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Hay personas que llegan con el objetivo de cambiarnos los días. Algunos lo hacen de manera voluntaria; otros simplemente obedecen al destino.

Inossa me cambió en ambos sentidos.

Es preciso recordarles el momento en que nos conocimos. Me despedía de alguien que en realidad no había llegado a mi vida, cuando esta niña de cuerpo perfecto y mirada divina suplicó mi ayuda. Yo se la di sin dudarlo, porque, descubrí, necesitaba ayudar a alguien. Para sentirme con vida y mantener la llama encendida. Una llama que de a poco se extinguía en la habitación, con los reclamos de esa doña nadie que momentos antes decidió dejar de intentarlo por miedo a enamorarse.

—Hay algo que no me cuadra.

La sangre se hizo hielo y paseó sin remedio por todo mi cuerpo. De pies a cabeza. De corazón a cerebro.

—Dices que

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