Luego de un llanto y un largo aseo, Luna disfruta de un café cargado, ella empezó a tomar pastillas para el dolor que su cuerpo intenso por los fuertes apretones que Damián le propino, sabe que esta a salvo en casa, ella es Luna, por lo que Paul no la buscaría y menos con su nombre real, a ella le quedó claro que él solo quería el poder que le brindó su madre al nombrarlo, dueño y señor de la fortuna Santoro, solo recordar las caras de los presentes al momento de que las cámaras revelaron su momento íntimo, ella aún puede sentir la vergüenza.El día estaba cayendo cuando escucho la voz sonriente de una mujer, no tenía que ser adivina para saber que era Roberta que estaba regresando de aquel viaje que duraría el mismo tiempo que su contrato.—Oye siiii, prometo llamarte luego, si, yo también te amo mi cosito lindo— Roberta colgó la llamada y al voltear su cuerpo hacia la entrada de la casa, su rostro chocó con la mirada de Luna, ella era como un monstruo.—¿Qué te sucedió? — Roberta la
Luna despertó y se sintió extraña al ver que Roberta ya no estaba en casa, además de la nota que le dejó sobre la mesa, en su corazón sintió una gran corazonada, ella cogió el teléfono de casa para llamarla, pero Roberta no le contesto las llamadas, aun así, no quiso salir de casa, estaba fiel a su pronta recuperación.Por otro lado, estaba Roberta emocionada al llegar a la casa de empeños, los ojos del comprador se iluminaron rápidamente.—Puedo comprarlos, pero debes llenar este formulario, además que no podré darte la cantidad que me estas pidiendo, sabes que son artículos únicos, debo manipularlos sacando sus piezas, si lo fuese a manipular completo pagaría su valor, pero es un problema recibir prendas con un gran valor sin su certificado— El hombre se hace el rudo, el busca envolver a la joven para quedarse con las prendas, estas tienen un serial y ganará más dinero si llama al dueño directamente y pide una recompensa.Roberta ya había citado a su novio, no lo dejaría mal, ellos
El sol apenas comenzaba a desaparecer en el horizonte, bañando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Roberta y su novio, se encontraban en la cima de su propio mundo, flotando en una nube que solo ellos podían ver y sentir. Las risas y los susurros llenaban el ambiente, mientras ambos se dejaban llevar por el efecto de las sustancias ilícitas que habían consumido horas antes. La habitación estaba bañada en una luz cálida, las cortinas ondeaban suavemente con la brisa que entraba por la ventana entreabierta, y en el aire flotaba una mezcla de dulzura y peligro.Roberta se acurrucó más cerca de su novio, su cabeza reposando en su pecho, sintiendo cada latido de su corazón como si fuera el suyo. Ambos estaban perdidos en su propio universo, abrazados y riendo, ajenos a la realidad que los rodeaba. Los ojos de su novio, normalmente brillantes y llenos de vida, ahora se mostraban vidriosos, casi ausentes, mientras sus manos acariciaban el cabello de Roberta de manera lenta y repetitiva.
