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Cap. 2 ¿Un ángel salvador o un enemigo?

Apolo le preguntó con tono familiar.

—¿Te está molestando Dietrich?

No supo si era un ángel o un demonio, pero era una salida a su gran lío.

—Cariño, me enojé mucho y cometí una pequeña tontería.

El tipo se acercó a mirar el daño: estaba perdido, aunque ese tono naranja le pareció muy excéntrico, miró a Dietrich enojado.

—Respira Dietrich, solo es un auto.

—¿Conoces a esta mujer?

—Claro que sí.

Eva sabía que no la conocía de nada, salvo del cementerio y si le recordaba ese incidente se pudriría todo, se acercó a él y se refugió en sus brazos.

—Es mi amorcito.

—Y sabes cómo se llama la dama presente aquí.

—Claro, es mi dulce…

Ella susurró.

—Eva.

—Eva, mi dulce Eva.

Todos estaban confundidos y Dietrich entonces dijo con horror.

—¿Tu novia? ¡Dejaste a mi valiosa hermana por esta cosa!

Era muy ofensivo ese sujeto.

—Apolo sabe lo que es bueno, ¿no es cierto, cariño?

—Así es, cariño.

Cielos, el tipo, era un ángel de la guarda que olía a dioses y que estaba como un bizcocho de Pascua.

—Lo siento.

—Ningún lo siento, quiero mi auto de nuevo, no acepto menos que uno nuevo e igual a ese.

—Ya párale, te lo enviaré la semana que viene, solo deja a mi chica en paz.

Una de las chicas que acompañaban a Dietrich preguntó.

—¿Tienes una novia que es mesera?

—Al menos hace algo por la vida, sus padres le exigen que sea útil, ¿no es así, cariño?

—Sí, eso les decía.

Para Dietrich todo eso era muy raro, aunque conociendo a Apolo, no se prestaría para algo como eso. De hecho, nadie, y al ver su mirada molesta, señal de que se estaba hartando.

—Espero un auto nuevo y cuando mi hermana se entere de esto, lo lamentarás.

—Cuando gustes.

El grupo siguió su camino y Eva, bastante tensa e incómoda con lo que acababa de pasar, se disculpó.

—Lo siento tanto, pagaré el auto.

—¿Tienes cincuenta mil dólares?

Ella se quedó muda con esa cifra.

—Lo que supuse no tienes dinero para pagar.

—Tanto no, tengo unos ahorros… Pequeños ahorros.

—Escucha, me debes tu vida —se cruzó de brazos—, y pienso cobrarte el favor.

Ella no tenía dinero, ¿cómo podía pagar? Entonces le comentó.

—No tengo dinero, tanto como eso, pero puedo trabajar para usted, por el resto de mi vida, si eso le parece.

Él se rio y al hacerlo estremeció a Eva, era un señor tan elegante y viril, alto como una torre, musculoso y su corte perfecto denotaban que era poderoso.

—Imagínate, bien te daré trabajo Eva, espero que seas lista y lo aceptes.

En ese momento no podía ser orgullosa, estaba en sus manos.

—¿Quiere que limpie sus pisos?

Él rio de nuevo volviéndola a estremecer, si no era eso qué podía desear con ella.

—Para ser una mesera eres bonita, altanera, imaginativa y muy loca. Tanto como para pararte en la tumba de mi padre y ponerte a decir sandeces.

¡Uf! Se acordaba de eso, estaba en problemas.

—Escuche, solo quería vengarme de ese sujeto, me hizo echar del club, fue una estupidez de mi parte.

—Que costará mucho —sacó una tarjeta—. El lunes a las ocho, no me gusta la gente impuntual, si llegas un minuto tarde, te la arreglarás para pagar ese auto.

Lo vio meterse en un convertible plateado e irse del lugar, se quedó congelada con la tarjeta en sus manos. Kasy la miraba aterrada, se acercó nerviosa a ella.

—¿Qué fue todo eso?

—No lo sé, estoy que tiemblo.

—Creo que estás en problemas. Apolo Sanders es un tipo rudo, dado a ganar siempre, dicen que es déspota, cruel y escuché que hasta loco…

—… Y me tiene en sus manos…

Miró la tarjeta nerviosa y la guardó en su bolsillo, no tenía cincuenta grandes, no tenía más que dos mil en una cuenta y eso era para comprarse la casa de sus sueños, nada más. Eva en qué te metiste.

Eva llegó a su casa nerviosa, se había librado de la cárcel y, aunque no sabía lo que le esperaba a partir de ese punto, cuando vio a su padre pintando uno de sus mobiliarios para casa de muñecas, tragó grueso y entonces musitó.

—Papá…

—Eva, llegaste, eso es bueno, yo casi termino la cocina de esta casita, será toda una belleza. Esa nena que la pidió se va a poner muy contenta.

Siempre había alguien soñador que deseaba una casita de muñecas para su hija, ella la tuvo y fue lo más lindo de su infancia, era tan perfecta en cada detalle que se dijo desde pequeña que así sería su casa en la realidad, era tan lujosa que eso la hizo disparar su mente, solo que había un gran problema: ella era pobre. No podía decirle a su padre lo que pasaba, tampoco sabía qué haría ahora, estaba perdida.

