Me sentía muy emocionada, al fin saldría de la clínica y podríamos volver a casa, así como ya no tendría que usar más vendajes alrededor de mi cuerpo y mi rostro. Las cicatrices iban sanando de manera efectiva y rápida, tanto, que ya no se veían tan rojizas y no se sentían tan duras al tacto como en un principio.
Mirarme en el espejo y ver un rostro y no un monstruo era gratificante y un alivio para mi alma. Ya no contemplaba a mi enemigo, ahora me veía, sintiéndome nuevamente yo misma y una persona como cualquier otra. Ya no había asco ni palabras hirientes contra mi propio aspecto, algo que me agradecía, porque no me había dado cuenta de lo mucho que me lastimaba diciéndome todo aquello que veía al espejo y no me gustaba y que aborrecía con el alma.
Me había sumido tanto en el dolor y me había encerrado en mi trauma y mis deseos de morir que me arrepentía de no haber tomado la decisión de operarme hacía muchísimo tiempo, pero ahora eso no importaba, después de todo, luego de mi muerte, todo había sido un proceso. Había vuelto a nacer, con dolencias y con el alma marchita, pero como un bebé que crece y avanza con el paso del tiempo, así mismo sucedió conmigo. Tuve que esperar años para comprender que si había sobrevivido había sido por alguna razón que aun desconocía, y aquella razón la buscaría hasta el cansancio. Necesitaba saber por qué Dios me permitió vivir una segunda vez y cuál era mi propósito en ese mundo.
—Ya quiero regresar a casa con mamá y Nick —dije, sintiéndome feliz mientras empacaba mis pertenencias en la maleta—. Pero tengo algo de miedo.
—¿Miedo? —inquirió Bruno, frunciendo el ceño—. ¿Y miedo a qué?
—Ya sabes... —señalé mi rostro y él negó—. Era obvio que no quedaría igual que antes, pero... bueno, el doctor hizo un gran trabajo y nadie dará crédito cuando me vea sin todas esas horribles quemaduras que me hacían ver deforme, todo un monstruo.
—Freya, por favor, basta —me pidió, cortante y fastidiado—. Entiendo cómo te sentías y aun te sientes, pero ya no más. Prometiste olvidar, dejar el pasado atrás y avanzar. Sí, no te ves igual que antes, pero tu belleza jamás se ha ido de ti. Siempre has sido hermosa.
—Lo siento —bajé la cabeza, avergonzada y con las lágrimas al borde de mis ojos—. Es difícil verte diferente. Es muy duro saber que no serás como antes y que te han quitado todo. Entiéndeme, no ha sido fácil para mí verme en un espejo, ahora incluso es impactante porque yo pensé que iba a ser un monstruo lo que restaba de vida.
—¿Eres una asesina cruel y despiadada?
—No —sacudí la cabeza, sin entender su pregunta.
—Los monstruos no tienen el alma pura y una mirada clamando salvación, Freya. No eres ningún monstruo.
—Pero yo me sentía uno. Ahora no tanto, pero aún tengo quemaduras que estarán en mi piel y nada ni nadie podrá borrarlas.
—Una sola persona las puede borrar —me tomó de la barbilla y levantó mi rostro, obligándome a mirarlo a los ojos—. Y esa eres tú. Tú eres la única que puede borrar esas marcas que quedaron en tu piel y en tu corazón y pintarlas de felicidad y esperanza. Lo que viviste no fue nada fácil ni bonito, pero estás aquí, muy viva y con un camino por delante que te depara cientos de cosas maravillosas. Así lo presiento, eres un ser de luz y especial al que Dios le tiene preparada las mejores cosas en la vida.
Nuevamente sus palabras lograban calmar mis miedos y borrar de mi mente todo mal pensamiento que pudiera tener contra mí misma. Bruno era mi balanza y quizá esa cosa buena que tanto mencionaba y Dios había puesto en mi camino. Por más que me odiara y me repugnara mi apariencia, él siempre sabía que decirme para hacerme sentir valiosa y hermosa, porque él podía ver más allá de mí sin juzgarme ni señalarme.