El amanecer llegó tan rápido como la noche había caído, trayendo consigo una nueva realidad que Paul no estaba preparado para enfrentar. La noticia de la muerte de Roberta había golpeado su corazón como un mazo, dejándolo frío y vacío. Se negaba a saber más sobre ella, a excavar en los detalles de una vida que ya no tenía sentido. Roberta, la mujer que lo había cautivado, estaba muerta, y para él, todo lo relacionado con ella debía morir también.Paul apagó su teléfono, cerró las cortinas y se dejó caer en la oscuridad de su habitación. No quería pensar, no quería sentir. Roberta se había llevado con ella una parte de su alma, y lo que quedaba no era más que un cascarón vacío. La única forma en que podía sobrellevar el dolor era encerrarse en sí mismo, negarse a todo lo que alguna vez había sido importante.Pero mientras Paul se sumía en su dolor, Bruno no estaba dispuesto a dejar las cosas así. Había algo en esa noticia que no cuadraba, algo que no dejaba de martillar su mente. Conoc
Paul se encontraba solo en la habitación del lujoso hotel, perdido en sus pensamientos. El silencio de la noche se mezclaba con el ruido de sus recuerdos, haciéndolo sentir más solo que nunca. Había tomado una decisión, una que sabía que cambiaría todo. El dolor que sentía en su pecho era insoportable, pero necesitaba enfrentar sus demonios, cerrar capítulos y, finalmente, decir adiós.Tomó su teléfono y marcó el número de su asistente, pero después de varios intentos fallidos, supo que Bruno no respondería. Seguramente, él también necesitaba tiempo para lidiar con la situación. Sin más opciones, decidió dejarle un mensaje: “Tómate unos días de descanso. Vuelve cuando estés listo. Yo también lo necesito”Paul sabía que su regreso a la ciudad no era solo para poner todo en su lugar, sino para asistir al entierro de Roberta. No quería que su madre o Bruno supieran de sus verdaderas intenciones. Roberta había sido un torbellino en su vida, una mujer que lo había engañado, pero a la vez,
Bruno llegó a la pequeña casa en medio de la nada, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. La casa, aunque modesta, era acogedora y estaba bien equipada, lo que le daba cierta tranquilidad. Había elegido ese lugar con cuidado, sabiendo que sería el refugio perfecto para proteger a Lisa mientras se recuperaba. No había vecinos, solo vastas extensiones de vegetación que les proporcionaban el aislamiento necesario para mantenerse a salvo.La ambulancia que había transportado a Lisa se detuvo frente a la casa, y Bruno rápidamente salió para recibir a los paramédicos. Les agradeció con un asentimiento antes de abrir la puerta trasera y con cuidado, cargó a Lisa en sus brazos. A pesar de su cuerpo débil, ella se aferró a él con la poca fuerza que le quedaba, confiando completamente en Bruno para su protección.—Estamos aquí, Lisa —murmuró mientras la cargaba hacia la entrada de la casa—. Este lugar es seguro. No dejaré que nadie te haga daño—La puerta se abrió, y dentro de la casa,
El sol brillaba alto en el cielo mientras Luna se dirigía hacia la guardería donde trabaja, con la mente llena de pensamientos sobre su próxima semana en la universidad. Sin embargo, su día casual se vio interrumpido por la llegada repentina de su amiga, Roberta, con una propuesta inesperada. Roberta, con su espíritu rebelde y su personalidad enérgica, se acercó a Luna con una sonrisa traviesa en el rostro. Había reconciliado con su novio y tenía planes para pasar tiempo con él, lo que significaba que no podría cumplir con un trabajo privado e importante que le habían ofrecido. Sin embargo, en lugar de rechazar la oferta, Roberta tenía una idea diferente en mente: que Luna la reemplazará. —¿Qué haces aquí? te podrías derretir por los rayos del sol— Luna se burla de su amiga que suele dormir todo el día y solo sale de noche. —Necesito un gran favor, no puedes negarte por favor— Roberta caminaba a paso rápido detrás de ella. —Si es dinero, te lo digo desde ahora mismo, no tengo y es
Luna se encontraba en un estado de nerviosismo palpable mientras se preparaba para su papel en esta extraña situación. Había decidido vestirse con elegancia, pero sin exagerar, optando por un atuendo que reflejara seriedad y confianza. Aunque por dentro se sentía como si estuviera a punto de enfrentarse a una tempestad. Con su maleta en mano, Luna se dirigió al lugar acordado, sin saber qué esperar realmente. Sin embargo, un error en su percepción la llevó a confundir al chofer que la esperaba con el empresario que supuestamente sería su esposo de mentira. La expresión sorprendida del asistente al verla llegar dejó en claro su confusión, y Luna se sintió aún más ansiosa al darse cuenta de su error. —No soy yo, relájate, te llevaré con él— Ella asintió, ya que tenía miedo de que sus palabras salieran con un notable temblor. Fue entonces cuando el asistente, con una mueca apenas perceptible, le explicó que él no era el hombre al que debía acompañar. Su tarea era simplemente llevarla