Mis sueños siempre han sido algo de lo que jamás pude sentirme orgullosa. En ellos no veía unicornios sobre ríos de chocolates o hadas en casas de jengibres, veía a personas que jamás en mi vida conocí. Todas ellas eran acompañadas con fechas, lugares e incluso, en algunas ocasiones, hasta el lugar. No fue hasta que conocí a tres de esas personas, con tan solo 8 años, que me di cuenta de este “don”. Tarde mucho en contárselo a mi madre, pero cuando lo hice, a mis 15 años, fue una de las mejores decisiones de mi vida. Ella m ayudo mucho con todo y me hizo el mayor favor que una madre le puede hacer a su hija; nos mudamos a tan solo una semana de que unas niñas de mi anterior escuela se enteraran de este secreto, obviamente fue por accidente. Ya era sumamente molesto que me llamen momia por mi piel pálida como para aguantar el apodo de “Brujita, la famosa y fea momia”. Ese apodo no tenía sentido honestamente, pero era fastidioso ver como se burlaban de mi dejando papel de baño en mi ca
Evangeline Lumière. —Hija... Hija... ¡Evangeline!— abrí los ojos asustada. —Al fin despiertas. Te estuve llamando por 15 minutos. —dijo mi madre mirándome por el retrovisor. —Ya llegamos. —anuncio. Mire por la ventana y me recibió un hermoso paisaje de un gran lago y detrás de el un hermoso bosque verde. Mire a mama y nos sonreímos mutuamente. Volví mi vista al paisaje y me asuste cuando un camión paso a rápida velocidad junto al auto. Mama y yo nos reímos cuando se nos pasó el susto. —Mama, —la llame aún medio dormida. —Volví a soñar con él. —le conté. —¿Otra vez? —cuestiono. Asentí. — Aun no entiendo porque sueñas con esa gente y aun no entiendo por qué no me dejas ver los dibujos de ese muchacho. —me reprocho. —Ya te lo dije mamá. —hable cansada. —Si te muestro sus dibujos tú serías capaz de ponerlo en todos lados hasta encontrar a alguien igual. Además, no es la gran cosa. —le reste importancia. —¿No es la gran cosa? —pregunto ofendida. —Sueñas con ese chico desde los
Evangeline Lumière. Mientras la clase pasaba no podia dejar de pensar en ese chico. Había algo en él que no podia sacarme de la cabeza. Al volver a casa subí a mi cuarto y comencé a rebuscar entre mis antiguos dibujos hasta que di con uno. Lo mire bien y casi lo dejo caer de la impresión. ¿Cómo no me di cuenta antes? Es él, pero más... Diferente. Su pelo en mi dibujo es más claro y sus ojos son más oscuros. No tiene ese piercing en la ceja ni ese tatuaje en el cuello. Por eso no lo reconocí. En mi retrato se veía más inocente, como un niño. El chico de hoy se veía más adulto, incluso como los motociclistas que estaban cerca de mi casa en Miami, pero no como este niño. —¿Hija? —mi madre paso por la puerta haciendo que el dibujo, y los demás que estaban con el, callera al suelo. —Te estuve llamando durante cinco minutos, ¿Qué pasa? —Si... Solo... —me agache para recoger las hojas. —Baja, tengo algo para ti. —salió de la habitación cerrando la puerta. Recogí todas
Evangeline Lumière. Hoy hacia bastante calor así que decidí ponerme algo cómodo para mi segundo día de escuela. Me puse un short de jean azul de tiro alto con una remera dos tallas más grandes de AC/DC negra con las letras en rojo. Me puse unas botas negras con plataforma y algunas pulseras. Tome mis cosas y baje a la cocina junto a mi madre. —¿Viste lo que paso? —pregunto asombrada. —No, ¿Que paso? —respondí mientras tomaba un sorbo de mi café. —Mira. —tomo el control y subió el volumen a la tele. "Les informamos que en esta madrugada se encontró a una estudiante de Nyx de 17 años en el borde del bosque cerca de la carretera. Aun no tenemos información sobre este caso, pero sabes que fue una muerte brutal y dolorosa para la víctima. Las autoridades aun no pudieron recuperar el cuerpo ya que está demasiado delicado y se corre riesgos de contaminar la evidencia." Un hombre se acercó a ella y le susurro en el oído. "Me acaban de informar que ahora hablara la oficial al man
