DONDE HUBO FUEGO... CAPÍTULO 36. Una confesiónEstallaría en algún momento, eso no tenía discusión, pero en el mismo momento que a Javier le avisaron que aquel hombre había atravesado el portón frontal de la hacienda, de inmediato hizo aquella llamada y corrió hacia la pequeña habitación que Ximena estaba usando como oficina mientras les ampliaban la cabaña. Solo habían pasado veinticuatro horas, apenas un día y ya Fernán Marín estaba de vuelta en Villahermosa con la peor de las actitudes.Javier trató de detenerlo, o al menos eso parecía, pero de alguna forma los dos acabaron a los gritos dentro de aquel cuartito donde Ximena diseñaba.—¡Te lo advertí, imbécil! ¡Debiste escucharme! ¡Te advertí que podía joderle la vida a tu noviecita! —gruñó Fernán tirándole aquel cheque estrujado a la cara que con singular alegría le habían rechazado en el banco.—¡No te atrevas, Fernán! —espetó Javier y Ximena se levantó azorada.—¿Qué es lo que está pasando aquí? Fernán ¿qué haces...? —preguntó y
EPÍLOGO.Podían parecer largos, pero realmente dos años se habían ido en medio del mayor ajetreo posible. Aquella construcción masiva había ido escalando poco a poco, abriéndose paso en las laderas de una colina baja en las tierras de los Leal, hasta quedar convertida en una pequeña ciudad sumergida que era una delicia recorrer.No le faltaba nada, absolutamente nada, y en el mismo momento en que el jefe de obra instaló la última bombilla, y se giró con los pulgares levantados hacia Javier, sin mediar otra palabra él se lanzó rodilla en tierra delante de Ximena, sobresaltándola porque estaban delante de un colectivo amplio y risueño de trabajadores.—Podría esperar a la noche, llevarte a un restaurante caro, rentar un helicóptero y hacer toda la parafernalia, pero muñeca este anillo lleva semanas atormentándome en el bolsillo y lo único que he querido hacer es ponértelo en el dedo —le dijo sacando aquel anillo de compromiso—. Este es el final del proyecto pero también es el inicio de
PREFACIO—¡Qué cosa más fea, parece un renacuajo! —El niño de ocho años hizo una mueca mirando a la recién nacida.—¡Oye, mocoso, no le digas así a mi nieta o te voy a echar la maldición del campo!Samuelito entornó los ojos porque el señor Félix era el anciano más supersticioso de toda la sierra.—¿Y esa cuál sería?—Pues que si le dices fea ahora, un día la vas a querer, pero ella no te va a querer a ti.El pequeño se rio de aquello, no le parecía que fuera a querer nunca al renacuajo aquel que apenas pudo caminar lo perseguía por todos lados; no sabía que la primera parte de aquella maldición se cumpliría cinco años después, mientras le arrancaban a la niña del cuello, dando gritos, para subirla a la camioneta en que sus padres se la llevaban.—¡Abuelo! ¿De verdad que el tío se va y se lleva a Naiara? —jadeó corriendo dentro de la casona de campo en ruinas.—¡Ya vete de aquí, Samuel! —gruño el viejo—. ¡Sí, mi hijo se va de España y se lleva a su familia, pero es por culpa de tu pad
CAPÍTULO 1. UNA NOCHE ARRUINADA15 AÑOS DESPUÉS.Naiara debía estar feliz. Debía estar más feliz que nunca, porque aquella era la primera noche del resto de su vida: la cena de ensayo de su boda. Al día siguiente se casaría con el hombre que amaba y comenzarían su historia de amor como marido y mujer. Sin embargo, a medida que la noche avanzaba su sonrisa se iba borrando poco a poco.Los aperitivos de la cena estaban llenos de aceitunas, y aunque podía parecer insignificante, aquellas pequeñas frutas la devolvían a los peores recuerdos de su vida.Se encogió sobre sí misma como si pudiera sentir todavía el calor del incendio a su alrededor, o escuchar los gritos de su abuela. Era muy pequeña cuando todo aquello había pasado, pero se había quedado anclado en su memoria, haciendo que cada uno de esos recuerdos le doliera demasiado.Y lo peor de todo era cómo su hermana y su madre no tenían ni el más mínimo cuidado en revivirlos. No les había importado que Naiara no quisiera que se inclu
