdad. Sabes bien quien es nuestra familia, siempre actuamos de manera correcta —habló su hermano menor en una actitud apenas contenida.

Lucila lanzó una carcajada fingiendo diversión, pero su molestia era evidente.

—¿Es esta la manera correcta de actuar de nuestra familia? Permíteme reírme con la errada concepción de ustedes de la palabra "Correcta" —dijo la chica haciendo un gesto de comillas con sus manos.

— Hermana ¿Por qué no puedes entender? Ella no es la víctima, está fingiéndolo ser, pero no lo es? —indicó el hombre mirando a la otra joven molesto y apretando los dientes con un gruñido, como si quisiera lanzársele encima —. Ella es una farsante, quien me ha engañado, jugando con mi buena fe, debes creerme ¿por qué mejor no le preguntas lo que hizo?

—Nada de eso es cierto, no sé por qué te niegas a creer en mi palabra ¿Dime de dónde has sacado todas esas barbaridades?... Solo lo diré una vez más Tommy, no pienso volver a repetirlo, todo eso es una... ¡Es una vil mentira! —expuso la chica con vehemencia, apretando los puños a un lado de su cuerpo.

Se sentía impotente de no ser creída, su palabra no valía para nada frente a ellos, pero en el fondo, se culpaba, todo lo tenía bien merecido, por haberse enfrentado y opuesto a sus principios y a todo lo enseñado por su familia  durante toda su vida, por un hombre, insensible, malvado, incapaz de creer en ella y quien en algún momento pensó había sido un ángel en su vida.

Pero todo se lo merecía, pensó la joven por haber puesto sus ojos en alguien distinto a su linaje de sangre, las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos, pero se obligó a tragárselas, su futuro era incierto, porque cuando todo se supiera la echarían, ganaría el desprecio de toda la comunidad a la cual pertenecía y a la que pronto dejaría de pertenecer. Todas esas humillaciones recibidas hoy por ese hombre, laceraban profundamente su interior, como si fuese un arma afilada volviéndola jirones y causándoles grandes heridas.

Y estaba clara, aún lo peor no pasaba, porque para su gente era más aceptable un gitano involucrase o casarse con una gorger, pero no así, una gitana relacionarse con un no gitano, porque para los romaníes estadounidenses el linaje se transmitía por vía paterna, mientras el vientre materno se cuidaba como cuna de cristal y se pagaba con un valor simbólico. 

Volvió otra vez a esa realidad dolorosa, al escuchar los insultos de Tommy.

—¡Eres una hipócrita! Jamás cederé ante ti, descubrí tu ardid, te querías ocultar en las costumbres de tu gente haciéndote pasar por niña buena, pero no lo eres, eres solo una... —pero antes de seguir hablando la madre de la chica dio un paso frente a ella, se quedó viendo a Lucila y con la mirada y voz destilando el profundo odio en su interior expresó:

— Ella es el más preciado tesoro de la familia Moonchild, al parecer es lo único importante, les duele, la aman y protegen... Lo siento mucho por ti —manifestó sin quitar la vista de Lucila —pero será en ti sobre quien recaigan mis palabras: "Permita el cielo, de que te enamores de un imposible, y sufras por ese amor hasta el punto de mo..."

Jovanka puso una mano en el brazo de su madre y con ojos suplicantes, negó con la cabeza tratando de persuadirla de sus palabras, porque no le deseaba mal a la chica, a la única en esa familia salida en su defensa, después de todo ella no tenía la más mínima culpa de lo sucedido, sin embargo, nada detuvo a Sounya, continuó profiriendo sus palabras.

.«..de querer morir, dejarás todo por él buscando su aceptación y la de su gente, pero serás despreciada porque solo se acercará a ti buscando una vendetta y ...—fue interrumpida por Lucila.

La chica se acercó valientemente a la mujer y le dijo:

— ¿Por qué me maldice? No les he hecho nada, todo lo contrario, estoy de parte de ustedes y abogo por su causa, no entiendo —expresó confundida sin poder creer lo escuchado — ¿Por qué me está diciendo todas estas cosas? —preguntó la jovencita con preocupación.

—No creas en esa mujer, es una pobre charlatana, su maldición no llegará a ti, porque tú si sabes comportarte, no como...—expresó su madre, pero a Lucila le habían afectado tanto las palabras de la señora, su piel se había erizado y un profundo miedo se abrió paso en su interior, instalándose en su pecho como un cruel verdugo y sin tener ningún control sobre su cuerpo comenzó a temblar.

—¡Calla madre! ¡Callen todos! —exclamó conmovida.

