El viento mecía los árboles con fuerza, la lluvia comenzó a caer estrepitosamente, era el mes más lluvioso del año en la ciudad de Richmond. Lucila Moonchild, circulaba por Three Chopt Road, cuando de repente su auto hizo un pequeño ruido y se apagó, colocó el auto en neutro y lo dejó rodar hasta poderlo estacionar a un lado de la calzada.
Debido a la copiosa lluvia, se quedó en el auto con el aire acondicionado encendido y los vidrios arriba, de esa manera evitaría mojarse mientras rezaba fervientemente por un milagro. Intentó marcar el número de uno de sus hermanos o su padre para pedirles ayuda, pero lamentablemente su celular se había quedado sin batería, comenzó a buscar en su bolso el cargador portátil, después de volver su interior un desastre recordó haberlo sacado la tarde anterior cuando llegó a su casa, lo bajó distraídamente mientras atendía una llamada.
Hizo un gesto de enfado. Desde el momento de levantarse nada le había salido bien, para empezar se quedó dormida porque el despertador no sonó; cuando estaba haciendo el desayuno se le quemó, llegó tarde a clases, el salón reservado para celebrar su cumpleaños lo arrendaron a otra persona y tan solo quedaban cinco días para la fiesta, por otra parte, la tela escogida para su vestido no alcanzó y cuando fue a comprarla, no había el color seleccionado.
Aunque en este punto, debía reconocer, era la única culpable, cometió un error al no haber ido primero a la modista, esperar le indicara la cantidad de tela necesaria, no ella hacía todo al revés, pensó, se emocionó cuando la vio exhibida en una famosa tienda mientras paseaba por un Centro Comercial, y como siempre terminó cumpliendo sus caprichos, a pesar de la oposición de su madre; ahora se sentía muy avergonzada, con temor de confesarle lo sucedido; esa fue la razón por la cual salió sola, sin avisarle, porque debía reunirse con la modista para escoger otra tela.
Dio un golpe en el volante del auto, para tratar de disipar su frustración, como si no había sido suficientemente acontecido el día, terminó accidentada en pleno diluvio y sin poder hacer nada para resolver su situación.
Las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos, pero se contuvo, nunca se permitía ser débil, estaba acostumbrada a salirse siempre con la suya, hasta ahora todos en su familia terminaban bailando al son marcado por ella, ese privilegio se lo daba ser hija única chica, pues tenía dos hermanos mayores, su padre era el mayor de cuatro hermanos, quienes a su vez, cada uno había tenido tres hijos. En cuanto a su madre, era la única mujer entre dos hermanos y ambos tenían dos hijos cada uno. En total eran veintitrés hombres incluyendo a sus abuelos, sin contar la generación reciente, seis niños, por lo cual ella era la única mujer joven y por consiguiente la más consentida, por eso todos buscaban la manera de complacerla y hacerla feliz, para evitar su enojo, porque cuando este sucedía hasta humo parecía salirle por la boca.
Ahora se encontraba allí, esperando el cese de la lluvia; sin darse cuenta terminó quedándose dormida, rato después, realmente no sabía cuánto tiempo había transcurrido, sintió unos pequeños toques en su ventanilla, despertó un poco desorientada. Se quedó viendo sorprendida tratando de identificar a la persona al otro lado del cristal.
Al enfocar bien su vista vio a un hombre, piel dorada, cabellos negros, hombros anchos y una nariz romana, con mentón cuadrado no pudo visualizarle el color de los ojos porque cargaba unas gafas, bajó la ventanilla y se quedó observándolo con confusión, porque desconocía el motivo de su presencia.
Por su parte, Nico había salido de su oficina en dos ocasiones en el período de una hora y media, en ambas oportunidades el automóvil permanecía estacionado en el mismo sitio, eso le causó curiosidad, además sentía una especie de extraña atracción conminándolo a acercarse. Esa sensación, no era muy común en él, porque aunque pertenecía a un pueblo hermético, con sólidos valores para quienes la solidaridad y hospitalidad, estas estaban reservados para ayudar solo a los suyos, esas características eran intrínsecas en ellos.
Por ello, le resultaba más extraño, obedecer a ese instinto. Normalmente poco le gustaba hablar con desconocidos, sin embargo, había algo impeliéndole acercarse para prestarle auxilio a la persona en el auto, aunque nunca imaginó encontrar a una jovencita de no más de dieciocho años con un cabello castaño claro, ojos grises con un destello café alrededor del iris, cuya primera mirada lo impactó mucho haciéndolo retroceder con temor; por eso después no quiso fijar más su vista en ella, el corazón le palpitaba con frenesí y sentía la necesidad de correr muy lejos de su lado, sin embargo, se armó de valor y habló en un tono severo, pero educado le habló.
Buenas tardes —. Saludó en voz seca, porque al tratarse de una mujer, quitó todo rastro de amabilidad.