CAPÍTULO 2. Una esperanza rotaNaiara contuvo el aliento y nadie tuvo que decirle que se estaba poniendo pálida; quizás no tanto como su prometido, Justin, pero después de todo, Nadia les estaba arruinando su noche a los dos.Y exactamente como era usual, a partir de ese momento la fiesta dejó de ser la cena de ensayo de su boda para convertirse en la celebración del embarazo de Nadia. Todos la rodeaban, le preguntaban por el bebé o por el padre del bebé, y Nadia se divertía manteniendo la intriga lo suficiente como para tener a todos dando vueltas a su alrededor como si fuera la abeja reina.—¿Naiara, qué… qué está pasando? —La voz inquieta de Justin la hizo volverse para ver su rostro sombrío y molesto.La muchacha intentó no verse demasiado decepcionada, pero era imposible, porque después de todo, su hermana había vuelto a robar uno de los momentos más importantes de su vida.—Lo siento. De verdad lo siento —murmuró tratando de que aquellas lágrimas no salieran de sus ojos.—¿Cómo
CAPÍTULO 3. La peor humillaciónEl golpe de una bola de demolición en pleno pecho le habría dolido menos que aquella simple palabra: “No”; pero la verdad fue que Naiara se quedó tan aturdida como el resto de los presentes.—¿Qué…? Justin… —balbuceó retrocediendo.—Señor Baker —lo increpó el cura azorado—. Escuche bien la pregunta. ¿Acepta usted…?—¡Ya dije que no! —gruñó él en dirección al sacerdote, enviando una ola de murmullos entre los invitados antes de volverse hacia Naiara—. Lo siento… Lo siento, pero no puedo casarme contigo, yo…Naiara solo lo miraba con los ojos muy abiertos, repentinamente llenos de lágrimas mientras los de su prometido se humedecían también.—El bebé que está esperando Nadia es mío —sentenció con los dientes apretados y Naiara tuvo que cubrirse la boca para ahogar un grito de sorpresa.Su mirada se clavó en su hermana, que estaba sorprendentemente tranquila en medio de aquel caos, y pudo ver la satisfacción en su rostro.La gente se levantaba por todos lad
CAPÍTULO 4. Una carta perdidaEl dolor en su pecho era demasiado grande, pero aun así Naiara levantó la barbilla con un gesto desafiante, y no se limpió ni una sola lágrima mientras caminaba por aquella alfombra roja hacia la salida de la iglesia, entre los cuchicheos de todo el mundo.Llevaba el vestido roto, el maquillaje corrido y el corazón destrozado, y ni siquiera sabía cómo era capaz de dar un paso detrás de otro hasta llegar a la escalinata de la iglesia.Abajo estaba la limusina en la que había llegado, pero antes de que pudiera subirse a ella escuchó los gritos de su pro… ex prometido.—¡Naiara! ¡Naiara, por Dios, ¿qué pasó!? —exclamó Justin viendo la tela rasgada.—Suéltame.—¡Por favor no te vayas, escúchame! ¡Te amo, perdóname! ¡Naiara…!—¡Justin, déjala! —escucharon tras ellos y Naiara vio cómo su padre se acercaba apurado—. Deja que se vaya, tienes que estar en otro lugar ahora… la boda tiene que continuar.—¿Continuar? —Justin Baker frunció el ceño hasta que se dio cue
CAPÍTULO 5. El fuego del infiernoTreinta y seis horas en el infierno. Era exactamente lo que Naiara sentía que había pasado desde que había escuchado a su ex prometido decir “No” en el altar frente a todos sus amigos, conocidos y por conocer.La espera había sido infinita, el vuelo había durado doce horas en las que Naiara no había podido pegar los ojos, y había ahogado aquel odio que llevaba cocinándosele en la sangre con champaña y cosas más fuertes. Luego las filas interminables para salir del aeropuerto, para rentar un auto…Finalmente había tenido que estacionarlo fuera de la carretera, porque de noche ya no podía conducir. Durmió incómoda y ansiosa, y al día siguiente el amanecer la recibió con resaca, dolor de cabeza y Jet Lag.Aun así hizo su mejor esfuerzo por encontrar el camino hacia la hacienda de su abuelo en medio de todas aquellas carreteras y curvas de montaña. Los rayos de sol aun estaban muy bajos cuando se detuvo en lo alto de uno de los cerros y se sentó sobre el