Evangeline Lumière. Estaba caminan tranquilamente por una casa desconocida. Era totalmente blanca con muebles y suelos en colores oscuros, y alfombras blancas en el suelo. La casa atenía tres pisos. En la planta más alta solo había una habitación con las iniciales A.P escritas con negro sobre una puerta blanca. Baje un piso y allí había dos habitaciones. Las dos puertas tenían diferentes iniciales, dos con J.P, pero una de las puertas tenía otra inicial, A.H. Por último, en la planta de baja estaban la cocina, comedor, sala de estar y otro cuarto con las mismas iniciales, A.H y J.P. Revisé un poco más la casa y vi unas escaleras escondidas detrás de una pared. Comencé a bajar de apoco hasta llegar a un sótano bastante oscuro. Tente la pared con la mano hasta dar con el interruptor de la luz. Cuando el sótano se ilumino quede toralmente en shock. El lugar solo tenía una tenue luz y decorada con varios muebles negros. Miré bien esos muebles y abrí uno. Dentro solo había armas pun
Evangeline Lumière. Cuando la policía llego mi madre me aparto y me dijo que me quedara con una de sus oficiales. Me hicieron muchas preguntas, pero no está ni la mia de consciente en ese momento. Las fotos que me mostro Anna eran poca cosa comparada con verlo en persona. El olor a muerto, las moscas parándose sobre la piel expuesta y ver el corazón moviéndose débilmente aun después de todo. Podia sentir el dolor desde donde estaba parada. Al igual que las otras estaba abiertas desde el cuello hasta el hueso pélvico, sin corazón ni ojos ni cerebro, con los órganos esparcidos sobre el piso y puesta sobre una gran roca. —Ve a la camioneta. —ordenó mi madre con calma. Asentí y me dirigí allí. Antes de subirme miré al frente y pude ver a Aleksander junto a más personas. Miré al hombre junto a él y lo reconocí, era el hombre con el que había soñado. Él me miro y luego se subió a su auto junto a los demás que estaban allí. —Sube. —la voz de mi madre me asusto.
Evangeline Lumière. Me encontraba corriendo por el bosque, intentando escapar de algo, pero no podia ver de qué. Llegué hasta un lago y allí me detuve. Mire hacia atrás y casi grite. La sombra estaba frente a mí, pero esta vez podia ver sus ojos. Lo mire fijamente. Sus ojos no tenían un color definido, varia desde el negro al rojo. Siempre me dijeron que los ojos son la vista al alma, él parecía no tenerla. Solo había odio y maldad en sus ojos, solo se podia ver la oscuridad que había dentro de ese ser, y por más que tratara de buscar un destello de luz, de piedad, no había nada. Rogar no serviría de nada, mucho menos huir. —Aléjate. —mi yo del sueño saco un cuchillo que tenía un brillo azul gris claro. —Un monstruo cazando a otro. —susurro. No podia verlo, pero sabía que sonreí. —El único monstruo eres tú, Dracul. —murmure con ira. —No. Tú lo eres. —de repente él me miro. No a mi yo del sueño, a mí. Es la primera vez que pasaba y eso me asusto. —¿No es así, monstr
Evangeline Lumière. Cuando entre a casa mi madre no me castigo como creía, solo me dio un abrazo y me dijo que fuera a mi cuarto hasta que esté la comida. No entendí el porqué del abrazo, pero obedecí. Entre a mi cuarto y allí estaba Joseph sentado en la cama. Al verme él se paró rápido y se acercó a mí. —¡Lu! ¿Estas bien? ¿Te paso algo? —me tomo de los hombros y me sacudió mientras revisaba que estuviera bien. —Estoy bien, Joe, tranquilo. —lo ájele un poco de mí. —¿Qué haces aquí? —Tu madre me llamo y me dijo que no estabas. Me preocupe mucho, Lu. —hizo puchero. —Está bien, estoy bien. —le sonreí para tranquilizarlo. Pase la próxima media hora intentando hacerle entender que estaba bien, aunque ni yo me lo creía. Pasamos casi todo lo que quedaba del día juntos, hasta que tuvo que irse. Por la noche, ya acostada, no podia dejar de pensar en esa cosa. Mientras miraba al techo no paraba de verlo en mi imaginación. Por más que lo intentaba no podia sacármelo de la cabeza, co