DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 32. Dos corazones rotos

DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 32. Dos corazones rotos

¿Cómo era tan tonta como para permitir que la misma persona le rompiera dos veces el corazón?

Eso era lo único en lo que Ximena podía pensar mientras salía de aquella clínica como un huracán, pero en el mayor silencio posible, porque ventilar sus problemas no era precisamente algo que le agradara. Y lo único que le impidió a Javier gritar su nombre hasta el otro lado del estacionamiento fue precisamente que tenía media comitiva de sus empleados alrededor, o de pacientes que no lo habían visto felicitándolo.

Así que hizo hasta lo imposible por deshacerse de ellos rápido, pero para cuando logró llegar al estacionamiento ya la camioneta de Ximena había desaparecido por el carril que llevaba a su casita.

—¡Demonios! ¿¡Cómo se me pueden torcer tanto las cosas cuando se trata de esta mujer?! —exclamó con frustración mientras corría por la llave de su propia camioneta y luego se dirigía hacia la casita tan rápido como el terreno se lo perm
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