"Recibiendo órdenes"

En medio de la incertidumbre y el desconcierto, Luna se encontraba atrapada en una situación que parecía escapar de su control. Paul, el hombre que la había contratado para ser su falsa esposa, tenía planes mucho más oscuros de los que ella había imaginado. En lugar de simplemente cumplir un papel por un par de semanas, se encontraba en una situación en la que su dignidad y autoestima estaban en juego.

Paul, decidido a mantener las apariencias frente a sus padres, había ideado un plan retorcido para presentar a Luna como su pareja ante ellos. Quería que sus padres lo vieran con una mujer ordinaria y poco atractiva, con la esperanza de que así desistieran de presionarlo para que buscara una esposa adecuada y formará una familia. Para asegurarse de que su plan funcionara, ordenó a su asistente Bruno que consiguiera ropa vulgar y poco favorecedora para Luna.

—Detente, entraremos en esta tienda común— Paul ordenó a Bruno, quien no dudo en obedecer las órdenes de su jefe.

Paul abrió la puerta del auto y hizo bajar a la mujer a la fuerza.

—Vamos baja ahora mismo—

Luna miró a bruno, quien le había dado confianza por su manera de tratarla, pero al ver como él se encoge de hombros se asustó.

—Por favor, no quiero—

—No es lo que tu quieras, es lo que yo quiera—

Él sujeto de su mano y la llevó al interior de la tienda, en donde busco el área de dama hasta conseguir los vestidos más atrevidos de todo el lugar, además de ser vulgares, eran brillantes.

La situación alcanzó su punto más bajo cuando Paul obligó a Luna a detenerse en el camino y cambiarse a un vestido diminuto y provocativo, diseñado para resaltar sus atributos de una manera que la hacía sentir incómoda y humillada. A pesar de sus protestas y súplicas, Paul no le dio opción alguna. Se sentía atrapada en una telaraña de manipulación y chantaje emocional, con la amenaza constante de que su reputación y su futuro serían destruidos si se atrevía a desafiarlo.

—No me pondré esto, mi cuerpo está al descubierto—

—Ya te lo dije, o lo haces, o desaparecerás del planeta, no es nada de lo que no hayas hecho— Paul era grosero y abusivo con ella.

Con el corazón lleno de indignación y desesperación, Luna se enfrentaba a una elección imposible. Sabía que seguir adelante con esta farsa implicaba renunciar a su dignidad y permitir que su integridad fuera pisoteada. Pero también sabía que, si se retiraba, enfrentaría las consecuencias de la ira de Paul y el posible daño a su reputación y su futuro.

Con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, Luna se armó de valor y decidió seguir adelante. Aunque cada fibra de su ser gritaba en protesta, se obligó a sí misma a continuar, sabiendo que no tenía otra opción. Se prometió a sí misma que encontraría una manera de superar esta pesadilla y recuperar su libertad y dignidad, aunque fuera lo último que hiciera.

Paul observó con satisfacción cómo el vestido diminuto transformaba a Luna en una figura seductora y vulgar a sus ojos. Satisfecho con su "obra de arte", decidió comprar un par más de esos vestidos, como si estuviera armando una colección personal. Sin darle oportunidad a Luna de protestar, la sacó de la tienda con el vestido puesto, ignorando por completo su incomodidad y descontento.

Al llegar a la casa familiar, el frío envolvía el ambiente de manera implacable. A pesar de ello, Paul no permitió que Luna se quejara ni por un momento, insistiendo en que mantuviera una actitud sumisa y complaciente. Sus padres, al verlo entrar con esa mujer de aspecto desagradable, no ocultaron su desaprobación. Para ellos, la presencia de Luna en su hogar era una ofensa a su reputación y dignidad.

—Hijo has llegado— pronunció su madre mientras ignora a la mujer que sujeta de su mano.

—Madre te lo prometí, he regresado como me lo dijiste—

Ella exigió su presencia con una mujer de su mano.

Paul, sin inmutarse por el rechazo de sus padres, presentó a Luna como su futura esposa, intentando forzar una sonrisa que apenas disimulaba su incomodidad. Sin embargo, sus padres apenas le dirigieron una mirada de desprecio y desdén, dejando en claro lo poco que pensaban de la mujer que tenía a su lado.

—Madre, ella es Roberta mi futura esposa—

Luna extendió su mano, pero sus supuestos suegros solo la miraron de pies a cabeza mientras desprecian su presencia.

—Será mejor que vayamos a comer— con una mueca de desprecio la mujer mayor sintió asco al sentarse con alguien así, su vestimenta no era para una cena en familia.

Paul interrumpió la comida en muchas oportunidades mientras besaba el cuello de su compañera y la abrazaba, Luna sentía morir, estaba segura que mataría a su amiga, Paul la atendió mientras la mira con ojos de amor y le da la comida en la boca, sus padres estaban boca abiertos, jamás lo habían visto comportarse de esa manera.

La cena transcurrió en un incómodo silencio, interrumpido solo por el sonido ocasional de los cubiertos chocando contra los platos. Luna, sintiéndose completamente fuera de lugar, luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos. El frío se había infiltrado en sus huesos, pero el dolor emocional que sentía era mucho más penetrante.

Finalmente, cuando la cena llegó a su fin, Paul llevó a Luna a una habitación apartada de la casa. Aunque Luna no sabía qué le deparaba el futuro, una cosa era segura: estaba atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar fácilmente.

—Vuelvo en un momento, bañate por favor, hueles espantoso—

Luna se miró y empezó a olor su cuerpo, había usado un perfume costoso y cremas divinas, sabe que no huele mal, pero Paul era capaz de todo con tal y lastimar su autoestima, consiguiendolo con éxito, ella entro al baño y tomo una larga ducha mientras frota cada parte de su cuerpo, cuando ella salió del baño se consiguió a un hombre con rostro preocupado sentado en la orilla de la cama, pero si a él no le importo humillarla de esa manera, a ella no le importaría por lo que él estuviese pasando.

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