Veinte años después…
En México es época de elecciones; el candidato perfilado a ganar amenaza con meter al país en una guerra donde lleva todas las de perder, y sin embargo, el tema principal no es ese, sino la misteriosa revelación de una mujer que asegura la inocencia del mítico Julio Nassar.
—Julio era inocente —inicia tajante la mujer de blanca cabellera y mirada cristalina.
—¿Entonces es cierto el mito de que estaba loco? —pregunta el presentador, alimentando un chisme popular.
—Eso le hicieron creer.
—¿Quienes?
—Sus fantasmas.
El público se burla, pero a la mujer parece importarle poco el escepticismo de estos jóvenes que odian a Nassar sin haberlo conocido.
—Supongo que lo conoció —dice el conductor, intentando rescatar el hilo de
‘’…esa mañana fuimos felices. Bebimos café negro sin azúcar, como yo siempre lo he tomado, como ella aprendió a beberlo desde que empezamos a querernos. Hojeamos el libro amarillo con diez mil números, cogimos uno al azar y lo marcamos. Seguimos con éstas bromas estúpidas… las llevamos de rutina. Como esas pequeñas memorias que uno recolecta para no perderse en la nada, para que el agobio del mañana no borre a quien amamos.…’’En eso y más pienso mientras invierto mis últimos pasos. Camino hacia la silla eléctrica; ahí todo acabará.La sensación se le parece a la de aquella noche, pero ahora no hay luces ni confusiones. O las hay, pero no rojas ni azules, y de la incertidumbre… ¿qué les digo? De tanto buscar respuestas uno se acostumbra a no en
Hay una mujer en el fondo. Supongo que es rubia o de piel muy clara, mas no logro distinguirlo. Su nombre es Rocío. No sé por qué lo sé, pero lo sé. Se acerca a mí y yo intento saludarla, mas no lo consigo. Grito; mi voz no sale. Me agito sin recordar algo de lo vivido, y sin embargo, sé que he vivido más allá de estas memorias cortadas y mundo borroso. Espera un momento. De pronto cambio de vista y me vuelvo un tercero. Veo a mi madre llorar de alegría mientras Rocío deposita en sus manos una bola de carne blanca.¿Soy yo? ¿Este es mi nacimiento?Fue mi nacimiento. Han pasado cinco años desde entonces. ¿Saben lo frustrante que es verte crecer sin poder hacer algo al respecto? Ver que das tus primeros pasos y te golpeas en cualquier esquina es molesto, porque aún de muerto sientes dolor. Eres esa pequeña
Tengo trece años e ilusiones de adulto. Pero no de esos adultos ejemplares, sino del corte rebelde, que van peleados con la decencia y con las reglas; aves de paso en un mundo de eternos soldados. Me gusta la música, aunque no estoy muy convencido de qué opina ella sobre mí. Igual le rasco cual alma hiriente a esa Fender que papá me regaló a inicios de curso.La escuela va bien, aunque no tanto como en años anteriores. Los maestros dicen que soy muy distraído; no hallo forma de contradecirlos. Sin embargo, en algo se equivocan. Apuestan porque mi destino será uno sin emociones ni aventuras. Sin éxitos ni fracasos. Juran que seré uno más que vivirá del salario regular por no ser tan inútil, pero lejos de un puesto de ensueño por no ser un genio. El futuro de todos, seguro imaginan, pero mis mentores van más allá. Piensan que seré un fr
Tengo dieciséis años. Sé que papá morirá cuando yo tenga dieciocho, pero Julio vivo no lo sabe. Por eso camina por las calles de esta ciudad creada para soñar sin escuchar al corazón.Yo hablaría y le pediría que arreglara las cosas con Julio el grande, que mamá no nos perdonaría tal apatía, pero no puedo. Somos uno mismo, mas la muerte y la vida no son amigas. No nos permiten ser amigos.Entonces he de narrarles lo que vivo día con día. Comparto un pequeño departamento con Cristian, un amigo que conocí hace un año en un curso de cortometraje. Él toca la batería y yo la guitarra. Tenemos buenos recuerdos del Grunge: era jamás vivida pero siempre sentida. No podemos ocultar la influencia en nuestros intentos de melodías, y ni hablar de las letras. De esas me encargo yo
Lo hicimos toda la noche. Como la noche anterior y las de la semana pasada. Como ha sido desde que la conocí y de eso ya han pasado dos años. El café negro nos acompaña, damos gracias por coincidir en el placer. Nancy juega con mi cabello; le gusta enredar sus dedos en él y verme a los ojos. Confirma que no hay otro con acceso a su cintura y senos redondos. A mí me gustaría decir lo mismo. Jurarle que ella es la dueña de mis caricias, de los besos de medio día y de esas noches de ensayo inexistente. He de conformarme con la mentira y ella debe dar gracias por creerme.A decir verdad, nada va mal. Soy yo quien se empeña en estar en el mismo canal, en brindarnos una exclusividad nunca pedida. A ella le da igual. Me es fiel porque no ha gustado de otro hombre. Si gusta se lía, si se lía no ha de haber problema porque así lo pactamos desde el principio.—No estoy para una relac
En una calurosa mañana de abril la veo sentada frente al amplio ventanal de nuestra recamara y no puedo no escribirle una canción. Trabajo en ella cuando se me acerca y en tono acabado me dice…—Tenemos que hablar.El corazón se me acelera; puedo sentirlo latir y es raro que eso suceda. Desde que morí he padecido todo tipo de dolor, incluyendo emociones extremas, mas no se me movía el corazón.Ahora se mueve como compensando dieciocho años de ausencia.—¿Qué pasa?El teléfono suena; lo ignoro.Nancy permanece en silencio y agacha la mirada. Cuando se dispone a hablar, vuelven a llamar.Intento desconectarlo, pero los nervios me traicionan. Levanto la boci
El tiempo avanza sin ofrecer tregua. Tengo veintiún años, más dinero en el banco del que creí ganar en treinta vidas y he aprendido a distinguir las intenciones de la gente sin necesidad de conocerla.La muerte de papá alimentó mi lado creativo. Me veo escribiendo de lunes a domingo música distinta; una clara evolución del género que me llevó a tan extraño cielo.Sin embargo, contrario a como imaginan, nada va bien.…Lo que voy a contarles ocurrió una semana después del fallecimiento de papá…—Ya no quiero estar contigo. Lo siento, pero la situación me rebasó.—¿La situación?—La fama, el tener que estar alerta 24/7 y ni hablemos de los celos. ¿Cre
Aparezco en otro lugar y con la memoria desarmada. Sé que estoy muerto y que me llamo Julio Nassar. Sé que un duelo pasional me condenó a la silla eléctrica con tan sólo veintisiete primaveras en el bolsillo, pero no hay otros datos. Solo la extraña convicción de que llevo tiempo en el rodeo y que me ha tocado presenciar el mundo desde un plano castigado.¿Tuve familia?Supongo que sí. De lo contrario no sentiría un nudo en la garganta cuando veo a esa niña pelirroja de la mano de su madre, bajo protección de un padre que bien pondría el pecho a la bala con tal de salvar a su hija de cualquier ataque.¿Por qué habría de salir lastimada? ¿Por qué siento que la conozco?Mi cabeza se parte