CAPÍTULO 3. La peor humillación
El golpe de una bola de demolición en pleno pecho le habría dolido menos que aquella simple palabra: “No”; pero la verdad fue que Naiara se quedó tan aturdida como el resto de los presentes.
—¿Qué…? Justin… —balbuceó retrocediendo.
—Señor Baker —lo increpó el cura azorado—. Escuche bien la pregunta. ¿Acepta usted…?
—¡Ya dije que no! —gruñó él en dirección al sacerdote, enviando una ola de murmullos entre los invitados antes de volverse hacia Naiara—. Lo siento… Lo siento, pero no puedo casarme contigo, yo…
Naiara solo lo miraba con los ojos muy abiertos, repentinamente llenos de lágrimas mientras los de su prometido se humedecían también.
—El bebé que está esperando Nadia es mío —sentenció con los dientes apretados y Naiara tuvo que cubrirse la boca para ahogar un grito de sorpresa.
Su mirada se clavó en su hermana, que estaba sorprendentemente tranquila en medio de aquel caos, y pudo ver la satisfacción en su rostro.
La gente se levantaba por todos lados, cuchicheando o pidiendo explicaciones, pero sus padres también parecían demasiado tranquilos en comparación con el caos alrededor.
—No puede ser… —Naiara se llevó las manos a los ojos como tratara de despertarse de una pesadilla—. Esto no puede estar pasando, no puede ser… todavía estoy dormida… todavía estoy…
Pero el toque urgente con que Justin alcanzó sus manos la devolvió a la realidad.
—¡Naiara lo siento! ¡Te juro que lo siento, mi amor, no fue mi intención!
—¡¿No fue tu intención!? —le gritó ella fuera de sí—. ¿¡Cómo carajos se hace un bebé sin intención!?
—¡Fue un error, un accidente…! —intentó justificarse Justin.
—¡¿Ah, un accidente!? —exclamó Naiara levantando los brazos—. ¡¿Mi pobre hermana se tropezó en la escalera y accidentalmente se cayó encima de tu m*****a verg@?! ¡¿Eso pasó?!
—¡Naiara por favor, solo fue… fue un desliz! ¡Me pasé de copas! ¡Yo no quería que esto sucediera, yo te amo, quiero casarme contigo pero no puedo hacerlo con una mentira así de por medio! —exclamó Justin tomando sus manos con un gesto de súplica—. ¡Por favor, perdóname! ¡Perdóname! ¡Te lo suplico!
Naiara trató de soltarse violentamente.
—¿¡Que te perdone!? ¡¿Que…?! ¡¿Que te perdone, infeliz traidor!? ¡Te acostaste con mi hermana! ¡La embarazaste! —gritó.
A su alrededor la gente comenzaba a moverse hacia la salida para que aquel escándalo fuera en privado, pero de repente la voz estentórea de Rafael Bravo se alzó entre la multitud.
—¡Por favor, vuelvan a sus asientos! ¡Vuelvan a sus asientos, enseguida regresamos! ¡Vamos a arreglar esto! ¡Ya volvemos!
Y lo siguiente que Naiara sintió fue cómo su madre la empujaba hacia uno de los cuartos en la parte posterior de la iglesia, y la familia Bravo se encerraba, mientras ella intentaba respirar porque sentía que se estaba asfixiando.
Ni siquiera era capaz de mirar a Nadia a la cara, pero todo su cuerpo se tensó cuando escuchó la voz de Lucía.
—¡Vamos Naiara, apúrate, quítate el vestido!
—¿¡Quéééé…!? —exclamó con ojos desorbitados.
—Que te quites el vestido —la increpó su madre—. Esto no puede quedarse así. Justin ya dijo que no se casará contigo porque embarazó a Nadia ¿no es así? Entonces ella es la que tiene que casarse hoy. Quítate el vestido y dáselo para que pueda…
—¡¿Es una maldit@ broma!? —le gritó Naiara, retrocediendo, con las mejillas arrasadas en lágrimas—. ¡La única razón por la que no la estoy arrastrando por la alfombra de esta iglesia como la zorra que es, es porque está embarazada! ¡¿Y me estás diciendo que le dé “mi” vestido, para que se case en “mi” boda, con “mi” prometido, después de que se lo folló hasta embarazarse!?
Naiara sentía que estaba en una película surrealista, pero Nadia solo se acercó a ella contoneando las caderas con fastidio.
