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Gavel apretó la mano sobre el hombro de Cassandra manteniendo su pecho contra la cama mientras con la otra le alzaba las caderas. La mejilla de la beta se restregaba contra el mullido colchón dejando que el olor natural del alfa se impregnara en su piel.

-Panquecito, creo que podrías cooperar un poco- Gavel jadeó acariciando la espalda de la loba hasta que esta se posó sobre su cintura y la estabilizó mejor sobre las rodillas temblorosas- Aprieta un poco tus muslos- le ordenó.

Pero Cassandra casi no tenía fuerzas para moverse. No sabía cuánto tiempo había sido, pero toda su

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