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Leticia entró por la puerta del edificio. Se sentía todo en silencio y miró el reloj de su muñeca. Se imaginaba que los chicos debían estar allí, pero al parecer la misión que tenían ese día tomaría más tiempo de lo normal. Gavel le había mandado el respectivo mensaje por lo que sabía lo que estaban haciendo y sintió ganas de estar junto a ellos pateando traseros.

Entró en la acostumbrada sala donde el bullicio siempre estaba encontrándola desierta y encendió las luces. Había un reguero terrible dándole a entender que esa tarde ya habían hecho de las suyas. Dejó las dos bolsas inmensas llenas de cervezas que había comprado y comenzó a recoger un poco.

No le gustaba el reguero, no era tan exquisita como su prima pero había que tener una medida de que tan puerco uno podía ser. Metió las altas de cerveza y refrescos viejas en una bolsa, así como las colillas sueltas y los pozuelos sucios de sopa instantánea.

La vena de omega salió y se quedó quieta descubriendo que no

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