Las miradas de las dos jóvenes se cruzaron, conectadas ambas con empatía, como si cada una quisiera sacar a la otra del profundo abismo de tristeza y preocupación que las rodeaba, una queriéndole frenar el sufrimiento, la situación del rechazo de su hermano y la otra queriendo evitar el futuro tormentoso augurado a la chica, sin embargo, ninguna se imaginó en ese momento, cuan entrelazados estarían sus destinos.

Las visitas se retiraron después de ser echados por los Moonchild. Lucila no pudo hacer nada por cambiar el futuro de la muchacha, subió en completo silencio, con un agrio sabor no solo en su boca sino también en su alma. Lo más doloroso para alguien, es ver develarse el verdadero rostro de las personas amadas, a quienes siempre se tuvo en un altar y nunca ni una sombra de duda emergió de ellos en ti.  

Y a los ojos de una persona tan noble como Lucila, eso había sucedido, no había lugar en su interior para ese tipo de decisiones, le parecía un acto de crueldad los intentos de sus padres y hermanos para deshacerse de ese bebé, viéndolo como un molesto problema, rogaba porque la chica no considerara esa opción. Sin embargo, el destino de la mujer ya estaba sellado.

Se quedó encerrada en su habitación, no quería ver a ningún miembro de su familia; la tristeza iba corroyéndola por dentro como hace el agua cuando continuamente golpea la roca sumergida en su cauce, debilitándola y resquebrajando poco a poco su esencia.

Se sentía ahogada, le urgía respirar un aire distinto, alentarse, necesitaba saber si ella estaba equivocada, si estaba demasiado sensible o si efectivamente tenía la razón. El aire le faltaba, su cabeza tenía la impresión de tenerla flotando como en una especie de burbuja.

Eran aproximadamente las diez de la noche cuando decidió salir, no podía seguir encerrada allí, debía hacer algo para liberar esa sensación de opresión; se colocó un jean, una camisa manga larga azul marino y una chaqueta negra impermeable por si volvía a llover, se calzó unas botas, tomó dinero de su cartera y su celular. Pero en lugar de salir por la puerta, decidió escaparse por la ventana, cerrando previamente la puerta de la habitación con seguro, para impedir a su familia ingresar y así no se dieran cuenta de su ausencia 

Desde mucho tiempo atrás no acudía a ese tipo de artimañas, lo había hecho en el pasado unas cuantas veces cuando aún era una niña y le prohibían salir de su habitación, ella se deslizaba por la columna de su balcón y después se marchaba a jugar en el jardín; cuando sus padres se daban cuenta de su escape, nunca la castigaban sino, terminaban aplaudiendo las ocurrencias de la pequeña, convirtiéndose en una gracia para todos en la familia, llamándolos "Los escapes de Lucila".

No obstante, ahora necesitaba escapar de allí, sin ser detectada ni ahora ni después, su plan estaba muy bien fraguado, incluso prefirió no salir en su auto, porque si no lo veían en el estacionamiento llegarían a la conclusión de que se había ido, serían capaces de salir en su búsqueda y en aquel momento sus familiares no eran sus personajes favoritos, por eso prefirió en esos momentos, pasar desapercibida y no crear ningún tipo de conflictos. Luego de analizado cada movimiento, salió sigilosamente como ladrón en medio de la noche.

Caminó varias cuadras sin dejar de pensar en los últimos acontecimiento, hasta ver un taxi, lo detuvo, subió en el, le pidió al chofer la trasladara por la ciudad sin ningún punto fijo, solo quería transitar de manera libre.

Llamó a Shawna, pero no recibió respuesta, necesitaba comunicarse con ella para hablar, sabía el lugar donde vivía su amiga, un sector de casas de clase media donde solo vivían gitanos romaníes, sin pensarlo, le pidió al chofer la llevara hasta allí.

Sin pérdida de tiempo, el vehículo transitó rápidamente por las amplias avenidas y calles hasta llegar a su destino, sacó un billete y pagó el importe del taxi, se quedó a un par de cuadras de su amiga, y de allí caminó en la oscura noche, su cuerpo se estremeció producto de la fría brisa y se abrazó con fuerza para buscar la manera de darse calor. Sabía donde vivía su amiga porque en varias oportunidades luego de la universidad la había llevado hasta allá, aunque nunca la había visitado, hasta aquel momento.

Llegó a la puerta de su casa y cuando iba a tocar su mano fue detenida en el aire, al girarse se trataba de Shawna, quien tenía una actitud nerviosa y al apenas verla le preguntó en un tono para nada amistoso, mirando a todos lados —Lucila, ¡¿Qué haces tú aquí?!

“Junto a la rosa, acecha escondida la espina alevosa.” Refrán popular.

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