La recuperación sería larga y de muchos cuidados, pero estaba dispuesta a todo por sanar tanto física como mentalmente. Mis traumas habían quedado tatuados en mi piel a fuego y en mi mente solo podía recordar una vez tras otra lo vivido, pero este renacer era único y majestuoso.
Podía sentir como me ponía en pie y renacía de las cenizas, poco a poco volviendo a construirme a mí misma. Había llegado el momento de olvidar y enterrar el pasado y vivir y ser feliz en el presente y el futuro que venía.
El camino sería largo y quizá lleno de tormentos, aún así, iba de la mano de mi familia y de aquel hombre que aún permanecía a mi lado luego de que la tormenta lo destruyera todo. Bruno me confundía y me hacía rabiar como sonreír, me daba luz y me llenaba de miedos con su manera de actuar y de decirme las cosas. Pero él era esencial en mi vida, se había convertido en alguien demasiado importante para mí.
En nuestra larga estadía en Estados Unidos no había mencionado nada respecto al beso que me había robado en mi cumpleaños, y sus labios aún seguían ardiendo en mi boca y en mi mente, recordando la suavidad y la ternura con la que me sujetó de la nuca y saqueó mi boca en un beso que me despertó del letargo e hizo que todos los sentimientos que estaban guardados en lo más recóndito de mi ser salieran a flote.
A toda costa lo había querido ignorar, hacer de cuenta que nunca pasó, pero no ayudaba en lo absoluto que él estuviera día y noche a mi lado, siendo mi fuerza y mi motor, curando mis cicatrices y borrando con su mera presencia cualquier rastro de dolor. De no ser por él y su gran apoyo, ni siquiera me hubiese atrevido a someterme a las cirugías y pasar un tormentoso capítulo de mi vida.
Bruno no era más que el amigo molesto de mi hermano mayor, ese que siempre estuvo presente en cada paso que Nick diera, pero en lugar de ser una molestia como muchos lo eran, él siempre fue atento, respetuoso y en extremo amable conmigo. Siempre estaba ahí cuando menos lo esperaba hasta que se convirtió en un amigo más, uno que parecía ser más mi hermano que amigo por su exagerada protección.
Por muchos años me sentí su hermanita, sus tratos no eran más que tiernos y sobreprotectores, haciéndome recordar a mi hermano mayor. Él jamás mencionó sentimientos más profundos y por eso siempre me vi en sus ojos como la hermana de su amigo e incluso la misma sangre suya. Nunca pensé que él sentiría algo por mí y que esos sentimientos fuesen a durar por mucho tiempo.
Era libre de sentirme dudosa, después de todo, ¿quién guardaba sentimientos por otra persona por tantos años? Era una locura amar en silencio y por largo tiempo a una misma persona, sin decir nada o al menos encontrar otro amor en el camino, más cuando ese alguien había encontrado un amor y había forjado su camino lejos.
No sabía por qué se empeñaba tanto en cuidarme y darme su amor, tampoco comprendía cómo había hecho para que esos sentimientos nunca murieran, quizá era algo que hacía parte del verdadero amor o quizás no era más que un capricho, el sinsabor de haber quedado con el antojo. No quería pensar demasiado en el por qué Bruno decía amarme, porque una parte de mí le aterraba encontrar respuestas, mientras la otra, esa que latía en medio del desasosiego y la desesperanza, me decía todo lo contrario y moría por conocer las respuestas que tenía para darme.
Y era ese sentir el que me gritaba desesperado que me alejara de esos sentires y esa dependencia, porque, aunque Bruno no dijera nada y guardara sus sentimientos para sí, aquellos los podía palpar con tanta suavidad que quemaban mi corazón y me hacía desatar ilusiones que ya habían muerto.
Una vez amé con locura, entregando todo mi corazón y lo único que conseguí de vuelta fue la muerte. Me desviví por un maldito monstruo que no hizo más que jugar con mis sentimientos hasta hacerlos cenizas.
No. No podía darme el lujo de amar otra vez. El amor dolía, sangraba... Amar era el verdadero infierno sobre la tierra.
—¿Cómo te sientes? —Bruno me sacó de mis pensamientos con su pregunta, sonriéndome de esa manera que me ponía en alerta—. El doctor dijo que pronto podrías volver a casa.
—Me siento mucho mejor, aunque debo admitir que estoy sumamente cansada.
