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Rayan se incorporó y se la llevó con él sosteniéndola de la nuca para sentarla. La ayudó a ponerse la parte de arriba del piyama y le abrochó los botones acariciando con la punta de sus dedos los montículos calientes de su pecho. Se sentían tan suaves. Sacudió la cabeza. Debía tener la conciencia fría.

Revolvió el cabello húmedo de ella con la toalla hasta que estuvo lo más seco posible, pero creando una maraña enredada que peinó con los dedos hacia atrás. Esto hizo que Leticia pareciera más delicada de lo que era ya y Rayan tuvo que reprimir sus instintos, aún más, por saltarle arriba. Después de todo no se había equivocado cuando le había dicho sobre su frustración sexual.

La cargó en brazos y la llevó hacia el inmenso sofá de la habitación poniéndole un tazón

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