The Arrival

Evangeline Lumière.

 —Hija... Hija... ¡Evangeline!— abrí los ojos asustada. —Al fin despiertas. Te estuve llamando por 15 minutos. —dijo mi madre mirándome por el retrovisor. —Ya llegamos. —anuncio.

Mire por la ventana y me recibió un hermoso paisaje de un gran lago y detrás de el un hermoso bosque verde. Mire a mama y nos sonreímos mutuamente. Volví mi vista al paisaje y me asuste cuando un camión paso a rápida velocidad junto al auto. Mama y yo nos reímos cuando se nos pasó el susto.

—Mama, —la llame aún medio dormida. —Volví a soñar con él. —le conté.

—¿Otra vez? —cuestiono. Asentí. — Aun no entiendo porque sueñas con esa gente y aun no entiendo por qué no me dejas ver los dibujos de ese muchacho. —me reprocho.

—Ya te lo dije mamá. —hable cansada. —Si te muestro sus dibujos tú serías capaz de ponerlo en todos lados hasta encontrar a alguien igual. Además, no es la gran cosa. —le reste importancia.

—¿No es la gran cosa? —pregunto ofendida. —Sueñas con ese chico desde los nueve años y jamás se te ha ocurrido buscarlo. Si yo soñara con un joven y apuesto muchacho no esperaría ni 2 segundo de haberme despertado para salir a buscarlo. —solté una pequeña risa.

—Me lo imagino, mama. —sonreí.

Nos detuvimos frente a la casa y me estire sobre mi madre para ver por su ventanilla. Es una casa mediana de madera color turquesa y los bordes en blanco. Tiene, por lo que se ve de fuera, dos pisos y un ático.

Me bajé rápidamente del auto y me dirigí a la casa. El porche es espacioso y tiene una hamaca en una esquina que da directo hacia la calle. Entre por la puerta que me llevo a un pasillo que conectaba con el recibidor y el comedor. Desde allí se podia ir a la cocina que daba a una mini lavandería combinado con un mini baño y de allí salía al porche trasero. Volví a entrar y subí por la escalera que estaba junto al pasillo.

Apenas subes al segundo piso hay un pasillo que daba a una habitación grande (la de mi madre), el pasillo seguía hasta un baño y hasta la última puerta. Entre al cuarto que se convertiría en mi habitación.

La habitación no es muy ancha, pero si larga. Tiene una cama de madera oscura y frazadas en tonos verdes, un ropero del mismo color que la cama, un escritorio de madera con detalles en verdes, al igual que la silla, y una alfombra negra sobre el piso de madera clara. Las paredes son de un color verde más claro que las frazadas y las cortinas tienen el mismo color. Aunque la mayoría de los colores son oscuros la luz que entra desde las ventanas son las suficientes para dejar todo bien iluminado.

Miré a una esquina y vi unas estanterías repletas y debajo de ellas un sillón verde oscuro. Al lado hay una puerta. La abrí y dentro está el baño con su tina, lavamanos, etc. Todo en colores blancos y las paredes verdes.

—¿Te gusta? —pregunto mi madre cuando baje a la sala.

—Me encanta. —dije con una gran sonrisa.

—¿Comeremos aquí, salimos a comer o pedimos y cada una a su cuarto? —cuestiono.

—Salgamos. —respondí ansiosa. —Veamos que tiene para ofrecernos Nyx. —sonreí mientras tomaba un abrigo.

—Amo esa idea. —aplaudió una vez y de una caja saco un espejo completamente cubierto por papel plástico. —Colguemos esto antes de irnos. —me señalo con la mirada el martillo que estaba sobre el mueble.

Lo tome y martille la pared para colgar el espejo. Cuando lo dejo se miró en el espejo y salió por la puerta mientras gritaba que me esperaba en el auto. Me reí.

Me miré en el espejo y sonreí. Acomode mi coleta alta y saque uno de mis mechones pelirrojos para simular un flequillo largo. Mire mi top blanco y saque algunas pelusas que tenía, alise mi jean negro y me puse la chaqueta.