Recostada en su cama, mirando al techo con la tarjeta metálica girando entre sus dedos, Apolo Sanders, ¿qué sabía de ese sujeto? Lo que decían las revistas: rico, separado de sus padres desde hacía varios años, había construido un imperio con alianzas con medio oriente, según decían; solía salir en revistas acompañadas de modelos top, chicas de moda. Siempre impecable, con trajes costosos, autos de modas y de vez en cuando salía una noticia de algún escándalo o excentricidad de su parte, como celebrarle el cumpleaños a un niño indigente en la plaza y poner todo un banquete en donde todos los indigentes de la zona se dieron un atracón de comida.

Era todo muy raro, se decía por lo bajo que él y Dietrich se odiaban, incluso hubo un incidente de polo en que, siendo del mismo equipo, Apolo tiró a Dietrich del caballo.

Ella lo vio con sus ojos verde limón, fue un escándalo que rayó en la expulsión de Apolo y su suspensión de los juegos del club.

Eso no era muy alentador, porque él parecía ir como una pelota de un extremo a otro: entre cruel y bueno. Ahora lo que hizo por ella fue bueno, solo no esperaba conocer su lado cruel.

**

Apolo entraba a su mansión en Fauces y le dio su chaqueta a su mayordomo:

—Alby, comunícame con Donald.

El tal Alby asintió y fue a llamar a Donald y le dio la llamada.

—Donald, la encontré.

—¿Encontraste qué?

—Más bien a quién… la tipa perfecta para lo que tengo en mente.

—¿Es en serio?

—Claro, hay que pulirla un poco, bueno no tanto, por lo pronto es astuta y eso es lo que me gustó de ella.

—Ajá, ¿solo eso?

—Tiene lo suyo, pero lo que importa es que tendrá que hacer todo lo que le diré.

—¿Cómo estás tan seguro?

Rio de nuevo y entonces le comentó:

—Tengo su vida en mis manos.

—Suena poderoso.

—Lo es, ven y te cuento.

—Bien, me has dejado intrigado, iré porque deseo saber ese poder que tienes sobre ella.

Apolo sonrió y colgó satisfecho, la chica era avispada, lo suficiente para su cometido y la iba a aprovechar. Le llegó un mensaje y leyó:

«Apolo, esperamos verte y conocer a tu hermosa novia. Deseamos que sea cuanto soñamos, al menos superior a Brenda Novak».

Firmaba su madre. Su familia no lo manejaría a su antojo, nunca lo permitiría y les daría la lección de sus vidas, claro que sí.

Donald escuchaba el relato de su amigo y no se la creía.

—Y te siguió el juego, así sin más.

—Tonta no es.

—Dietrich debe estar echando chispas.

—Ajá, me vale m****a, solo considero que ella es perfecta.

—Entiendo, ¿crees que acepte?

—No tiene cincuenta mil dólares, aceptará.

—Va a arder Troya.

—Que arda… con mi familia adentro.

Ambos rieron, el plan era muy bueno, ahora la parte de Eva, era fundamental.

**

Eva miraba su casa de muñecas con suma atención, la conservaba con adoración porque eran reflejo de sus años mozos en donde solo se vivía de ilusiones y sueños.

Mañana era el gran día en donde debía ir a la cita y no sabía ni qué ponerse. Se tiró de la cama descalza y fue a su armario que rebosaba con prendas mal puestas una sobre otra, sacó un armador con tres piezas que se cayeron al suelo, vio una blusa con un Mickey Mouse riendo, descartada, no podían ni verla con algo como eso.

Un top muy atrevido, sería genial, pero… nada adecuado, un vestido negro, tiraba las piezas en la cama, pantalones de mezclilla con huecos, eran geniales, pero no se vería nada bien.

Entonces se dio cuenta de que su guardarropa no era especial, no para hablar con un triple cero, aunque no sabía de qué hablarían.

Sacó un conjunto azul eléctrico de falda y blusa, con el top negro serían una buena combinación, algo decente al menos para dar la cara en esos momentos.

Kasy la llamó.

—Estoy que no me la creo, es decir, ¿qué puede desear un tipo como él contigo?

—No deseo pensar, me siento como olla de presión, siento que voy a explotar.

—Eva debes controlar tu boca, es un tipo poderoso y puede hacerte pedazos si gusta.

Ella sabía todo eso, pero qué podía hacer, estaba en sus manos. Tenía que acotar que Eva no era buena para madrugar y que puso el despertador a las siete, lo escuchó sonar varias veces y… se levantó como un resorte.

Dios eran las siete y media, corrió a cambiarse y sin tomar nada salió corriendo a tomar un taxi. Esperaba llegar a la Torre Bell, un edificio en donde se asentaba las oficinas de Sanders, iba ensayando:

—Buenos días, señor Sanders… Señor Sanders, estoy aquí…

Su corazón repiqueteaba. Cuando llegó faltaban tres minutos para las ocho, se presentó en recepción.

—Necesito hablar con el señor Apolo Sanders.

La recepcionista la miró como poca cosa.

—Lo siento no puede atender a nadie en este momento.

—Escuche, él me espera en dos minutos, dígame en qué piso está.

—Debe tener una cita.

Ella le colocó la brillante tarjeta sobre el escritorio.

—¿Es suficiente esto?

Era una tarjeta especial, que solo la daba a clientes importantes. Esa chica decía lo cierto.

—Ascensor uno, piso 30.

Ella corrió a los ascensores y vio el que tenía el número uno, era grande y lujoso y se vio en el espejo, se arregló su cabello castaño rojizo, el tiempo se había agotado y ella tenía un minuto de retraso. Dios, no podía perder esa oportunidad.

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