No le gustaba estar a solas con mujeres desconocidas y menos si se trataba de una gorger, eran lanzadas y en su opinión la mayoría carecían de moral, sin embargo, no le quedó más alternativa. Ya estaba allí y no perdería nada ofreciéndole su ayuda. Por lo cual a regañadientes continuó hablando »¿Está en algún problema? —preguntó con seriedad, fijando su vista en un punto detrás de ella.
—Ah ok. ¡Mucho gusto! Soy Lucila Moonchild —dijo la chica extendiendo su mano amablemente, sin embargo, debió recogerla cuando el hombre ni siquiera hizo amago de extenderle la suya.
—¡¿Puede ir al grano y decirme cuál problema tiene?! No tengo tiempo para estar perdiendo con usted —expresó despectivamente y la chica se desconcertó por un momento.
La incomodidad la invadió no estaba acostumbrada a sufrir esos tipos de tratos déspotas. Durante toda su vida había estado rodeada de hombres, pero estos giraban alrededor de ella como la tierra alrededor del sol.
—Mi carro se apagó sin causa aparente, no tengo idea de las razones. —Expresó un tanto nerviosa.
—¡Ya veo! —Exclamó con una mueca.
Se quitó los lentes, dejando ver unos hermosos ojos verdes, quitando el aliento de Lucila, quien por un momento se sumergió en ellos y olvidó lo demás a su alrededor hasta escucharlo hablarle.
—¿Puede prestar atención a mi petición? —espetó molesto, sin disimular un solo momento su incomodidad, le ordenó —Abra el capó del auto, gire la llave como si fuese a encenderlo.
La muchacha siguió las instrucciones. Él levantó el capó, revisó, detectó el fallo y en pocos minutos el auto estaba encendido.
Lucila se sonrió feliz y aplaudió con entusiasmo cuál chiquilla.
—¡Genial! Es usted un ángel enviado del cielo —buscó su cartera, sacó unos cuantos dólares, bajó del auto y sin darle tiempo al hombre a reaccionar, se los metió en el bolsillo de la camisa.
Esa acción hizo enojar a Nico, quien apretó su boca en señal de inconformidad "¿Quién se creía ella para estar ofreciéndole dinero? Esos malditos Gorger con sus ínfulas de querer ser superiores a los demás. Además quien le había dado permiso para tocarlo y colocarle dinero en su camisa", pensó con molestia.
La miró de arriba abajo, con un rictus de desagrado, llevó su mano al lugar donde le había colocado el dinero, se lo sacó, tirándolo al suelo con violencia.
—¡No necesito su dinero! —exclamó de manera despectiva.
Se alejó de allí sin mirar atrás dejando a Lucila contrariada sin saber cómo reaccionar, sin embargo, ese encuentro dejó en ella una gran inquietud, la cual que buscaría dilucidar en el futuro próximo.
"La impresión de una mujer puede ser más valiosa que un análisis razonable." Arthur Conan Doyle.
Lucila vio al hombre alejarse sin siquiera mirar atrás, ni tomarla en cuenta, era la primera vez en su vida, que no solo había sido objeto de desprecio sino también de indiferencia. Eso causó un sentimiento muy lastimero en ella, aunque quiso evitar las lágrimas acumuladas en su pestaña inferior, estas terminaron desbordándose; aunque muchas veces estas habían brotado por capricho, para terminar logrando salirse con la suya, esta vez, eran genuinas, producidas por el profundo dolor sentido en el alma al ser desdeñada.Sin embargo, segundos después pudo controlar ese sentimiento y la rabia se dio paso como un huracán, puso el pie donde había caído el dinero y los restregó entre el pavimento y su zapato mientras su hermoso rostro se deformaba en un gesto de enfado. Luego se inclinó tomó los billetes los apretó en el puño de su mano arrug&aacu
La conversación con Shawna, le había dejado a Lucila, una profunda tristeza, le gustaría hacer algo por ella, pensaba en encontrar una forma de ayudar a su amiga y a todas las chicas de su comunidad que quisieran emprender sus estudios, pero tuvieran esas limitantes, a veces era fácil encerrarse en una burbuja y no darse cuenta del sufrimiento y de las luchas de los demás.Le parecía contradictorio; aunque las gitanas eran muy independientes para algunas cosas, a la vez se dejaran imponer otras, o tal vez ella pensaba así porque no compartía sus costumbres, pero a sus ojos eso era una completa injusticia, la cual quería ayudar a combatir y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para lograrlo, pensó mientras meditaba en una salida.Otra de las situaciones intolerables para Lucia, era el hecho de que su amiga tenía prohibido enamorarse de alguien no gitano, porque su pueblo le daba suma