Mi corazón lo presentía, explotaba cada vez que me miraba de esa forma en que lo estaba haciendo, como si fuera lo único y lo más bello del mundo. Muchas veces me pregunté por qué no miraba a los lados y se daba cuenta de la cantidad de mujeres hermosas que lo admiraban sin disimulo alguno tratando de llamar su atención, pero sus ojos siempre estaban puestos en mí, algo que me hacía sentir importante, pero a la vez me creaba pánico en la mente, sobre todo, en el corazón.
—¿Qué te parece si nos quedamos una semana más conociendo la ciudad? —propuso, dejando de lado aquel tema y sonriendo de oreja a oreja—. Nos vendría bien, despejaría nuestras mentes y de paso conoceríamos lugares maravillosos. Así cuando lleguemos a casa empezaremos una nueva etapa de nuestras vidas donde todo será esplendida.
Me gustaba y aceleraba los latidos de mi corazón que hablara de los dos, pero algo me frenaba y no sabía qué era. Me sentía muy atraída por él y empezaba a tener sentimientos contradictorios que amenazaban con estallarme el corazón en cualquier instante, pero aun no me sentía lista, y no tenía ni la menor idea si algún día me sentiría lista para darme una oportunidad en el amor como me la había pedido en mi cumpleaños.
—No sé si eso sea buena idea...
—¿Por qué? ¿No quieres vacacionar un poco?
—Me encantaría, pero ya suficiente dinero has gastado en mí. Me da vergüenza que asumas toda la carga tú solo. Yo no tengo cómo pagarte, Bruno.
—Pero ¿qué cosas dices? La mitad del dinero es tuyo. Nick lo depositó especialmente para ti y tus gastos.
—Bueno, en ese caso es el dinero de mi hermano y también el tuyo el que se está gastando, no el mío.
—Freya, no seas aguafiestas, ¿sí? Aun podemos quedarnos una semana más y disfrutar fuera del ambiente del hospital. No pienses en el dinero, piensa en ti y tu felicidad. Piensa en lo mucho que nos vamos a divertir, en todo lo que vamos a comer y a conocer.
A lo que realmente temía era a quedarme más tiempo a solas con él y el dinero era una excusa perfecta para que nos fuéramos cuanto antes. Cada vez que se me acercaba y toda su presencia se apoderaba de mis sentidos, me resultaba imposible no pensar en la textura de sus labios, en cómo sus manos suaves y fuertes me cuidaban incluso hasta de sí mismo, y me hacía pensar en miles de cosas que no veían al caso, como, por ejemplo, si aun viéndome quemada y llena de cicatrices podía despertar algo en él en otro sentido.
Eran dudas que me asaltaban y me torturaban, porque una parte de mí sabía que de esta manera nadie se fijaría en mí ni mucho menos seria capaz de despertar pasiones.
—No lo sé, Bruno, será mejor volver.
—¿Cuál es el miedo de quedarte conmigo? —preguntó, enarcando una ceja y sonriendo divertido.
—Ninguno —respondí de manera esquiva y hosca—. ¿Por qué piensas que podría sentir miedo de ti?
—No lo sé, dímelo tú.
—Pues bájate de la nube en la que te subiste, porque miedo de quedarme aquí contigo no tengo.
—Bien, entonces quedémonos y comprobamos si es miedo lo que te hago sentir o es... otra cosa.
—Nada me haces sentir —mentí, apartando la mirada de él y su sonrisa llena de suficiencia.
—Eso ya lo comprobaremos si nos quedamos.
—Te tienes mucha fe.
Lo escuché reír mientras mi rostro se quería explotar de vergüenza. Era tan mala ocultando mis emociones que en ese momento extrañé mi máscara, después de todo, podía ocultar mi verdadero sentir de todos tras ella y poco se daban cuenta si lloraba o reía. Pero incluso con esa máscara puesta él siempre se daba cuenta de mis lágrimas silenciosas y de las sonrisas que se deslizaban en mi rostro cada que lo veía o lo tenía cerca.
—Iré a mi habitación a darme una ducha y cambiarme. Haz lo mismo, ponte más hermosa de lo que de por sí ya eres y vendré por ti en una hora. Una cena deliciosa nos espera.
Sonreí, viendo su espalda alejarse y salir de mi habitación. Sí, debía temer, pero de todo lo que estaba sintiendo por él, no de él.