—Pronto estaremos en casa y podrás descansar de todo este tedioso y pesado proceso.
—Ha sido muy difícil y duro, pero ha valido la pena —confesé—. Gracias por motivarme y apoyarme, Bruno. Sin ti no hubiese tomado esta decisión.
—No tienes que agradecerme nada. Lo más importante es que tú te sientas bien y seas feliz contigo misma —sonrió—. Lo que más importa aquí eres tú y nadie más que tú.
Lo miré a los ojos y me perdí un instante en su verdosa y profunda mirada. Sus ojos eran intensos, no podía sostener la mirada por demasiado tiempo sin que los nervios me jugaran en contra y sintiera que mi corazón se desbocaba en el interior de mi pecho.
—¿Quieres que te ayude a cambiar las vendas? —inquirió y asentí sin decir ni una sola palabra.
Como cada día preparó todo para cambiarme los vendajes del rostro y del cuerpo, teniendo sumo cuidado y tratándome como si fuese una rosa a punto de perder sus pétalos.
Al principio me sentía sumamente avergonzada de que mirara todas las cicatrices que habían en mi cuerpo, pero para sus ojos no parecían existir, puesto que nunca decía nada y solo se dedicaba a cambiarme el vendaje, respetándome y haciéndome sentir segura bajo sus manos. Lo hacía con tanta delicadeza que cada roce era una caricia preciosa para mi alma atormentada.
—Están sanando muy rápido —murmuró, envolviendo mi pecho con nuevas vendas.
Me fue imposible no mirar sus labios, ellos estaban apretados en una delgada línea mientras sus ojos se paseaban con atención y a la misma calma velocidad en las que sus manos se movían, apretando las vendas y cuidando no presionar demasiado.
Me encantaría saber qué piensa de mi aspecto. Él ha dicho incontables veces que soy una mujer muy bella, pero me gustaría saber su verdadero pensamiento. Una mujer que ha sido quemada en su totalidad no puede verse bella ni mucho menos despertar pasiones. Sería una gran mentira si me dijera que aquellas partes de mi piel que aún seguían rigurosas y horribles le causaran algo más que lástima y pena.
—¿Cómo se ve? —externé mi duda sin poder evitarlo. Necesitaba saber cómo se veían, porque a diferencia de mi rostro, el resto de mi cuerpo apenas si había podido tener una reconstrucción del cuarenta por ciento.
—Muy bien, pero estoy seguro que con el tiempo se van a ver mucho mejor tal como lo dijo el doctor —respondió con lo que parecía ser sinceridad.
—¿Crees que...?
Callé, sacudiendo la cabeza con fuerza y guardando mis palabras para mí. Bruno levantó su mirada y ladeó el rostro, esperando que terminara de formular mi pregunta, pero aquella duda quedaría siempre sin resolver.
—¿Qué cosa? ¿Qué creo? —preguntó al ver que no iba a decir más.
—Nada, no me prestes atención, no era nada importante.
—¿Como que no es importante? Sabes que no tienes que temer a nada. Pregunta todo lo que quieras saber, sabes que siempre te voy a hablar con la verdad y desde el fondo de mi corazón.
—De verdad, era una estupidez.
Me tomó del mentón con suma delicadeza y me obligó a mirarlo a los ojos. Lo sabía, sabía cuál era mi pregunta y por eso me miraba de esa manera tan intensa.
Me agarró la mano y la llevó a su pecho sin decir nada, presionando la palma en el centro, justo donde su corazón latía desbocado, igualando los latidos del mío que en ese momento eran fuertes y erráticos.
—¿Sientes eso? —inquirió y asentí luego de negar—. Ese es mi corazón, explotando en mi pecho con demasiada fuerza al tener frente a mí a la mujer más bella que ha podido existir en este mundo. ¿Y sabes qué, Freya? No te puedes imaginar lo difícil que es para el tener en sus manos a la mujer más linda por la cual ha palpitado y no poder tenerla como tanto desea.
—Bruno, por favor...
—Lo sé, ya no diré más —me soltó y siguió con su labor inicial, pero sin dejar de sonreír de esa manera que me provocaba tantos aleteos en mi pecho y en mi estómago—. Solo te estoy respondiendo a la pregunta que me hiciste. Eres hermosa; hoy, ayer, hace un año, hace diez años. Siempre has sido preciosa, como el ángel más bello.