Ante las palabras de Lucila hubo un silencio muy incómodo, su familia no respondió, peor aún, ni siquiera intentaron defenderse, eso causó mucho pesar y decepción en la joven.—Me llenan de vergüenza ¿Cómo pueden comportarse de esta manera? ¿Cómo pueden tener doble rasero? He vivido toda mi vida engañada, en una burbuja, ¿Dónde perdieron el norte de lo correcto frente a lo incorrecto? Esto me causa demasiada incomodidad, me hace daño. ¡No entiendo! —Decía tratando de dilucidar lo ocurrido, pero definitivamente eso estaba fuera de su capacidad de comprensión— ¿Por qué quieren darle la espalda? Si ella está esperando un bebé, de nuestra sangre, su deber es apoyarla, porque esa criatura también forma parte de nuestra familia —manifestó conmovida la chica.—Lucila, las cosas n
Lucila se quedó sorprendida ante el trato de su amiga, porque Shawna siempre había tenido un trato agradable para con ella y ahora de repente tenía esa actitud más fría que un congelador. Por más que pensaba no podía dar con una razón para explicarse las causas de esa actitud totalmente contraria a como hasta ahora había sido una buena relación de amistad.—Shawna, lo siento, tal vez no fue buena idea venir a visitarte, pero eres mi única amiga y no tengo con quien hablar, necesitaba desahogarme de ciertos problemas familiares que estoy viviendo —manifestó la joven tratando de disimular su perturbación por las palabras que le había proferido la otra chica y en su interior pensaba, definitivamente “hoy era el día de las sorpresas y de ver el verdadero rostro de la gente”.—Lo siento Lucila, ahora no es la mejor ocasión para
Lucila se dejó mojar por la lluvia, llegó a un parque y se sentó en un banco, flexionó sus rodillas colocándolas también en el asiento posó su cabeza entre ella y se quedó allí, sin ejecutar ningún otro movimiento únicamente pensando en todo lo que había sucedido y la decepción iba crecido en su interior a pasos agigantados, como una avalancha que poco a poco iba creciendo, hizo una mueca de disgusto mientras llegaba a la conclusión que sería bueno terminar de alejarse de todos.Se encontraba en una situación que para ella era muy complicada porque solo tenía a su familia, pero no quería verlos, su doble moral la asqueaba, y no tenía ningún otro lugar a donde ir porque aparte de Shawna no tenía ninguna amiga cercana y ya esta última no podía considerarla de esa manera, en ese instante se dio cuenta cuan sola estaba.
Lucila se había quedado totalmente sorprendida al ver a la persona que menos se había imaginado encontrarse y menos allí, a esas horas y circunstancias. Siempre escuchó el dicho que reza: "El Mundo es un pañuelo", pero hasta ahora no había entendido el significado, pensó el mundo no era tan grande como creía.—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucila y la chica la observó por un momento, sin poder creer que realmente le estaba preguntando eso, pero se dio cuenta de que así era.—Creo que es obvio, buscando a donde ir, me expulsaron de mi casa de mi gente, de mi comunidad. Lo hizo mi hermano mayor, porque deshonré a la familia, en mi comunidad lo que yo hice es una causa de destierro, nunca más podré volverlos a ver —manifestó la joven con tristeza, mientras ambas se sentaban a la orilla de la arena —. ¿Y tú q
Esa noche, después de aquel juramento que las uniría para siempre, pasearon por la playa, jugaron haciendo castillos de arena, mientras reían y charlaban. Sintiéndose realmente a gusto en tener la compañía la una de la otra. Jovanka siguió contándole las tradiciones y costumbres romanís, despertando la curiosidad en Lucila, quien sintió, por alguna razón extraña, el anhelo de conocer y sumergirse en su cultura.—Es fascinante todo lo que me cuentas, me hubiese gustado nacer en una cultura así. Poder pasar tus costumbres, tradiciones, cuentos, rituales de generación en generación, es una garantía del esfuerzo que cada una de esas personas que conformaron cada familia transmitió a sus hijos y de cierta manera, es como si ellos perduraran a través del tiempo. Jovanka, ¿De dónde proviene tu gente?—Bueno, se estima que nues
Shawna no había dormido bien, la preocupación por cómo había tratado a su amiga, la mantuvieron totalmente en vela, por eso al levantarse tenía dos grandes sombras debajo de sus ojos, las cuales procuró cubrirlas maquillándose muy bien. Se colocó un vestido largo bastante colorido, se puso sus joyas brillantes y llamativas, varias pulseras lucían en sus muñecas y dos grandes aros adornaban sus orejas.Salió de su casa, acompañada por una tía, pues no se les permitía salir sola, aunque a decir verdad, ella si había logrado escaparse en varias oportunidades, y para su alivio no había tenido consecuencias. Cuando llegaron a la universidad, lo primero que hizo fue pedir que la acompañaran a buscar a Lucila, fue por ella al salón donde recibirían clases, pero al no encontrarla, se fue a la biblioteca con resultados no satisfactorios y por últi