—No puedo creer que no tenga nada que ponerme —me quejé, mirando y revolcando toda la ropa que tenía sobre la cama—. ¿Por qué rayos no tengo nada mejor que ponerme, algo mucho más bonito?Las faldas, los vestidos, los pantalones e incluso las camisas eran tan simples. No podía ponerme esa ropa tan anticuada y horrible para salir a cenar con Bruno, sería vergonzoso que él estuviera todo guapo mientras yo vestía unos harapos que hasta entonces me parecieron de los más horribles. No sé cómo pude decirle a mi madre que me comprara todo eso.Rendida, soltando un suspiro, me senté en la cama aún con la toalla alrededor de mi cuerpo, apretando la tela entre mis manos con fuerza. Entre todas las prendas no había ninguna que me gustara y me hiciera sentir cómoda y bonita. Todas eran horribles, especiales para cubrir todas las imperfecciones de mi cuerpo.No es que quisiera vestirme con prendas más reveladoras, pero sí unas que me hicieran sentir bien y a gusto. Toda esa ropa se la había pedido
Me apresuré a vestirme y arreglarme lo mejor que pude. Debía darle la razón a Bruno, el vestido que había usado el día de mi cumpleaños me quedaba muy bien. Era largo y se amoldaba a mi figura, resaltando mis curvas que, pese a mi delgadez, seguían estando allí. Por más cubierto que fuera el vestido se me veía bien y me hacía sentir bonita.Quise maquillarme, hacerme un peinado lindo y ponerme unos tacones altos, pero no tenía nada de eso, así que dejé mi cabello suelto y mi rostro libre de todo. Aún se me veía el rostro enrojecido por las cicatrices de las cirugías, y quise cubrirme para que nadie me viera y sintiera pena o se preguntara qué me había pasado, pero no se veían mal, además de que me prometí dejar de ocultarme y mostrarle al mundo que había sido una sobreviviente más de la maldad que habitaba en el mundo.Suspiré hondo y me llené de valentía para salir a la calle luego de mucho tiempo usando una máscara cuando Bruno tocó la puerta una vez más. Una sonrisa se dibujó en mi
—Aquí traje los vesti... ¡Lo siento! ¡Lo siento!La voz de la dependienta nos sacó de la burbuja en la que nos habíamos sumergido y nos hizo separarnos de inmediato.Sentía la cara caliente mientras fijaba la vista en el suelo y trataba de normalizar mi respiración agitada, pero bajar la cabeza no fue una buena idea, puesto que pude corroborar lo que golpeaba duro contra mi estómago y Bruno trataba de cubrir con su mano.Más que avergonzada por dejarme llevar en un sitio público y ser pillada casi acribillada en un pequeño vestidor, estaba sorprendida de haber causado eso en un hombre, y no a uno cualquiera, sino especialmente a él.Después de todo, Bruno siempre se había mostrado sereno y tranquilo a mi alrededor. Era, por así decirlo, la segunda vez que perdía el control de sí mismo y tomaba lo que tanto quería sin importar absolutamente nada ni nadie.Al menos eso era lo que pensaba y me daba a entender, porque nunca mostró ningún indicio de estar enamorado de mí hasta el día en q
La tarde se nos fue en un abrir y cerrar de ojos. Estaba disfrutando tanto del momento que estábamos compartiendo juntos que, cuando llegamos al hotel, me di cuenta de todo lo que me había hecho comprar y no había tenido espacio ni para negarme. No tuve más opción que mirarlo con una sonrisa divertida en los labios en lo que él alegaba que me dejara consentir y no discutiera más.Dejé todo sobre la cama y alisté el vestido y los tacones rojos para la cena. Sentía que esa noche sería especial, y qué mejor que usar ese vestido que de solo mirarlo me reventaba el corazón al recordar ese delirante beso que me dio en el probador.Y claro, ese otro que le siguió. Aunque un poco tímido y recatado de mi parte, fui capaz de dárselo y sorprendernos a los dos.No tenía mucho tiempo porque la hora de la cena estaba próxima a dejarnos fuera de alguna reserva que nos obligaba a ser puntuales.Me metí al baño y me di una ducha refrescante, luego, con esa misma ansiedad y calma, salí para al fin pone