—Ay, ya deja de lloriquear, ¿quieres? —espetó en un tono lleno de sarcasmo y de intención de herir—. La ilusión te duró bastante, hermanita, pero seamos honestas, tú no haces nada con un hombre como Justin, ¡es un partidazo! Egresado de Harvard, un título, dos diplomados, una maestría; es hijo de uno de los magnates más grandes de este país y en unos pocos años será el CEO de la empresa de su padre y heredará todos sus millones... o mejor dicho, ahora mi hijo heredará todos sus millones —sonrió levantando una ceja sin ninguna vergüenza—. ¿De verdad creíste que se iba a quedar para siempre con una mojigata virgencita como tú?
Naiara apretó los puños con impotencia.
—¡Yo no soy ninguna mojigata! —escupió porque no podía creer que Nadia estuviera culpando a su decisión de permanecer virgen hasta el matrimonio—. ¡Simplemente tengo respeto por mí misma, tengo principios y Justin valoraba eso…!
—¡Pues adivina cuánto valoraba Justin tus principios mientras se estaba acostando conmigo! —se carcajeó su hermana—. ¡Y déjame decirte que este bebé no se hizo en una sola noche! Si tú no estabas dispuesta a estar con él, entonces no culpes a las que sí disfrutamos hacer el trabajo. A fin de cuentas, los príncipes se quedan con las princesas, hermanita, ¡no con las ranas!
Naiara avanzó hacia ella inconscientemente pero su madre se metió entre las dos.
—¡Ya basta! ¡La pelea la pueden dejar para después, pero ahora hay que resolver esta situación!
—¡Allá afuera la iglesia está llena de gente que vinieron a una boda! —gruñó su padre—. ¡Y una boda es lo que les vamos a dar! ¡Punto!
Naiara miró a sus padres como si no pudiera creer lo que escuchaba, y una nueva ola de sollozos ahogados se le atoraron en la garganta, dándose cuenta de que ellos eran parte de todo aquello.
—¡Ustedes lo sabían! ¡Sabían que me habían estado traicionando! —los acusó y Rafael puso los ojos en blanco con aquel mismo gesto de fastidio que le había heredado a su hermana.
—¿Y qué esperabas? La familia Baker es una de las más importantes de este país. He estado tratando de asociarme con el padre de Justin por años, alguien tenía que asegurarse de emparentarnos con ellos. ¡Y es evidente que tu hermana dio la talla mejor que tú, así que ahora no te quejes! —siseó furioso y Naiara sintió que su corazón se rompía por segunda vez aquel día.
Ella no les importaba. Ni a su hermana ni a sus padres, no les importaba para nada. Su dolor, su humillación, su sufrimiento… nada les importaba.
—¡Vamos, niña, el vestido! —espetó su madre—. ¡Por suerte que es lo bastante largo, al final Nadia lo va a lucir mucho mejor que…!
—¡No! —gritó Naiara sintiendo que la rabia le hervía en las venas—. ¡No le voy a dar mi vestido!
—No es una petición, Naiara, es una orden —escupió Lucía, pero antes de que le pusieran un solo dedo encima, Naiara alcanzó el borde delicado del vestido y rompió en canal uno de los vuelos.
—¡Naiara! —intentó detenerla Rafael.
—¡No me da la gana! —gritó ella y un instante después destrozaba todos los demás hasta que aquella bofetada sonora de su madre la hizo detenerse.
—¡Eres una egoísta!
—¡Y me importa un carajo! —siseó Naiara enseñando su vestido destrozado—. ¡Que se case de negro, de luto, porque es como va a estar el resto de su vida por traidora!
Hizo ademán de salir por una de las puertas laterales, pero el agarre violento de su padre la devolvió a la iglesia de un empujón.
—¡Pues si no vas a ayudarnos, entonces sal delante de todo el mundo! ¡Anda! ¡Pero te advierto que en mi casa no te quiero!
Naiara sintió aquel vacío en el estómago mientras se daba la vuelta y veía a toda aquella gente en la iglesia observándola.
No había mayor vergüenza.
Había entrado con amor y esperanza, y salía traicionada por su familia, humillada por su prometido… y sin ningún lugar a dónde ir.