Llegamos al restaurante y entramos tarareando la canción de Taylor Swift que veníamos escuchando en la puerta. Pedimos nuestra comida, pero mama se olvidó su cartera y me dijo que esperara mientras la iba a buscar.

Cuando empezó a tardar tanto y la comida se está enfriando. Camine hasta la entrada del pequeño restaurante.

Me asomé por la puerta y vi a mama hablando con dos hombres, uno más mayor que él otro. El más joven alto, de piel morena, mandíbula marcada y pómulos altos. Desde aquí podia ver sus ojos color miel que brillaban por el sol que le daba en la cara. Lo que más me llamo la atención fue su cabello rizado y de color marrón claro en las puntas y más oscuro en la raíz.

Fue él quien me noto primero y le hablo a mi madre. Ella se giró y me hizo seña a que me acercara.

—¡Evangeline! —me grito sacudiendo la mano. —¡Ven!

Me acerque un poco cohibida por las miradas de las tres personas frente a mi e intente dar mi mejor sonrisa.

Cuando llegue junto a mi madre y detalle al hombre que estaba frente a mí. Al igual que el joven tiene la piel morena. Sus ojos son azules y su cabello es negro con algunas canas saliendo de la raíz. Tiene una mirada dura y parece del tipo de hombre estricto. Se notaba joven pero la barba lo hacía ver un poco más mayor.

—Hola. —salude tímida. —Evangeline Lumière. —me presente mientras le tendía la mano a cada uno.

—Jason Grimes. —se presentó el mayor. Tiene la voz ronca y varonil.

—Joseph Grimes, encantado. —el chico tenía una voz más juvenil y tierna, nada parecido a la del hombre.

—Eva, Jason era un compañero mío en Miami y él es su hijo. —los presento señalándolos a cada uno.

—Oh, mucho junto, Señor Grimes. —sonreí amablemente. Él me miro de arriba abajo y sonrió, levemente.

—Eres igual a tu madre de joven. —alago.

—¿Viste? —mama me rodeo por los hombros y me dio un beso en la frente. —Es como verme a mí, pero pelirroja y ojos claros. —sonrió.

Mama y yo si nos parecíamos demasiado, lo único que nos diferenciaba era que yo soy pelirroja con ojos color jade, igual que mi padre, y ella es rubia y de ojos marrón claro. Por el resto somos sumamente idénticas. Misma nariz, misma sonrisa, misma altura, e incluso, mismos gustos en varias cosas.

—Es un muy lindo color de pelo el pelirrojo. —alago Joseph con una sonrisa mostrando sus dientes blancos.

Me sonroje un poco moví la vista hacia otro lado. Miré hacia el bosque que estaba en frente y creí ver una figura correr por allí. No le di importancia y volví a prestar atención a la conversación.

—Nos encantaría, Cecilia. —dijo Jason con una sonrisa.

—¿Qué cosa le encantaría? —cuestione sin entender.

—Los invite a comer con nosotras. ¿En qué pensamiento te perdiste esta vez? —cuestiono mi madre mientras sonreía y comenzaba a caminar con su amigo hasta el restaurante.

—Hamburguesas. —respondí para mí misma. A mi lado escuche una leve risa y me gire avergonzada. —Lo dije en vos alta, ¿Verdad?

—Sep. —respondió alegre. —A mi padre le encantan las hamburguesas, te diría que te apresures antes de que se la coma. —señalo hacia la ventana del lugar y vi a mi madre y al hombre comer una hamburguesa cada uno.

—No, mi hamburguesita. —camine rápido hacia el local y entre apresurada con Joseph siguiéndome mientras reía. Por suerte no era mi comida la que estaba comiendo.

Pasamos un buen rato mientras comíamos y me di cuenta de que la fachada exterior del hombre era solo eso, una fachada. Era muy amable y atento con su hijo y con mi madre. Joseph también era muy amable y tierno.

Lamentablemente, Joseph no iba a la escuela ya que él se graduó a los 15 y ahora está en la universidad de Marfa, una cuidad cerca de Nyx, estudiando algo que ya me olvidé.