Vivir. Eso era lo que estaba haciendo y en mi cabeza no había ningún otro pensamiento que no fuera disfrutar cada segundo que pasaba y vivía.En mi corazón no había espacio para sentir miedos, inseguridades o cualquier otro mal sentimiento que me hiciera esconder o huir de las bonitas experiencias que estaba teniendo junto a Bruno. Todo lo que hacía por mí era lo que en el fondo un día soñé y hasta ese momento estaba viviendo, siendo una mujer libre y sin temores. Quizá era un poco tarde para muchos, pero al fin me sentía feliz y que podía lograrlo todo en la vida… especialmente, que era amada y aceptada.Estos días han sido maravillosos. Había reído como nunca y había disfrutado con cada pequeña cosa que iba sucediendo. La emoción palpitaba en mi pecho, abriendo paso a las ilusiones con cada día que iba pasando. Esperaba el mañana con ansias locas de seguir ilusionándome con esta nueva vida que pintaba ser mágica y enamorándome cada segundo de un hombre que, aunque impaciente había e
Me sentía muy nerviosa, pensando que todos en casa iban a decirme algo en cuanto vieran mi nuevo aspecto, después de todo, era normal que reaccionaran si me había escondido tras una máscara por muchísimo tiempo, ocultando todas esas quemaduras que me hacían ver como un monstruo y me recordaban el infierno que había vivido.Pero toda preocupación se desvaneció en el mismo instante que llegamos y nos recibieron con abrazos y emoción, como si todos esos meses que estuvimos por fuera hubiésemos estado de vacaciones, como si hacía mucho no nos hubieran visto y al fin estuviéramos de regreso. Como cuando el soldado regresaba a casa luego de una larga misión.No hubo ningún tipo de comentario que me hiciera sentir incómoda; todo lo contrario, en lugar de eso, me abrazaron y preguntaron cómo había sido el viaje.Aún así, pude ver el brillo de felicidad en la mirada de mi madre. Todo junto a una sonrisa y unas lágrimas que no supo esconder. Se veía feliz mientras me apretaba contra su pecho, y
—Tenemos algo importante que decirles —interrumpí, sintiendo que Bruno me apretaba las manos con fuerza.—¿De qué se trata, hija?Miré al hombre que estaba detrás de mí, mirándome con sorpresa, como si dedujera que lo que iba a decirles a todos era nuestra relación. Le sonreí y afirmé el agarre de nuestras manos, segura de compartir con mi familia lo nuestro.No había razón o motivo para dilatar la noticia o mantenernos ocultos del mundo, no era como que nuestra relación fuese prohibida o mal vista. En ese instante quería que todos supieran de lo nuestro, que ese hombre guapo y todo un caballero había logrado traspasar mis barreras y llegar a mi corazón, que había derribado todos los muros que había forjado de acero con su paciencia y amor. Quería compartir con ellos mi felicidad y emoción, una que hasta ahora iniciaba y no sabía si seguiría siendo así, pero que en ese momento me sacaba más sonrisas que nunca.—Bruno y yo estamos juntos, en una relación —solté sin rodeos, dejándolos a
Encontrándome frente al espejo, ante mi peor enemiga, no podía mover un solo músculo ni tampoco abrir los ojos. Me resultaba imposible mirarme una vez más después de muchísimo tiempo y ver lo que había quedado de mí.Mi mente, en cuestión de segundos, se perdió en los malos recuerdos, haciendo que mis temblantes manos no pudiesen liberarme de esas cadenas que aún me ataban y me condenaban a recordar una y otra vez como un bucle sin salida el peor de los infiernos.Estaba muerta por más que mi corazón latiera y algo muy dentro de mí me obligara a respirar. Por más que abriera los ojos y viera colores y formas a mi alrededor, todo para mí estaba oscuro, sin gracia alguna, sin belleza, sin esas tonalidades brillantes que antes me hacían sonreír y me encantaba tanto fotografiar.El sol era eso, un cuerpo enorme que daba luz y calentaba cada día, pero que no llegaba a tocarme por ningún motivo, como si fuese un repelente y huyera de mí. Y la luna, de diferentes formas estaba allí, quieta y