CAPÍTULO 4. Una carta perdidaEl dolor en su pecho era demasiado grande, pero aun así Naiara levantó la barbilla con un gesto desafiante, y no se limpió ni una sola lágrima mientras caminaba por aquella alfombra roja hacia la salida de la iglesia, entre los cuchicheos de todo el mundo.Llevaba el vestido roto, el maquillaje corrido y el corazón destrozado, y ni siquiera sabía cómo era capaz de dar un paso detrás de otro hasta llegar a la escalinata de la iglesia.Abajo estaba la limusina en la que había llegado, pero antes de que pudiera subirse a ella escuchó los gritos de su pro… ex prometido.—¡Naiara! ¡Naiara, por Dios, ¿qué pasó!? —exclamó Justin viendo la tela rasgada.—Suéltame.—¡Por favor no te vayas, escúchame! ¡Te amo, perdóname! ¡Naiara…!—¡Justin, déjala! —escucharon tras ellos y Naiara vio cómo su padre se acercaba apurado—. Deja que se vaya, tienes que estar en otro lugar ahora… la boda tiene que continuar.—¿Continuar? —Justin Baker frunció el ceño hasta que se dio cue
CAPÍTULO 5. El fuego del infiernoTreinta y seis horas en el infierno. Era exactamente lo que Naiara sentía que había pasado desde que había escuchado a su ex prometido decir “No” en el altar frente a todos sus amigos, conocidos y por conocer.La espera había sido infinita, el vuelo había durado doce horas en las que Naiara no había podido pegar los ojos, y había ahogado aquel odio que llevaba cocinándosele en la sangre con champaña y cosas más fuertes. Luego las filas interminables para salir del aeropuerto, para rentar un auto…Finalmente había tenido que estacionarlo fuera de la carretera, porque de noche ya no podía conducir. Durmió incómoda y ansiosa, y al día siguiente el amanecer la recibió con resaca, dolor de cabeza y Jet Lag.Aun así hizo su mejor esfuerzo por encontrar el camino hacia la hacienda de su abuelo en medio de todas aquellas carreteras y curvas de montaña. Los rayos de sol aun estaban muy bajos cuando se detuvo en lo alto de uno de los cerros y se sentó sobre el
CAPÍTULO 6. Fuego salvajeSi hubiera sido supersticioso, Samuel se habría asustado. Tocar a aquella chica le provocaba como una electricidad extraña. Era como ver las columnas de humo levantándose hacia el cielo en el peor de los incendios forestales y saber que estaba a punto de meterse en aquel infierno.Ella debía ser igual, como un fuego salvaje, porque Samuel sentía que podía meterse ahí, pero nada le aseguraba que saldría vivo después de eso.Su voz era ronca y profunda cuando por fin la vio abrir los ojos, aturdida, y la apoyó entre el auto y su cuerpo, sosteniéndola. Aquellos ojos eran un par de pozos que podían tragarse su alma, y muy a su pesar le despertaron los peores intintos, los más feroces.—Calma... eso... calma, solo es la adrenalina. Todo está bien...Carraspeó cuando la sintió más firme y se separó solo un poco, estrujando lo que quedaba del papel en un puño y metiéndolo en su bolsillo.—Responde ¿estás herida?Naiara giró el antebrazo, mostrándolo porque realment
CAPÍTULO 7. Lágrimas de culpaTocaba una dramática despedida, polvo bajo las llantas de su auto… pero la verdad fue que Naiara solo pudo avanzar una calle, porque no tenía ni puñetera idea de por dónde tenía que irse.Puso los ojos en blanco con una mueca y se bajó frente al establecimiento más cercano, procurando no mirar al hombre que había quedado cincuenta metros atrás y la observaba como si acabara de golpearlo.Se acercó a la puerta, donde una muchacha solo un poco mayor que ella barría furiosamente, y saludó con cortesía.—Hola, ¿qué tal? ¿Sería tan amable de decirme por qué camino puedo llegar a El Mirador, a la hacienda del señor Félix Bravo? —preguntó y en un solo segundo todas las cabezas en aquel bar se giraron hacia ella, como si hubiera mencionado al mismísimo diablo.—Esto es un bar, no una agencia de viajes —espetó la muchacha sin mirarla—. Usa Go0gle Maps que para eso existe.Naiara frunció el ceño, porque una cosa era la falta de educación y otra muy distinta la agr
