Inicio / Todos / FREYA / Capítulo 3
Capítulo 3

Me sentía muy emocionada, al fin saldría de la clínica y podríamos volver a casa, así como ya no tendría que usar más vendajes alrededor de mi cuerpo y mi rostro. Las cicatrices iban sanando de manera efectiva y rápida, tanto, que ya no se veían tan rojizas y no se sentían tan duras al tacto como en un principio.

Mirarme en el espejo y ver un rostro y no un monstruo era gratificante y un alivio para mi alma. Ya no contemplaba a mi enemigo, ahora me veía, sintiéndome nuevamente yo misma y una persona como cualquier otra. Ya no había asco ni palabras hirientes contra mi propio aspecto, algo que me agradecía, porque no me había dado cuenta de lo mucho que me lastimaba diciéndome todo aquello que veía al espejo y no me gustaba y que aborrecía con el alma.

Me había sumido tanto en el dolor y me había encerrado en mi trauma y mis deseos de morir que me arrepentía de no haber tomado la decisión de operarme hacía muchísimo tiempo, pero ahora eso no importaba, después de todo, luego de mi muerte, todo había sido un proceso. Había vuelto a nacer, con dolencias y con el alma marchita, pero como un bebé que crece y avanza con el paso del tiempo, así mismo sucedió conmigo. Tuve que esperar años para comprender que si había sobrevivido había sido por alguna razón que aun desconocía, y aquella razón la buscaría hasta el cansancio. Necesitaba saber por qué Dios me permitió vivir una segunda vez y cuál era mi propósito en ese mundo.

—Ya quiero regresar a casa con mamá y Nick —dije, sintiéndome feliz mientras empacaba mis pertenencias en la maleta—. Pero tengo algo de miedo.

—¿Miedo? —inquirió Bruno, frunciendo el ceño—. ¿Y miedo a qué?

—Ya sabes... —señalé mi rostro y él negó—. Era obvio que no quedaría igual que antes, pero... bueno, el doctor hizo un gran trabajo y nadie dará crédito cuando me vea sin todas esas horribles quemaduras que me hacían ver deforme, todo un monstruo.

—Freya, por favor, basta —me pidió, cortante y fastidiado—. Entiendo cómo te sentías y aun te sientes, pero ya no más. Prometiste olvidar, dejar el pasado atrás y avanzar. Sí, no te ves igual que antes, pero tu belleza jamás se ha ido de ti. Siempre has sido hermosa.

—Lo siento —bajé la cabeza, avergonzada y con las lágrimas al borde de mis ojos—. Es difícil verte diferente. Es muy duro saber que no serás como antes y que te han quitado todo. Entiéndeme, no ha sido fácil para mí verme en un espejo, ahora incluso es impactante porque yo pensé que iba a ser un monstruo lo que restaba de vida.

—¿Eres una asesina cruel y despiadada?

—No —sacudí la cabeza, sin entender su pregunta.

—Los monstruos no tienen el alma pura y una mirada clamando salvación, Freya. No eres ningún monstruo.

—Pero yo me sentía uno. Ahora no tanto, pero aún tengo quemaduras que estarán en mi piel y nada ni nadie podrá borrarlas.

—Una sola persona las puede borrar —me tomó de la barbilla y levantó mi rostro, obligándome a mirarlo a los ojos—. Y esa eres tú. Tú eres la única que puede borrar esas marcas que quedaron en tu piel y en tu corazón y pintarlas de felicidad y esperanza. Lo que viviste no fue nada fácil ni bonito, pero estás aquí, muy viva y con un camino por delante que te depara cientos de cosas maravillosas. Así lo presiento, eres un ser de luz y especial al que Dios le tiene preparada las mejores cosas en la vida.

Nuevamente sus palabras lograban calmar mis miedos y borrar de mi mente todo mal pensamiento que pudiera tener contra mí misma. Bruno era mi balanza y quizá esa cosa buena que tanto mencionaba y Dios había puesto en mi camino. Por más que me odiara y me repugnara mi apariencia, él siempre sabía que decirme para hacerme sentir valiosa y hermosa, porque él podía ver más allá de mí sin juzgarme ni señalarme.

