Pierdo más de veinte minutos intentando unir los trozos de la carta que accidentalmente rompí, hasta que lo logro. Leo detenidamente esa letra curveada que me trae algunos recuerdos, mas no se de quién. Me indica una fecha que a primera vista significa nada, solo que es de un año ya vivido. Abajo de ella, una dirección. Y en rojo sangre la suplica de ir antes de que sea demasiado tarde.
Abandono la pieza y me dirijo a ese lugar que no sé dónde es, ni cómo llegaré, pero al que debo ir. Así la muerte me alcance en el camino.
En cierto momento acabo en la camioneta de un desconocido en el que tengo que confiar porque no hay otra opción. La dirección, pronto me entero, está a un par de horas andando en auto; un día entero caminando.
No hay tiempo. Necesito llegar y este suj
Lo que más odiaba de las mudanzas, era la burla constante de las paredes. Esas que me daban la bienvenida entre crujidos que no se oían pero se sentían. O los sentía yo, mejor dicho. Porque papá y mamá estaban distraídos en sus negocios.Hoy vuelvo a sufrir esa terrible sensación mientras camino sin saber a dónde voy. La sufro mientras busco a Sophía, mas en el fondo algo me dice que antes me encontraré con la muerte.La sufro, y me gusta sufrirla.Es una especie de tributo a esta vida gitana que se entendió más con el dolor que con el confort.—¿Sophía? —pregunto y el eco me responde.Camino unos cuantos metros hacia al frente. Luego giro a la derecha y encuentro nada. Me regreso. Tomo el carril de la izquierda y solo la humedad me acom
Es Gabriela. Logro distinguir lo que le queda de rostro. A sus pies está Inossa, que recibió el quinto disparo.Volteo a todos lados; busco desesperadamente a la autora de estos crímenes, mas no logro encontrarla. Pareciere que estoy solo.Estoy solo.He perdido la cabeza.Descubro mi demencia cuando a la distancia veo a Dulce caminar hacia mí.Trae puesta una bata blanca y lleva la mirada encendida.Pálida; evidencia de que me visita desde el más allá. Mi momento ha llegado. Ese para el que nadie nos prepara pero a todos nos llega. Ese al que le tememos sin medida; más por no saber lo que
‘’…esa mañana fuimos felices. Bebimos café negro sin azúcar, como yo siempre lo he tomado, como ella aprendió a beberlo desde que empezamos a querernos. Hojeamos el libro amarillo con diez mil números, cogimos uno al azar y lo marcamos. Seguimos con éstas bromas estúpidas… las llevamos de rutina. Como esas pequeñas memorias que uno recolecta para no perderse en la nada, para que el agobio del mañana no borre a quien amamos.…’’En eso y más pienso mientras invierto mis últimos pasos. Camino hacia la silla eléctrica; ahí todo acabará.La sensación se le parece a la de aquella noche, pero ahora no hay luces ni confusiones. O las hay, pero no rojas ni azules, y de la incertidumbre… ¿qué les digo? De tanto buscar respuestas uno se acostumbra a no en
Duré unas cuantas semanas en coma; tal parece que me quise suicidar después de cometer los asesinatos.Me aferro a pensar que Sophía fue real. Que no acabé loco cuando Cristian me intentó matar.Las autoridades apoyan mi deseo y me juzgan como cuerdo en tiempo récord.Mejor así. Que la prensa diga que fui un asesino incomprendido.De paso pago por la memoria de a quienes les hice daño. Incluyendo a Nancy, que solo fue un medio para acabarme.Estoy acabado.Ella merece quedar libre, y sin embargo, no muevo un dedo para salvarla.<
Veinte años después…En México es época de elecciones; el candidato perfilado a ganar amenaza con meter al país en una guerra donde lleva todas las de perder, y sin embargo, el tema principal no es ese, sino la misteriosa revelación de una mujer que asegura la inocencia del mítico Julio Nassar.—Julio era inocente —inicia tajante la mujer de blanca cabellera y mirada cristalina.—¿Entonces es cierto el mito de que estaba loco? —pregunta el presentador, alimentando un chisme popular.—Eso le hicieron creer.—¿Quienes?—Sus fantasmas.El público se burla, pero a la mujer parece importarle poco el escepticismo de estos jóvenes que odian a Nassar sin haberlo conocido.—Supongo que lo conoció —dice el conductor, intentando rescatar el hilo de
‘’…esa mañana fuimos felices. Bebimos café negro sin azúcar, como yo siempre lo he tomado, como ella aprendió a beberlo desde que empezamos a querernos. Hojeamos el libro amarillo con diez mil números, cogimos uno al azar y lo marcamos. Seguimos con éstas bromas estúpidas… las llevamos de rutina. Como esas pequeñas memorias que uno recolecta para no perderse en la nada, para que el agobio del mañana no borre a quien amamos.…’’En eso y más pienso mientras invierto mis últimos pasos. Camino hacia la silla eléctrica; ahí todo acabará.La sensación se le parece a la de aquella noche, pero ahora no hay luces ni confusiones. O las hay, pero no rojas ni azules, y de la incertidumbre… ¿qué les digo? De tanto buscar respuestas uno se acostumbra a no en
Hay una mujer en el fondo. Supongo que es rubia o de piel muy clara, mas no logro distinguirlo. Su nombre es Rocío. No sé por qué lo sé, pero lo sé. Se acerca a mí y yo intento saludarla, mas no lo consigo. Grito; mi voz no sale. Me agito sin recordar algo de lo vivido, y sin embargo, sé que he vivido más allá de estas memorias cortadas y mundo borroso. Espera un momento. De pronto cambio de vista y me vuelvo un tercero. Veo a mi madre llorar de alegría mientras Rocío deposita en sus manos una bola de carne blanca.¿Soy yo? ¿Este es mi nacimiento?Fue mi nacimiento. Han pasado cinco años desde entonces. ¿Saben lo frustrante que es verte crecer sin poder hacer algo al respecto? Ver que das tus primeros pasos y te golpeas en cualquier esquina es molesto, porque aún de muerto sientes dolor. Eres esa pequeña
Tengo trece años e ilusiones de adulto. Pero no de esos adultos ejemplares, sino del corte rebelde, que van peleados con la decencia y con las reglas; aves de paso en un mundo de eternos soldados. Me gusta la música, aunque no estoy muy convencido de qué opina ella sobre mí. Igual le rasco cual alma hiriente a esa Fender que papá me regaló a inicios de curso.La escuela va bien, aunque no tanto como en años anteriores. Los maestros dicen que soy muy distraído; no hallo forma de contradecirlos. Sin embargo, en algo se equivocan. Apuestan porque mi destino será uno sin emociones ni aventuras. Sin éxitos ni fracasos. Juran que seré uno más que vivirá del salario regular por no ser tan inútil, pero lejos de un puesto de ensueño por no ser un genio. El futuro de todos, seguro imaginan, pero mis mentores van más allá. Piensan que seré un fr