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Rayan recostó el cuerpo muy caliente de Leticia entre sus piernas con la ardiente espalda sobre su amplio pecho. La cabeza cayó sin fuerzas sobre sus hombros, con los ojos totalmente cerrados. El agua tibia los cubrió hasta la mitad del pecho y el suave olor de las sales de baño era verdaderamente relajante, aunque la fragancia que inundaba el baño era aún más dulce.

El alfa pasó una mano por el cabello húmedo de la loba, que había podido remojar y limpiar y se lo corrió hacia atrás. Agarró un poco de gel y lo restregó por los brazos dándole masajes para después volver a ponerlos dentro del agua.

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