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—De niño tuve mucho, pero era pobre.

—¿Cómo es eso?

—Solo tenía dinero, hijo. Montones de dinero invertido en algo que papá llamaba Bienes y le daba por apellido Raíces.

Le di un trago al vino barato que don Matías ofreció aquella noche, y me entregué buen rato a la reflexión.

Para cuando volví, el viejo ya era pobre de bolsillo pero rico en sentimientos.

—Conocí de mujer y ella me enseñó de alegría. La vida me permitió unos cuantos hijos y un negocio que a menudo me regala sonrisas.

Mientas más hablaba, más le entendía. Comprendí que la verdadera riqueza no está en las joyas ni en los viajes, sino en el anillo

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