Mi corazón lo presentía, explotaba cada vez que me miraba de esa forma en que lo estaba haciendo, como si fuera lo único y lo más bello del mundo. Muchas veces me pregunté por qué no miraba a los lados y se daba cuenta de la cantidad de mujeres hermosas que lo admiraban sin disimulo alguno tratando de llamar su atención, pero sus ojos siempre estaban puestos en mí, algo que me hacía sentir importante, pero a la vez me creaba pánico en la mente, sobre todo, en el corazón.

—¿Qué te parece si nos quedamos una semana más conociendo la ciudad? —propuso, dejando de lado aquel tema y sonriendo de oreja a oreja—. Nos vendría bien, despejaría nuestras mentes y de paso conoceríamos lugares maravillosos. Así cuando lleguemos a casa empezaremos una nueva etapa de nuestras vidas donde todo será esplendida.

Me gustaba y aceleraba los latidos de mi corazón que hablara de los dos, pero algo me frenaba y no sabía qué era. Me sentía muy atraída por él y empezaba a tener sentimientos contradictorios que amenazaban con estallarme el corazón en cualquier instante, pero aun no me sentía lista, y no tenía ni la menor idea si algún día me sentiría lista para darme una oportunidad en el amor como me la había pedido en mi cumpleaños.

—No sé si eso sea buena idea...

—¿Por qué? ¿No quieres vacacionar un poco?

—Me encantaría, pero ya suficiente dinero has gastado en mí. Me da vergüenza que asumas toda la carga tú solo. Yo no tengo cómo pagarte, Bruno.

—Pero ¿qué cosas dices? La mitad del dinero es tuyo. Nick lo depositó especialmente para ti y tus gastos.

—Bueno, en ese caso es el dinero de mi hermano y también el tuyo el que se está gastando, no el mío.

—Freya, no seas aguafiestas, ¿sí? Aun podemos quedarnos una semana más y disfrutar fuera del ambiente del hospital. No pienses en el dinero, piensa en ti y tu felicidad. Piensa en lo mucho que nos vamos a divertir, en todo lo que vamos a comer y a conocer.

A lo que realmente temía era a quedarme más tiempo a solas con él y el dinero era una excusa perfecta para que nos fuéramos cuanto antes. Cada vez que se me acercaba y toda su presencia se apoderaba de mis sentidos, me resultaba imposible no pensar en la textura de sus labios, en cómo sus manos suaves y fuertes me cuidaban incluso hasta de sí mismo, y me hacía pensar en miles de cosas que no veían al caso, como, por ejemplo, si aun viéndome quemada y llena de cicatrices podía despertar algo en él en otro sentido.

Eran dudas que me asaltaban y me torturaban, porque una parte de mí sabía que de esta manera nadie se fijaría en mí ni mucho menos seria capaz de despertar pasiones.

—No lo sé, Bruno, será mejor volver.

—¿Cuál es el miedo de quedarte conmigo? —preguntó, enarcando una ceja y sonriendo divertido.

—Ninguno —respondí de manera esquiva y hosca—. ¿Por qué piensas que podría sentir miedo de ti?

—No lo sé, dímelo tú.

—Pues bájate de la nube en la que te subiste, porque miedo de quedarme aquí contigo no tengo.

—Bien, entonces quedémonos y comprobamos si es miedo lo que te hago sentir o es... otra cosa.

—Nada me haces sentir —mentí, apartando la mirada de él y su sonrisa llena de suficiencia.

—Eso ya lo comprobaremos si nos quedamos.

—Te tienes mucha fe.

Lo escuché reír mientras mi rostro se quería explotar de vergüenza. Era tan mala ocultando mis emociones que en ese momento extrañé mi máscara, después de todo, podía ocultar mi verdadero sentir de todos tras ella y poco se daban cuenta si lloraba o reía. Pero incluso con esa máscara puesta él siempre se daba cuenta de mis lágrimas silenciosas y de las sonrisas que se deslizaban en mi rostro cada que lo veía o lo tenía cerca.

—Iré a mi habitación a darme una ducha y cambiarme. Haz lo mismo, ponte más hermosa de lo que de por sí ya eres y vendré por ti en una hora. Una cena deliciosa nos espera.

Sonreí, viendo su espalda alejarse y salir de mi habitación. Sí, debía temer, pero de todo lo que estaba sintiendo por él, no de él.  

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo