Te espero en mi universo como Plumas.
Conocía de memoria los gustos de ciertos clientes, llevaba trabajando tres años en el Club Apple Valley, como mesera de gente rica.—Señor Fontana, su café sin azúcar.—Gracias.Amaba su trabajo, estaba cerca de la gente que movía el mundo, y percibir sus exclusivos perfumes y escuchar el cotilleo de los ricos. Nadie la veía, los ricos solo ven a los ricos, solían decir eso sus compañeros, podría decir que sí, pero ella soñaba. Nada le impedía soñar que un día estaría de ese lado tomando una margarita, o un coctel de nombre raro, tal vez degustando uno de esos platos mediterráneos frente al Potomac. Tenía que atender la mesa del señor Skyner, un tipo que trabajaba en el área de tecnología. Era un pobre tipo, bastante nerd para todos los efectos, pero forrado en dinero.—Buenas tardes, señor Skyner.—Hola, quiero comer algo que no tenga leche, soy intolerante a la lactosa, al maní, a las fresas, al camarón, ¡por Dios!, el camarón me puede matar… La nuez y perfumes demasiado fuertes.Vi
Kasy al reconocer de quién se trataba, solo pudo decir nerviosa.—¡Disculpe, señor! ¡Disculpe!La joven del móvil decía suplicando, pero su mirada estaba dirigida a la loca de cabello largo que lo miraba sorprendida.—Vamos, Eva, vamos.—¿Te he visto en algún lado?—Solo en sus sueños.Era jalada y corrían por entre las tumbas sin mirar atrás hasta que se escondieron cerca de unos árboles y Kasy comentó a su amiga.—¿Te diste cuenta de quién era?—Apenas si le vi la cara, mi corazón no soporta el susto.—¡Era él!—¿Quién?—Apolo Sanders.No esperó que alguien del club estuviera en el cementerio justo en esos momentos. Kasy se persignó y le dijo a su amiga.—Si descubre quienes somos, adiós trabajo.—No creo que nos haya reconocido —miraba a todos lados—, pero sí dio miedo.Kasy exclamó asustada.—¡Era la tumba de su padre!—Supongo que ni se acordará de lo pasado, somos invisible para esa gente.Kasy la miró y le recordó.—Dijo que te le hacías familiar.No le dio importancia a esas p
Apolo le preguntó con tono familiar.—¿Te está molestando Dietrich?No supo si era un ángel o un demonio, pero era una salida a su gran lío.—Cariño, me enojé mucho y cometí una pequeña tontería.El tipo se acercó a mirar el daño: estaba perdido, aunque ese tono naranja le pareció muy excéntrico, miró a Dietrich enojado.—Respira Dietrich, solo es un auto.—¿Conoces a esta mujer?—Claro que sí.Eva sabía que no la conocía de nada, salvo del cementerio y si le recordaba ese incidente se pudriría todo, se acercó a él y se refugió en sus brazos.—Es mi amorcito.—Y sabes cómo se llama la dama presente aquí.—Claro, es mi dulce…Ella susurró.—Eva.—Eva, mi dulce Eva.Todos estaban confundidos y Dietrich entonces dijo con horror.—¿Tu novia? ¡Dejaste a mi valiosa hermana por esta cosa!Era muy ofensivo ese sujeto.—Apolo sabe lo que es bueno, ¿no es cierto, cariño?—Así es, cariño.Cielos, el tipo, era un ángel de la guarda que olía a dioses y que estaba como un bizcocho de Pascua.—Lo si
Miraba su reloj con insistencia y repetía.—Dios, qué mierda, Dios…Se recostó en la pared del ascensor, pensando que tendría problemas si Sanders le retiraba su ayuda, cuando sintió que detrás de ella se deslizaban las puertas y cayó sentada en el suelo. Menudo lío en el que estaba.—¡Mi culito!Se incorporó con dificultad y, cuando se dio cuenta, estaba en una elegante oficina con sala y muebles color café. Vio un escritorio elegante y un bar del otro lado. Pinturas que adornaban las paredes, estaban dispuestas estratégicamente con luces que las realzaban. Sus pisadas fueron mermadas por la alfombra que amortiguó sus pasos; no había nadie visible.«Dios, qué raro».Miró una armadura completa bien puesta en una esquina.—¿Estoy en el museo?Se acercó a tocarla, nunca había visto una de cerca y esta era reluciente.—Impresionante.Echó un vistazo a todos lados, ni señas del poderoso. En la mesita de centro descansaba un hermoso terrario en donde convergían varias especies armoniosamen
Estaba nerviosa, podía ser la ganadora de cincuenta grandes. Llamó a Kasy y la citó en la tienda de ropa, ella fue muy interesada, pues deseaba saber qué le habían propuesto a su amiga. La vio de pie frente a la tienda, parecía rara, como nerviosa.—¡Ya estoy aquí!—Tardaste.—¿Qué hacemos en Apple Valley?—No sé, todo es muy raro, me dio esta tarjeta y me dijo que la mostrara aquí.—Es una tarjeta del tipo Apolo Sanders. Dios, me siento impresionada.Dentro de la tienda, dos empleadas observaban a las muchachas charlando.—Son pobres. Dios que oso que estén mendigando fuera de la tienda.—Visten con tal pobreza, fuera de onda.Las vieron entrar y se miraron sorprendidas.Las jóvenes miraban los costosos vestidos impresionados.—Esto es el paraíso, son divinos —comentó Kasy—, me muero.Una de las empleadas se acercó a ellas.—Parecen fuera de sus terrenos, chicas.Eva la miró extrañada.—¿Fuera de mis terrenos?—Bien, ¿qué deseas? Puedes mirar lo que quieras, no está a tu altura.Eso
Eva estaba ansiosa de saber si había logrado pasar la prueba, pues el ambiente en el que se movía Apolo Sanders era muy elitista. Estaban entrando a una suntuosa mansión, no sabía lo que realmente iba a ser allí y le preguntó.—¿Y bien?—Bien qué…—¿Pasé o no lo hice? Aunque creo que se lo creyeron.—¿Eso piensas?—Sí, hasta me cayeron bien todos ellos.—Mira tú.Entonces le preguntó con curiosidad.—¿Qué hacemos aquí?—Aquí vivo.Ella lo miró sorprendida y le preguntó.—¿Vamos a vivir juntos?, porque tendrás que hablar con mi padre para eso.—¡Ja!Bajó del auto y ella se quedó sentada esperando.—¡Baja del auto!—Los caballeros les abren las puertas a las damas.Esa petulante criatura se las daba de dama y se colocó las manos en la cintura.—No esperarás que te trate como si fueras mi novia, ¿verdad?Eva se apoyó en la puerta y le preguntó.—¿A tus novias las tratas con respeto?—Escucha… Ha sido una noche muy fastidiosa y… —la vio mirándose las uñas—, ¿me escuchas?—La manicura en es
Eva, fingiendo sorpresa, le dijo a Dietrich.—Dietrich, ¿por qué te sorprende tanto que tenga un trabajo de mesera? ¿Acaso es pecado?Clare miraba a uno y a otro esperando explicaciones, ¿Apolo con una mesera? Su hijo dijo con petulancia.—Bueno… Estimé que alguien como Apolo tendría una modelo de novia.Eva se tocó el cabello de manera coqueta y añadió.—Y soy modelo; sin embargo, mis padres desean que sea una persona útil a la sociedad, por eso me consiguieron un empleo como mesera en el club.Clare dijo con sorpresa ante ese hecho.—Interesante.—Allí fue donde conocí a mi bello Apolo.—¡Bello! —dijeron en coro.El aludido la miró con sorpresa.—Así le digo de cariño y nos vimos en ese evento de las Cruces… —lo acarició—, ¿recuerdas, cariño?Para ese momento tenía que seguirle el paso a Eva.—Sí, lo recuerdo.Eva le puso emoción a la historia.—Se rompió mi taco después de la pasarela y Apolo me ofreció su brazo como apoyo —lo tomó de la corbata—. Me volvió loca su caballerosidad.D
Úrsula se recompuso para decirle a la joven.—Así que eres la novia de mi hijo.—Sí. Usted tiene un hijo muy adictivo, le salió divino.Apolo se aguantó las ganas de reírse al ver a su madre sin palabras.—Tiene sus ojos, es lindo —lo acarició.—Ella es Eva Monar, mi novia —dijo galante.—Vaya…—He escuchado a Apolo hablar de usted y me siento honrada de conocer a tan dulce dama.Hanibal Carpentier se acercó a ellos con una sonrisa.—Se nota que no te conoce, Úrsula, dice que eres dulce.—Hola —lo saludó afable.—Eva, la Eva de Apolo, toda una tentación.—¿Ha encontrado otro grande?—Ja, sigo buscando —le guiñó el ojo.Eva sonreía divertida. Úrsula le dijo a su hijo.—Tenemos que hablar.—Ahora no, estoy con Eva.—Eva, no se morirá si no te tiene cerca.La joven le dijo entonces.—No lo crea, señora, su hijo se ha convertido en el aire para mí.Apolo la vio tan soñadora que hasta le creyó, su madre se acomodó el traje.—Quédate sin aire por un tiempo, vamos, hijo.Apolo se disculpó y f