Bajé la mirada y sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas. No debía lastimarme, pero no dejaba de preguntarme por qué no me había enamorado de él antes y por qué no me había unido a él en lugar de haberme acabado la vida con ese despreciable ser que me había arruinado... Pero el destino había obrado de otra manera y primero debía conocer el sufrimiento antes que la verdadera felicidad.
Me sentía muy emocionada, al fin saldría de la clínica y podríamos volver a casa, así como ya no tendría que usar más vendajes alrededor de mi cuerpo y mi rostro. Las cicatrices iban sanando de manera efectiva y rápida, tanto, que ya no se veían tan rojizas y no se sentían tan duras al tacto como en un principio.Mirarme en el espejo y ver un rostro y no un monstruo era gratificante y un alivio para mi alma. Ya no contemplaba a mi enemigo, ahora me veía, sintiéndome nuevamente yo misma y una persona como cualquier otra. Ya no había asco ni palabras hirientes contra mi propio aspecto, algo que me agradecía, porque no me había dado cuenta de lo mucho que me lastimaba diciéndome todo aquello que veía al espejo y no me gustaba y que aborrecía con el alma.Me había sumido tanto en el dolor y me había encerrado en mi trauma y mis deseos de morir que me arrepentía de no haber tomado la decisión de operarme hacía muchísimo tiempo, pero ahora eso no importaba, después de todo, luego de mi muer
—No puedo creer que no tenga nada que ponerme —me quejé, mirando y revolcando toda la ropa que tenía sobre la cama—. ¿Por qué rayos no tengo nada mejor que ponerme, algo mucho más bonito?Las faldas, los vestidos, los pantalones e incluso las camisas eran tan simples. No podía ponerme esa ropa tan anticuada y horrible para salir a cenar con Bruno, sería vergonzoso que él estuviera todo guapo mientras yo vestía unos harapos que hasta entonces me parecieron de los más horribles. No sé cómo pude decirle a mi madre que me comprara todo eso.Rendida, soltando un suspiro, me senté en la cama aún con la toalla alrededor de mi cuerpo, apretando la tela entre mis manos con fuerza. Entre todas las prendas no había ninguna que me gustara y me hiciera sentir cómoda y bonita. Todas eran horribles, especiales para cubrir todas las imperfecciones de mi cuerpo.No es que quisiera vestirme con prendas más reveladoras, pero sí unas que me hicieran sentir bien y a gusto. Toda esa ropa se la había pedido
Me apresuré a vestirme y arreglarme lo mejor que pude. Debía darle la razón a Bruno, el vestido que había usado el día de mi cumpleaños me quedaba muy bien. Era largo y se amoldaba a mi figura, resaltando mis curvas que, pese a mi delgadez, seguían estando allí. Por más cubierto que fuera el vestido se me veía bien y me hacía sentir bonita.Quise maquillarme, hacerme un peinado lindo y ponerme unos tacones altos, pero no tenía nada de eso, así que dejé mi cabello suelto y mi rostro libre de todo. Aún se me veía el rostro enrojecido por las cicatrices de las cirugías, y quise cubrirme para que nadie me viera y sintiera pena o se preguntara qué me había pasado, pero no se veían mal, además de que me prometí dejar de ocultarme y mostrarle al mundo que había sido una sobreviviente más de la maldad que habitaba en el mundo.Suspiré hondo y me llené de valentía para salir a la calle luego de mucho tiempo usando una máscara cuando Bruno tocó la puerta una vez más. Una sonrisa se dibujó en mi
—Aquí traje los vesti... ¡Lo siento! ¡Lo siento!La voz de la dependienta nos sacó de la burbuja en la que nos habíamos sumergido y nos hizo separarnos de inmediato.Sentía la cara caliente mientras fijaba la vista en el suelo y trataba de normalizar mi respiración agitada, pero bajar la cabeza no fue una buena idea, puesto que pude corroborar lo que golpeaba duro contra mi estómago y Bruno trataba de cubrir con su mano.Más que avergonzada por dejarme llevar en un sitio público y ser pillada casi acribillada en un pequeño vestidor, estaba sorprendida de haber causado eso en un hombre, y no a uno cualquiera, sino especialmente a él.Después de todo, Bruno siempre se había mostrado sereno y tranquilo a mi alrededor. Era, por así decirlo, la segunda vez que perdía el control de sí mismo y tomaba lo que tanto quería sin importar absolutamente nada ni nadie.Al menos eso era lo que pensaba y me daba a entender, porque nunca mostró ningún indicio de estar enamorado de mí hasta el día en q