Cuando estábamos volviendo a casa mama y Jason se quedaron en la vereda hablando entre ellos y Joseph y yo caminamos hasta el porche. Los miramos y mi madre no para de reí mientras Jason, supongo, hacia una broma. Joe y yo nos miramos con una sonrisa mientras los mirábamos.

Me acerque a la puerta y me gire para despedirme de Joe.

—Es una lástima que estes en la universidad. —él me miro raro y repase lo que había dicho en mi cabeza. —Ósea, es genial que estes estudiando, pero que pena que no iremos juntos a la escuela. —corregí rápidamente con nerviosismo.

—Está bien, te entendí. —respondió con una sonrisa.

Entre a la casa apenada y me dirigí al cuarto para poder dormir y no andar como un zombi en la mañana. Al despertar me metí a bañar, hice mis necesidades y me vestí.

La intención es llamar la atención, por eso rebusqué entre toda mi ropa y me puse un top negro con escote recto y mangas hasta los codos, una pollera de cuadros roja y negro, y nos votas con tacos altos que me llegan hasta la rodilla y un collar negro pegado al cuello. Hoy hacia calor así que no tome ningún abrigo. Me maquille lo mejor que pude y baje corriendo las escaleras. Casi me caigo en el último escalón.

Termine de comer y subí al auto junto a mi madre para que me alcanzara a la escuela. Cuando llegué ella se fue y yo me dirigí a la dirección para poder notificar mi asistencia. Tomé todo lo que la mujer me dio y salí de allí.

Primero, clases. Segundo, almuerzo.

Camine por todo el lugar buscando un lugar donde sentarme hasta que una chica baja y rubia se acercó a mí con una muy linda (y escalofriante) sonrisa.

—¡Hola! Soy Lily Hardin, ¿Tu cómo te llamas? —pregunto alegremente.

—Evangeline Lumière, un placer. —le sonreí.

—Ven, siéntate con nosotras. —me tomo de la mano y me guía hacia una mesa un poco apartada. Ahí había una chica más. —Ella es Anna.

—¿Qué hay? —salude con ganas.

Anna me sonrió y seguimos hablando entre las tres hasta que toco la campana para volver a clases. Lamentablemente no nos tocaba ninguna clase juntas y cada una se fue por su lado.

Estaba caminando lo más tranquila por los pasillos cuando me choque con algo duro. Maldije en voz baja desde el suelo. Miré hacia arriba y vi a un chico de pelo negro, delgado y alto mirándome desde arriba como si yo no fuera nada.

Rápidamente me pare y lo mire. Mandíbula marcada, pómulos definidos, cejas pobladas, labios medianamente gruesos, un piercing en la ceja izquierda, ojos verdes claro, ojeras de no haber dormido en semanas y un tatuaje de alas de ángel en el cuello. Un adonis en su máximo esplendor.

—¿Por qué no miras po donde vas, niña? —pregunto con superioridad.

—¿Por qué no miras tu por dónde vas? —respondí de mal humor.

Me miro de arriba abajo y sonrió de costado. —¿Nunca te dijeron que responder una pregunta con otra es de mala educación?

—No, ¿Y a ti qué? —lo mire mal.

—¿Eres nueva? Recordaría a ver visto a una mocosa con pelo teñido de naranja. —tomo un mecho de mi pelo y lo jiro en su mano. La golpee rápidamente y me tire el cabello hacia atrás.

—Soy pelirroja natural y sí, soy nueva, ¿Tu cerebro es tan pequeño que no se dio cuenta por sí solo? —puse mis manos en mi cadera.

—Vaya, jamás probe a una pelirroja natural. —comenzó a acercase a mí de manera “seductora”.

—Ni la vas a probar. —lo esquivé y seguí mi camino.

—¡Ya veremos eso, muñeca! —grito desde donde estaba.

—¡Vuelves a llamarme muñeca y te parto la cabeza contra un casillero! —le grite de regreso y entre a mi siguiente clase.

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