CAPÍTULO 8. Un lugar hostil—¡Tienes que irte!Aquella sentencia hizo que el cuerpo de la muchacha se tensara.—¿¡Quééééé…!? ¡No, abuelo…!—¡Tienes que irte, Naiara! ¿No lo entiendes? Si yo no mandé esto, entonces alguien más lo hizo. ¡Alguien te trajo aquí con… con todas estas mentiras! —aseguró su abuelo.—¿Entonces es mentira que querías que viniera? —preguntó ella con el corazón en un hilo.—¡No, hija, claro que no! ¡Pero es mentira que voy a vender la finca! ¡Es mentira que te haya mandado a llamar, y si alguien te mandó esto entonces… entonces fue para atraerte, porque saben que puedes ser un punto débil para mí, y pueden… pueden querer lastimarte, como lastimaron a tu abuela, y yo no puedo permitir eso…! ¡No voy a permitir eso, Naiara, así que vete, anda, súbete a tu auto y vete y…!El señor Félix miraba alrededor como si estuviera buscando algo que no fuera capaz de encontrar, y en cierto punto Naiara se dio cuenta de que estaba tan nervioso que estaba a punto de desvariar.—
CAPÍTULO 9. Un hombre asfixiadoEl chiquillo soltó a Naiara como si se estuviera quemando y retrocedió. Samuel Leal tenía fama de tener poca paciencia y un temperamento controlado hasta que alguien lo hacía estallar. Y por desgracia ahora parecía a punto de hacerlo.Naiara pasó saliva al verlo sin el uniforme de bombero forestal, pero en jean, camiseta informal y chaqueta de piel se veía todavía más condenamente guap… ¡peligroso! …se veía peligroso.—¿Qué carajo están haciendo aquí? ¿Cómo se le ocurrió pincharle las llantas…?—Mejor no te metas, Samuel, al final te conviene que… —intentó replicarle otro de los chiquillos, pero solo ahogó el final de aquella oración cuando la mano tosca de Samuel se estampó contra su pecho y lo levantó por la camisa, despegándole los pies del suelo.—¡¿Qué dijiste?! —rugió él y los otros dos muchachas salieron corriendo en vista de la paliza que estaban a punto de darle a su compañero.—¡Lo siento, lo siento! —exclamó el muchacho y Samuel lo dejó caer
CAPÍTULO 10. Un instinto entrenadoEl golpe furioso en la mesa hizo que Francisco Leal levantara la cabeza y mirara a su hijo con los dientes apretados, pero finalmente se echó atrás en la silla ejecutiva mirándolo con la misma displicencia que usaba con cualquiera de sus oponentes cada vez que peleaba por la alcaldía de Villahermosa.—¿Te quieres explicar? —respondió con tono severo y Samuel no se tragó ni por un segundo aquella inocencia.—¡Naiara! ¡Naiara Bravo! ¡La nieta del señor Félix!—¿Una de las hijas de Rafael? —lo increpó su padre como si tratara de recordar—. ¿Qué hay con ella…?—¿Por qué mejor no dejas de fingir? ¡Tú y yo nos conocemos demasiado bien como para saber que manejas este pueblo a tu antojo! —espetó Samuel—. A la muchacha la están molestando desde que llegó, no la ayudan, no quieren venderle en las tiendas, en la farmacia estuvieron a punto de negarle la ayuda más básica… ¡Y hace un rato un grupo de adolescentes le pincharon las llantas del auto! ¡¿De verdad es
CAPÍTULO 11. La linda imagen de un hombre desn...Quizás era una locura, pero Naiara se sentía más a gusto en aquel lugar de lo que jamás se había sentido en la casa de sus padres en Boston. Casi no recordaba de su infancia allí, el dolor y el remordimiento habían bloqueado con el tiempo demasiadas cosas, pero si de algo estaba segura era de que allí se sentía en paz, protegida, y amada.Por suerte el teléfono fijo de la casa todavía funcionaba bastante bien, así que se ocupó de llamar a varios viveros, pero todos le decían más o menos lo mismo: ¿Cuántas hectáreas de terreno hay que llenar?Naiara no sabía mucho de eso, pero era una excusa tan linda como cualquier otra para salir a recorrer las plantaciones. Se despidió de su abuelo y pasó el día tan entretenida que ni siquiera recordó que debía comer.El rancho estaba dividido en dos: del arroyo a la izquierda, donde todo se había quemado, incluyendo la antigua casa grande; y del arroyo a la derecha, donde se levantaban los campos de