La tarde se nos fue en un abrir y cerrar de ojos. Estaba disfrutando tanto del momento que estábamos compartiendo juntos que, cuando llegamos al hotel, me di cuenta de todo lo que me había hecho comprar y no había tenido espacio ni para negarme. No tuve más opción que mirarlo con una sonrisa divertida en los labios en lo que él alegaba que me dejara consentir y no discutiera más.Dejé todo sobre la cama y alisté el vestido y los tacones rojos para la cena. Sentía que esa noche sería especial, y qué mejor que usar ese vestido que de solo mirarlo me reventaba el corazón al recordar ese delirante beso que me dio en el probador.Y claro, ese otro que le siguió. Aunque un poco tímido y recatado de mi parte, fui capaz de dárselo y sorprendernos a los dos.No tenía mucho tiempo porque la hora de la cena estaba próxima a dejarnos fuera de alguna reserva que nos obligaba a ser puntuales.Me metí al baño y me di una ducha refrescante, luego, con esa misma ansiedad y calma, salí para al fin pone
Vivir. Eso era lo que estaba haciendo y en mi cabeza no había ningún otro pensamiento que no fuera disfrutar cada segundo que pasaba y vivía.En mi corazón no había espacio para sentir miedos, inseguridades o cualquier otro mal sentimiento que me hiciera esconder o huir de las bonitas experiencias que estaba teniendo junto a Bruno. Todo lo que hacía por mí era lo que en el fondo un día soñé y hasta ese momento estaba viviendo, siendo una mujer libre y sin temores. Quizá era un poco tarde para muchos, pero al fin me sentía feliz y que podía lograrlo todo en la vida… especialmente, que era amada y aceptada.Estos días han sido maravillosos. Había reído como nunca y había disfrutado con cada pequeña cosa que iba sucediendo. La emoción palpitaba en mi pecho, abriendo paso a las ilusiones con cada día que iba pasando. Esperaba el mañana con ansias locas de seguir ilusionándome con esta nueva vida que pintaba ser mágica y enamorándome cada segundo de un hombre que, aunque impaciente había e
Me sentía muy nerviosa, pensando que todos en casa iban a decirme algo en cuanto vieran mi nuevo aspecto, después de todo, era normal que reaccionaran si me había escondido tras una máscara por muchísimo tiempo, ocultando todas esas quemaduras que me hacían ver como un monstruo y me recordaban el infierno que había vivido.Pero toda preocupación se desvaneció en el mismo instante que llegamos y nos recibieron con abrazos y emoción, como si todos esos meses que estuvimos por fuera hubiésemos estado de vacaciones, como si hacía mucho no nos hubieran visto y al fin estuviéramos de regreso. Como cuando el soldado regresaba a casa luego de una larga misión.No hubo ningún tipo de comentario que me hiciera sentir incómoda; todo lo contrario, en lugar de eso, me abrazaron y preguntaron cómo había sido el viaje.Aún así, pude ver el brillo de felicidad en la mirada de mi madre. Todo junto a una sonrisa y unas lágrimas que no supo esconder. Se veía feliz mientras me apretaba contra su pecho, y
—Tenemos algo importante que decirles —interrumpí, sintiendo que Bruno me apretaba las manos con fuerza.—¿De qué se trata, hija?Miré al hombre que estaba detrás de mí, mirándome con sorpresa, como si dedujera que lo que iba a decirles a todos era nuestra relación. Le sonreí y afirmé el agarre de nuestras manos, segura de compartir con mi familia lo nuestro.No había razón o motivo para dilatar la noticia o mantenernos ocultos del mundo, no era como que nuestra relación fuese prohibida o mal vista. En ese instante quería que todos supieran de lo nuestro, que ese hombre guapo y todo un caballero había logrado traspasar mis barreras y llegar a mi corazón, que había derribado todos los muros que había forjado de acero con su paciencia y amor. Quería compartir con ellos mi felicidad y emoción, una que hasta ahora iniciaba y no sabía si seguiría siendo así, pero que en ese momento me sacaba más sonrisas que nunca.—Bruno y yo estamos juntos, en una relación —solté sin rodeos, dejándolos a