Fuego y Sangre: Trono de cenizas
Fuego y Sangre: Trono de cenizas
Por: M. ISABEL
Prologo: La Gran Guerra

Oscuridad, eso era todo lo que existía al inicio.

Siglos, o tal vez milenios antes incluso del surgimiento del primer reino humano, existió una oscuridad que rodeaba al mundo, lo cubrió como la niebla cubre los valles, y bajo el resguardo de sus sombras acechaban horrores destinados a manipular.

Estas sombras propagaban semillas de miedo y ambición en los mortales, anhelando llevar a los humanos a un mar de desesperación y ruina, y serían conocidos como demonios.

En ese tiempo, siglos o tal vez milenios atrás, la oscuridad había sido el único horizonte conocido para los desafortunados mortales que tuvieron la desdicha de vivir en esa época oscura, pero pronto, como un destello de esperanza, los mortales descubrirían la existencia de una luz más allá de los límites del reino mortal.

Inalcanzable para las almas fugaces que habitaban la tierra, se alzaba un reino donde la oscuridad era desconocida, un lugar donde seres de esencia divina habían encontrado su hogar, y con su llegada, la luz y la oscuridad se entrelazaron en una danza sangrienta que se prolongó durante siglos.

Y la oscuridad, milenios después, sería solo un recuerdo difuso, nada más que leyendas.

[...]

Aquel periodo, en el que la luz y la oscuridad se batieron en duelo sería conocido como la Gran Guerra, un cataclismo que cambiaría el destino del reino mortal y marcaría el comienzo de algo nuevo: la magia.

La tierra se nutrió de vestigios de poder, y ecos de luz y oscuridad fueron sembrados en un equilibrio propicio.

Y así, gracias a los seres divinos que defendieron el reino mortal, los demonios se vieron despojados de su antiguo dominio y fueron exiliados a un páramo lúgubre y desolado al cual los mortales llamaron reino de las sombras.

Y los dioses, por otro lado, seres de esencia divina, regresaron al reino celestial en un espectáculo de luces danzantes, dejando atrás un mundo cambiado irremediablemente.

Lejos de la mirada vigilante de los Dioses y de la opresión de las sombras que una vez cubrieron el mundo, el tiempo se deslizó como un rio sinuoso, y pronto los años y las décadas se acumularon como hojas secas en otoño, los recuerdos se convirtieron en relatos transmitidos a alrededor del fuego, y los mitos y leyendas nacieron al alero de reinos y asentamientos que se alzaban y se derrumbaban en un ciclo eterno.

Y así, siglos habían pasado desde que los dioses tocaron la tierra.

[...]

En la actualidad, quizá milenios después del final de la Gran Guerra, un reino se alzaba junto a un frondoso bosque mágico y poco frecuentado, el reino recibía el nombre de Laurentia, y era el hogar del joven príncipe Cassel.

A primera vista, Laurentia es un reino sin peculiaridades; simple en comparación con los otros reinos que habitaban el mundo mortal. De hecho, de los ocho reinos mortales, Laurentia era quizás el más pacífico, cuya armonía había prevalecido desde su fundación.

Laurentia era, simplemente, un reino ordinario, pero era amado por sus habitantes y, especialmente, por el pequeño príncipe que allí crecía.

Pero sin que los habitantes de Laurentia lo supieran, el destino del reino estaba escrito en las estrellas, y llegaría un momento en el que la paz sería un recuerdo lejano.

Pues, cuando la oscuridad,  que una vez fue aprisionada en el reino de las sombras, encuentre maneras de escapar de su prisión eterna, los reinos humanos no tendrán salvación.

Y el fuego y la sangre forjarían un nuevo futuro. 

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo