Evangeline Lumière.
Mientras la clase pasaba no podia dejar de pensar en ese chico. Había algo en él que no podia sacarme de la cabeza.
Al volver a casa subí a mi cuarto y comencé a rebuscar entre mis antiguos dibujos hasta que di con uno. Lo mire bien y casi lo dejo caer de la impresión.
¿Cómo no me di cuenta antes? Es él, pero más... Diferente.
Su pelo en mi dibujo es más claro y sus ojos son más oscuros. No tiene ese piercing en la ceja ni ese tatuaje en el cuello. Por eso no lo reconocí. En mi retrato se veía más inocente, como un niño. El chico de hoy se veía más adulto, incluso como los motociclistas que estaban cerca de mi casa en Miami, pero no como este niño.
—¿Hija? —mi madre paso por la puerta haciendo que el dibujo, y los demás que estaban con el, callera al suelo. —Te estuve llamando durante cinco minutos, ¿Qué pasa?
—Si... Solo... —me agache para recoger las hojas.
—Baja, tengo algo para ti. —salió de la habitación cerrando la puerta.
Recogí todas las hojas y cuando me pare mire hacia la ventana y di un fuerte grito.
—¡No grites! —susurro/grito el chico mientras me tapaba la mano con la boca.
—¿¡Que carajos haces en mi habitación!? —golpe su mano y me aleje de él.
—Solo pasaba de visita. —dijo mientras se encogía de hombros y se sentaba en mi cama.
—¿¡De visita!? ¿¡Estás loco!? —tomé mi almohada y comencé a golpearlo.
—Ya, basta. —se paró y me saco la almohada de las manos. —Y deja de gritar. Me vas a dejar sordo, por un demonio. —se tapó la oreja.
—Bueno, disculpa por alterarme cuando un puto loco se mete en mi habitación. —terminé de juntar los dibujos y los guardé en la caja en la que estaban.
—¿Qué son? —me arrebato un papel de la mano, pero se lo saque rápidamente.
—No te importa, loco. —cerré el mueble con llave. —Y hazme el favor de ¡salir de mi puta habitación!
—No.
—¡Sal de aquí!
—Nop. —se miró sus uñas con desinterés.
—¡Sal!
—Azúcar. —me miro divertido y me le quede viendo mal.
—¿Sabes qué? Al carajo. Llamare a la policía. —tomé mi teléfono y estuve a punto de llamar cuando él me lo saco de las manos. —¡Devuélveme mi teléfono! —exigí.
—Claro. —me lo tendió, pero lo aparto antes de que pudiera tomarlo. —Si me das algo a cambio. —sonrió de lado.
—¿Qué quieres? —puse mis manos en mi cadera.
—Un beso. —se acercó a mí.
—Jamás. —intenté tomar mi teléfono, pero se volvió a apartar. —¡Ya! Ni siquiera se tu nombre y ya eres un grano en mi trasero. —bufe molesta.
—Aleksander. —respondió.
—¿Qué?
—Mi nombre, Aleksander. Aleksander Pierce. —se presentó.
—Evangeline Lumière. —lo mire de arriba abajo. —Devuélveme mi teléfono, sal de mi cuarto y fingiré que jamás te vi aquí. —ofrecí.
—Mmmm. —parece pensarlo bien. —De acuerdo. —me dio mi teléfono y salió por la ventana. —Por cierto. —apareció de pronto. —Lindo cuarto. —me giño el ojo y se fue.
—Raro. —murmuré y salí de mi cuarto para ver que quería mi mama.
—¿Qué querías mostrarme, mama? —no la vi por ningún lado así que salí a afuera. —¿Ma?
—¡Hija! Mira. —me señalo un Jeep que estaba estacionado en la vereda. —¿No es hermoso? —pregunto con un brillo en los ojos.
—Si, es hermoso. —es un Jeep todo terreno completamente blanco con cuatro puertas y muy alto. —¿De quién es? —pregunte admirándolo.
—Tuyo. —me tendió unas llaves negras.
—¿Cómo dices? —la mire asombrada.
—No voy a poder estarte llevando y yendo a buscar todos los días a la escuela y por eso disidí comprártelo. —explico.
—Pero, mama... No tenías que hacerlo. Podríamos haber usado ese dinero para comprar un televisor nuevo o un lavarropas. Algo para las dos.
—Para nada, mi niña. Tu disfrútalo que del resto me encargo yo. —me dio un beso y las llaves del Jeep.
—Gracias, mami. —sonreí y me subí al auto rápidamente. —Mama, ¿Sabes dónde Joseph?
Ella asintió y me dio las instrucciones exactas. Las anoté mentalmente y condije hacia allí. Estaba bastante lejos del pueblo, casi en el medio del bosque. Ya voy más de media hora conduciendo, así que, hay dos opciones; o me perdí o viven muy lejos.
Aparque el auto justo al frente de la casa que me describió mama. Una pequeña cabaña hecha de troncos de madera con un solo piso, varias ventanas y situada justo frente a un hermoso lago cristalino. Todo rodeado varios árboles enormes.
—¿Joe? —llame mientras tocaba la puerta.
—¿Quién? —la puerta se abrió de golpe y casi salto del susto. —Oh, Eva. ¿Cómo estás? —saludo feliz.
—Bien, ¿Y tú? ¿Cómo estas, Joseph?
—Bien. Ven, pasa. —se hizo a un lado y me dejo pasar.
Al entrar a la casa me di cuenta de que ya había estado allí, en un sueño. Todo era igual, el mismo olor a pino, los muebles hechos de madera, la decoración rustica y antigua, y lo más importante, un televisor de más de 85 pulgadas.
—Tu casa es hermosa. —halague. —¿Estas solo? —pregunte al ver todo en silencio y calmado.
—Si. —respondió. —Se fue de pesca, debe estar por la mitad del lago a esta hora.
Comenzamos a hablar de distintos temas, le mostré mi nuevo Jeep, preparamos unos batidos y terminamos viendo películas tirados en el sofá.
—¿Cómo te manejas tan bien en mi casa? —pregunto de repente. Lo mire sin entender. —Sabes dónde está todo, donde están las habitaciones e incluso donde estaba mi lata secreta de dulces.
—Bueno... —medite unos segundos sobre si contarle o no hasta que al final me decidí. —Yo... Puedo... ¿Cómo decirlo?... ¿Ver el futuro? —murmure sin saber cómo contarlo. Él se sentó más derecho en su lugar y me miro.
—¿Cómo así? —interrogo con mirada curiosa.
—Bueno, pues... Yo tengo como visiones, o algo así, mientras duermo, pero solo mientras duermo. —explique. —No sé cómo lo hago ni como los obtuve, pero me ayudaron para varias cosas. —sonreí.
—Eso es asombroso. —sonrió. —¿Soñaste con la casa antes? —cuestiono.
—Si, pero solo por dentro, nunca por fuera. —me encogí de hombros.
—Y... ¿Jamás soñaste conmigo o algo parecido? —pregunto con cautela.
—Nop. —negué. —Solo con tu casa.
Él me miro y luego sonrió. Ambos nos reímos y seguimos viendo la película que habíamos elegido. Pasamos así hasta que se hizo de noche y tuve que irme.
Llegue a casa, me bañe, comí y me fui a dormir para llegar temprano a la escuela.
Evangeline Lumière. Hoy hacia bastante calor así que decidí ponerme algo cómodo para mi segundo día de escuela. Me puse un short de jean azul de tiro alto con una remera dos tallas más grandes de AC/DC negra con las letras en rojo. Me puse unas botas negras con plataforma y algunas pulseras. Tome mis cosas y baje a la cocina junto a mi madre. —¿Viste lo que paso? —pregunto asombrada. —No, ¿Que paso? —respondí mientras tomaba un sorbo de mi café. —Mira. —tomo el control y subió el volumen a la tele. "Les informamos que en esta madrugada se encontró a una estudiante de Nyx de 17 años en el borde del bosque cerca de la carretera. Aun no tenemos información sobre este caso, pero sabes que fue una muerte brutal y dolorosa para la víctima. Las autoridades aun no pudieron recuperar el cuerpo ya que está demasiado delicado y se corre riesgos de contaminar la evidencia." Un hombre se acercó a ella y le susurro en el oído. "Me acaban de informar que ahora hablara la oficial al man
Evangeline Lumière. Estaba caminan tranquilamente por una casa desconocida. Era totalmente blanca con muebles y suelos en colores oscuros, y alfombras blancas en el suelo. La casa atenía tres pisos. En la planta más alta solo había una habitación con las iniciales A.P escritas con negro sobre una puerta blanca. Baje un piso y allí había dos habitaciones. Las dos puertas tenían diferentes iniciales, dos con J.P, pero una de las puertas tenía otra inicial, A.H. Por último, en la planta de baja estaban la cocina, comedor, sala de estar y otro cuarto con las mismas iniciales, A.H y J.P. Revisé un poco más la casa y vi unas escaleras escondidas detrás de una pared. Comencé a bajar de apoco hasta llegar a un sótano bastante oscuro. Tente la pared con la mano hasta dar con el interruptor de la luz. Cuando el sótano se ilumino quede toralmente en shock. El lugar solo tenía una tenue luz y decorada con varios muebles negros. Miré bien esos muebles y abrí uno. Dentro solo había armas pun
Evangeline Lumière. Cuando la policía llego mi madre me aparto y me dijo que me quedara con una de sus oficiales. Me hicieron muchas preguntas, pero no está ni la mia de consciente en ese momento. Las fotos que me mostro Anna eran poca cosa comparada con verlo en persona. El olor a muerto, las moscas parándose sobre la piel expuesta y ver el corazón moviéndose débilmente aun después de todo. Podia sentir el dolor desde donde estaba parada. Al igual que las otras estaba abiertas desde el cuello hasta el hueso pélvico, sin corazón ni ojos ni cerebro, con los órganos esparcidos sobre el piso y puesta sobre una gran roca. —Ve a la camioneta. —ordenó mi madre con calma. Asentí y me dirigí allí. Antes de subirme miré al frente y pude ver a Aleksander junto a más personas. Miré al hombre junto a él y lo reconocí, era el hombre con el que había soñado. Él me miro y luego se subió a su auto junto a los demás que estaban allí. —Sube. —la voz de mi madre me asusto.
Evangeline Lumière. Me encontraba corriendo por el bosque, intentando escapar de algo, pero no podia ver de qué. Llegué hasta un lago y allí me detuve. Mire hacia atrás y casi grite. La sombra estaba frente a mí, pero esta vez podia ver sus ojos. Lo mire fijamente. Sus ojos no tenían un color definido, varia desde el negro al rojo. Siempre me dijeron que los ojos son la vista al alma, él parecía no tenerla. Solo había odio y maldad en sus ojos, solo se podia ver la oscuridad que había dentro de ese ser, y por más que tratara de buscar un destello de luz, de piedad, no había nada. Rogar no serviría de nada, mucho menos huir. —Aléjate. —mi yo del sueño saco un cuchillo que tenía un brillo azul gris claro. —Un monstruo cazando a otro. —susurro. No podia verlo, pero sabía que sonreí. —El único monstruo eres tú, Dracul. —murmure con ira. —No. Tú lo eres. —de repente él me miro. No a mi yo del sueño, a mí. Es la primera vez que pasaba y eso me asusto. —¿No es así, monstr
Evangeline Lumière. Cuando entre a casa mi madre no me castigo como creía, solo me dio un abrazo y me dijo que fuera a mi cuarto hasta que esté la comida. No entendí el porqué del abrazo, pero obedecí. Entre a mi cuarto y allí estaba Joseph sentado en la cama. Al verme él se paró rápido y se acercó a mí. —¡Lu! ¿Estas bien? ¿Te paso algo? —me tomo de los hombros y me sacudió mientras revisaba que estuviera bien. —Estoy bien, Joe, tranquilo. —lo ájele un poco de mí. —¿Qué haces aquí? —Tu madre me llamo y me dijo que no estabas. Me preocupe mucho, Lu. —hizo puchero. —Está bien, estoy bien. —le sonreí para tranquilizarlo. Pase la próxima media hora intentando hacerle entender que estaba bien, aunque ni yo me lo creía. Pasamos casi todo lo que quedaba del día juntos, hasta que tuvo que irse. Por la noche, ya acostada, no podia dejar de pensar en esa cosa. Mientras miraba al techo no paraba de verlo en mi imaginación. Por más que lo intentaba no podia sacármelo de la cabeza, co
Aleksander Pierce. Desde que esa pelirroja y su madre llegaron a Nyx han ocurrido demasiadas muertes. Mis padres piensan que se vede a algo relacionado con ella, algo sobrenatural. Lo pude sentir cuando choqué contra ella en la escuela. Tenía un aura diferente al resto, diferente al humano. El aura humana es más nítida, casi invisible, incluso para nosotros. Sus auras tienen diferentes colores, magnitudes y texturas, son buenas o malas, nunca intermedias. Pero, la de ella, no es nítida, es tan fuerte que la puedes ver salir de su cuerpo. —Aleksander. —mi padre se paró en la puerta. —¿La llevaste a casa? —cuestionó. —Si. —respondí. —¿Seguro? —volvió a preguntar de manera más seria. No respondí. —Mañana te disculparas con ella por no llevarla a su casa. Te dije que la vigilara, no que la dejaras en medio de la calle. me regañó. —Estaba haciendo muchas preguntas, ¿qué querías que hiciera? —me defendí parándome de la cama. —Que las esquivaras, como siempre. Tienes viviendo m
Evangeline Lumière. De todas mis clases creo que solo comparto dos con Aleksander y una de ellas es Psicología y para mi mala suerte me toco hacer grupo con él. Lo mire desde mi asiento y él me sonrió de lado. Todos comenzaron a moverse de asientos, pero yo espere a que el viniera, no tenía ganas de moverme. Cuando se sentó a mi lado se apoyó en la mesa mientras me miraba. —Vaya, sí que tienes suerte de que te haya tocado conmigo. —dijo con arrogancia. —Mas bien tú tienes suerte de estar conmigo, acosador. —saqué un lápiz y comencé a copiar la consigna que estaba diciendo la profesora. —Muy bien, chicos, presten atención... —copie todo y luego lo mire. —¿En tu casa o en la mía? —cuestione. —Espérate, primero un cafecito, ¿no? —sonrió de lado. —¿Qué...? —pensé en lo que dije y comprendí. Me sonroje un poco y lo golpe en el hombro. —Me refería al trabajo, idiota. —Oye, no soy yo el que lo dijo. —levanto las manos en señal de rendición. —Ven a mi casa
Evangeline Lumière. Al céntranos a comer todos se dieron las manos y Aleksander, que lo tenía al lado, me tendió la de él. A mi otro costado estaba su madre. Tome ambas manos y espere que alguno rezara o lo que sea que estuvieran haciendo. —Immortalis Domine, da nobis misericordiam tuam et adiuva nos ut illos qui de manibus tuis fugerunt revertamur. Domine, nox sit et nostra. Amen. —de todo lo que dijo el Sr. Pierce solo entendí el “amen”. Todos comenzaron a comer con calma y en silencio. Si hay algo que me ponga muy nerviosa es que no allá nada de ruido durante la comida, y más con desconocidos. —¿En qué idioma hablo, Sr. Pierce? —me atreví a preguntar después de un rato. —latín, Evangeline. —respondió cortésmente. —Oh, ¿es complicado el latín, señor? —pregunte intentando crear una charla. Aleksander me dio un golpe por debajo de la mesa. Lo mire, pero él solo miraba su plato de comida. —No, Evangeline, es fácil una vez que sabes cómo estudiarlo. —¿A qué se refiere? —Cua