La respiración de Gabriele se volvía más rápida y errática mientras observa la galería que lo rodeaba, un lugar como un eco suave, apenas contenido por las paredes de mármol blanco y las luces doradas que iluminaban las obras. Gabriele recorría con la mirada cada rincón del salón, pero en realidad no estaba viendo nada, sentía cómo su corazón se agitaba como si cada golpe fuera una advertencia, estaba rodeado de su familia, de algunos viejos amigos, de curadores importantes y de artistas a los que había admirado durante años. Pero su mente, su cuerpo entero, solo podían concentrarse en una cosa, la ausencia de Luciano.El lugar era magnífico, techos altos, música tranquila, copas de vino en manos pulcras, sus cuadros colgaban entre otros tan impactantes como los suyos y, sin embargo sentía que no podía respirar. Había soñado con este momento desde que era un niño, exponer allí, entre los grandes, ser parte de ese mundo casi inaccesible. Pero ahora que estaba ocurriendo, sentía que alg
El restaurante se alzaba como un santuario del lujo discreto en una de las calles más elegantes de la ciudad, las luces colgaban del techo como luciérnagas cautivas, y la música de fondo era un piano solo de Chopin, que apenas rozaba el oído. La mesa larga, en el centro del salón reservado estaba rodeada por rostros que Gabriele conocía bien, su madre, su padre, Amalia, Alessandro, algunos amigos cercanos y por supuesto Luciano.Luciano sentado frente a él, hablaba con soltura, con esa naturalidad que a veces parecía tan distante, pero que en ese momento fluía con calidez y cercanía, Gabriele lo observaba de reojo mientras bebía de su copa, sintiendo que algo dentro de él se derretía lentamente. Su voz era segura, pausada, y cada vez que se dirigía a sus padres, lo hacía con respeto, pero sin perder esa chispa que lo volvía misterioso.—He estado pensando en una colaboración con el estudio que su familia dirige —dijo Luciano, mientras movía su copa entre los dedos. — Algo ambicioso, q
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el suave susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el aire. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraron c
Esa noche, mientras la algarabía del baile llenaba el ambiente con risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: su mirada penetrante, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, Gabriele sac
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos oscilantes que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba en silencio la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián, sin necesidad de esperar una respuesta. Sabía que algo estaba mal.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián fr
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu
De regreso a casa, Gabriele, atrapado por una mezcla de nerviosismo y desbordante emoción, decide finalmente preguntarle a Luciano algo que ha estado guardando en su interior.—¿Alguna vez has sentido una atracción especial por un hombre? —Preguntó Gabriele, con un titubeo en su voz, mientras sus ojos buscaban en los de Luciano una pista, una señal que lo guiara a entender lo que él mismo no lograba comprender.Luciano permaneció en silencio, con un rostro inexpresivo. Al principio, Gabriele pensó que quizá no había escuchado bien, o que Luciano necesitaba unos segundos para procesar la pregunta, pero conforme los segundos se alargaban, la falta de una respuesta se volvió más clara. Era como si la pregunta de Gabriele no tuviera el menor impacto sobre él.¿No tienes nada que decir? —Gabriele murmuró, casi en un susurro.Luciano lo miró fijamente, sus ojos eran tan intensos como siempre.—Nada que decir, Gabriele. —Finalmente, su voz salió sin emoción alguna.La respuesta de Luciano y
Con los días transcurriendo, Gabriele se encerró en su estudio, perdiéndose en el lienzo. Sin embargo, algo irónico comienza a suceder: Luciano no deja de aparecer en sus pinturas. A pesar de su esfuerzo por no pensar en él, su rostro sigue surgiendo en cada trazo, en cada pincelada. Gabriele se siente atónito, incluso algo alarmado por el grado de obsesión que comienza a desarrollar por este hombre. Siente que está cruzando una línea peligrosa, la sola idea de estar enamorado le aterra, y se pregunta si está perdiendo el control de su corazón y de su mente.Esa misma noche, Gabriele sintió el impulso de salir de su aislamiento, como si el peso de sus cavilaciones lo estuvieran asfixiando. Decidió reunirse con algunos amigos y dirigirse a un restaurante, buscando desconectarse de la tempestad emocional que lo consumía.Pero al llegar, algo lo detuvo en seco. Justo ahí, en una mesa cercana, estaba Luciano. Su presencia lo golpeó como un relámpago, Gabriele sintió un cambio inmediato e