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La imagen que encontró Gavel al tirar la puerta de la oficina de Cassandra fue la peor que se pudo imaginar. No solo por las densas feromonas que danzaban de forma posesiva en el ambiente, sino también por la forma en que aquel desgraciado alfa estaba sosteniendo a su pareja y lo que le estaba haciendo.

Pero no fue eso lo que le hizo perder el control.

Al sentir su presencia del recién llegado, el alfa soltó el cuello de una ahora inerte mujer recostado en la mesa, dejando a la vista el cuello ahora manchados de sangre, con una profunda herida de marcas de dientes sobre su piel, ahora desgarrada, y la boca del lobo manchada de la misma sangre.

Gavel... vio en rojo.

No supo en qué momento se había movido, pero tuvo al otro lobo agarrado del cuello, contra el suelo y estampando sus puños en su rostro hasta que la sangre le salpicó hasta su propia ropa. Sentía los huesos crujir con cada golpe que daba. No mediaba su fuerza, estaba cabreado a no poder más. Sus garras completamente desenfu
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